entrevista con Robert Storr

Robert Storr, es el próximo curador de la Bienal de Venecia y uno de los gurús del arte contemporáneo. Desde su privilegiado minarete en el mundo del arte, Storr ha conversado con El Cultural de bienales y públicos, de museos, colecciones y pintura… Sus opiniones desvelan las claves del arte que viene y de la Bienal de 2007.

Recién aterrizado de Brasil, Robert Storr nos atiende entre clase y clase (es profesor en el Institute of Fine Arts de la Universidad de Nueva York) desde su despacho neoyorquino. Artista antes que crítico autodidacta, comisario y ex conservador jefe del MoMA, es por encima de todo un amante del arte. Sus credenciales: “Mirar atentamente, leer mucho y hablar con artistas”. Storr llega hoy a nuestro país, al auditorio de la Fundación ICO, para hablar de bienales y de cómo éstas influyen en nuestra percepción del arte contemporáneo. Ésta es la parte oficial del viaje, pero nos asegura que dedicará parte de su tiempo a ver “qué hay de nuevo en España. Lo que vea me puede servir para Venecia”. Habrá que seguir sus pasos atentamente.

–¿Cómo llega un autodidacta a ser conservador jefe del MoMA y responsable de la Bienal de Venecia?
–No puedo responder a esta pregunta. No es falsa modestia pero, honestamente, no tengo ni idea y prefiero no especular. Lo que sé es que hay muchas maneras de aprender sobre el arte y no todas pasan por la jerarquía tradicional de la universidad o del museo. El primer, último y mejor paso es mirar atentamente, leer mucho y hablar con artistas. Eso es lo que hago y lo que continuaré haciendo, es mi hábito y mi credencial.

–Usted ha descrito la Bienal de 2007 como un salón global, que es también el título de su conferencia de hoy en Madrid (Las bienales, ¿foro para el arte o salón global?). ¿Es la clave para entender estos simposios sobre arte contemporáneo?
–Globalización es un término que está ya muy lastrado. Acepto la globalización con cautela si se refiere a la información compartida y si implica respuestas artificialmente homogéneas y uniformes.

–El pasado mes de diciembre, una treintena de especialistas se reunieron en Venecia para discutir el concepto y los objetivos de la próxima Bienal. ¿Cuáles son los retos de una cita que cumple 110 años?
–El debate de diciembre giraba en torno a temas que conciernen a todas las bienales que han surgido del modelo de Venecia y las diferencias que puede haber entre ellas. Y son estas diferencias lo que más me interesa; tener conocimiento de lo que implican estas distinciones y lo que ofrecen, aproximaciones alternativas, es el camino a seguir. Sin embargo, no se pueden trasladar directamente las propiedades características de Estambul o Shangai a Venecia, las circunstancias son muy distintas. Se debe interpretar las bienales como laboratorios y como retos positivos. La cuestión es echar vino nuevo a botellas antiguas. Hasta cierto punto uno puede diseñar la botella, pero tiene que escoger el vino nuevo con mucho cuidado. El gran problema y a la vez la gran esperanza es cómo se desarrolla la exposición, cómo es percibida por el público y cómo los espectadores pueden llegar a entender que son más un sujeto activo que parte pasiva en el proceso de hacer del arte algo que tenga sentido.

–Se habló también allí de los nuevos centros artísticos: algunos críticos aseguran que el futuro del arte está pasando ya hoy en Shangai, que lo más interesante viene de China.
–Se está haciendo muy buen arte en muchos lugares y, definitivamente, Shangai en concreto, y China en general, está entre ellos, pero el objetivo de las bienales no debe ser identificar las capitales del arte, es la mezcla y la continuidad lo que sustenta estos puntos de interés. Hay muchos centros artísticos en la actualidad y esto no es un concurso entre uno y otro. China está muy bien ahora y, en comparación, Nueva York se está enfriando. Esto es así, pero también hay que saber mirar bajo la superficie en ambos lugares y sobre todo tener en cuenta que hay que observar igual de atentamente a América Latina, África, Europa y el Lejano Oriente. Está claro que el mercado apostará por el lugar donde ocurran las cosas.

Bienal o exposición colectiva
– ¿Qué diferencia sustancial percibe hoy entre una bienal y una muestra temática o colectiva?
–No todas las bienales son lo mismo, algunas, como Venecia, tienen representaciones nacionales y exposiciones temáticas. Otras son simplemente acumulaciones de obras para subrayar una idea o una zona del mundo. Y otras están profundamente enraizadas en el lugar donde se desarrollan y no prestan tanta atención a lo temático. A veces esa segunda versión, la de la acumulación de obras, es lo que las ciudades con escasa actividad artística necesitan más, y otras veces es más apropiada una exposición temática como la última Bienal de Estambul. Pero pocos comisarios de bienales exponen abstracción o instalaciones como si lo hicieran en el contexto de un museo. La máxima diversidad posible, más que la concentración en una o dos cuestiones, es la esencia de las bienales. Con las exposiciones de los museos es más bien a la inversa.

–La Bienal de São Paulo prescinde este año de los pabellones nacionales. ¿Están ya desfasados? ¿Cuál es la postura de Venecia?
–Los pabellones son parte inherente a Venecia, sin duda una de sus características definitorias. Yo he bromeado sobre el estilo ya “pretérito” de los edificios y de las ideas “caducas” que esos edificios encarnan
–Estados Unidos propone el arte más nuevo en un edificio neoclásico colonial–, pero Venecia no sería lo mismo sin estos vestigios del pasado –la ciudad en sí es un vestigio– y el mejor arte pone el anacronismo de los pabellones a la luz de las mejores formas e ideas contemporáneas.

–Con su nombramiento se quiere recuperar Venecia como centro del arte en Europa. ¿Le agrada la idea de ser un comisario-estrella?
–Las instituciones, como las tradiciones, se renuevan o mueren, pero las grandes instituciones y las largas tradiciones artísicas pueden experimentar metamorfosis constantes. A veces, estas transformaciones pueden ser sutiles y otras más dramáticas, como mini revoluciones. Lo importante es recordar que los cambios que están ahora ocurriendo en la Bienal fueron introducidos por sus responsables, no han sido impuestos. Y yo soy sólo uno de los muchos agentes del cambio que tendrán cierta mano durante su desarrollo. ¿Soy consciente de que se piensa en mí como en un comisario estrella? Sí, pero trato de prestar poca atención para poder trabajar. Nunca he sido un actor como Harry Szeemann, pero si lo fuera, sería más un Alec Guiness o un Gene Hackman que se filtrara en mi papel actual, más que un clásico que se reinterpreta a sí mismo.

La herencia de Szeemann
–Hablando de Harald Szeemann, él hizo un gran esfuerzo para recuperar Venecia…
–Harry era un gran “organizador de exposiciones”, término que prefería al de comisario desde que dejó de trabajar con colecciones permanentes de museos, y era un gran showman (por eso no hay que olvidar que él empezó como actor). Su Apertto y su amplia mirada internacional impulsaron la Bienal de Venecia. Además, su aproximación más poética que teórica al arte hizo mucho para liberar a éste de las tendencias académicas de los 70 y posteriores. Ahora, desde luego, el énfasis está puesto en la teoría y eso quizá se refleja en la actual crisis. Mientras la política cultural de carácter autocrítico tiene hoy una importancia fundamental, yo comparto el cometido principal de Harry hacia lo poético, en el sentido más amplio material y conceptualmente. Trabajé con él en diferentes proyectos –en Bonn, Sidney y Moscú– y su entusiasmo y su energía fueron un gran alivio frente a la estrechez de miras de buena parte del mundo del arte. No creo que haya un “modelo Szeemann” y desde luego no creo que haya alguien como Harry, él era un hombre de su tiempo y éste ha cambiado. Pero el ejemplo de su amor al arte pone el listón muy alto a generaciones sucesivas.

–El verano de 2007 será un atracón de eventos, con Venecia, la Documenta de Kassel y el Skulptur Project de Münster. ¿Perjudicará esto a la Bienal?
–Soló dañará a Venecia si la gente piensa de antemano que va a ver lo mismo en todas partes – y no será así– y deciden no acudir pensando que ya conocen lo que se les ofrece. El otro peligro es que todos estos eventos, tan diferentes, serán tratados exactamente igual por la prensa. Sin embargo, el escaso entusiasmo de muchos críticos y su inclinación a fomentar competiciones carentes de significado son una opción que la gente puede elegir descartar o aceptar –yo la descartaré–. Tengo todo el respeto por mis compañeros y cuando termine con mi trabajo en Venecia iré a ver el de ellos para aprender y disfrutar.

El Moma tenía la mejor colección
–Llegó al MoMA en 1990 y estuvo allí más de 10 años, ¿se puede ser original contando la Historia del Arte? ¿Qué diferencia hay entre la historia que muestra el MoMA y la de cualquier otro museo?
–No hay “una” Historia del Arte, ni siquiera en el MoMA. El arte es plural y puede haber muchas miradas posibles. Sin ser chauvinista, el MoMA tenía la más original, amplia y profunda colección de arte moderno internacional de todo el mundo, el gran placer y privilegio de trabajar allí es que los comisarios podían proponer al público muy variadas lecturas. Desde el impresionismo hasta el expresionismo abstracto, desde Picasso y el cubismo hasta el minimalismo, desde Duchamp a Nauman, y además se podía leer al revés. Para que el comisario sea original hay que mirar al presente y al pasado con frescura. Esto también se puede hacer con colecciones menores y más concentradas, y por eso muchos museos están invitando a colegas de otras instituciones a repensar sus salas. El Whitney le ha pedido a, entre otros, Nicholas Serota que reinterprete su colección de arte americano. Quizá un día el Reina Sofía pueda desarrollar este experimento y realizar una reinstalación temporal de sus fondos. Porque el mejor arte siempre sobrevive a la peor exposición, pero hay que buscar modos innovadores de mostrarlo.

–Los museos cambian, se amplían, intentan adaptarse al contenido, aunque a veces sigue mandando el continente sobre los fondos… ¿Cómo se conjugan ambos aspectos?
–Los museos quieren atraer a los turistas con sus edificios, pero lo importante es lo que pasa cuando uno está dentro. Ninguno de los museos nuevos de hoy son mejores que las pinturas, esculturas, fotografías y otras formas de arte que en ellos se encuentran. Porque la arquitectura se apoya en el compromiso y es más susceptible de pasar de moda que el arte. Los mejores edificios de Gehry no son los museos, ni siquiera los de Tadao Ando. El Guggenheim de Lloyd Wright en Nueva York, por ejemplo, es una magnífica arquitectura pero es un museo terrible en el que el arte casi siempre sufre.

La buena salud de la pintura
–Es usted un experto en pintura, ¿cuál es el estado del género hoy?
–Quizá sea en lo único en lo que realmente soy experto. Y la respuesta es que la pintura está viva y goza de buena salud, es variada y contemporánea y estará presente en proporción razonable en mi bienal. Pero como a mi juicio siempre se hace buena pintura, incluso cuando no está siendo discutida, no veo razón para celebrar sus triunfos como se acaba de hacer en Londres. ¿Triunfo sobre qué? Y tampoco soy partidario de tratarla como a una inválida como hacen sus defensores. De los 50 a los 90, las buenas instalaciones, fotos y vídeos han surgido de la buena pintura. Se alimentan unos a otros. Volviendo a la metáfora del cine, en Venecia no habrá ningún género-estrella, será un equipo perfectamente ensamblado.

–¿Qué aspectos le interesan más del arte español actual?
–He estado en España en repetidas ocasiones desde los 70, he hecho exposiciones aquí y haré una esta primavera en Valencia. En mis viajes por el país he visto el trabajo de muchos artistas españoles. No nombraré a ninguno para no generar especulaciones sobre lo que llevaré a Venecia, pero parte de las razones por las que voy a Madrid es para ver qué hay de nuevo en España. Me puede servir para Venecia o para alguna exposición posterior. Yo siempre estoy mirando…

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