Sobre la exposición Bodies un señor garrapateó en Facebook: “debería haber cuerpos de otras razas, los asiáticos son muy pequeños, uno tiene la sensación de que son falsos.” Su inquietud fue menor que la de varios estadounidenses: a ellos los cadáveres, en vez de “falsos”, les parecieron humanos, macabros y sospechosos.
Roy Glover, director médico de la empresa Premier Exhibitions, creadora de Bodies, ha dicho: “Todos los cuerpos de esta exhibición fueron donados, y las personas aceptaron antes de morir ser usados con propósitos educativos”. El libreto usado por el médico y Premier para sortear la polémica y vender Bodies fue de poca ayuda ante la ley de Estados Unidos. En 2008 el Procurador de Nueva York, presionado por la comunidad asiática y por la prensa, abrió una investigación y concluyó: “La sombría realidad es que Premier Exhibitions se ha lucrado de exhibir los restos de individuos que pueden haber sido torturados y ejecutados en China.”
Felipe Santos, empresario que trajo Bodies a Colombia, ha guardado un astuto silencio. Y le han salido bien las cosas: las inquietudes que despiertan sus “falsos positivos made in China” han sido discretas. La explicación a esta omisión ignorante y cómplice tal vez está en la amplitud de la pauta publicitaria de Bodies en la prensa: sólo para Medellín fueron más de 600 millones de pesos. Y ni hablar del lucro para Premier: más de un millón de dólares por parada, y para Santos, más de 300 millones de pesos sólo por la primera semana de Bodies en Bogotá…
“Si a la exposición va tanta gente es porque es buena”, me dijo un pragmático. Tan buena será que ahora se exhibe como arte en Cali en el Museo de Arte Moderno La Tertulia, un espacio en bancarrota al que un año atrás le cortaron la luz, un museo que prefiere convertirse en un mausoleo tapado de billetes.
En cambio, la exposición que se tenía que ver, y en legión, fue Habeas Corpus, curada por José Alejandro Restrepo y Jaime Borja, en el Museo del Banco de la República en Bogotá, una sesuda y sensual muestra sobre el cuerpo que tenía lo que le faltó a Bodies: espíritu, alma. Habeas Corpus: Que tengas (un) cuerpo {para exponer} era un recorrido por las fuerzas poderosas y sutiles que atraviesan la gramática de la carne, desde el desmembramiento voluptuoso –y culposo– que glorifica el arte religioso hasta una amplia disección de obras y objetos surgidas de corrientes profundas de esperanza, desesperación, júbilo, pánico o resignación. Mientras Bodies se reduce a una necrofilia light disfrazada de tour pedagógico, Habeas Corpus era liberadora: el ojo era arrastrado hacia la intangible orgía de símbolos vivos que condensan y potencian esa misteriosa conjunción de carne, huesos, sangre.
¿Cómo explicarle este tipo de éxito al clientelista que en la Alcaldía de Bogotá reservó 500.000 boletas de Bodies para los alelados escolares capitalinos? Con razón P.T. Barnum, el mercachifle circense del siglo XIX, al referirse al público decía: “Cada segundo nace un idiota”.
(publicado en Revista Arcadia #58)