El lugar de las cosas, o cada cosa en su lugar: la feria, el artista y el bienestar de las gallinas

Que la manutención futura de unas gallinas (participantes de Artbo) dependa de la venta de unas obras, hace posible que también pensemos en el futuro del artista (en general). ¿Qué imaginarios ciudadanos se forman alrededor de una semana de continuas inauguraciones, fiestas, y parche en el marco de una feria como Artbo? ¿debemos suponer, una reactivación del campo y que por lo tanto el bienestar de los artistas, como el de las gallinas está asegurado?

Pido prestado el título “El lugar de las cosas” de la novela de António Lobo Antunes, para referirme a otra historia de monólogos superpuestos, en este caso, alrededor de la obra con-o-de gallinas, actualmente en la curaduría de Alejandro Martin Todo volverá a ser como antes / Nada volverá a ser como antes, para Arte Cámara 2022.  En medio del recorrido se encuentra instalada una cómoda, amplia, limpia, y adecuada jaula para tres gallinas, el título de la obra es Ellas, el artista: José Ricardo Contreras. Las voces en la narración mencionan la feria, algo del artista, pero sobre todo se preguntan por el bienestar de las gallinas.

Una de las voces es la que reclama que una exposición de arte no es un lugar para animales. Supone este monólogo que existe un lugar natural al que pertenecen las gallinas. ¿Qué lugar es ese? Acaso ¿El galpón para la producción de huevos? O ¿el asadero, la mesa, el plato junto al aguacate y la cola y pola? Mejor ¿La granja en la que una amable campesina le arroja maíz y les provee un lugar donde dormir, a cambio de sus huevos? ¿O un potrero en el cual pastar libremente hurgando entre la tierra en busca de lombrices? No hay duda de que las gallinas, y en general los seres no humanos, deberían ocupar y vivir en un lugar diferente al asignado por nuestra especie. La realidad desafortunadamente es otra. Sin embargo, el arte puede contribuir a cambiar el modo en el que nos relacionamos con otros seres, y formas de existencia, también con aquello que clasificamos como sin vida.[1] La pregunta es si cuando vemos a las gallinas comportándose como gallinas dentro de la jaula en esta feria de arte alcanzamos a reflexionar sobre el lugar que tradicionalmente asignamos a las cosas, entre ellas al arte.

Otra voz, en cambio celebra el encuentro con gallinas en la feria. ¿Somete el artista, al decidir ubicar a este trio de gallinas en medio del stand, a un nivel de estrés innecesario? Seguramente, sí. Las ferias de arte son ruidosas, tumultuosas, pretendidamente grandes, y sobre iluminadas; estas condiciones, tal como pasa en las ferias agrícolas, obligan a estos seres a hacer enormes esfuerzos de adaptación temporal. Aun así, la presencia de Ellas en Artbo es importante. Esta no es la primera vez que en la historia del arte local se incluyen gallinas, recordemos que en Grano (1981) de Miguel Ángel Rojas, una gallina paseaba por ahí, desordenando con sus patas la retícula de tierra de colores, mientras buscaba granos de maíz. La anécdota dice que después, y a pesar del disgusto del artista, está colaboradora involuntaria, se convierte en el ingrediente principal del sancocho de cierre de la exposición. Horror vegano, ¡cierto! Muy cierto. Otros artistas también han incluido gallinas en sus obras, Eider Yangana en La Gallina de los huevos de oro (2010)[2]. Carlos Uribe, Maíz (2014)[3], la lista podría continuar. El tema, entonces, no es la novedad del hecho, lo que en realidad resulta interesante es la posibilidad que el encuentro ofrece de problematizar la necesidad humana de asignar –históricamente- a los cuerpos, y las cuerpas lugares determinados. Dicha asignación establece, además, formas en las que debe darse la relación entre corporalidades, cosas y lugares, es decir, configura unos repertorios particulares, alrededor de unos archivos también específicos. La pregunta antes se limitaba a la desacralización del lugar (museos y galerías) ahora consiste en ¿cómo el arte puede contribuir en proponer distintos modos no extractivistas de relación?[4]

Una voz más señala el hecho de que el desconcierto producido por las gallinas obliga a ver de un modo diferente, al que se acostumbra en una feria de arte, al menos por un instante. Ese ver distraído producido por el molesto ruido de los visitantes, quienes en medio de conversaciones igualmente distraídas van pasando de obra en obra, sin prestar la menor atención. La historia del arte y la internet producen por igual, pero de formas diferentes, un modo de observación de las obras que las ferias de arte logran destruir. El silencio de las imágenes en libros o redes sociales (siempre podemos bajar el volumen del dispositivo) oculta la particular dinámica social que rodea la exhibición de las obras en el marco de las ferias. Lo mismo ocurre gracias al silencio en los museos, común y afortunadamente desocupados. ¿Paradoja de la observación con intereses académicos del arte? Por supuesto: sin mercado no hay arte, pero el modo de observación que en un contexto de mercado experimentamos sencillamente es desagradable.

Finalmente, la voz que desde el inicio debimos escuchar, la de José Ricardo Contreras, al conversar sobre su obra Ellas:

El proyecto parte de la realización de retratos al óleo de cada una de las gallinas, y de la confrontación entre el precio que se paga por animal, en relación con el valor asignado a su representación pictórica. Un pollo de engorde al día 42 está listo para el sacrificio, mientras que su esperanza de vida puede ser de cinco a diez años si se le permite envejecer bien cuidado. Por lo tanto, la venta de los retratos pagará el “indulto” de la gallina. [5]

Que la manutención futura de unas gallinas (participantes de Artbo) dependa de la venta de unas obras, hace posible que también pensemos en el futuro del artista (en general). ¿Qué imaginarios ciudadanos se forman alrededor de una semana de continuas inauguraciones, fiestas, y parche en el marco de una feria como Artbo? ¿debemos suponer, una reactivación del campo y que por lo tanto el bienestar de los artistas, como el de las gallinas está asegurado?


Notas

[1] Sobre el tema: Espabilar conversas hacia un arte ecopolítico.

https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/cma/article/view/35944

[2] https://desdeelmalestar.wordpress.com/2011/09/23/eider-yangana/

[3] ¿Qué fue primero la montaña de maíz o la gallina? “una instalación construida con tres toneladas de granos de maíz, con la intervención de Daniel Escobar un estudiante de arte de la Universidad de Antioquia quién llevó una gallina al museo días antes del cierre de la exposición.” En: https://esferapublica.org/nfblog/la-gallina-los-medios-y-el-museo/

[4] Convertida en afán, antes que, reflexión, la importancia de la pregunta, por ejemplo, apela a citar en el texto de sala mitos indígenas en los que definitivamente se problematiza la lógica del extractivismo, desafortunadamente, cuando se recorre la exposición, el visitante da cuenta de que el mito, era solo eso, un texto de sala.

[5] Entonces entendemos que, terminada la feria, cada gallina retornara a un lugar asignado, producto del proceso de evaluación y selección, que el artista realizó entre un grupo de personas capacitadas como posibles e idóneos cuidadores y cuidadoras de las mismas.

 

2 comentarios

Es interesante ver como en la actualidad se revisan desde diferentes lugares, incluido el arte esa pregunta por la vida. Cuestionando esa supuesta sacralidad detrás de ella, producto de siglos de tradición y educación religiosa.
Gracias por ampliar la lectura de esta la cual encuentro enriquecedora para un proyecto pendiente. Gracias!,

Hay una ideología perversa en la declaración realizada por parte del artista que : Si compras la pintura indultas a la gallina 🐔. Y cuánto vale el retrato de la gallina? Quien la salvó? Esto fue lo mejor de artecamara?