Recuerdo la primera participación de Dimo García en este foro (anexa al final de este texto), que con el llamativo titulo de «fallas críticas» presentaba, además de sus credenciales académicas, un interesante juicio –o manual para participar de forma «correcta» en Esfera Pública- sobre las intervenciones que, supongo, habría leído en este espacio.
Desde mi modesto punto de vista como lector y participante de este foro, creo que lo que precisamente lo hace interesante, es justamente la diversidad de miradas que lo cruzan. Es decir, no se trata de un foro académico donde todas las participaciones han de ser «coherentes» y «claras». Mucho menos se le apuesta a un construir un espacio en el que sólo tengan cabida aquellas argumentaciones académicamente bien fundamentadas. Es más, este foro es «contemporáneo» en el sentido en que coexisten muchos tiempos y miradas, casuales, informales, académicas, modernas, obsesivas, abiertas, intransigentes, claras, oscuras y paranoicas…
Desde sus comienzos se contrapone abiertamente a un modelo de crítica fundamentado únicamente en la calidad literaria y/o poética de los textos, que dominó en nuestro medio hasta la década pasada.
Y sí, Dimo García tiene toda la razón cuando señala la «incoherencia» y «superficialidad» de la mayor parte de las intervenciones. Para ello, le recomiendo el debate que con el titulo de ruido crítico se dio en agosto del año pasado a partir de la exposición de Fernando Uhía en el Luís Caballero. No hay que olvidar que los artistas, además de textos, teorías y labores académicas, también hacen obra …
Habría que recomendarle a Dimo, que es tan riguroso -y de paso a Jorge Peñuela, que tanto énfasis hace en la poesía, la estética y la metafísica- se saliera un poco de la estructura de los «textos» y se diera cuenta del «contexto» donde se inscriben sus participaciones.
Para ello le(s) recomiendo la lectura de un artículo –de varios que han circulado por esta esfera- que pone en «contexto» a Esfera Pública. Se trata de «La crítica de arte en Colombia: amnesias de una tradición» de William López, donde plantea una interesante reflexión sobre la crítica en nuestro país. Obviamente, no la propongo como una «versión autorizada» de lo que «es el modo correcto» de entender este foro, es sencilla y llanamente, una más de ellas, y de la cual le propongo la relectura de este fragmento:
(…)
El panorama actual: metamorfosis y enfermedades de una crítica a la carta
La primera mitad de la década de los noventa, entonces, estuvo signada por una crisis generalizada de la crítica de arte y, a través de ésta, de todo el campo de las artes plásticas y visuales; el aislamiento del artista y, consecuentemente, la pérdida del sentido cultural de su trabajo al nivel colectivo, así como la perpetuación del carácter elitista del mundo del arte yel cierre de todos los procesos de formación de públicos para el arte, sumadas a la consolidación de un mercado del arte ligado al lavado de activos, fueron los principales síntomas de un proceso más profundo: la crisis del esquema de poder y de la institucionalidad que desde la década de los años setenta ha sosteniendo a los funcionarios y artistas comprometidos con las causas del arte moderno; es decir la apertura de un nuevo estadio del campo del arte.
Este nuevo estadio está compuesto por varios procesos que corren paralelos y, en muchos casos, fuertemente relacionados. Uno de estos procesos es el relevo generacional que se empezó a gestar desde los primeros años de la década de los noventa y ya para el arranque del nuevo siglo estaba plenamente consolidado. Los nombres de nuevos críticos, curadores y artistas empezaron a desplazar de la escena del arte a los protagonistas indiscutibles de momentos anteriores; quienes nunca han dejado de concentrar poder, por cuanto se instalaron en loscargos y funciones más fuertemente institucionalizados del campo —piénsese, por ejemplo, en la curaduría del Museo Nacional de Colombia, en la del Museo de Antioquia o en la jefatura del servicio cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores—y siguen manteniendo una relación indirecta con la administración del arte contemporáneo a través de su pertenencia a las juntas de adquisiciones de los bancos y fundaciones coleccionistas.[17] Así, los nombres de María Iovino, José Ignacio Roca, Jaime Cerón, Carmen María Jaramillo, Ana María Lozano, Mauricio Cruz, Jaime Iregui, y más recientemente, Fernando Uhía, Andrés Gaitán, Catalina Vaughan, Fernando Escobar, Lucas Ospina, Pablo Batelli, Pedro Falguer y Ricardo Arcos-Palma, entre otros, empezaron a dominar la escena crítica, y ya para el comienzo del nuevo siglo estaban absolutamente consolidados dentro de los procesos de construcción pública del sentido del arte.
Esta nueva generación de autores, a largo de la última década, ha venido protagonizado una silenciosa pero notoria rebelión en contra de la dictadura que los literatos y, en especial, los poetas han venido ejerciendo en forma larvada e institucional a lo largo y ancho del campo cultural desde principios del siglo XX.
Aquí vale la pena hacer un pequeño excurso histórico: los historiadores de la intelectualidad en nuestro país, han venido revelando las formas en que los hombres letrados participaron en los procesos de construcción y legitimación de las estructuras de dominación, en particular de los poderes políticos y económicos; en este sentido, también han mostrado las formas de hegemonía que han tenido expresión en el campo de la cultura. Es de particular interés para nuestro tema, el estudio de la función que jugaron los literatos y poetas en la construcción del discurso que sostuvo en el poder a las elites de la Regeneración no sólo al nivel político sino cultural, precisamente porque muchos de ellos fueron piezas claves de la historia de la crítica de arte; también es interesante analizar las mediaciones que protagonizaron muchos de los intelectuales ligados al mundo de la crítica de arte en el desmonte del orden conservador y clerical de las primeras tres décadas del siglo XX, y, sobre todo, estudiar el liderazgo que muchos de ellos ejercieron dentro de los procesos que finalmente llevaron a la configuración de la autonomía relativa del campo cultural.[18]
artículo completo en esta dirección:
https://esferapublica.org/portal/index.php?option=com_content&task=view&id=91&Itemid=2
anexo >
fallas críticas
Desde hace dos años que estoy de nuevo en el país, como profesor de artes veo con gran preocupación la confusión reinante sobre la investigación, sobre la teoría y sobre la crítica de arte que se lleva a cabo en Colombia.
A propósito de este debate en Esfera Publica, observo que muchas veces se descubren hoy propuestas reflexivas donde es evidente la falta de precisión tanto en la terminología como en los conceptos utilizados por los ensayistas más visibles.
A partir de la reflexión de Andrés Hoyos, desde mi punto de vista, creo también que existen algunos problemas y deficiencias bastante recurrentes en los ensayos críticos sobre arte que se dan hoy en Colombia, fallas que me gustaría enumerar a continuación:
1-Excesivo abuso de un tipo de argumentación donde se privilegia la oscuridad del discurso, para finalmente traer a colación ideas muchas veces más bien banales.
2-Excesiva confianza en un tipo de corriente intelectual que en el mundo anglosajón ha sido denominada «Estudios culturales» o «Antropología culturalista». Esta corriente intelectual actualmente tiende a acentuar su ingerencia en la reflexión sobre arte, pero cabe anotar que esto ocurre sobretodo en el tercer mundo y por consiguiente en Colombia.
3-Falta de claridad entre la diferencia de un texto de carácter literario y otro de carácter académicamente argumentativo: muchas veces se utiliza un estilo donde se mezclan indiscriminadamente estos dos géneros, para producir una serie de reflexiones que no son ni literatura ni análisis crítico.
4-Abuso del argumento de autoridad. Se citan autores y términos muchas veces a la moda, para hacer pasar juicios dudosos por argumentos de verdad.
5-Adherencia excesiva a cierto tipo de «relativismo estético», es decir adherencia a la idea por la cual no existe juicio estético valido alguno, pues toda obra de arte solo y únicamente puede ser analizada en relación a su contexto, a su cultura y a su autor. Se desconoce de esta forma los estudios científicos sobre la percepción humana y los análisis biológicos contemporáneos sobre nuestra condición particular como pertenecientes a una misma especie.
6-Confusión y falta de claridad sobre el desarrollo de las ideas en Occidente y sobretodo desconocimiento visible sobre las condiciones culturales que hicieron posible la emergencia del pensamiento de ciertos autores contemporáneos en Francia.
En ese sentido, en la crítica del arte que actualmente se lleva a cabo en Colombia, se da por entendido que la humanidad comenzó a pensar con autores como Michel Foucault, Gilles Deleuze o Jacques Derrida.
Volvemos aquí de ese modo, al argumento de autoridad, por el cual se cae en la ingenuidad de pensar que por citar cualquiera de los nombres anteriores y algunos otros – por ejemplo Lyotard, Foster, Kristeva y algunos más – se esta haciendo «teoría contemporánea».
Dimo García.
Maitrise Arts, Université Strasbourg II, Francia. D.E.A. Arts, Université Marc Bloch, Strasbourg Francia. Doctorado en Teoría y practica de las artes (en curso) Université Strasbourg II, Francia.
publicado en Esfera Pública el 22 de noviembre de 2006