A la deriva

Recorrido con Antonio Caro por el Parque de la Independencia, la Galería Usted, el Museo de Arte Moderno y la Galería Santa Fe. El punto de partida es el lugar donde hace cien años se levantaba el Pabellón de la Artes, construido para conmemorar el centenario de la independencia. Luego, seguimos hacia el Planetario, donde Antonio Caro rememora la época cuando funcionaba allí el Museo de Arte Moderno.

Desde su fundación el Parque de Independencia representó para la ciudad el ideal de modernidad y progreso. Además de estar rodeado de iconos de Bogotá como el Centro Internacional, la Torre Colpatria, las Torres del Parque, la Santamaría, los puentes de la 26 y el Planetario, allí han tenido su lugar varios espacios de exposición que igualmente han girado en torno a la ideología de lo moderno y lo contemporáneo.

Iniciamos una serie de derivas y conversaciones en torno a uno de los debates que actualmente atraviesan el Parque de la Independencia y que han puesto a pensar a un sector del medio del arte sobre lo que podría suceder una vez salga del Planetario la Galería Santa Fe.

Este primer recorrido lo hacemos con Antonio Caro y Johanna Roa. El punto de partida es el lugar donde hace cien años se levantaba el Pabellón de la Artes, construido para conmemorar el centenario de la independencia. Luego, seguimos hacia el Planetario, donde Antonio Caro rememora la época cuando funcionaba allí el Museo de Arte Moderno.

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A la deriva: del Pabellón al Planetario
[audio:https://esferapublica.org/aladeriva.mp3]

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* directora de Calco

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Las estructuras hechizo del arte colombiano

Jaime Iregui introduce en el pensamiento local una imagen interesante que nos sirve para comprender el arte del siglo XX en Colombia. Los administradores de lo bello introducen soluciones temporales para entretener a sus ciudadanos y lisonjear a los artistas. Son  estructuras que aparentan constituir lo más avanzado del momento, pero se desploman a los diez años, después del jolgorio, todo por imprevisión administrativa. Esta negligencia queda impune, y, muchas veces es premiada con pensiones onerosas para los bogotanos.

La Galería Santa Fe es la última estructura en caer. “Simulaba ser de metal pero era de madera” dice Iregui  del Pabellón de las Artes. Esta imagen  representa lo que ha sido ese hechizo en que se convirtió la estructura que permitió visualizar el arte colombiano durante todo el siglo XX. El Pabellón de las Artes sólo fue una solución “temporal”,  un hechizo para embelesar  incautos. Pabellones de las Artes hemos tenido desde entonces: subterfugios para halagar a las señoras de alta sociedad, –para inhibir el pensamiento. Las soluciones “temporales” que las autoridades administrativas han tramado para confabularse en contra del pensamiento de los artistas, se han desplomado a corto plazo porque, en palabras de Antonio Caro, nos volvimos adictos  a “llorar como mujeres lo que no podemos defender como hombres”.

Antonio Caro habla con perspicacia respecto a la responsabilidad política que debe asumir la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, administración que se dedicó a repartir su torta burocrática y no se preocupó por asegurarles a los artistas una estructura no-hechiza para pensar las artes plásticas y visuales de Bogotá. La Fundación no sólo no responde, sino que aún determina las políticas del Idartes y disfruta de una pensión bastante cómoda. La malicia indígena que nos acompaña intuye que en Bogotá ya no tenemos una sola  gerencia de artes. Milagrosamente, del cubilete de la Gilberto Alzate surgieron  DOS GERENCIAS, y todo financiado con dineros de los bogotanos y las bogotanas. ¿Alguien ha preguntado a este respecto? ¿Es verdad que hubo cambios para darle mayor transparencia a la inversión del Estado en el talento de los bogotanos?  Muchos creen que siguen los despilfarros, porque, para desgracia nuestra, nuestro Estado está diseñado para acatar las leyes pero para no obedecerlas.

¿Qué tienen que decirle los candidatos a las/los artistas bogotanos en esta coyuntura política por la que atraviesa nuestra ciudad? Nada. Nada, porque nadie pregunta, ni está interesado en que cambien las políticas aristocráticas para las artes de Bogotá. Son muchos los que juegan felizmente en sus carruseles. Lo cierto es que nuestra subciudadanía no tiene voz aunque tenga voto, lo cual es igual a nada. Todos gozamos en silencio ver caer la  única estructura no-hechiza con que contaba el arte colombiano. A diferencia de los hechizos emancipatorios del arte, los hechizos de la  burocracia bogotana son venales. Las soluciones “temporales” sólo benefician a la burocracia estética.

¿Alguien sabe cómo contactarnos con Gustavo Petro o algún otro/a candidato?