Por Jorge Sanguino
Hace unos días llegó a mi correo electrónico, la celebración de la edición número 100 del calendario de eventos de arte más importante de Berlín, el Index. El Index es una guía de artes y eventos en formato digital e impreso. Tiene una circulación mensual en papel, mientras que digitalmente aparece semanalmente.
Porque Berlín es desde hace más de tres décadas centro de producción y exhibición, el calendario cumple una función importante. Selecciona y lista las mejores galerías, los museos, los espacios alternos y las mejores colecciones privadas. Entrar en el registro del Index es un privilegio importante para ser visible dentro del mare magnum de actividades culturales de la ciudad. Por supuesto, cuesta algún dinero. ¿pero qué celebraban exactamente? En cada edición del Index los editores invitan a artistas que viven y trabajan en Berlin para que diseñen el formato impreso. La portada es una obra hecha para la ocasión, y en las páginas interiores hay dos o tres obras más. El correo con la edición 100 agradecía a los cien artistas que han participado en la invitación. Como desde hace algunos años no vivo más en Berlín, decidí recorrer la lista curioso de saber, si desde mi ausencia algún artista latinoamericano/a había sido invitada/o a diseñar una de las ediciones. No encontré ningún artista latinoamericano. Tampoco del Caribe. Quería estar seguro, así que reenvíe el correo a Claudia Zea y a Roberto Uribe que viven y trabajan en Berlín, con la esperanza de que, yo, ignorante, desconociese algún nombre: “Brillan por su ausencia” respondió Claudia lánguidamente en su correo.
Yo tengo una intuición. Una hipótesis basada más en la experiencia que en un estudio. En los últimos quince años se ha consolidado una generación de artistas de origen latinoamericano que han estudiado en Alemania, y que deciden concentrar sus prácticas y estrategias dentro del continente europeo, pero (y este “pero” es muy importante), establecen una doble via en las transacciones de conocimiento con sus países de origen. En el pasado, las aspiraciones burguesas de Latinoamérica, el o la artista después de su educación volvía a su país natal a abrir un taller adornado con los títulos europeos. Esta nueva generación es diferente. Por un lado, adquieren un conocimiento sobre procesos y medios artísticos. Por el otro, son inmunes en repetir en sus practicas los cánones discursivos estéticos que promulgan las escuelas de arte europeas. En particular, son escépticos frente a la idea del “sujeto artista”, aquel que encerrado en su taller y con pincel en la mano derrota y construye en actos geniales la historia del arte universal.
Alemania registra un incremento de artistas latinoamericanos/as, y de estudiantes de origen latinoamericano de historia de arte, de ciencias de la cultura y administración culturales. Cuando yo estudié historia de arte fui durante muchos años el único latinoamericano. Era una minoría muy cercana al cero. Ahora, cada vez que participo en una lección, o hablo con profesores, me comentan de los estudiantes que vienen de nuestros países. Y en Berlín, en particular, se ha concentrado la diáspora artística y cultural latinoamericana. La consolidación de esta nueva generación ha sido también impulsada por otro buen grupo de artistas latinoamericanos y latinoamericanas que a través de programas de intercambio han llegado y en algunos casos, se quedan viviendo en el país.
Pero, mi intuición parece ser un espejismo, ¿por qué de otra manera se aclara que en las cien ediciones del Index no aparezca ningún artista latinoamericano/a de los tanto/as y excelentes que viven y trabajan en Berlín? O, vayamos un poco más lejos: Precisamente porque esta fantasmagoría sobre una generación de artistas latinoamericanos es una invención de mi cabeza, y en este país no existen ni han estudiado ninguno de ellos ni de ellas, explica porque no hay ningún/a curador/a latinoamericano/a en algunos de los museos alemanes, o en la compleja red de instituciones privadas y asociaciones de arte a diferencia de Francia, Holanda, España, Inglaterra y Bélgica.
Consecuentemente, en las colecciones institucionales no se encuentra ningún acervo latinoamericano más que piezas singulares de artistas latinoamericanos; la mayoría bastante recientes. Por ejemplo, en la colección del gobierno federal sólo hay un artista del continente y del caribe quien vive desde hace más de 30 años en Alemania. En dos mega exposiciones, una en el Hamburger Bahnhof y la otra en la Colección estatal de NRW, más conocida como K20; cuyo objetivo era reestablecer el museo como centro de relaciones globales, (financiadas bajo la iniciativa federal “museo global” con unos buenos millones), un alto número de arte latinoamericano provenían del museo de etnología, o eran prestamos de colecciones privadas latinoamericanas. La única relación con Latinoamérica en la colección estatal de NRW, es un retrato de Diego Rivera, pintado por Modigliani y adquirido en la galeria de Bayeler en Suiza en los 70.
Por cierto, hay galerías alemanas que en su programa representan artistas latinoamericanos. En algunos casos es un artista o son dos. Mas la mayoría de las galerías alemanas representan artistas latinoamericanos después de que han construido su carrera entre Europa y América, en especial en Estados Unidos. Después de participaciones en Bienales, con exposiciones individuales en museos del exterior, y con coleccionistas. En resumen, las galerías alemanas no participan en la construcción de la carrera del/a artista, mas recogen los frutos de un trabajo continuo que en la mayoría de casos ha surgido y ha sido financiado por la misma Latinoamérica.
Debemos ser cuidadosos además, porque la representación, venta y compra del artista latinoamericano/a en Alemania se concentra en rehabilitar la noción del sujeto artista cercano al delirio del genio. Simultáneamente, le dotan (gran honor) de la exclusiva noción de subjetividad (europea). En esta traducción, paso necesario para el vínculo con el mercado de arte, el contexto social en el que la obra del artista ha emergido es borrado, disimulado, re- contextualizado hasta convertirlo en el cliché gracioso típico de los países latinoamericanos que encanta al coleccionista o el curador/a alemán/a:
“Sabor, azucarrrrrrrr….” así parece introducirse el arte latinoamericano dentro de Alemania. Mezcla entre un mundo cantiflesco que reta las nociones físicas de la gravedad, con un corazón honesto; se añade la exuberancia tropical de un jugo de frutas con ceviche digeridas con mexcal. La noción de Latinoamérica se ha deformado en los imaginarios de las galerinas alemanas, que sueñan en ir a México en los días de feria a comer bien y ser tratada como princesas por el mesero del El Salvador, mientras disfrutan del sol atendidas por el “señor de la piscina” que viene de Honduras.
Carrera contra reloj
El cronometro corre en contra para consolidar el trabajo de la nueva generación de los artistas latinoamericanas/os en Alemania.
Un problema estructural radica en que los fondos del muy bien subvencionado arte y -cultura alemana son administrados por diferentes organizaciones que utilizan el sistema del concurso. En algunos casos la totalidad de los jueces son alemanes sin algún grado de conocimiento de arte más allá del alemán, o norteamericano, originando una desventaja para la nueva generación de artistas latinoamericanos/as.
Mientras algunas organizaciones como la IFA, la DAAD, y el instituto Goethe pareciesen originar el diálogo de Alemania con el mundo la influencia de estas organizaciones dentro del sistema establecido de arte dentro de Alemania es limitada. Los curadores de ellas rara vez integran el mundo de los museos y cada año además enfrentan cortes presupuestales. La Berlin Biennale dirigida por el Kunstwerke parece ser la única organización que ha dado voz a la nueva generación de arte latinoamericano, aun no hay un/a curador/a de tiempo completo de nuestros países ni del Caribe dentro de la escena alemana.
Es difícil que la situación vaya a mejorar: el futuro de Europa y el de las economías industrializadas como la alemana es gris. Junto al decrecimiento demográfico, la capacidad de compra y adquisición se ha reducido substancialmente, al mismo tiempo que los costos de vivienda, educación, y servicios se han incrementado produciendo mayores niveles de endeudamiento y de pobreza. A su vez, los costos sociales de Alemania han crecido de tal forma, que la única manera de aliviar la cartera es con mayores impuestos. Las casas de subastas ya han comenzado a oler que mientras una generación se despide del mundo, la nueva generación no tendrá los recursos suficientes para mantener el estilo de vida, a no ser que comiencen a liquidar los bienes que obtienen por herencia. Y entre esos bienes están las obras de arte que compraron sus padres y abuelos.
Esta semana Sothebys abrió un palacio junto al Rin como sede principal en el país. Una movida que sorprendió a muchos. Sothebys desde que ha sido adquirida privadamente ha iniciado un programa de recortes, y Alemania nunca ha sido un país para las subastas de arte como Paris, Londres, Nueva York e incluso Viena. Pero la apuesta de la casa de subastas es la de tener una buena tajada en la torta de liquidaciones que vendrán en los próximos años.
Los precios del mercado secundario se incrementan a partir de exhibiciones retrospectivas, catálogos, cátedras universitarias, investigaciones, etc, etc. Este proceso de re-valorización ya comenzó con las retrospectivas en el museo de Bonn y Folkwang de Kippenberg y el año dedicado a Joseph Beuys. Al mes siguiente de la retrospectiva de Kippenberg una escultura que había sido enseñada en el museo estaba de oferta en una subasta en Nueva York.
Mientras los museos alemanes se orientan al sistema de sponsorship americano, no faltará entonces, que los/as próximos/as curadores/as tengan más interés en exhibir e investigar al arte alemán del antaño presto para salir a subastas porque su financiación es más segura. Mientras que la del arte de una generación de artistas latinoamericanas/os seguirá condenado a una invisibilidad histórica que parece difícil de derrotar
Es una tarea ganar la carrera contra el reloj. Por un lado los gobiernos latinoamericanos, a pesar de sus escasos recursos, pueden diseñar una política cultural en conjunto que se aplique a Europa. A su vez, es necesario buscar formas para iniciar un dialogo dentro de la díaspora cultural latinoamericana, para que las nuevas generaciones de estudiantes de historia de arte y cultura produzcan discursos propios que den cuenta de los procesos y estrategias artísticas de los artistas latinoamericanas/os en Europa y Alemania. A su vez, es necesario que el coleccionista latinoamericana/o se integre a las dinámicas del mercado europeo, impulsando y adquiriendo a los artistas que están el continente.
Con agradecimiento a Edgar Gomez por sus anotaciones y correcciones.
1 comentario
Sí. Es cierto. Al artista latinoamericano en Alemania y otros países , le han sustraído de su contexto . Solo es tomado en cuenta cuando se habla de descolonización o de arte de género , de guerrillas o insurgencias postcomunistas . Pero el arte latinoamericano aborda hechos más urgentes para su realidad como la migración y la fallida política contra las drogas . Es necesario llevar estos temas a Berlín y , en general a Alemania y Europa, para proveer al arte hecho por latinoamericanos en sus países de un contexto social indispensable para su lectura. Gracias por su articulo .