euforia en el museo

El artista Carsten Höller invita al público a descender por cinco toboganes gigantes que ha instalado en la sala de turbinas del Museo Tate Modern, en Londres. Produce una sensación especial subir por la rampa de acceso a la puerta y encontrarse con ese lugar de 152 metros de largo y 35 metros de altura. Allí cuelgan ahora los toboganes, que remiten a la idea de las entrañas del edificio.

Dentro de los toboganes, sube la adrenalina y la sensación de peligro se mezcla con brotes de euforia al dejarse caer por las sinuosas formas tubulares. Con el título de Test Site, la obra abierta este mes al público, es ciertamente un colosal experimento y una experiencia trepidante. Los toboganes confluyen a los pies de la antigua central eléctrica, bajo el puente de un entresuelo. Construidos en acero inoxidable y cubiertos de plástico transparente, toman diferentes curvas al tiempo que bajan desde distintas alturas. El más elevado parte de la planta quinta del museo, y en sus 55,5 metros de recorrido acusa un descenso de 26,5 metros. Hay que dejarse resbalar sobre una tela de saco, con los pies por delante y los brazos pegados al cuerpo. Son algunas de las reglas impuestas para prevenir accidentes graves.

La experiencia produce sentimientos enfrentados: pánico, claustrofobia, euforia, alegría. Unos chillan, otros cierran los ojos y la mayoría sonríe al tocar suelo firme. Lo han acolchonado con aislantes de goma, pero alguno salió ayer magullado de los revolcones de la caída. «Es un parque de atracciones para el cuerpo y la mente», señaló ayer Höller al desvelar su propuesta escultórica y divertido medio alternativo de transporte.


[en este video vemos cómo un periodista se tira por uno de los toboganes, luego de entrevistar al artista Carsten Höller ]

Höller nació en Bruselas en 1969, se crió en Alemania y reside actualmente en Suecia. Explora las funciones y los efectos de los toboganes desde 1998, y ha construido desde entonces instalaciones para museos y espacios abiertos. En el medio privado destacan sus rampas para las oficinas de Miuccia Prada, en Milán. Todas ellas y las diseñadas a medida de la sala de Turbinas constituyen, en la visión de su creador, una forma práctica y ecológica de transporte. También le interesa la interactividad de las estructuras desfilantes, además de su cualidad escultórica.

Höller acierta en su propuesta para el museo londinense. Los cinco toboganes parecen ya parte integrante de la estructura de la sala de Turbinas. Sigue la ruta inaugurada, en 2000, por Louise Bourgeois, con sus gigantes arañas, y abonada dos años después por el fallecido escultor español Juan Muñoz, con su magnífica instalación Double Blind, a dos alturas y con sendos mundos ilusorios. The Weather Project, del danés Olafur Eliasson, fue sin duda la instalación más popular de la serie Unilever, patrocinadores de los proyectos construidos específicamente para la sala de Turbinas. Un gran sol iluminó y calentó el espíritu de miles de visitantes, que tendían a tumbarse en el suelo para saborear la experiencia.

Lourdes Gómez

publicado en El País
enviado a esferapública por Manolo Cuervo