curando las regiones

A Juan Maturana Asprilla le encantan los concursos de arte. La tarde en que Ninoska Salamandra, una de las curadoras de “La minería desde las entrañas de la tierra negra”, del Salón Regional de Artistas Zona Pacífico, lo llamó para pedirle que hiciera una pintura sobre la minería en el Chocó para exhibirla en el Salón y le anunció que “de pronto había un concurso”, Juan no lo pensó ni un segundo: “Uno siempre está esperando una oportunidad”, dice desde su casa en Quibdó.

El teléfono con la petición sonó cuando Juan estaba haciendo los disfraces que la gente de su barrio, el Alameda Reyes, luce durante las fiestas de San Pacho. Este oficio le ha dado reconocimiento en su pueblo y con él ha ganado tres concursos por el mejor diseño. Juan, egresado de la Universidad Tecnológica del Chocó, participa por primera vez en un Salón Regional de Artistas.

Una noche de luna llena, Juan salió a pescar bocachicos en el río Atrato con vara, nailon y carnada. De repente vio a una mujer de pelo largo, vestido hasta los pies y sombrero, que despertó su atención: “Ella no estaba allí por el bocachico, sino por el oro”. En una noche, Juan pintó Minera nocturna, la obra que también se exhibe en la Biblioteca Nacional, en Bogotá, durante el 40 Salón Nacional de Artistas.

Juan no tiene claro qué significa una curaduría, no conoce el plan que tiene el Ministerio para que las regiones expresen su propia voz por medio de investigaciones de campo realizadas por curadores locales; sólo sabe que algo importante está pasando con su obra. La mandó a Cali para que integrara el Salón Regional Pacífico y, contrario a lo que les ocurrió a otros artistas, la pintura nunca regresó a Quibdo, sino a Bogotá. El 4 de abril pasado, Juan recibió una carta firmada por Clarisa Ruiz, directora de Artes del Ministerio de Cultura, en la que le decía: “(…) manifestamos nuestro interés de utilizar su obra Minera nocturna 2005 como la imagen oficial del 40 Salón Nacional de Artistas 2006”.

Ése ha sido un triunfo tanto para Juan como para el grupo de curadores de la Universidad Tecnológica del Chocó. Y es grande la alegría que este caso particular genera, pues es la primera vez que el departamento del Chocó tiene representación en el Salón Nacional: Juan no es el único artista que han incluido; son veintiún creadores.

La urgencia en la formación artística en ciertas zonas del país es una de las prioridades del Salón Nacional de Artistas, que se propone ser más coherente con las prácticas artísticas contemporáneas, estimular la investigación, dejar que las regiones se representen a sí mismas y concentrar su apoyo en algo más que la creación de obras artísticas (gestión, apropiación, circulación).

El modelo en el que se basa el Salón es el de las curadurías, que son investigaciones sobre una problemática concreta regional, que adquieren vida mediante la creación o selección de piezas y del diálogo que se crea entre ellas. La convocatoria se echó a andar el 11 de marzo del año pasado y se cerró un mes después, con plena conciencia de las deficiencias en formación y experiencia en las regiones. “Estas curadurías son aún incipientes”, dice Javier Gil, actual asesor de Artes Visuales del Ministerio.

Hay quienes desde ya resaltan la modalidad de curadurías del presente Salón. “Creo que ya se han dejado sentir los efectos positivos, por lo menos en algunas regiones, de esta sutil pero significativa transformación de convocar a equipos de curaduría y no a artistas”, dice Jaime Cerón, gerente de Artes Plásticas del Instituto Distrital de Cultura y Turismo.

Once curadurías conforman el Salón Nacional, dos por cada región, que tienen entre sus mayores aportes el trabajo de campo de los curadores. El colectivo caleño Helena Producciones, por ejemplo, viajó tres meses por Chocó, Cauca y Valle y visitó casas de cultura locales, talleres de artistas, radios comunitarias, televisiones locales, sedes políticas, museos de historia y hasta cafés para encontrar a los artistas de la región pacífica.

Este modelo había sido propuesto por la anterior asesora de Artes Visuales del Ministerio, Belén Sáez de Ibarra, pero la idea era que se desarrollara paulatinamente por medio de un programa de formación a diez años. Sáez de Ibarra dice que esta actitud del Ministerio es “cortoplacista, no incentiva la investigación y delega a las regiones toda la responsabilidad de hacer un salón con quince millones de pesos”. Artistas como Lucas Ospina y Jaime Iregui han manifestado su preocupación por la actitud, que ellos llaman “borrón y cuenta nueva”, de la actual Dirección de Artes del Ministerio. “El Salón es un esfuerzo que requiere como mínimo cuatro años para hacer un diagnóstico y revisar sus políticas, pero los funcionarios de Artes Visuales se van cada dos años y esos procesos nunca se pueden cerrar”, dice Iregui, participante del Salón Nacional de Artistas de la Región Centro.

as críticas hacen referencia también a los pocos recursos destinados para las curadurías: “Ese dinero fue insuficiente. Nos tocó articular esfuerzos con otras instituciones para conseguirlo, algo que también fue positivo”, dice Eduardo Hernández, de Borde Caribe; también se refieren a la necesidad de definir las funciones puntuales del curador: “No era claro si el curador era también productor, museógrafo o montajista”, dice el artista Lucas Ospina; y, finalmente, a que aún persiste la idea centralista de hacer un gran Salón Nacional en Bogotá.

Por lo pronto, el Salón Nacional ya está aquí, en escenarios tan variados como el Teatro Colón, el Archivo General de la Nación y el Museo Iglesia de Santa Clara. El debate debe concentrarse en las obras, como dice la curadora Natalia Gutiérrez. Ya es tiempo de empezar.

Paola Villamarín
publicado originalmente en Arcadia