El Hueco

Desplegado por toda la sala (lo cual en premios pasados algunos artistas optaron por evitar), el proyecto exhibe un catálogo de estos accidentes: escaleras, rampas, baldosas, charcos y rejillas donde crecen plantas urbanas «gozando de buena salud». A primera vista, resulta difícil distinguir lo que está dentro de la sala de lo que se observa desde la ventana de un Transmilenio por la Caracas, entre la 26 y Héroes, o en cualquier otro punto de esta ciudad de barro en la que vivimos.

En este caso, la instalación, parte de considerar el sitio específico, es decir, el diálogo entre la arquitectura de la Galería Santafe (GSF) y aquello que el artista decide incorporar.

En 1938, Marcel Duchamp se encargó del diseño de la Exposición Internacional Surrealista en la Galería de Bellas Artes de París. Por primera vez, el techo y el suelo de la sala estaban intervenidos: un millar de sacos de carbón colgaban del techo, iluminados por una única bombilla que destellaba constantemente.

En contraste con la ley del cubo blanco que surgiría casi dos décadas después, la decisión de Duchamp establecía una continuidad entre el adentro y el afuera. Las obras de arte (en ese caso, pinturas surrealistas) solo podían verse si el visitante las iluminaba con la pequeña linterna que recibía en la entrada, sin embargo, las pinturas por sí mismas establecían la diferencia entre ellas y las cosas comunes de afuera.

En el caso de El Hueco, proyecto de Santiago Reyes Villaveces para el Premio Luis Caballero, la historia de aquella exposición de 1938 se actualiza. En lugar de pinturas, se presenta una selección de accidentes del suelo, similares a los que encontramos en cualquier calle o andén bogotano. El Hueco retoma la calle, la Bogotá rota y accidentada: la de la baldosa escupidora, la llanta que anuncia la ausencia de alcantarilla, los niveles cromáticos y materiales del asfalto, del negro brillante hasta el barro, pasando por la arena.

Desplegado por toda la sala (lo cual en premios pasados algunos artistas optaron por evitar), el proyecto exhibe un catálogo de estos accidentes: escaleras, rampas, baldosas, charcos y rejillas donde crecen plantas urbanas «gozando de buena salud». A primera vista, resulta difícil distinguir lo que está dentro de la sala de lo que se observa desde la ventana de un Transmilenio por la Caracas, entre la 26 y Héroes, o en cualquier otro punto de esta ciudad de barro en la que vivimos. Es imposible no pensar en la dificultad y el riesgo que esta cantidad de obstáculos representa para quienes tienen movilidad reducida.

En la composición de adoquín de Santiago Reyes, ni siquiera se respeta el código de relieve para peatones invidentes. Por el contrario, se compone erráticamente favoreciendo el error, el accidente. Pasa adentro, por eso lo notamos, afuera permanece, al menos para la mayoría, indiferente. En ese sentido, el titulo evoca El Festival del Hueco del programa No Me Lo Cambies, de Jorge Barón, el cual era un espectáculo divertidísimo de cinismo y violencia, la suma de todo lo que hoy consideraríamos imposible en un programa de televisión. Entonces nos reíamos hasta las lágrimas; hoy sabemos que estaba mal reírse, pero sigue siendo una lección reciente.

El afuera que en este proyecto entra a la GSF es un afuera feo, caótico, vergonzoso, digno de no mostrarse, producto de la ineficiencia institucional. Como en el programa de TV, la Bogotá en la que vivimos exagera la rudeza con la que somos continuamente tratados o maltratados y, sin embargo, nos reímos. La capital del país, esa que aún después de la modernidad sigue confiando en sus promesas, la que devora, engulle y escupe, la que no queremos ver dentro del espacio artístico, irrumpe en esta versión del Premio Luis Caballero y, sin disimulo, revela que, como es adentro, es afuera. ¿Por qué un artista se arriesgaría a presentar este estado de las cosas en una exposición que es también un premio?


Fotografías: Instagram de la Galería Santafe.

2 comentarios

Definitivamente me quedo con el hueco de Don Jediondo, puro accionismo vienés, políticamente incorrecto, desenfadado y divertido. Este Hueco, triste y ficcional de la galería Santafé, pareciera estar hecho para aquellos que no caminan la ciudad y menos aún, la observan.

Al salir de la galería y encontrarme con la continuación -estos sí reales-de los retazos mal hechos de los andenes de Bogotá, me hizo preguntar sobre la pertinencia de re-crear asépticamente la vivencia cotidiana de quienes caminamos por gusto la ciudad.

La recreación de ese catálogo de deficiencias en la vía dentro del proyecto —considero— no pretende superar el hueco, ni el de TV ni el real. En un ejercicio de comparación. Sin duda el real, el de la esquina, resulta superior. En cuanto al de la TV, es decir, al simbólico, si bien retoma el tema, no resulta equivalente en relación con las posibles significaciones de lo que está en la galería. Me refiero a que pareciera que la reflexión tiene que ver con el hecho de que todas esas deficiencias, en realidad, revelan una condición de la ciudad —en este caso particular, Bogotá— en cuanto a su carácter de no-ciudad. El suelo arcilloso que el hueco permite ver está ahí, sin importar cuántas capas de cemento, baldosa y asfalto le impongamos; al final, es solo una cáscara (en muchos casos deficiente, producto de la corrupción). Sin embargo, me gusta pensar que aquí la observación no apunta tanto a una crítica institucional, sino más bien a una reflexión geológica.

PD: El Festival de El Hueco es insuperable, concuerdo.