Más de diez artistas , críticos y curadores responden semanalmente un único cuestionario sbre arte, política y vida. Hoy, Francesca Bellini le hace estas preguntas a Jorge Peñuela, profesor de la facultad de artes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas e investigador de arte.
¿Para qué sirve el arte?
Muchas de las preguntas que inquietaron al arte moderno ya no son interesantes para el pensamiento artístico contemporáneo. Por ejemplo, que si el arte es conocimiento o no, es un asunto que hoy no tiene relevancia práctica ni académica, pues ya no veneramos el conocimiento científico como lo hicimos en el pasado reciente. El conocimiento ya no es el paradigma de referencia de las ciencias sociales y las artes, así nos refrieguen de manera permanente que la universidad debe producir conocimiento. La preocupación por la utilidad del arte dio fundamento a la Modernidad y es un asunto que el artista contemporáneo esquiva, pues prefiere hablar plásticamente de víctimas, de crueldad, en lugar de especular sobre la verdad. El artista sabe que explicar la utilidad del arte lo saca de su ámbito de problemas: comprender su actualidad, que es la de toda una época.
¿El arte y la política deberían mezclarse?
Todo pensamiento artístico es político porque es una comprensión e intelección de su época. Toda comprensión perspicaz de la realidad conduce a una crítica, plantea una reconfiguración de todo lo sabido y aceptado hasta entonces. Por lo tanto genera todo tipo de controversias, en este sentido es política, pues inaugura maneras alternas para comprender, reconfigurar y habitar la realidad. La política es eso: determinar las condiciones para habitar la realidad social y el lugar de las personas en ella.
¿Ha llegado la hora en que los políticos sean reemplazados por los artistas?
Sería más interesante plantear que los políticos pueden dinamizar mucho más las libertades sobre las cuales se construyen las sociedades contemporáneas, si comprenden a fondo cómo opera el pensamiento artístico contemporáneo, si amplían su conciencia de cultura y emulan su rechazo permanente de todas las formas de crueldad y de injusticia. Comprender que somos seres sumamente frágiles que sólo podemos ser fortalecidos y salvados de nuestras indigencias por la cultura, les ayudaría a rescatar sentimientos morales fundamentales: la solidaridad y la vergüenza, por ejemplo. La solidaridad en Colombia se práctica un día anualmente y es una solidaridad económica, con el capital, con el espectáculo. Y la vergüenza, ¡ay!, hoy ya nadie siente vergüenza por nada. Los artistas contemporáneos quieren rescatar este entramado de emociones perdidas, lo cual debería ser emulado por los políticos. El arte como apertura de horizontes alternos para la cultura y la práctica de las libertades modernas resalta nuestra fragilidad. Si los políticos llegan a comprender las emociones que desde siempre los artistas han elaborado en sus conjuntos de metáforas, tendremos sociedades menos crueles.
¿Cree usted que el arte es una forma válida de activismo?
Si toda manifestación de arte avanzado es política, el activismo es una forma de arte válida, aunque redundante. El pensamiento artístico contemporáneo se caracteriza por suprimir lo innecesario, lo que no tiene función, lo superfluo y lo redundante para la cultura y las formas artísticas porque comunica poco. El arte como activismo es literalidad, se entrega a causas sin dudas nobles, pero con un alto costo para los lenguajes artísticos. El activismo es redundancia simbólica, agobia y hastía a muy corto plazo, lo cual es grave para los fines que sus causas promueven. El activismo es incapaz de afectar profunda y permanentemente a los ciudadanos como quieren los artistas contemporáneos; aunque emplea estrategias comunicativas adecuadas a la cotidianidad de las grandes masas, sencillas en su estructura formal, por ello mismo, pronto pierden su atractivo para el pensamiento. El arte no superfluo es metafórico.
¿Debe haber ética en el arte?
El pensamiento artístico es un horizonte de libertad que ha permitido construir diferentes modelos de humanidad. Cuando los hombres y las mujeres decidieron enterrar a sus muertos mediante la instauración de un ritual, los artistas y los poetas proporcionaron los medios para que esta idea fuera posible. El arte hace posible la ética, por lo tanto, fundamenta la sociedad. Afirmamos que el arte es político porque pretende reconfigurar lo dado, lo sabido; decimos que es ético porque establece solidaridades que amplían nuestras libertades. Hasta en las formas extremas, lo que llamamos Formalismo, podemos apreciar una ética, una meditación sobre ese lugar, que alberga a hombres y mujeres, creado por las artes; allí ellos se guarecen de las tormentas de crueldad que desde siempre los han azotado y han amenazado con destruirles. La ética surge con las mismas conformaciones artísticas, los lugares que erige el arte, así tardemos en darnos cuenta de ello.
¿Qué no es ético en el arte?
Traicionar el campo del arte. Éste se ha erigido entretejiendo una red moral para que el hombre y la mujer habiten. Con frecuencia algunos artistas traicionan a la humanidad cuando se lucran estética o económicamente de un acto de crueldad o de injusticia, lo cual es muy frecuente en los artistas contemporáneos más limitados en ideas. Lo paradójico es que éstos últimos son los más exitosos, comercialmente hablando, pero más temprano que tarde se evidenciarán las limitaciones de estos artistas. No obstante, paradójicamente, la traición en los artistas sobresalientes suele inaugurar modelos de humanidad no sólo menos crueles sino más libres. En conclusión, traicionar es un vicio en los artistas mediocres pero una virtud en los artistas sobresalientes.
¿El arte es una forma de lucha?
Es una forma de lucha en el sentido de apertura de horizontes de libertad; es una manera de introducir metáforas inéditas para reconfigurar los léxicos que nos permiten comprender la realidad en mayor libertad. Las luchas del pensamiento artístico se dan dentro del lenguaje, con las ideas que surgen de sus mil y una metáforas que colonizan el mundo pleno de literalidades y crueldades, aplanado por el sentido común.
¿Se considera un artista político o un artista crítico?
Ni artista, ni político. Los creadores críticos contemporáneos tienen todo tipo de reservas respecto a estas dos denominaciones. Todo lo que hago lo concibo como creación crítica, como la esperanza de que llegará el día en que los hombres y las mujeres aprenderemos a relacionarnos sin injuriarnos, sin agredirnos, sin negar o avergonzarnos de nuestra condición de creadores, de posibilitadores de solidaridades positivas mediante una reflexión sobre las formas artísticas proyectadas socialmente. Sabemos que la solidaridad que impera hoy en el mundo es una solidaridad negativa de agredisión al otro. La mayoría de las veces somos convocados para exterminar al otro.
¿Para qué hace su obra?
Obra es otra denominación del léxico moderno que queremos esquivar, tanto en la producción como en la crítica de arte. El creador contemporáneo hace muchas cosas que dentro de este léxico no son estrictamente obra plástica: escribe, realiza crítica de arte y curadurías, hace gestión y forma aprendices en las escuelas y en las universidades. Lo que hago con mayor frecuencia es escribir e interactuar con estudiantes para tener la posibilidad de repensarme, justificarme, pero sobre todo para perdonarme todos mis errores, para encontrar un camino que me conduzca a reencontrarme con todos aquellos que he ofendido o perdido por mis excesos, por mi soberbia y mi crueldad.
¿Para quién hace su obra?
Para todas y todos aquellos que he ofendido y que ya nunca podrán perdonarme; para todos los que he perdido y que quizá se entristezcan con mi recuerdo porque tampoco tendrán la oportunidad de perdonarme. Si toda creación es un acto de esperanza y de libertad, y si lo que pienso fuera considerado como obra, éste sería un ser tan generoso como todos aquellos que perdí, mujeres y hombres sin miedo a abrirse a otras formas de pertenecer ni a escuchar razones de ser que quizá no compartan. Aquellos que perdí me ayudaron a comprender que la libertad es el reconocimiento de nuestras limitaciones, de nuestra fragilidad. Lo que hago es un acto de agradecimiento a esas personas.
¿A qué artistas admira?
Por su generosidad y sinceridad, a María Teresa Hincapié y a Van Gogh. Comprenderlos es comprender la libertad como limitación, como rigor consigo mismo para evitar ser crueles con los demás. La libertad es límite, es moderación. Nunca exceso.
¿A quién censuraría si pudiera?
A quien promueva la crueldad o una solidaridad negativa.
¿Qué le molesta del mundo en el que vivimos?
No creo que tengamos mundo, el mundo surge con la posibilidad auténtica de relacionarnos unos con otros. Esto cada día es más difícil. Las relaciones del hombre y la mujer contemporáneos son muy superficiales como las que se realizan en FaceBook. Más que molestarme, me entristece la soledad de mis contemporáneos, su ausencia, su vacío de mundo, su vocación de inhumanidad, su ceguera ante la crueldad. Fue por esto que Hannah Arendt nos dijo en Los Orígenes del Totalitarismo, que la soledad destruye a la humanidad en su conjunto.
¿Tenemos esperanzas de salir del atolladero?
Sí, con el pensamiento creativo y solidario, el que recupera el entramado fundamental de emociones que conforma el experimento humano, el que incentivamos en las Escuelas de Arte Contemporáneo.
2 comentarios
Muy aparte del emisor de las palabras, lo importante es el mensaje. Concuerdo con la libertad como limite, por que esto implica respeto y un principio de autodeterminacion. La cuestion del arte y la politica si que es un tema espinoso, por que la politica esta vista como un ente apocaliptico, mas quitándole toda la maleza, algo ha de tener que ver lo uno con lo otro, aunque no lo veo tanto por el lado de la popularidad y del artista estrella, que es lo que tanto abunda ahora.
Jorge Peñuela, al evocar aquellos artistas capables de atraer a sus escenarios multitudes tan sólo por la destrucción propia de la cordura y la integridad física ajena. Invitan a la reflexión sobre los recursos con los que cuenta el creador de dicha «obra», no sólo desde el ámbito económico y social, sino personal, político y moral. Puesto que al intervenir con violencia sobre el auditorio, o en silencio sin fondo alguno, sin trascendencia o experiencia vívida; estaría transformando los recursos inmediatos como aquellos críticos irracionales o mediocres que al arte, no ven como la sublimación del ser humano, sino como un recurso más de la morbosa fugacidad de la época actual. Un merchandising más.
Por esto concuerdo en que estos artistas, no deberían contemporáneamente hablando, ser llamados como tal. Ya que, en su saber no trasciende más allá de una citación vaga de obras cuya funcionalidad cabría bien dentro de la definición de sombra expuesta por Giorgio Agamben.
Sino más bien adecuar su existencia como creadores desde la perduración de una estética más inteliglible, más humana; capaz de ser diseminada por los ojos ávidos del espectador aún lejos del escenario en que el artista monta su expresión. Por que más allá de esto, es el artista que le añade color y matiz a la vida del político, del indigente, del perro y del girasol.
Sin ellos el sueño y la privación, serían otra cosa fuera de la sociedad establecida. Lejos del orden catastrófico en el que se nos sumerge sin nombrarle.