De la Academia, el Validadero y la Escuela de Garaje

¿Son los proyectos educativos producidos por artistas una alternativa a lo que ofrecen las universidades?, ¿cuales son las diferencias y puntos en común entre la Escuela de Garaje y el Validadero Artístico? ¿Qué tipo de estudiantes se inscriben en sus programas? En este tercer episodio de #RadioEsfera los invitados son el Validadero Artístico (Maria Stella Romero, Federico Daza) y la Escuela de Garaje (Mariana Murcia y Santiago Pinyol), dos proyectos educativos que se proponen desde el arte, con distintos enfoques y estrategias.

¿Son los proyectos educativos producidos por artistas una alternativa a lo que ofrecen las universidades?, ¿cuales son las diferencias y los puntos en común entre la Escuela de Garaje y el Validadero Artístico? ¿Qué tipo de estudiantes se inscriben en sus programas?

En este tercer episodio de #RadioEsfera los invitados son el Validadero Artístico (Maria Stella Romero, Federico Daza) y la Escuela de Garaje (Mariana Murcia y Santiago Pinyol), dos proyectos pedagógicos que se proponen desde el arte, con distintos enfoques, estrategias y esquemas de formación.

5 comentarios

Me sorprende la reacción de Santiago Piñol, no hay necesidad de aparecer como «mejor» o «peor», son dos proyecto paralelos que tienen cosas en común y cosas disimiles, que seguro tiene divergencias para discutir, pero me parece que le quita el peso teórica a cualquier discusión pensar en esos términos, pensar que alguno de los proyectos es mejor que otro.

Que dos equipos de personas en un momento determinado reflexionen sobre la formación artística merece bajar un poco la guardia, y dejar de lado el pensamiento mezquino que hace la preguntas ¿de quien es la idea? o ¿quien fue primero?, y mas bien pensar si tenemos una critica que no hemos querido hacer visible al sistema educativo con relación al arte (a la manera que propone Camnitzer), o qué estamos vislumbrando allí para que estos dos proyectos se den en el mismo contexto geográfico y temporal.

Tal vez tanto uno como el otro deberían revisar la posición de conciencias frente a la investigación artística, tal vez, podrían revisar proyectos similares que se dieron en épocas anteriores como el Taller de Manzur, que funcionaba aún cuando la educación formal tenía una oferta en la ciudad…

Y si, de entrada aclaro que no soy una persona objetiva, estoy entre los Invitados del Validadero además de ser prima de Federico Daza, pero dado que Esferapúbica no me inhabilita por el grado de Consanguinidad que tengo con los que ponen a consideración sus proyectos, lanzo este comentario.

No creo que el objetivo de la sesión haya sido establecer un juicio cualitativo o de originalidad (ridículo esto último), se habla de las diferencias y se cuestiona, si, desde una postura de debate y critica, lo cual creo es el fin de esas sesiones.

Ana María, ni se lo tome personalmente ni limite el debate, teórico y discursivo a señalamientos personales. Nos vemos por el Validadero.

Santiago, si la intención es debatir, es importante presentar su proyecto antes de lanzarse a criticar el otro. Apenas se acaba la presentación del Validadero, ustedes no presentaron La Escuela de Garaje, sino que se dedican a remarcar sus opiniones disimiles en torno a los procesos del Validadero. En este debate su proyecto solo fue presentado en relación al Validadero, «Nosotros en cambio no» «Nosotros en cambio si». De hecho, podría estar de acuerdo con usted en algunas de las criticas que hace las Intervenciones de Federico y Maria Estella, pero me parece que para la audiencia de este debate no hay herramientas suficientes para juzgar lo que pasa en la Escuela de Garaje, en ese sentido lo que critico no es el proyecto de su colectivo (ya que no se dan las herramientas necesarias para conocerlo), ni tampoco las críticas que usted hace, sino la actitud combativa innecesaria, pues según entiendo debatir no es necesariamente deslegitimar al otro,mucho menos sin antes haber planteado claramente sus posiciones.

Por último no tomo el debate como algo personal, sino que hago una aclaración, pues suele haber suspicacias, de las que se comentan en privado pero no en público, por el hecho de que tengo una relación cercana con Federico desde hace ya mas de 30 años… y sí, nos vemos por Validadero

Como alumno “becado” de la Escuela de Garaje ‘Lo Común’, no me inscribí a El Validadero. Pues al final de mi primer período (no sé si estoy o no graduado), Septiembre-Noviembre del año pasado, sentí algo de malestar; su enfoque en el proceso superó toda mi idea sobre dicha escuela. Finalmente este proceso no decantó en nada, o sea, no pasó nada.

Creo que la Escuela de Garaje, muy fiel a su programa (confuso, humeante, azaroso), finalmente cumplió con sus objetivos, como cualquier otra escuela de garaje en donde este tipo de proyectos llenan a los alumnos de muchas promesas, una cantidad de proyectos interminables, un montón de confusiones y, al final, un proceso inconcluso cuyo mayor resultado es un alumnado a la deriva. Dicho proyecto, al igual que cualquier proyecto de garaje, sólo beneficia a los dueños del local. Esto se ve reflejado en la serie de acciones post Escuela de Garaje, en las que el reconocimiento en el sector “oficial” o “institucional” parece ser una excelente meta, con el fin, aparte de introducirse en el mainstream artístico, de tener una financiación a través las convocatorias públicas que hacen que el proyecto sea sostenible.

Es claro que el negocio de los validaderos y las escuelas de garaje está diseñado para que más de el 80% de sus alumnos nunca se gradúe y el casi 20% restante le deje un buen dinero a la institución, reclame un papel que posiblemente ante el ministerio de educación carezca de garantías y, sobre todo, termine vinculado a empleos de 3ra categoría en adelante o en la informalidad. Por supuesto las últimas características que señalo están muy ligadas a quienes se graduan de un programa en arte tradicional, pero no dejan de ser un engaño, un engaño preestablecido en muchas instituciones educativas en donde dicho programa tiene acreditaciones formales, donde efectivamente muy pocos egresados llegan a esa cúspide del “gran” arte, o a poder vivir de su oficio, de su profesión, de lo que estudiaron durante 3, 4, 5 o 6 años. Este negocio está claramente definido para que sean los dueños los que ganen y tengan una vida plena a costa de la esperanza de un alumnado proyectado hacia el vacío, lleno de desgano, incredulidad y una innumerable lista de fracasos.

Al menos en el arte estos procesos deberían dejar los eufemismos, el clientelismo y las vagas promesas sobre los procesos académicos, y se debería empezar a señalar los beneficiarios de estos proyectos, con lo cual no se trata de juzgar sino tener franqueza con los propósitos. Por ejemplo, si yo fuera fundador de alguna de estas instituciones educativas, en mi discurso de propaganda e introducción a primer semestre diría: “Esta escuela no forma a nadie, tranquilamente es un pasatiempo a modo de grupos de estudio en donde se trata uno o varios temas de interés”….”Esta escuela es mi obra de arte, por lo tanto el reconocimiento y las ganancias son para mi como director, los alumnos atienden como a un happening, como voluntarios, sin esperar nada a cambio, pero con la certeza de haber participado en el proyecto de un colega, sin engaños, ni vacios, ¡Matricúlese ya!”… seguido a esto me desplazaría hacia el campo de la venta de loas materias, y finalmente me iría hacia el cómo se sostiene mi negocio.

Basado en esta premisa de la experiencia anterior, puse en duda a El Validadero. Proyecto que no conozco, pero que según la propaganda hecha vía redes sociales, no me interesó por simple temor a la perdida de tiempo (asunto ocioso que es muy importante en el arte), pero que es preocupante en la vida real, produce crisis y sobre todo no paga mis deberes.

Se podría leer este comentario como un resentimiento hacia la Escuela de Garaje, en la que fui becado, pero realmente pienso que cumplió con todos los objetivos que Santiago Pinyol nombra en la entrevista de RadioEsfera. Agradezco el proceso que tuve, disfruté mucho los banquetes en cada sesión, compartí, hice amigos, me enamoré de la profe Natasha y también me reí; acciones en las que me la pase los 9 semestres en la academia formal de la Universidad de Los Andes. Lo cual es una fiel prueba de no ser un sistema académico alternativo, de hecho es muy similar, tan similar que al final uno queda en el mismo estado después de entregar un proyecto de grado: la autonomía o, más bien, la nada.

En medio de todo, Jaime Iregui es muy puntual en la conversación: muchas universidades ya están alejadas de la enseñanza de los oficios y se han enfocado en otros problemas más asociados con las prácticas artísticas. Entonces, si las universidades ya están desligadas de enseñar técnicas u oficios, ¿qué función cumplen estos experimentos pedagógicos?. Me resisto a pensar que es: institucionalizar los parches de divagación sobre arte entre la cerveza en una cantina, las noches de vino y whisky gratis en una inauguración, las reuniones fortuitas en un taller.

La academia vende con fervor a sus clientes un futuro y por supuesto esa idea la comparten academias de arte oficiales, públicas y privadas. En su lecho ocurre lo mismo que en la Escuela de Garaje: se vaga, hay grupos de estudio, se hacen amigos, se toma trago bueno y malo, además de echar madres de los profesores, los directores de departamento, los talleres, los seminarios y hasta se habla de las secretarias, etc; proceso que culmina con la famosa crisis post escuela de arte.

Entonces ante el inminente tzunami (nueva ola) del mercado del arte que atraviesa el pais, parece que estos procesos de educación alternativas en el arte también quieren vender futuro; el futuro ingreso al mainstream, a la institucionalidad a partir de crear un proyecto colaborativo – independiente – transnacional – interconectado – contrasistema, etc. etc. El futuro sobre cómo ingresar al mercado de las ferias y el coleccionismo a partir de una serie de conferencias sobre tendencias, mercados emergentes del arte, la expectativa del ser artista latinoamericano, cómo relacionarse, la importancia del lobby, lagartería intensiva, los mejores postgrados del mundo, etc. , etc.

Después de escuchar la entrevista llegué a la conclusión de que a estos dos programas les hace falta mucha estructuración en los programas, o definición en el sistema de transmisión de saberes. Frente a eso no recibo la excusa cualquiera del “tratamiento” y las “relaciones horizontales”. Si hay dinero ya todo es piramidal, dinero en matrículas o dinero público da lo mismo. Ciertamente cuando existen las figuras de administradores y gestores ya se establecen escalones, y escalones muy claros: dueño > administrador / gestor > maestro > estudiante. En tanto esa estructuración no ocurra, difícilmente serán un nicho de transmisión de ideas claras, que den paso a movimientos más certeros dentro de la escenilla del arte local.

Más allá de cualquier suspicacia vaga de mi parte, tengo que reconocer que me parece extraordinario que se formen esos grupos académicos “ilegales”, no autorizados o certificados por el Ministerio de Educación. Todos y cada uno de estos procesos me parecen importantes, me gusta que estén pasando en mi ciudad, y espero ver más. Sin embargo, como procesos pedagógicos de arte en instituciones no formales, veo mas claridad en proyectos como El Mentidero, en donde confluyeron muchas generaciones, se movía billete y todos ganaban con la basurita cultural, sin la necesidad de construir una institución.

Con todo esto, ¿por qué no abstraer y escarbar entonces en los procesos de transmisión de conocimiento en prácticas no-artisticas como el graffiti, el bmx, o el skate board, o en la transmisión de saberes musicales como el punk y el rap?. Justamente todas esas prácticas ligadas al movimiento de las ciudades podrían dar claves interesantes para proyectar una educación alternativa, si no para las artes, para la vida misma. Prácticas que aún carecen de entes hegemónicos, instituciones en competencia, y cuyo interés no es otro sino la práctica en sí pues, cueste lo que cueste, su sustento o manutención nunca es -ni ha sido- un obstáculo en el mantenimiento de la misma.

Cambiar «niños» por «artistas»

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