Bogotà. Diciembre 18 de 2001
Srs:
Miembros Comité de Arte / Programa Arborizarte
Rocío Londoño – Gloria Zea – Elvira Cuervo de Jaramillo
Eduardo Serrano – Alonso Garcès – Luis Fernando Pradilla.
Público en general
Estimados Señores:
En meses pasados fui invitado a participar en el Programa Arborizarte organizado por la Fundación Corazón Verde. De acuerdo a las instrucciones, a cada uno de nosotros los artistas se nos asignaría un “árbol” metálico de 250 kilos de peso y tres metros de alto que debíamos intervenir “artísticamente”. Una vez intervenidos, los árboles serían exhibidos durante 5 dias en la Plaza de Bolívar de Bogotá y, luego, ubicados en diferentes lugares de la ciudad.
Cordialmente acepté la invitación convencido de la bondad de la Fundación y lo aprovechable de la idea, dando la bienvenida a la oportunidad de realizar una pequeña obra pública.
De todos es sabido que el Arte Contemporáneo reciente -que es el tipo de arte que la mayoría de artistas invitados a Arborizarte hacemos- se ha ocupado de conscientizar a los diferentes públicos acerca de la existencia de los CONTEXTOS en los que se exhiben y desarrollan las diferentes manifestaciones artísticas. En otras palabras, el CONTEXTO es un material usable para el artista contemporáneo.
Y No solo eso, la idea de que una pieza de arte es un punto de encuentro de muchas tensiones y vivencias en un CONTEXTO dado es el logro más importante del arte del siglo XX y supera en mucho a las concepciones decorativistas en boga en siglos pasados para satisfacer cortes decadentes que, por fortuna, han casi desaparecido en nuestra noción de democracia actual.
Teniendo en cuenta que los arboles iban a ser mostrados en diferentes puntos de la ciudad, se me ocurrió que la ubicación de estas piezas en múltiples esquinas de la ciudad era un “papayazo’ perfecto para que cualquier individuo ‘redecorara’ tan pesados armatostes de hierro. Decidí que yo no iba iba a dejar que un hecho tan lamentable sucediera con mi obra maestra pública. Yo mismo iba a hacer lo que cualquier espontáneo va hacer cuando todas estas linduras estén por doquier en rincones solitarios bogotanos: re-intervenirlos con la ya
clásica técnica de la pintura en aerosol.
Para cumplir con este cometido, me dediqué a recolectar palabras y frases tatuadas cuidadosamente en eburneas paredes alrededor del área de Corferias. Al final , y después de descartar muchas palabras atractivas para mi y para los que las escribieron, seleccioné unas 25 palabras, signos y tachaduras. Mi hermoso árbol metálico, pintado de blanco, me estaba esperando precisamente al interior de Corferias, listo a que yo trasladara mi selección final de grafismos en cada una de sus omnipotentes ocho caras. Cumplido el cometido a cabalidad, me sentí muy seguro de desanimar a cualquiera que intentara “grafitiear” mi obra en una segunda instancia, cuando estuviera en alguno de los miles de barrios de Bogotá: el hecho mismo de estar ya “grafiteada” era la mejor garantía. De alguna manera, lo que hice fue adelantarme a algo que inevitablemente iba a pasar – y va a pasarle a muchos de estos arbolitos. Deje la pieza lista en las instalaciones de Corferias hacia el final de noviembre con la satisfacción que deja un trabajo bien hecho.
El día 8 de diciembre, una vocera del programa Arborizarte me llamó y me comunicó que la Junta Directiva* de la Fundación Corazón Verde me sugería que cambiara algunos de los caracteres que yo con mucho cariño había pintado “al aerosol”. Obviamente, yo me negué a hacer tal cosa, no sólo porque me diò una pereza enorme volver a reformular todo este proceso, sino porque en realidad todas esas palabras, signos y tachaduras no fueron ideados por mi. Con que derecho iba yo a cambiar sagradas invenciones populares? Sin embargo, se me aseguró que la pieza iba a ser exhibida en la Plaza de Bolívar la noche del 12 de diciembre. Esto me tranquilizó ya que el destinatario final de la pieza era la población bogotana.
La noche del 12 de diciembre, 19 de mis invitados -incluyendo niños- y yo, acudimos a ver los 133 árboles intervenidos por otros tantos artistas. Al finalizar los espectaculares juegos pirotécnicos, los miles de concurrentes nos dirigimos a examinar los arboles detenidamente. Después de recorrerlos varias veces me encontré con que mi árbol no fue exhibido. Este hecho me apenó bastante, no sólo porque estaba siendo acosado por mis invitados y uno que otroseguidor que estaban curiosos por ver mi trabajo, sino porque, después de atar cabos, mis sospechas acerca de un veto de censura hacia mi árbol se estaban evidenciando.
El día 17 de diciembre mis sospechas se confirmaron totalmente. Mónica Alzate, la Directora Ejecutiva del Programa Paz En Todas Partes, me comunicó oficialmente que mi árbol había sido vetado por la Junta Directiva* de La Fundación Corazón Verde. Al parecer, decidieron que la “pieza no era muy amable” y, sin tener en cuenta la opinión de ustedes, los miembros de la Comisión de Arte, ni mi trayectoria como artista y como invitado, ni el tiempo y el dinero que invertí confeccionándola, decidieron arbitrariamente no mostrar la pieza. Desafortunadamente firmé un documento en el que cedí mis derechos de propiedad. Sin embargo, no es la obra como tal lo que me lleva a escribirles, sino las irregularidades que se presentaron al pasar por encima de su opinión y el asqueroso veto resultante.
La intención de esta carta es sentar un precedente para que, con la ayuda del cielo, bochornosos hechos de este tipo no vuelvan a presentarse . Es totalmente anacrónico, no sólo con respecto a los logros del Arte Contemporáneo en general sino de la Democracia como tal, que sucedan vetos y censuras en nombre de la “amabilidad” o la decoratividad. Y aunque me parece un honor engrosar las filas de ilustres colegas cuyas obras han sido vetadas en algún momento -entre los que se cuentan Dèbora Arango, José Rodríguez Acevedo, Alejandro Obregòn, Alvaro herràn y Antonio Caro-, también me aterroriza pensar que hechos como el denunciado arriba puedan terminar algún día en demostraciones exorbitantes de intolerancia como la infame exposición de “Arte Degenerado” organizada por los Nazis en Alemania en 1937 y que incluía obras de Picasso, Matisse, Mondrian y Duchamp, entre muchìsimos otros. O los “cambios” que por causas parecidas hizo el Ministerio de Educación de Colombia a la delegación de artistas y obras que iban hacia una bienal en España en 1960. La delegación inicial estaba conformada por Obregòn, Negret, Ramìrez-Villamizar y Botero y se los cambió por artistas más ‘autóctonos’, -lèase, màs amables. Estos y otros hechos demuestran que los vetos del presente conforman lo que será el arte del futuro, pero prefiero caminos más expeditos para obtener popularidad.
FERNANDO UHIA
Imagen del arbol censurado
RESPUESTA DE ARBORIZARTE A FERNANDO UHIA
CARLOS LEYVA PRESIDENTE JUNTA DIRECTIVA: Nuestra invitación tenía una política, que era hacerle un aporte positivo a la ciudad. Queríamos que los árboles estuvieran acorde con nuestro eslogan ‘Una cosecha de arte por la paz’. Todos los artistas tenían que cumplir y él fue el único que no lo hizo. Analizamos el árbol y consideramos que para este evento no encajaba. Puede que sea arte y que ese sea el estilo del artista pero los grafittis eran bastante agresivos y un poco vulgares. No estamos censurando el arte. Incluso le pedimos que los cambiara por otros y no aceptó. Queremos que él nos acompañe y lo invitamos nuevamente para que intervenga otro árbol.
ARBOLITOS DE NAVIDAD / MARIA ELVIRA ARDILA
Con referencia a la declaración del presidente de la junta directiva de Corazón Verde, Carlos Alberto Leyva publicada en El Tiempo, donde comenta que el slogan o próposito de Arborizarte era un hacer un aporte positivo a la ciudad y que su slogan es: “Una cosecha de arte por la paz”, primero tendríamos que preguntarnos si el arte es una cosecha, sí tiene lemas , es más tendríamos que cuestionarnos qué es arte.
Es lógico que en un país donde los eventos de Arte no son frecuentes o que toque viajar a a Cartagena, por los caprichos de una ministra, para ver un Salón Nacional y que la obra premiada sólo sea vista por muy pocas personas, puesto que la proyección requería un proyector alquilado y que fue díficil de conseguir, como lo señala el periódico el Tiempo el martes 11 de diciembre, es obvio que los artistas quieran intervenir el arbol cosechado para la paz, en una exposición tan “democrática”.
Lo que sucede es que Arborizarte lo único que deja es un sinsabor, una exposición donde hay cientos de árboles amontonados en una plaza, una señora de la Fundación Corazón verde gritándole a un niño que no puede TOCAR los árboles, una confusión del público desprevenido que piensa que éstos hacen parte de la iluminación de navideña de nuestra ciudad. Ojalá, que el fino humor de Fernando Uhía logre sensibilizar en algo a tantos corazones ecológicos de esta Fundación.
DESDE LA DISTANCIA / FERNANDO RUBIO: Visto desde la distancia, me parece sumamente ingenuo el hecho de hacer una propuesta de “arborizar” unaciudad con árboles de metal, y además en un país como Colombia….
Que por favor alguien me explique ¿que es una “cosecha de arte por la paz”?;cuando el “Corazón”, además de “Verde” tiene un soporte metálico.
¿A qué país se puede sensibilizar o “arborizar” con árboles de metal, de formato similar por no decir idéntico y que no se sabe exactamente donde van a ir a parar. ¿Acaso para “arborizar” una selva de cemento y hormigón?
No quiero ni imaginar cómo serán los “frutos” de tal ”cosecha”, si de verdad tienen como objetivo “la paz”, ¿Cual paz? si ya se ha establecido un debate, un conflicto, casi un enfrentamiento entre quienes apoyan o sensuran la “exposición o al artista…
Me parece igualmente inocente el hecho de hacer una convocatoria abierta sin asumir riesgos, e igualmente ingénua la propuesta plástica de F. Uhía, que al parecer se presentaba bastante provocadora pero sin asumir las consecuencias.
La obra, mejor dicho, “el árbol”, pues ya el diseño, la forma y el tamaño estaban definidos, (¿por quién???) intervenido por Uhía -me permito decirlo- se presenta muy provocadora por no decir contundente, mientras el artista, eso sí está claro, se presenta demasiado suceptible.
Quizás lo que tal vez no resulte tan ingenuo o tan inocente es el debate, puesto que tanto Uhía como los organizadores y los famosos “arboles” están sacando buen provecho de un sujeto de conversación tan anacrónico como lo es la censura del arte.
FALTA DE OFICIO / FERNANDO GAONA: En el arte no existe una censura oficial, ropiamente dicha. Las pocas prohibiciones son ocurrencias de alguien que imagina, prevé, se adelanta a suponer que cierta obra podría molestar a alguien. Hay una solución sencilla: museos y galerías deberían avisar, a la entrada, que en su interior alguna obra puede resultar ofensiva. Así se garantiza el derecho a ver y también el no menos defendible derecho a no ver.
Pero resulta que el arte, con un proceso que comenzó a finales del siglo XIX, se ha alejado del espectador y, sobre todo, del comprador. Cuando Málevich pintó su cuadro titulado “Blanco sobre blanco” en 1917, un cubo blanco sobre fondo blanco, se pudo suponer que el arte
había tocado fondo, pero no fue así. Los artistas comenzaron un campeonato por la mejor ocurrencia: una computadora chamuscada, un cordel entre cuatro armellas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se dejó de exigir lo que algunos todavía pedimos: oficio. Sin
duda, la obra de arte no es necesariamente “bonita”, pero debe mostrar el oficio que exigimos a quien canta en un escenario, escribe un libro o compone una sinfonía, por posmodernos que sean.
Así fue como censores y artistas se pasaron el siglo XX buscando ocurrencias, unos para prohibir y otros para ser prohibidos y así promoverse gratis. En esto, el artista Fernando Uhía ha sabido aplicar la estrategia: ante la falta de público no hay nada mejor que
la provocación.
IMAGENES OBSCENAS / CARLOS LOPEZ: Les envío dos breves reseñas relacionadas con el tema de la censura. Espero puedan aportar al debate y darle un contexto menos local a la discusión.
”Veto Japonés a Mapplethorpe”
Por Agustín Rivera. Diario El Mundo
En 1999 el Tribunal Supremo de Japón declaró la guerra a los desnudos del fotógrafo Robert Mapplethorpe (1946-1989) que aparecieron en un libro antológico suyo publicado a comienzos de esta década. La corte nipona prohibió después la importación de la obra de Mapplethorpe en la que aparecen varias fotos de los genitales masculinos. El asunto se remonta hasta el año 1992, cuando un empresario japonés compró el volumen del artista en Estados Unidos. Tras enviarlo por correo ordinario a Japón, los funcionarios del departamento de inspección de Aduanas de la central de correos japonesa requisaron el ejemplar porque lo consideraron «corrupto para la moral pública».
El empresario, contrariado por la decisión, presentó una querella contra el servicio de Aduanas, solicitando la suspensión de la censura. De hecho, en 1984, el Tribunal Supremo nipón dio cobertura legal para que los inspectores de aduanas prohibieran las revistas que ellos consideraran «obscenas», decisión que levantó una gran polémica.
Tres de los cinco jueces votaron a favor de mantener el implacable régimen de censura a las fotografías de Mapplethorpe. Los otros dos explicaron que se debería autorizar la circulación de esta clase de volúmenes, ya que resulta «difícil» para los aduaneros de libros discernir el nivel de imágenes subidas de tono.
Los miembros del Tribunal, sin embargo, prefirieron evitar cualquier tipo de juicio sobre los desnudos integrales femeninos que conviven con los masculinos en perfecta armonía estética y física en la obra fotográfica.
El puritanismo de los jueces contrasta con el manga, el cómic japonés, repleto de ejemplares con escenas de sexo explícito dentro de una surtida oferta bibliográfica. De cualquier forma, de poco servirá la decisión del Tribunal Supremo nipón, ya que el libro antológico del autor se localiza fácilmente en las secciones de arte de cualquier gran librería de Tokio.
Aunque, si la ley se aplica a rajatabla queda abierta la posibilidad para que se requisen todos los volúmenes con los desnudos masculinos. De los femeninos, claro está, ni palabra.
”Subvenciones para Arte Degenerado”
Por Pedro Rodriguez, Diario El Mundo
En una muy esperada sentencia entre creadores y artistas de EE. UU., en 1998 el Tribunal Supremo dió legitimidad al polémico veto de subvenciones para obras consideradas obscenas. Los magistrados de la Alta Corte, por ocho votos contra uno, consideraron que la imposición
de estos criterios morales para recibir fondos públicos no viola la libertad de expresión, consagrada por la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana.
La sentencia fué automáticamente criticada en círculos intelectuales por la amenaza presupuestaria que supone para actividades artísticas que rozan lo socialmente inaceptable. Y los posibles efectos en actividades culturales de museos, bibliotecas y hasta medios de
comunicación.
De acuerdo a la decisión del Tribunal Supremo, «el Congreso tiene amplia latitud para determinar las prioridades del gasto federal. Y por lo tanto puede subvencionar selectivamente un programa que anime ciertas actividades consideradas como de interés social. Si este
programa es inconstitucional también lo son todas las becas y ayudas basadas en criterios subjetivos como las buenas notas».
La mayoría republicana en el Congreso, con el senador Jesse Helms a la cabeza, ha estado presionando durante los últimos años para terminar con cualquier tipo de subvención oficial para obras provocativas, criticando incluso la utilización de cualquier fondo público para fines culturales.
Pedro Rodriguez
Diario “El Mundo”
LUGARES PROHIBIDOS / OSCAR COLLAZOS: La obscenidad nace de una mirada que desvirtúa al objeto artístico con el lente de la moral, que en este caso no es una suma de valores conducentes al bien personal o general, sino un conjunto de “ideas recibidas”(como Flaubert llama a los prejuicios). Es el propio prejuicio el que se manifiesta y trata de volverlo valor universal; son los propios temores, expresados en una iconografía imaginaria que, por lo general, atañe al cuerpo humano, a esos lugares “prohibidos” que no tienen lenguaje público sino lenguaje privado, lugares innombrables por la moral. Se trata casi siempre del sexo encadenado, y al que sólo se le libera en la intimidad. Con esa “obscenidad” jugaron Picasso y Egon Schiele para devolver el arte a su extrema “sinceridad”: el cuerpo no puede ser objeto del silencio. En toda censura existe un temor, una patología, la pretensión de ordenar el mundo con el despotismo o de limitarlo con zonas prohibidas. Pierre Klossovski-escritor y dibujante- conduce la libertad a su extremo expresivo; lo hicieron Sade, Bataille, Apollinaire(“Las once mil vergas”), objetos de censuras.
La discusión sería irrelevante si no pusiera en discusión las relaciones dela moral con el arte, en la cual la primera ha perdido lo que ha ganado el segundo: la una es opresiva, el otro es liberador.
PATRIA BOBA. / ANTONIO CARO: Un simple análisis del “contexto particular” del evento, hace previsible el rechazo de la obra del señor Uhia. Me parece tonta la tormenta en un vaso de agua desatada por un hecho tan baladí. Desde este país amigo, que sufre las presiones de nuestros problemas de guerrilla, misería y narcotráfico toda la polémica se ve ridícula y ajena a nuestra realidad, donde es atropellado el más elemental de todos los derechos humanos: el derecho a vivir.
REPUESTA A CARO / PATRICIA ABISAMBRA: Por supuesto que es de todos muy conocido que la violencia, la injusticia, la corrupción y el narcotráfico rebasan con creces los límites de la ficción, pero no deja de ser extraño que este aspecto medular de nuestra realidad nos sea recordado por Antonio Caro, artista que nos viene a la memoria no sólo por sus aportes al arte conceptual, sino por su larga lista de “tormentas en un vaso de agua” que incluyen desde amenazas de tutela a sus colegas, a las instituciones y por supuesto al eterno Salón Nacional.
Es bueno recordarle a Antonio que a pesar de lo duro de nuestra realidad es posible ir a cine, conversar, discutir sobre otros aspectos de la vida nacional y, si el lo autoriza, opinar sobre aquellas decisiones arbitrarias que a él tanto lo irritan, como es la que dió origen a este foro.
Me pregunto que habría sucedido si el arbol vetado fuera el de Antonio Caro?
DEL ARBOLITO / FERNANDO ESCOBAR: He seguido con atención todo lo que ha generado la censura del trabajo de Fernando Uhia en el evento del programa Arborizarte. Y lo que puedo percibir hasta el momento es que quizá el problema no sea ni que lo hayan censurado, porque de hecho si es censura, ni que las políticas del evento ‘atenten’ contra la actividad artística, entre otros ‘líos’ puestos en evidencia, pues problematizar esos dos puntos sí son en cierta forma armar una tormenta en un vaso de agua, como asegura el maestro Caro.
Lo que sí me parece preocupante y difícil de entender, es cómo los artistas pudieron participar bajo esas condiciones en tal evento. Si vemos con un poco de distancia, se puede inferir sin dificultad que fueron llamados a hacer las veces de decoradores y lo hicieron de
manera muy juiciosa(recordar la reflexión planteada por el proyecto de Margarita Jimenez para dicho evento). ¿Es ese el papel del artista hoy?, ¿es ese el espacio para el arte?, ¿cuál es el propósito del arte?
Siento que se confunde, a pesar de todo el arte producido en los últimos 50 años, lo artístico con el arte, entendiéndose como artístico las instituciones, como Museos, galerias, incluso
curadores, mercado, difusión,etc. y el problema del arte es pues, TODA acción-reflexión que permita devolver al campo de la conciencia cualquier actividad humana.
En otras palabras lo artístico es lo fijo, lo formal, lo instituido y reglamentado, la historia oficial y el arte es capaz de materializar, por el contrario, los flujos continuos, simultaneos y
desiguales entres esas materialidades y las personas que conforman el conglomerado social alrededor de esas instituciones y que escapan obviamente de eso que se ha dado en llamar
opinión pública.
Por lo tanto es entendible el desencuentro entre este tipo de eventos institucionales y las necesidades reales y sentidas de la estructura cultural, en este caso en cabeza de los artistas, y de cierta situación social, conformada esta vez por viudas e hijos de policias, solo aparentemente.
Lo que no es entendible es que los artistas se presten para esto de una manera tan dócil, y no quisiera creer que ingenua, enviando un doble mensaje, con un costo muy alto sin duda, pues algunos de ellos, además de artistas son docentes en las distintas facultades, por lo
menos de Bogotá por un lado, y por el otro, ponen en entredicho los logros y alcances de la práctica artística contemporánea, esto entre otras muchas cosas.
Así, ni siquiera es pensable que se hace arte y se participa en eventos por una búsqueda de ‘popularidad’ como lo asegura Salazar, si esa es la búsqueda, la actividad escogida no es la mejor. Si es por llamar la atención del establecimiento cultural, de los distintos ordenes sociales y de redireccionar las políticas de este tipo de eventos en el país, participar de ellos, creo que no es la mejor manera, o hacerlo de la forma como en general se hizo, no sobra
recordar que el arte no es un servicio y que la práctica de este no salvará al mundo, ni a los niños pobres del planeta, ni a los ancianos desvalidos, ni a los desplazados por la violencia, !no somos reinas de belleza¡ Pero su práctica ética, si puede llamar la atención o dirigir la mirada de cualquier habitante común del mundo, sobre sí mismo y sobre lo que lo rodea, de una manera más cercana a él, más cálida, más amable, más reflexiva y sobre todo pertinente.
Felices Fiestas.
FERNANDO ESCOBAR
Artista
Artículo anexo sobre Equus arte (2007)
Esta exposición en la calle itinera por toda la ciudad hasta que es subastada. Foto: Gerardo Chaves / Cambio
acus-arte
¿QUIÉN TIENE el valor de negarse a colaborar con una obra de caridad? Por lo visto, pocos. Las críticas a Arborizarte, Animarte y Equusarte, circulan en diferentes medios privados, y tímidamente se han ido filtrando en “los tomates” de El Tiempo y los espacios virtuales de discusión (blogs) de este diario y de Esfera pública. Son también pocos los que se atreven a cuestionar la calidad artística de estos “originales en serie”, justamente porque no pretenden condenar por esta vía una causa noble. Personalmente, creo que muy pocas de las propuestas resisten un análisis. Para los artistas jóvenes y consagrados, intervenir el modelo -sea árbol, mariposa o caballo- fue un reto y de allí proviene su resultado. La mayoría de ellos no son escultores ni trabajan en proyectos tridimensionales, por lo que normalmente tienden a solucionar la figura de manera bidimensional. Algunos optan por trasladar su ya reconocido “estilo” al molde que les presenten, como se puede ver en las obras de Manuel Hernández y Omar Rayo en las obras de Arborizarte.
El arte como sufijo en Arborizarte, Animarte y Equusarte lleva a plantear una pregunta que surgió a mediados del siglo XX y que nadie ha podido contestar: ¿Es arte todo lo que hacen los artistas?
Equusarte resultó un reto aún mayor, pues esta vez el material no era lámina de hierro, que muchos artistas cortaron, doblaron o moldearon en las dos primeras ediciones, y que además eran figuras más esquemáticas y por ello más transformables. Esta vez la figura tridimensional realista de un caballo hecho en fibra de vidrio resultó -como se puede ver en los resultados- prácticamente inmodificable. Con pocas excepciones, los 74 caballos fueron pintados y algunos artistas les adicionaron objetos o materiales. La vista general es un colorido y rechinante conjunto que, según anuncian en el plegable promocional, “llena de alegría nuestra ciudad”.
Yo no estoy tan contenta. Me preocupan muchas cosas cuando veo los caballos en el espacio público bogotano. Realmente trato de no pensar en “las familias de los policías muertos en servicio activo” para no alterar mi objetividad sobre lo que creo mi ineludible deber, que es el de analizar los resultados de este programa como parte de mi investigación sobre la historia de los procesos de intervenciones artísticas en Bogotá y la influencia de éstos en los espectadores contemporáneos a las obras, y la que pervive al pasar los años.
Por eso es inquietante la declaración de la directora de la Fundación Corazón Verde, quien no se limita a justificar su programa como una obra de caridad, sino que insiste en que está haciendo una labor educativa: “Muchas veces el arte no es tan accesible. Al sacar el arte al espacio público, estamos generando cultura y educando a la ciudadanía. El arte colombiano necesita espacios para mostrar a sus artistas”. ¿Es la labor de una institución de caridad apoyar las artes en Colombia? Sinceramente creo que no y que no le está aportando mucho. Para ello, el Distrito cuenta con una dirección de artes en la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, que tiene unos programas encaminados a promover las acciones concernientes a este campo.
No se trata de pontificar sobre lo que es arte y lo que no lo es, se trata de que se ha tomado a la ligera la responsabilidad de intervenir la ciudad con obras permanentes. La memoria de la ciudad está mediada justamente por la apropiación de los habitantes a la misma, y parte esencial de ella son sus monumentos e intervenciones artísticas: desde la pila de agua de la Plaza Mayor con la figura de San Juan Bautista -en lenguaje popular el “Mono de la pila”-, pasando por los monumentos conmemorativos decimonónicos (o derivados de éstos), que no sólo permiten hacer un análisis iconográfico de los personajes representados sino que revelan el pensamiento de la sociedad que los produce, hasta las tres últimas décadas del siglo XX en que Bogotá empezó a poblarse de esculturas modernas, la mayoría de carácter abstracto y no conmemorativo, las cuales no buscan cumplir una función específica y hacen parte de proyectos artísticos.
La situación actual es más compleja, pues hay una evidente contradicción entre las intervenciones efímeras de los artistas contemporáneos -como las de Doris Salcedo en el Palacio de Justicia en el 2002 y más recientemente, sobre toda la superficie de la Plaza de Bolívar con 25.000 velas como una protesta y una acción de memoria del asesinato de los 11 diputados de Cali-, quienes han optado por ser más respetuosos con el espacio de la ciudad precisamente para ser democráticos y para no imponer ninguna estética; y las propuestas de Corazón Verde, cuyo sentido sólo puede explicarse verbalmente, que pueden leerse más como la “privatización creciente del espacio público”, como lo plantea el artista Jaime Iregui en su artículo Invasión escultórica (ver artículo enhttp://museofueradelugar.org/pensarelmuseo/), y que a largo plazo dejarán en evidencia su falta de sentido e integración con la ciudad.
El punto central y más complejo de las intervenciones artísticas en espacios urbanos reside justamente en el carácter público del espacio de la ciudad. Lo que quiere decir que para intervenirla, el artista debe considerar atentamente el entorno y la interacción entre su creación -sea objeto, pintura o acción- con elementos como vías, andenes, señales de tránsito y demás mobiliario urbano. También debe considerar aspectos como el color, la iluminación y la relación de escala entre la obra y el lugar que va a intervenir. Aparte de estos aspectos que son puramente formales, las intervenciones de todas las épocas cobran sentido en la medida en que se relacionan histórica, formal y/o conceptualmente con el espacio en que son instaladas. Estos parámetros son útiles para analizar las obras en la ciudad y, por supuesto, no sólo cuestionan las intervenciones de Arboriz-anim-equus arte. Muchas de las obras instaladas en Bogotá no fueron pensadas para el espacio en donde están, por ello no se integran a la ciudad y muchas veces son blanco del vandalismo. Sin mencionar los aspectos de iluminación y conservación de los que carece la mayoría de cerca de 700 obras con que cuenta esta ciudad (aún no se ha logrado consolidar un inventario). La preocupación, de nuevo, es que el exitoso programa completa este año tres ediciones, de las cuales han salido un número aún no determinado de obras de carácter permanente -o susceptibles de serlo- en el espacio urbano bogotano, debido a que los compradores tienen la opción de donar las obras a la ciudad.
En conclusión, confieso que me es indiferente si la Fundación Corazón Verde y otras tantas se sirven del arte y de los artistas para conseguir fondos para sus causas. Tampoco me interesa juzgar a los artistas por aceptar o rechazar la invitación. Si los empresarios las compran para colaborar con la causa o para ser eximidos de impuestos, tampoco es el motivo de esta reflexión. Lo que se cuestiona aquí es la forma como se está interviniendo el espacio público bogotano, pues sobre éste, todos tenemos derecho a opinar, tenemos derecho a decir si queremos ver los caballos de tiovivo por la ciudad o no, así como tenemos derecho a exigirle al Distrito que haga cumplir el decreto 028 de 2002 dado por la Alcaldía Mayor de Bogotá, por el cual se crea el Comité Distrital del Espacio Público y se determinan sus funciones. (ver decreto completo en recursos relacionados). Además, el Distrito debe reconocer que no ha podido conservar en condiciones dignas las obras que hasta hoy se han instalado en espacio público bogotano y lo más lógico sería no permitir que se instalen más, para evitar la pena de verlas semidestruidas y abandonadas dentro de algunos años.
73 artistas colombianos participaron en esta edición. Los caballos serán subastados en Christie’s.
POR CAROLINA VANEGAS CARRASCO
Artista plástica. Investigadora de arte en el espacio público
OPINIONES ENCONTRADAS
JUAN GALLO
Galería AlCuadrado, Arte Actual.
“No es la manera más apropiada de relacionar una obra de arte con el espacio público; compromete la integridad de la obra, además de limitar al artista a trabajar sobre un formato predeterminado. Están improvisando sobre lo que es una obra de arte. Hay mejores maneras de hacer una subasta”.
JORGE HUMBERTO SÁNCHEZ
Taxista.
“Me parecen espectaculares, alegran la ciudad y cuando paso en frente y estoy en medio de un trancón, me encanta quedarme mirándolos. Se nota que tienen mucho trabajo encima y que son muy difíciles de hacer”.
NICOLÁS CÁRDENAS
Artista cuyo caballo parece un dulce y que tiene como fin divertir a los niños.
“Criticar el proyecto como una exposición es un error. Su idea es acercar a la gente al arte y ayudar a un grupo de personas en particular. Si a la ciudad no le gusta, podría haber un problema, sin embargo la sociedad está feliz; los que se quejan son los críticos”.
publicado en Cambio