Desde los inicios de Esfera Pública se han dado varios debates en torno al Museo de Arte Moderno de Bogotá. Uno de los primeros fue en torno a la Bienal de Arte de Bogotá (2002), le siguió el debate sobre la exposición de las Barbies (2003) y posteriormente, textos y discusiones en torno a algunas muestras y la crisis administrativa que ha afrontado el Museo desde hace varias décadas.
Con el cambio en la dirección del Museo vino un compás de espera para ver qué planes y/o cambios introducía la nueva dirección. Uno de ellos fue la apertura de un concurso para seleccionar la persona que ocuparía el cargo de curador. Luego de varios meses de haber cerrado la convocatoria, se hizo público el nombre de Eugenio Viola, curador italiano que se posesionó desde febrero de este año.
Su primer proyecto curatorial fue la exposición «Estorbo» de Teresa Margolles, abierta al público hasta finales del mes pasado. A partir de esta muestra, Esfera Pública entrevistó al nuevo curador con el ánimo de conocer sus percepciones iniciales sobre la escena artística local, los planes y proyectos en curso, las reflexiones que le deja su primera curaduría y su opinión sobre las críticas que recibió.
Esfera Pública: En las notas de prensa que se publicaron en vísperas de asumir su cargo como Curador Jefe del MAMBO, usted mencionaba su interés en adelantar una labor curatorial “centrada en la comunidad, con un foco importante en la educación”. Entiendo que apenas lleva poco tiempo en el cargo, sin embargo, quisiera preguntarle: ¿Cuáles son sus primeras percepciones sobre la comunidad artística local? ¿De qué forma estas primeras percepciones pueden -o podrán- incidir en su labor curatorial a corto y mediano plazo? ¿puede darnos algún avance sobre planes o próximos proyectos curatoriales o educativos?
Eugenio Viola: Yo ya era consciente de la riqueza de la escena artística colombiana porque ya había visitado Bogotá y otras ciudades de Colombia en el pasado. Además, antes de mi labor como Curador Jefe del MAMBO, ya había trabajado con algunos artistas colombianos, muchos de los que hacen parte de mi CV como curador.
Sin embargo, estar radicado aquí es totalmente diferente. Estoy tratando de reunirme con tanta gente como puedo y de organizar algunas visitas semanales a estudios, museos y galerías para entender mejor el contexto local, aun así es un proceso que tomará tiempo. El 13 de junio daremos apertura a dos exposiciones de los artistas colombianos Icaro Zorbar y Ana María Millán. La exposición de Millán es el primer ejemplo de un trabajo centrado en la comunidad; tomando como punto de partida de su proyecto gamers y estudiantes locales —seleccionados por medio de una convocatoria pública— que asistieron durante un mes a un taller con ella en las instalaciones del MAMBO. Tanto Icaro como Ana María están presentando los proyectos más importantes de su carrera hasta la fecha.
En septiembre, alojaremos el 45 Salón Nacional de Artistas y el Premio Luis Caballero. Más adelante, tendremos la primera muestra del año centrada en la colección del Museo que rendirá homenaje a los 90 años de vida del maestro David Manzur. Expondremos obras de su producción artística temprana hasta investigaciones recientes que se inspiran en El Siglo de Oro de la pintura. Por esta razón, vamos a yuxtaponer su trabajo con algunas obras seleccionadas de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos y otros artistas de la época colonial. Al mismo tiempo, tendremos la primera muestra institucional de Ewa Juszkiewicz, una talentosa artista polaca cuyo trabajo se relaciona dialécticamente con el pasado, una artista que proviene de un contexto y una generación totalmente diferente y cuya obra crea un interesante contrapunto con el trabajo de Manzur. El programa educativo está conectado a las exposiciones a través del Departamento de Educación del Museo, siempre trabajamos en conjunto para presentar una serie de conferencias con el objetivo de generar diálogos, plantear preguntas y subrayar múltiples perspectivas que puedan potenciar las narrativas conectadas con las exhibiciones en curso.
El trabajo de Teresa Margolles es conocido por la fascinación con la muerte, así como un énfasis en la forma como se marginalizan comunidades y grupos. Recurre, por ejemplo, a métodos cercanos a la práctica forense como el uso de telas para recoger muestras de sangre y signos de violencia. En el proyecto que desarrolló en la frontera con Venezuela, convivió con los migrantes, realizó talleres con desplazados y vivió de cerca las distintas situaciones que afloran debajo del puente que une a Venezuela con Colombia.
De los distintos intercambios y procesos que realizó Teresa Margolles con los migrantes venezolanos, hay una serie de obras donde los fluidos corporales -de vivos y muertos- son de especial importancia para la artista. En el Museo quedan registros, huellas e indicios de estos intercambios con los migrantes ¿Podrías contarnos en qué consistieron estos gestos, performances, acciones y talleres de la artista con esta comunidad?
Eugenio Viola: En su obra, Teresa desencadena un proceso de acercamiento desde lo simbólico hasta lo real, capaz de estimular una reacción física y emocional frente a la experiencia de la muerte, la violencia y la pérdida en general. Este es el mecanismo consciente en el que se apoya la práctica de Teresa Margolles, que está constantemente suspendido entre presencia y ausencia, singularidad y pluralidad, visibilidad e invisibilidad. Por esta razón, como bien tu lo señalas, cuerpo, fluidos corporales y sangre no se presentan solamente en su materialidad como un ready-made, sino también como un signo indexado de su trabajo. En el Museo exhibimos los vestigios del trabajo que realizó Teresa en la frontera, que dan testimonio de su interacción con los migrantes por medio de documentaciones de tareas performáticas. Teresa habla sobre estas interacciones en términos de una ‘estética relacional’, basándose en el concepto de Nicolas Bourriaud. Yo prefiero hablar en términos de un ‘performance delegado’, que es, según Claire Bishop, “el acto de contratar a personas que no son profesionales o especialistas en este campo, para asumir el trabajo de estar presente y tomar acción en un momento determinado y en un lugar específico en nombre del artista y siguiendo sus instrucciones”; lo que es una metodología recurrente en el trabajo de Teresa y en muchos otros artistas que usan este específico tipo de performance. Desde 2017, Teresa ha viajado en cinco oportunidades a Cúcuta, y en cada viaje se ha tomado, al menos, un mes de trabajo en la frontera. En Cúcuta, ella organizó varios talleres con los migrantes tratando de ayudarlos psicológicamente con su difícil situación, apoyada por una joven artista, Sonia Ballesteros. Margolles interactuó con los migrantes venezolanos, algunas veces ayudándolos también económicamente. Este fue un acto simbólico de “La Entrega”, que fue exhibida en el Museo como un monumental fresco fotográfico y en un proyecto público.
¿Cómo se dio el proceso curatorial con la artista para definir el modo de disponer las obras en el Museo?
Eugenio Viola: La disposición curatorial de las obras estuvo relacionada directamente con el desafío que implican los espacios expositivos del Museo, que no son precisamente los de un cubo blanco. Personalizamos el proyecto y decidimos ubicar las piezas acorde con este espacio. Mi objetivo principal fue tratar de crear una especie de consecuencialidad, una circularidad de pensamientos, desde el atrio hasta el tercer piso del Museo, que fue evidente, no sólo para nosotros, sino también para la mayoría de los visitantes. Por esta razón fue que dispusimos, por ejemplo, en el atrio, ‘La sombra de Venezuela’, una obra capaz de crear una ósmosis entre el interior y el exterior de la institución, y las fotos relacionadas con la acción las exhibimos en el tercer piso.
En términos curatoriales ¿qué decisiones fueron las más difíciles de tomar?
Eugenio Viola: La decisión más difícil de tomar —y la responsabilidad— fue decidir no posponer la inauguración de la muestra. Debido a las fuertes lluvias y a las reformas que se estaban llevando a cabo en el Museo, tuvimos serios problemas estructurales en el techo y en la marquesina, en donde se estaban cambiando y arreglando algunos vidrios. Esto hacía parte de una gran renovación que se estaba llevando a cabo en el MAMBO desde el pasado mes de febrero. Siguiendo esta decisión, todo el equipo del Museo tuvo que trabajar hasta las 5 de la mañana del mismo día de la apertura, y la tensión esa tarde fue increíble porque no sabíamos si al final podríamos abrir la muestra a tiempo o no. Fue mi bautizo de fuego aquí, y debo reconocer una vez más, el arduo trabajo de todo el equipo de montaje, de los departamentos de Curaduría y Museografía y de varios voluntarios que vinieron a ayudarnos. ¡Al final, juntos lo logramos!
El título de la muestra habla lo que incomoda, de lo que molesta. Al exponerse en el MAMBO, se buscaba -según notas de prensa- provocar y propiciar una reflexión sobre esta compleja situación. Una vez cierra Estorbo, ¿qué reflexiones le deja esta muestra, que se abrió en momentos en que se agudizaron las tensiones en la frontera? ¿Qué tipo de retroalimentación hubo por parte del público y/o miembros de la comunidad artística local?
Eugenio Viola: Para ser sincero, la situación en la frontera se tensionó sólo unas semanas antes de la inauguración, cuando Maduro cerró el Puente Simón Bolívar, que fue el punto de partida del proyecto y, de hecho, este cambio se vió documentado en la muestra con la serie fotográfica de ‘Las Trocheras’, mujeres que no pudieron seguir trabajando encima del puente como ‘carretilleras’ y que se vieron obligadas a trabajar en las trochas y en los caminos aledaños. Nuestra intención fue provocar una reacción en el público, y la exposición abrió una serie de interesantes discusiones sobre las reglas del arte y lo que éste puede hacer en situaciones de emergencia humanitaria. La muestra fue visitada por cerca de 17.000 personas, 30% provenientes del extranjero, lo que es un signo importante de la percepción de Bogotá como centro cultural. Puedo afirmar que la exposición fue muy bien recibida por el 90% de los visitantes, según las encuestas que les realizamos. Asimismo, recibí muchos comentarios positivos tanto de artistas de la comunidad como de colegas, curadores que visitaron la exposición, que laboran en instituciones colombianas y extranjeras, quienes estaban complacidos con la impecable disposición de las obras, con su relación con el espacio y con el hecho de que la muestra estaba hábilmente conectada con la exposición en curso: ‘Vladdo. Opiniones no pedidas’, que mostró toda una consistente sección sobre la situación política que acontece en Venezuela. También recibimos muchas críticas, lo que es normal cuando estás presentando un proyecto que puede ser considerado demasiado fuerte o tal vez controversial, pero disfruto las críticas, si son constructivas, porque vivimos en una sociedad hiperestésica y el riesgo de ser anestesiados por estas situaciones es muy alto. Yo creo que el arte debe crear discusiones y abrir ocasiones oportunas para el debate. Es esta la razón de la provocación en el título “Estorbo”; una palabra muy usada por la ultraderecha en todo el mundo, para soplar vientos de intolerancia. Lo que queda: un punto de vista de una artista que trajo un punto de vista externo, que es provocativo -tal vez-, pero nos obliga a crear consciencia sobre esta emergencia.
¿Qué piensa de algunas críticas que afirman que no hay diferencia con la forma como abordan los medios de comunicación esta problemática en la frontera?
Eugenio Viola: Definitivamente, no podemos poner al mismo nivel lo verbal y lo visual. Sería lo mismo decir, por ejemplo, que el Guernica (1937) de Pablo Picasso sólo aportó información noticiosa de lo que fue la Guerra Civil en España. Podría responder citando la mención especial que Teresa obtuvo este año en la Bienal de Venecia, otorgada “por crear testimonios poderosos al trasladar las estructuras existentes del mundo real a las salas de exposición”. Honestamente, estoy muy sorprendido de que esta crítica provenga de gente conectada con el mundo del arte, quienes deberían conocerla muy bien. Es el punto de vista de una artista, enfocada en historias privadas de personas en estado de emergencia, pero es una reacción personal a esa situación. Por esta razón, elegimos mostrar una línea de tiempo como introducción a la exposición junto a una selección de prensa colombiana, venezolana e internacional, para dar más contexto a los visitantes y que tuvieran la posibilidad, si lo deseaban, de seguir investigando y de desarrollar su propio punto de vista. Es curioso que también haya sido criticada por alguien que no entendió la diferencia entre una herramienta museográfica y una obra de arte. Puedo decir que miles de venezolanos se reconocieron en esa línea del tiempo, incluso un grupo de personas de Amnistía Internacional, que visitaron la exposición, nos pidieron la línea de tiempo junto con los artículos para una investigación que actualmente están llevando a cabo. Esto es sólo para responderle a la pseudocrítica de arte, que también escribió que la exposición fue una especie de propaganda a Trump, una afirmación divertidísima que demuestra la negligencia —o la mala fe— de quien la escribió, en vez de llevar la obra de Teresa a otra frontera difícil: Ciudad Juárez, tratando con problemas relacionados con el narcotráfico entre México (su país) y Estados Unidos. Soy también crítico y periodista de arte, y vengo de una práctica que usualmente pretende, por respeto a los lectores, que los hechos sean siempre comprobados antes de escribirlos y publicarlos. Desafortunadamente, eso no pasa frecuentemente.