Estatuas no-humanas en la carrera séptima, y estatuas deshumanizadas en el Parque de Los Mártires de Bogotá

Londoño plantea que Jorge el Mártir es un trabajo desleal con los artistas del centro de Bogotá, porque en comparación con las Estatuas Humanas, esta escultura es un “muñeco” que intenta imitar el hieratismo de las auténticas Estatuas Humanas que se apostan en los alrededores del edificio de Citytv. El artista Darío Vargas es censurado por competir “sin esfuerzo” por las monedas con las cuales los habituales de la carrera séptima gratifican a sus artistas callejeros; crítica el “engaño” a los transeúntes quienes, confundidos con el realismo mimético de Vargas, creen que Jorge el Mártir es una Estatua Humana Verdadera. Por lo tanto, su nota concluye que el trabajo de Vargas no es arte. El crítico de El Tiempo ha transportado la parafernalia conceptual del mundo del arte al de la vida para hablar no sólo del trabajo de Vargas. Principalmente relaciona una práctica laboral sin fines artísticos, como lo es la realización de Estatuas Humanas de Bogotá, y una práctica artística con fines antropográficos, como la de Vargas. Londoño recurre a un discurso estético muy rudimentario, como es el de la mímesis y cae en la contradicción elemental de no reconocer que en el trabajo de Vargas se realiza otra forma de mímesis que da cuenta de manera realista de un personaje de la calle que es una estatua deshumanizada.

 

Carlos Andrés Londoño escribió en días pasados una nota en el periódico El Tiempo sobre las Estatuas Humanas de Bogotá. Comenta la tensión que ha suscitado entre los artistas del cuerpo que día a día divierten a los transeúntes de la carrera séptima, la irrupción de un trabajo escultórico elaborado por un estudiante de arte que adelanta su proyecto de grado. Algunas de las exploraciones escultóricas del estudiante son expuestas frente al Parque Santander, en especial una pieza que el artista ha llamado Jorge el Mártir. Esta irrupción de la Academia en un espacio colonizado con tesón por los artistas del rebusque pone de manifiesto la lucha por el espacio público que día a día muchos hombres y mujeres realizan para poder sobrevivir en Bogotá. Jorge el Mártir incursionó en la calle para disputar un pedazo de andén a los artistas de la calle, para tocar el corazón de los indiferentes citadinos buscando un apoyo a las inquietudes artísticas de su progenitor. 

Londoño plantea que Jorge el Mártir es un trabajo desleal con los artistas del centro de Bogotá, porque en comparación con las Estatuas Humanas, esta escultura es un “muñeco” que intenta imitar el hieratismo de las auténticas Estatuas Humanas que se apostan en los alrededores del edificio de Citytv. El artista Darío Vargas es censurado por competir “sin esfuerzo” por las monedas con las cuales los habituales de la carrera séptima gratifican a sus artistas callejeros; crítica el “engaño” a los transeúntes quienes, confundidos con el realismo mimético de Vargas, creen que Jorge el Mártir es una Estatua Humana Verdadera. Por lo tanto, su nota concluye que el trabajo de Vargas no es arte. El crítico de El Tiempo ha transportado la parafernalia conceptual del mundo del arte al de la vida para hablar no sólo del trabajo de Vargas. Principalmente relaciona una práctica laboral sin fines artísticos, como lo es la realización de Estatuas Humanas de Bogotá, y una práctica artística con fines antropográficos, como la de Vargas. Londoño recurre a un discurso estético muy rudimentario, como es el de la mímesis y cae en la contradicción elemental de no reconocer que en el trabajo de Vargas se realiza otra forma de mímesis que da cuenta de manera realista de un personaje de la calle que es una estatua deshumanizada. 

Vargas se encontró con Jorge el Mártir en el parque de Los Mártires. Jorge es un personaje del sector que ora diariamente frente a la Iglesia del Voto Nacional con gesto de Pietá o de Orante: es una Estatua Humana Deshumanizada: sin lentejuelas y sin la pretensión de ofrecer espectáculos gratuitos. Esta composición callejera llama la atención de Vargas quien inicia lo que los teóricos del giro etnográfico llaman pomposamente “un trabajo de campo”. Visita el sector de Los Mártires como parte de su proyecto de grado y observa sus alrededores, más para desestructurar sus prejuicios sociales y estéticos que para darle la voz a los que no tienen voz. Jorge es apodado “el mártir” y habita en una calle dentro del mismo sector llamada coloquialmente El Bronx, por su alta peligrosidad. 

 

Vargas realiza otros hallazgos parecidos: imágenes callejeras que evocan emociones elaboradas por los grandes maestros de la Historia del Arte. Por ejemplo las nombradas Pietás del Renacimiento y las Orantes de la época Paleocristiana, hitos de esta cultura funeraria que atraviesa nuestras culturas. Esta relación entre la Historia del Arte, el deterioro social de sectores considerados como patrimonio histórico nacional y los problemas sociales de la contemporaneidad, pueden dar lugar a una propuesta artística interesante que vale la pena estimular y apoyar porque abre horizontes alternos a la concepción y exposición de propuestas artísticas modernizantes. 

Jorge el Mártir sale a las calles de nuestra ciudad a mendigar a los bogotanos y bogotanas unas cuantas monedas para seguir existiendo como búsqueda artística. Esta es una metonimia de la situación del arte nacional: en esta sociedad capitalista, los artistas para no dejar languidecer su inquietudes en sus talleres, deben salir con sus obras y mostrarlas con un tarrito para recoger monedas de una ciudadanía ciega, sorda y muda, por cuenta de la estupidización que imparten desde sus púlpitos los directores de los medios masivos de incomunicación. 

El aporte de Carlos Londoño a la comprensión artística contemporánea es significativo, porque sin saberlo, evidencia una problemática contemporánea que plantea la necesidad de preguntarnos: ¿en qué términos ha de darse el diálogo entre las academias de arte y la culturas popularizadas, literalizadas, reducidas a folclore no-significante? Sin saberlo, Londoño muestra que las chispas que está generando este Encuentro Callejero de Artes Vivas y Artes Representativas, pueden generar la llamarada que posibilitaría la realización de unas prácticas artísticas diferentes, ni Vivas ni Académicas. A su vez este es un hallazgo de Vargas que a largo plazo puede dar resultados de interés para la carrera profesional que inicia con esta propuesta artística. 

Jorge Peñuela 

 http://www.eltiempo.com/vidadehoy/educacion/tiempouniversitario/culturauniv/ARTICULO-WEB-PLANTILLA_NOTA_INTERIOR-7384547.html

4 comentarios

Esa es la situacion de los artistas del hambre ..repartirnos unas moneditas y armar mafias para combatir la competencia

A Jorge se le puede ver todas las tardes en el centro de Bogotá y aunque el objetivo de la estatua era ver la reacción de las personas, pronto los peatones empezaron a echarle monedas (aunque no hubiera tarro) creyendo que era una persona que hacía de estatua.

Lo que empezó como un proyecto universitario se convirtió en una atracción pública. Jorge, el “Mártir”, no sólo es una figura pública, sino que sirve como fuente de ingresos para comprar materiales de trabajo. Darío piensa seguir esculpiendo y algún día poder tener su propia galería.

Pues me parece un gran trabajo….a mi pensar, es la forma de interpretar el silencio q se vive en las calles, son figuras q representan el nivel de pobreza y necesidad de nuestro pais, y es una critica mas, pero con sentido de sensibilizacion.
Un abrazo a Dario, y felicitaciones por tu calidad!

Me encantan estas estatuas, son seres humanos que inspiraron a Dario que solo muestran soledad, que viven con la indiferencia de nosotros , es un gran trabajo, se nota la dedicacion y el amor ke imprime en cada una de ellas, tuve la oportunidad de estar cerca a este gran artista y me hizo ver el mundo desde otra optica..

Felicidades Yiyito un abrazo