Los últimos años he dedicado parte de mi esfuerzo y trabajo en el dibujo como medio de expresión llegando a convertirse en una parte importante de mi obra. Es éste un lenguaje bastante exigente que implica una reflexión constante y al mismo tiempo ofrece enormes posibilidades; es libre y es fresco. El dibujo me permite centrar la atención en los elementos que deseo más fácilmente que cualquier otro medio. El dibujo como lenguaje también ayuda a hacer poesía. Me interesan las imágenes poéticas.
Trabajo indistintamente la tela y el papel, dibujando en esta ocasión aquella sobre éste para que parte del dibujo se traspase a los papeles buscando así que quede una huella de un dibujo anterior sobre otro. Me gusta pensar que de esa manera mis dibujos siempre tendrán una conexión orgánica, genética que me inquieta y hace parte de toda la historia que cuento.
El artículo «La muerte del dibujo» de Lucas Ospina del pasado 2 de Octubre en referencia a mi pasada exposición «De Tripas Corazón» en la galería Santa Fé, aborda diferentes puntos de reflexión pero que a mi modo de ver poco tienen que ver con mi exposición. Nunca he creído ni en la muerte del arte, ni en la muerte de la pintura y ni siquiera me permitiría pensar en la muerte del dibujo. A decir verdad, no creo en esa muerte de la que de forma vacía hablan algunos. Cansa ver cómo se utiliza demasiado fácilmente esa palabra cuando no hay una visión suficientemente proactiva y de búsqueda. Más aún en un país como el nuestro en el que deberíamos reflexionar con rigor y a diario sobre ella.
Pero las palabras son nómadas y el dibujo está vivo.
Para esta exposición efectivamente el dibujo fue de forma consciente el medio principal y vínculo de unión entre las esculturas «dibujadas» y las obras sobre papel. Asimismo fue importante la instalación y buen aprovechamiento de un espacio tan particular como la galería Santa Fé.
He querido responder a este artículo, y pido disculpas si hay aquí más tripas que corazón, pues me parece necesario hacer algunas aclaraciones. No voy a entrar en un juego de mensajes cruzados porque por un lado, pienso que lo que tengo que decir lo he dicho en la exposición y por otro lado, respeto que en medios libres como este, cada cual exprese sus gustos e inquietudes. Eso no quiere decir que no esté dispuesta a hablar sobre mi obra, pienso que el diálogo sano enriquece no solo al artista sino también al espectador. Ahí van las aclaraciones: El autor se permite en su artículo poner entre comillas algunos textos como si fueran míos, espero que no para menospreciar el texto que adjunto en el catálogo y en el panel de entrada a la exposición. Efectivamente, dicho texto hace alusión a partes del cuerpo, es una disección, pero la frase: «… la Piel es un enorme tejido que agrupa diferentes tejidos y estructuras» y peor aún la frase, también entre comillas: «… es la piel que se abre jadeante, caliente y húmeda, como lugar perfecto para dejar una semilla» que aquí aparece como mía, debe hacer parte del imaginario del señor Ospina, no del mío. El «atontamiento pedagógico» como dice él, efectivamente puede ser muy peligroso. Esa frase da una lectura errónea a la exposición que no tiene nada de semilla. Ni de jadeos. «… tejer como metáfora de género femenino» es un tópico simplista pues tejer no ha sido nunca un oficio exclusivamente femenino, es un oficio que tiene que ver con muchas otros aspectos del hombre más allá del género. Eso sí, para quienes conocen mi obra, no es un secreto mi debilidad por la voz de la mujer.
Esta exposición como todas, no intenta ser para todos los ojos. Me alegra ver que hay quien no entiende o disfruta lo que hago. Eso hace viva mi obra. La miopía es un problema que no permite ver bien de lejos. Mi obra reclama mirar mucho más allá del trazo de lápiz, de las manchitas heredadas, el acrílico blanco que no esconde nada y de las firmas. Pide una reflexión más intimista y menos técnica. El dibujo no es solamente una expresión física, un lenguaje, es un acto solitario, bello, delicado y exigente. En mi caso, no es un fin. Mi medio no es mi mensaje.
Para terminar, yo también quisiera aportar algunos grandes dibujantes a la lista. Los míos al contrario, no necesitan de la miopía: Fernando Bryce, Marcel Dzama, Francis Alys, Bindu Mehra, Amy Cutler y Ernesto Caivano, Dr. Lakra, Chloe Piene y Simona Shubuck entre otros. He elegido explícitamente unos dibujantes muy diferentes entre sí. Maneras de dibujar hay tantas como artistas que utilizamos el dibujo como medio.
Luz Ángela Lizarazo.
Madrid, 23 de octubre 2006