salón en discusión

Llegar al Salón que se arma a partir de esquemas curatoriales ha sido un largo y accidentado proceso en el que la toma de decisiones, el debate y el desacuerdo, parecen acompañar el ritual anual de darle forma a un modelo curatorial que es al mismo tiempo participativo y excluyente. Adjunto fragmento de un ensayo de Efrén Giraldo que analiza la forma como la crítica ha incidido en lo que es actualmente el programa de salones regionales y el Nacional. Es importante señalar que el autor hace especialemente énfasis en la incidencia del dicurso pluralista en la crítica y las instituciones del arte contemporáneo, pluralismo que implica diversidad de miradas y, claro está, un estado de conflicto permanente en torno al estado de cosas. Es decir, a diferencia de lo que sucedía anteriormente, donde se puede hablar de la busqueda de consensos a través de el sistema de premios y menciones, desaparecidos los premios, las tendencias y la búsqueda de una homogeneidad artística, no nos queda más que entender que el disenso en torno a un modelo curatorial no significa necesariamente un rechazo frontal, mucho menos la consabida «polémica» de otros tiempos en torno a un premio.

Y el disenso no es sólo mero desacuerdo, es actitud crítica y además, política, entendida como el ejercicio del disenso, como la posibilidad de impugnar el orden en el cual nuestros cuerpos han sido asignados, de imaginar otro estado de las cosas, otros modos de construir lo real*.

Camilo Atuesta

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El ascenso de los procesos curatoriales y la consolidación del paradigma de la especificidad cultural
El planteamiento tardomodernista de que la crítica de arte debía dar cuenta de la especificidad cultural de las actividades de los artistas de los años sesenta y setenta quedó parcialmente aplazado por la insistencia de algunos críticos en adoptar la heterogeneidad de actividades artísticas como una característica de la historia del arte en Colombia. Esta característica, según estos críticos, aún toleraba una aproximación desde los parámetros de excelencia formal del modernismo o desde un indicador único de calidad que superaba cualesquiera atributos formales. A mediados de la década del noventa, asistimos, en cambio, a la profundización de la hipótesis de la ubicación cultural y a la aparición de una posibilidad de leer la circulación del arte dentro del marco de las representaciones culturales producidas en el primer mundo y en el propio contexto latinoamericano, con la actividad crítica de autores como Carolina Ponce y espacios de exhibición como los de la Sala de Arte de la Biblioteca Luis Ángel Arango, donde se apoyó un arte decididamente consciente de los problemas de representación cultural e identidad avizorados en el caso de Beatriz González.

La actividad crítica de Carolina Ponce supuso, como aporte al discurso del pluralismo en el arte colombiano, que se acentuara aún más la índole cultural del arte producido por los artistas contemporáneos y que se acogieran manifestaciones con capacidad probada para reelaborar artísticamente los símbolos y situaciones vividas por el país, en lenguajes contemporáneos y eclécticos. Sin embargo, este eclecticismo no fue entendido simplemente como el tránsito gratuito del artista por tendencias y estilos diversos. Se trató, más bien, de un aprovechamiento estratégico de múltiples herramientas artísticas para encarar situaciones concretas dadas. Mientras el modernismo proponía la profundización en los lenguajes individuales para desarrollar dentro de él innovaciones radicales, el del arte de este período es el que se ajusta al patrón etnográfico de adoptar cualquier tipo de estrategia que convenga al tránsito del artista por una realidad determinada, y ante el que adopta un enfoque 11 investigativo, más cercano a las ciencias sociales, que un enfoque de contemplación estética.

Los nuevos espacios de diseminación crítica
La revisión del paradigma moderno por obra de la constatación del pluralismo y, posteriormente, por obra de la demarcación del territorio de alusión cultural del arte contemporáneo en Colombia en las críticas escritas a propósito de los salones Nacionales de Artistas, tiene su influencia más reciente en el hecho de que los nuevos espacios de circulación crítica se hayan convertido fundamentalmente en interrogación de las políticas culturales y en examen ideológico del subtexto que subyace a las exposiciones. Asimismo, muchos de estos espacios han llevado a la práctica de la articulación de ideas sobre arte nuevos planteamientos sobre pluralismo. Si la crítica modernista desarrollada en el periódico o en la revista cultural contenía la voz crítica y la obligaba a circunscribirse a una dinámica de edición y publicación lenta, que acentuaba las condiciones de autoridad de la voz crítica, el desarrollo de espacios intersticiales ha contribuido a que la réplica y la autonomía de la voz evaluadora (independizada de restricciones temáticas, verbales y, aun, de las mismas limitaciones de extensión) se vuelvan valores en sí, aun con independencia de lo que se diga en tales críticas. Prueba de ello es que muchos de estos foros de discusión desarrollados en sitios como Esfera pública, Momento crítico y Columna de arena lograran el replanteamiento del mismo Salón Nacional de Artistas y trasladar el llamado imperio de las mediaciones hacia la omnipresencia de la actividad curatorial, así como hacia la conversión de la crítica en revisión del formato declarativo de la exposición artística y en revisora de las políticas culturales.

¿Qué se gana con esto? Para muchos, la conquista de una verdadera zona de autonomía parcial, donde los diferentes actores del medio artístico contemporáneo en Colombia han logrado construir sus propias comunidades de discusión, alejadas de los poderes mediáticos oficiales que habían acabado por desterrar la crítica de arte a las páginas de farándula y agenda social. Sin embargo, resulta evidente que mucha de esta crítica parece abordar el arte como un mero pretexto para discutir 12 problemas de representación, mientras que la tarea de explicar el arte queda aún aplazada.

No obstante lo anterior, la discusión acerca de la manera en que la crítica no sólo ha pluralizado sus voces, sino que ha creado un marco en el que distintos tipos de discurso sean válidos, permanece aún abierta, y experiencias como las de la red merecen una revisión particular. Tal vez en ellas, a la vez que se da apertura a discursos diferentes a los de las teorías y discursos hegemónicos, se está fraguando lo que hemos tratado de observar acá: la misma construcción de la diferencia a través de diferentes metáforas de descalificación o que se siguen pronunciando contra la amenaza que supondría, desde esta perspectiva, la fosilización del arte y su conversión en acción estereotípica, neutralizada en su siempre esperada eficacia interna y contextual.

Efrén Giraldo**

* http://arte-nuevo.blogspot.com/2009/01/repolitizar-la-educacin-repolitizar-las.html
**Fragmento de Invertebrados, semáforos y funerales. Validaciones en la crítica de arte colombiano de los Salones Nacionales de Artistas antes del giro cultural y el pluralismo