«El Hueco», propuesta de Santiago Reyes Villaveces para el Premio Luis Caballero

Esta propuesta para el Luis Caballero no solo hace referencia a los monumentales huecos de Bogotá (el fracaso de ciudad), aunque su presencia sea importante dentro de la instalación, sino que también aborda el concepto del hueco en un sentido mucho más amplio. El hueco se convierte en fisura, en nicho, en vacío geológico, haciendo referencia a elementos como la laguna en la que se levanta Bogotá, e incluso a huellas históricas como el bombardeo al Palacio de Justicia.

Lo primero que quiero señalar es que, tan pronto como salí de la galería y mientras caminaba hacia mi universidad (a un kilómetro de distancia), de manera inesperada, las texturas, los colores y los pisos de la calle en ese trayecto me saltaron a la vista sorprendentemente nítidos. Y no porque lo estuviera buscando, sino porque, después de haber estado atento a la exposición, mi percepción se transformó de inmediato por un momento. Lo que sucede en la galería, en el museo o en cualquier otro espacio de exhibición, es ese recorte del tiempo y del espacio, que tiene un impacto en la manera en que uno ve y percibe lo que lo rodea. Hace ver de otro modo: concentrar experiencias, enfocar la mirada y enmarcar, así que, en este caso, la obra propicia que dirijamos la atención hacia lo que normalmente pasa desapercibido, aquello que, en lo cotidiano, resulta tan ordinario que lo solemos pasar por alto. La propuesta del Situacionismo ante este fenómeno fue negar la funcionalidad de la ciudad (que mutila la experiencia)  y, en su lugar, explorar derivas urbanas mediante el juego y la tergiversación (una posibilidad de hacer experiencia de la ciudad).

Esta propuesta para el Luis Caballero no solo hace referencia a los monumentales huecos de Bogotá (el fracaso de ciudad), aunque su presencia sea importante dentro de la instalación, sino que también aborda el concepto del hueco en un sentido mucho más amplio. El hueco se convierte en fisura, en nicho, en vacío geológico, haciendo referencia a elementos como la laguna en la que se levanta Bogotá, e incluso a huellas históricas como el bombardeo al Palacio de Justicia.

La instalación se inscribe en capas tanto geológicas como históricas qué remiten al territorio y el pasado de la ciudad. Además, “El Hueco” se conecta con una vasta tradición artística, tanto nacional como internacional. En Colombia, podemos ver su relación con obras como Grano de Miguel Ángel Rojas o la serie de trabajos de Doris Salcedo, donde el suelo y los pisos son utilizados como soporte material y simbólico. También se emparenta con los procedimientos de artistas como Gordon Matta-Clark, quien interviene y genera vacíos en edificios, ampliando así el significado de lo que entendemos por espacio urbano.

En este sentido, esta propuesta puede entenderse como una forma de Land Art bogotano: un Land Art que traslada la calle al espacio galerístico y, a través de esa transposición, juega con las secuencias materiales y formales propias de la serialidad en la construcción urbana, como el acto de unir una baldosa con otra, pero también de desajustarlas, como sucede con las famosas baldosas escupidoras de Bogotá. A la par, se presenta una indagación sobre la arquitectura institucional del espacio público, pero también sobre la arquitectura popular que da forma a nuestra cotidianidad urbana.

La instalación, aunque explore el vacío y la grieta, hace que este vacío no solo sea una ruptura física en el espacio, sino una apertura a otras posibilidades, a pensar sobre lo que falta, lo que ha sido desplazado o ignorado. La ciudad, con sus grietas y fragmentaciones, no es solo un conjunto de edificaciones; es un organismo que guarda la memoria y la historia de sus transformaciones en la huella de los materiales, en la estética de la colacación de estos en las casas, en las fachadas, en el espacio público. El hueco, en este sentido, es un testimonio de la fragilidad de la estructura urbana, y, en la mayoría de los casos, del fracaso de la planeación urbana, pero también, y muy a pesar de esto, de la capacidad de regeneración, como la hierva que crece en esas fisuras.

Llevar la calle a la galería es un acto de transposición cultural y espacial que  confronta la tensión entre lo público y lo privado, entre lo cotidiano y lo institucionalizado. La calle, ese espacio vibrante y en constante cambio, es transformada en una obra, y hecho como un maestro de obra, dentro del espacio ordenado de la galería. Sin embargo, al trasladar lo urbano a este contexto, se borra la distancia entre el espectador y la obra, desdibujando las fronteras entre el arte y la vida cotidiana. La galería se convierte en un espacio en el que lo impersonal y lo comunitario, lo individual y lo colectivo, se encuentran y se experimentan como una invasión de la calle en la galería.

Por otro lado, al incorporar elementos visuales y materiales de Bogotá, como los vestigios de la sabana, lugares emblemáticos de la ciudad y formas y materiales del equipamiento urbano, “El Hueco” se convierte en una reflexión sobre el pasado y el presente de la ciudad, sobre la memoria y los procesos de transformación que se dan en en esas grietas y en sus capas geológicas.

Esta exposición es un proceso de reconfiguración del espacio. Al llevar la calle a la galería, se produce una inversión de los significados tradicionales del arte y la ciudad. Lo urbano se convierte en arte, y el arte se convierte en un espacio de reflexión y experiencia perceptiva.

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