Escobar entre la televisión y el museo

Habría que preguntarse a partir de la frase que introduce cada capítulo (“quien no conoce su historia está condenado a repetirla”): ¿esta serie nos recordará la historia? La respuesta es clara: no. No hay que confundir episodios televisivos con un episodio en la historia de Colombia, que, en realidad, no ha terminado. El narcotráfico sigue existiendo, la droga se sigue exportando, y la guerra continúa. La serie carga de culpa al televidente, y éste, convencido que capítulo tras capítulo conocerá la historia y jamás la repetirá, estará al final engañado.

El fondo negro es negro y la letra blanca.  Una voz lee: “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Escobar, el patrón del mal  fue lanzado por un canal privado el lunes 28 de mayo a las nueve de la noche, tras un gran despliegue publicitario para enganchar a los televidentes. En las escenas del primer capítulo salió Andrés Parra, el actor que personifica a Pablo Escobar, hablando por teléfono, representando los últimos momentos de vida del capo. También se mostraron escenas de los asesinatos a  Guillermo Cano (Germán Quintero), Rodrigo Lara (Ernesto Benjumea) y Luis Carlos Galán (Nicolás Montero), para lo cual la producción materializó lo que pocos vieron, cómo las balas penetraron los cuerpos de estos personajes mientras sangre salpicaba.

Escobar, el patrón del mal  es una versión libre del libro La Parábola de Pablo, escrito por Alonso Salazar, periodista y ex alcalde de Medellín , como se especifica al final de cada capítulo: “Escobar, el patrón del mal”, es una serie de ficción producto de la adaptación libre de “La parábola de Pablo”, de Alonso Salazar; de artículos de prensa y de hecho de público conocimiento de la vida nacional, los hechos históricos están rodeados de personajes y diálogos ficticios, que permiten suplir y recrear situaciones no documentadas”. Es dirigida por Carlos Moreno  y los libretistas son Juana Uribe y Camilo Cano, estos últimos fueron víctimas de la violencia que desató el narcotráfico liderado por Pablo Escobar (esto no hace que la producción y su guión esté a prueba de crítica). La serie  ha tenido gran acogida entre los televidentes y la prensa, se han escrito diferentes artículo, algunos como:  Escobar, el Patrón del rating“Escobar, el Patron del Mal”  el lanzamiento más visto en la historia de ColombiaJuan Manuel Galán defiende a  “Escobar, el Patrón del Mal”, y Famosos en Twitter opinan sobre la seria de Pablo Escobar.

A su vez, la serie cuenta con un tráiler cinematográfico de más de 7 minutos, un abrebocas para los televidentes donde un voz en off dice: “Todos sabemos lo que hizo, pero muy pocos han visto cómo lo hizo….hasta ahora….Pablo Escobar El Patrón del mal”. En éste se busca mostrar los puntos álgidos de la historia, la maldad de Pablo Escobar  y los mártires que lucharon contra su poder.  En el minuto 3:49 se observa a Rodrigo Lara (Ernesto Benjumea), diciendo: “Como ministro de Justicia me comprometo a desenmascarar sus oscuras y viles intenciones”. Cabe anotar que en esta escena el actor está acompañado por dos reproducciones de pinturas que se encuentran en el Museo Nacional de Colombia: Policarpa Salavarrieta Marcha al Suplicio y la Muerte de Santander. Deduzco que estas obras no son las originales, puesto que en el tráiler ambas tienen el mismo formato, mientras que en realidad la pintura de Policarpa es más pequeña. Los directores de arte y los productores debieron escoger estos cuadros para enmarcar la escena, y  cargarla aún más con personajes que  murieron por su “patria”. De Policarpa ya se hizo una telenovela (en canal de la competencia), para  “celebrar” el bicentenario de independencia de Colombia y con el mismo pretexto de “recordar la historia”. De Santander cabría cuestionar si fue un mártir, puesto que sus enfrentamientos con Bolívar fragmentaron al país. Sin embargo, hay algo de todo lo anterior que es importante tener claro: todo es ficción. Las pinturas no son las originales y los personajes son actores.

Por lo tanto, habría que preguntarse a partir de la frase que introduce cada capítulo (“quien no conoce su historia está condenado a repetirla”): ¿esta serie nos recordará la historia? La respuesta es clara: no.  No hay que confundir episodios televisivos con un episodio en la historia de Colombia, que, en realidad, no ha terminado. El narcotráfico sigue existiendo, la droga se sigue exportando, y la guerra continúa.  La serie carga de culpa al televidente, y éste, convencido que capítulo tras capítulo conocerá la historia y jamás la repetirá, estará al final engañado. El primer texto promueve un conocimiento histórico, y el último difumina esa promesa al decir es una serie de ficción. Carlos Moreno dijo en una entrevista: “Obviamente, la historia esta ficcionalizada, está a favor de la emoción que debe vivir el espectador, está a favor de una estructura televisiva, especialmente, pero está inspirada en hechos reales.”  (http://www.pabloescobarinedito.com/programas/series/escobar/video-258976-carlos-moreno-director-de-escobar-el-patron-del-mal-revela-detalles). La serie se basa en hechos sensibles para lograr mayor audiencia y por consiguiente rating.

En su último libro, criticable para muchos y lucido para otros, Mario Vargas Llosa se adentra en el mundo del entretenimiento para explicar, según él, que éste ha reemplazado a la cultura. Pensando en la serie de Escobar quiero traer a colación algo que dice Vargas Llosa en el último ensayo  de este libro “Dinosaurios en Tiempos Difíciles”: “La información audiovisual, fugaz, transeúnte, llamativa, superficial, nos hace ver la historia como ficción, distanciándonos de ella mediante el ocultamiento de las causas, engranajes, contextos y desarrollos de esos sucesos que nos presenta de modo tan vívido. Ésa es una manera de hacernos sentir tan impotentes para cambiar lo que desfila ante nuestros ojos en la pantalla como cuando vemos una película. Ella nos condena a esa pasividad receptiva, atonía moral y anomia psicológica en que suelen ponernos las ficciones o los programas de consumo masivo cuyo único propósito es entretener” [1]. Cabe aclarar que Vargas Llosa habla específicamente de información visual, haciendo alusión por ejemplo a la transmisión de noticias, pero no es muy lejano a la serie de Escobar, el Patrón del Mal .A pesar que en ésta se busque evidenciar las causas, engranajes, contextos y desarrollos de la historia del capo, busca sobretodo entretener. Dice Alonso Salazar en su libro sobre Pablo Escobar: “Así está hecha la historia de Colombia, una tragedia sucede otra, sin que haya tiempo de pensarlas, y se ha ido formando un sedimento en la memoria cargado de abundantes dolores, fértil para las venganzas” [2]. Así mismo pasa con la televisión,  ya vendrá otra serie, seguramente en el canal de competencia, sobre otro personaje complicado que buscara eclipsar el rating del “Patrón del Mal”. No hay tiempo para pensar sobre los programas, ya vienen realities, concursos, telenovelas y demás lanzamientos que sedimentan en el televidente  un imaginario de la plata fácil.

Luego de ver los primeros capítulos quise saber un poco más sobre Pablo Escobar, y con este fin fui al Museo de la Policía en Bogotá. Sin embargo, lo que vi no distaba mucho de representaciones, no muy lejano a una ficción en televisión.  Este museo tiene una capilla que está  “inspirada” en la Capilla Sixtina, como mencionó el bachiller que hacía de guía, una exageración en cuestiones de gusto, no muy lejano a  un gusto traqueto. No obstante, hay que guardar las proporciones, puesto que la Policía no tiene los recursos para excederse, mientras que un traqueto  puede excederse también en estética. Alonso Salazar cuenta dos anécdotas curiosas sobre le relación de los narcos con el arte. Cuenta que tras el atentado que sufrió la familia del mismo Escobar en el edificio donde residían, edificio  Mónaco, las autoridades quedaron  sorprendidas con lo que encontraron: “Todo el edificio Mónaco lo ocupaba la familia Escobar: un piso para atender fiestas, otro para un gimnasio y un penthouse donde Victoria (la esposa de Escobar) había  procurado una decoración sobria que incluía obras de reconocidos pintores colombianos como Botero, Grau y Obregón, y una escultura del francés Augusto Rodin. También hallaron costosas reproducciones de esculturas griegas, jarrones chinos, lámparas , muebles importados y otros lujos que superaban el valor de la propia construcción” [3].  También cuenta que Fidel Castaño, líder paramilitar, era conocedor del arte, por lo cual invitaba a distintos capos del narcotráfico para venderles pinturas. Salazar  narra que en una ocasión ofreció unos cuadros de Fernando Botero a Rodríguez Gacha, alias “El Mexicano”, y este último respondió “A mí no me van a sacar los dólares con esos gordito tan feos” [4]. La policía, volviendo a su “Capilla Sixtina”, no tiene el poder adquisitivo para comprar arte religioso hecho en Italia en el renacimiento, pero el anhelo de tener una reproducción de la misma en su museo  es, a pesar de su precariedad, cercano al anhelo traqueto por  el “buen gusto”.

Entre los distintos objetos incautados que se exhiben se encuentra una moto Harly-Davidson que perteneció a Gustavo Gaviria, primo de Escobar. En la sala conocida coloquialmente como “el crimen no paga” se encuentra el reloj, gafas y arma personal  del patrón, el afiche donde se ofrecía  dos mil setecientos millones de pesos por  la cabecilla del cartel de Medellín, y fotografías de los personajes que hacían parte del mismo. En la sala siguiente se encuentran tres maniquíes que representan y ridiculizan  a Escobar como parlamentario, en la prisión y ,finalmente, muerto. En un texto en la pared se especifica que su alias era “El Doctor” y no “Patrón”, debido a su paso por la Cámara de Representantes, y se hace una reseña del mal que causo. Estas nos son más que representaciones patéticas del capo, como un hombre que fue vencido por el Estado y la Policía Nacional. No obstante, la verdad sobre este episodio tampoco se encuentra en el museo, pues prevalece el discurso de victoria de la institución y se representa al personaje mediante muñecos desarreglados.  No se hace alusión alguna a la forma como el narcotráfico permeó las distintas esferas de la sociedad, incluyendo la Policía. No se hace una reflexión de la forma en que miembros de la fuerza policial se vendieron por grandes sumas de dinero al narcotráfico, y como acolitaron muchos de los desastres que desató la guerra de las drogas. Se resaltan, eso sí, algunos policías valientes que murieron por  enfrentar esta violencia y que no se dejaron encantar por los dólares. Se encuentra, por ejemplo, una pintura del Coronel Valdemar Franklin Quintero, sus medallas y la gorra que tenía puesta el día que lo asesinaron (por órdenes Escobar), en donde se pueden observar agujeros ocasionados por balas.

El Museo de la Policía presenta representaciones de Escobar y en la serie de televisión los actores representan una historia sobre Escobar. Ambos se la juegan por la ficción para contar una historia, una con un tono de victoria y otra con una “estructura televisiva”. Ambas pretenden mostrar las distintas caras de Escobar, pero no lo buscan desde la neutralidad, sino desde intereses institucionales y de rating. Fragmentan la historia a su conveniencia. A pesar de esto acepto que me entretuve durante  la visita al museo y que me entretengo  viendo la serie en las noches. Sin embrago, ninguno de los espacios, museal y visual, cumple el objetivo de contar la historia para no repetirla. Gracias a esto quedé con  dudas sobre la vida de Pablo Escobar. Por eso decidí leer la Parábola de Pablo, Auge y caída de un gran capo del narcotráfico. Un libro muy bien escrito que no cuesta más de 25,000 pesos.

 

Andrés Pardo

 


[1] VARGAS LLOSA, Mario. La civilización del espectáculo. Bogotá: Alfaguara, 2012. P. 220.

[2] SALAZAR,Alonso. La Parábola de Pablo, Auge y caída de un gran capo del narcotráfico.Bogotá:Planeta, 2012. P. 173.

[3] Ibid, P. 213.

[4] Ibid, P.181.

1 comentario

«65 000 euros, voilà ce que Pablo Escobar dépensait chaque mois en élastiques! Des élastiques qui lui permettaient d’organiser les liasses de billets que lui rapportait le trafic de cocaïne. Pablo Escobar est mort il y a presque 20 ans, et si on reparle de lui ajourd’hui, c’est parce qu’une telenovela qui raconte sa vie, bat tous les records d’audiences en Colombie. Depuis la semaine dernière, «El patron del mal» – le patron du mal – rassemble tous les soirs devant leur petit écran, des milliers de Colombiens. 70% de parts d’audience pour le premier épisode, lundi dernier. Jamais une série télé n’aura connu un tel démarrage dans ce pays.
 
Mais si cette telenovela remporte un tel succès, elle suscite aussi de nombreuses critiques. «Serait-elle une apologie du crime ?«, s’interroge El tiempo. «Les méchants sont vendeurs et séduisants«, répond l’hebdomadaire Semana, qui consacre sa Une à la série et qui examine longuement les arguments des deux camps.

D’un côté, il y a donc ceux qui disent que le crime est présenté comme une option attractive, et même glamour. Ceux qui s’inquiètent du talent d’Andrès Parra, l’acteur qui incarne Pablo Escobar, et dont le charisme pourrait surpasser les «gentils» de la série.»

http://www.franceculture.fr/emission-revue-de-presse-internationale-revue-de-presse-internationale-de-marine-de-la-moissonnier-1