“En el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII, cada palabra se define a sí misma. Descartes, en una epístola fechada en noviembre de 1629, ya había anotado que mediante el sistema decimal de numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos; también había propuesto la formación de un idioma análogo, general, que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos. John Wilkins, hacia 1664, acometió esa empresa.”
Jorge Luis Borges, El Idioma analítico de John Wilkins
La curaduría es una segunda lengua adquirida. No como pretenden muchos una práctica artística. En ese sentido la curaduría es una segunda lengua que viene a superponerse al objeto de arte. Y que por lo tanto oscurece al objeto arte al superponérsele, al pretender suplantar ese objeto para establecerse como el objeto. El objeto de arte que sería la primera lengua es borrado por ese proceso de relexificación que se opera con la curaduría como segunda lengua. En ese momento ese proceso en que se le da otro léxico diferente a la obra, diferente de su lengua natural, la obra pasa a ser otra cosa, sucede la curación de la obra, y es entonces cuando la obra se oscurece y se rarifica, cuando se hace incomprensible. Cuando deja de ser arte y se transforma en discurso. En lengua. En la lengua del curador y de la curaduría como lengua del Arte Globalizado.
Si la curaduría es ilegítima, esto es si nace de una moda cultural. Esto significa que la superposición sobre el objeto de arte es todavía mayor, podríamos decir que se trata de un caso aberrante en el sentido en que ni siquiera corresponde a la naturaleza del objeto al que se quiere superponer, como segunda lengua nacida como deseo de narración del objeto. Sino sería una lengua que imita a otra lengua. Es decir una lengua que nace de un proceso de criollización.
Existiría una Gramática Universal curatorial dictada por los grandes curadores de las grandes ligas de la escena curatorial mundial como lo que se juega en la Bienal de Venecia y la documenta de Kassell. Al interior de esa Gramática Universal el curador menor o regional vendría a desarrollar una gramática interna que no sería sino la emulación o imitación de esa gramática mayor con ejercicios de adaptación a los casos que intenta narrar en su lengua particular. A ese fenómeno se le llama criollización.
Para el público el fenómeno es desconcertante porque carece de los elementos de comprensión necesarios que le permitirían tener los referentes para acceder a este segundo nivel, el de la criollización, y mucho más distantes todavía, la posibilidad de acceder al lenguaje de primer nivel.
No solo el público también el artista.
Tanto el público como el artista desconocen que sus lugares han sido incorporados a una gramática que los sobrepasa, en el sentido en que esa gramática subsume completamente sus roles hasta la suplantación.
La sala de arte con público y artistas incluidos es un libro que habla una gramática particular. La Gramática de un Arte Multicultural Globalizado.
De esta manera el tema de la comprensión de esa gramática excede las posibilidades tanto del artista como del público a menos que comiencen a jugar en los términos de adquisición de esa segunda lengua y puedan participar del sentido de la exhibición.
Sin embargo la adquisición de ese juego supone también saltar las barreras sociales y culturales que ello implica. La Gramática Universal exhibida por ejemplo en la documenta de Kassel es trasladada al caso regional y adaptada como lo que sucede en el caso de Reuniendo luciérnagas, donde esa Gramática Universal ha sufrido un proceso de criollización por parte de los curadores responsables. Es lógico que tanto el artista como el público encuentren la escena rarificada en cuanto carecen del sustrato o la matriz inicial de esa Gramática Universal para la comprensión del sentido.
En la sala de exposición transformada ahora en un gabinete de exhibición según los juegos recientes de esa Gramática Universal, tanto el artista como el observador se hallan a años luz de distancia. La comprensión es imposible. De hecho toda la escena se encuentra rarificada por la inconmensurabilidad. Público y artista no comparten los juegos del curador de tal manera que el sentido permanece opaco e inaccesible. Y en el caso de Reuniendo Luciérnagas el sentido es doblemente inaccesible en tanto la comprensión supondría entender que el lenguaje, la curaduría, es aquí un caso complejo de doblaje curatorial. Es la imitación de esa Gramática Universal que intenta replicarse en lo regional.
En realidad una muestra como la documenta de kassel tendría un alto valor pedagógico en el sentido de extender la adquisición de esa lengua y ser incorporada tanto por artistas como por el público en general. En el caso regional en La Tertulia en Cali, Colombia, tanto el público como el autor llegan sin nada a la sala de exposición. Desnudos. Lanzados ante la disyuntiva de intentar superponer algún balbuceo a toda esa parafernalia.
Claudia Díaz, julio de 2015