Carmen María Jaramillo, curadora independiente:
Mi percepción es que no hay el optimismo desmesurado de comienzos de los noventa. Se ha disminuido el volumen de trabajo, pero no la actividad. Los artistas siguen investigando, exponiendo y generando ideas a partir de pautas netamente personales, en una búsqueda más honesta y con menos presión comercial, debido seguramente a la crisis del mercado y al cierre de las galerías.
Sin embargo, los espacios del arte se están replanteando: se han abierto espacios donde los artistas pueden presentar proyectos respondiendo a necesidades específicas y en los que realizan propuestas de acuerdo a reglas propias de la obra y no necesariamente a parámetros institucionales.
José Ignacio Roca, B.L.A.A.:
El medio artístico colombiano presenta una paradoja (eso no lo digo solamente yo, lo he hablado muchísimo con curadores externos que nos han visitado recientemente como Carlos Basualdo y Madeleine Grynsztejin) y es que a pesar de que hay en el país muy pocos museos, centros de arte contemporáneo, historiadores, curadores y aún menos críticos que merezcan ese nombre, pocas revistas especializadas y poquísimas galerías, de todas maneras hay un medio artístico sólido y artistas con un elevado nivel de calidad y de complejidad de discurso que están claramente al tanto de las discusiones del arte contemporáneo.
Andrés Zambrano, editor cultural de El Tiempo:
La presencia de variados proyectos individuales, que surgen por la simple necesidad de crear y que no dependen necesariamente del asistencialismo estatal me parece un ruptura importante en el plano creativo. La calidad de sus propuestas está siendo validada por su competitividad en el exterior, donde ya no prima la mirada de lo exótico.
El punto débil está en la parte de gestión, no existen los suficientes mediadores que permitan crear las condiciones para que los proyectos culturales salgan adelante y se autofinancien. La cultura como bien de consumo suele pensarse como una herejía. Es necesario fortalecer el aspecto de la gestión para fortalecer los discursos locales y hacerlos competitivos en un mundo cada día más globalizado.
Alejandro Mancera, estudiante de arte:
Mi campo de visión -sobre el medio artístico nacional- estáá limitado y a la vez potenciado por mi situación actual como estudiante de una institución académica (la universidad) en la que es bastante posible que los estudiantes nos estemoseducando como en un invernadero, es decir en un ambiente controlado, que no nos limita, pero si nos aleja del afuera, de preocuparnos por una verdadera conexión con el mundo y con nuestra realidad nacional.
Este «efecto invernadero» resulta paradójico cuando nos damos cuenta, que la situación del arte colombiano no es muy distinta a la de las riquezas que tiene nuestro país en términos ambientales, variedad de climas y pisos térmicos, ecosistemas, fuentes inagotables de agua y tierras de cultivo, pero todo esto sin políticas de aprovechamiento y conservación que posibiliten la autogestión y así la aparición de una producción cultural coherente con lo que somos.
Creo que podemos comenzar por cambiar los fertilizantes por un poco de abono natural, que tanto abunda en nuestras sabanas, concientizarnos del potencial que tenemos y ponerlo a funcionar. Aquí en Colombia esta todo por hacer, hasta la historia del arte colombiano esta por escribirse.
Jaime Cerón, I.D.C.T.:
Me parece acéfalo, incierto. Se siente cada vez menos un objeto fundamental dentro de él. Como que no se sabe cual es el paradigma que sostiene esta actividad, o cual sería la aspiración hacia la cual todos nos dirigimos. Cada cual parece tener una inquietud distinta, un interés distinto. No hay consenso alrededor del cual se encuentren todos esos intereses para crear una comunidad real. Siento que la comunidad artística no existe. No hay planteamientos rigurosos, confrontaciones de verdad.
Hay como una pérdida de vitalidad, como si se pensara que la actividad artística es cada vez menos importante. Como si se pensara que no vale la pena llevarla a cabo y que por lo tanto no tiene importancia a nivel histórico. Esto hace que nada valga la pena para mucha gente, lo que se traduce en la ausencia de juicios que puedan crear discontinuidades en el campo artístico, que separen una cosa de otra, que muestren énfasis distintos.
Ese «todo vale» es como un totalitarismo a la inversa. Creo que es muy sano volver a tener criterios y posiciones claras que posibiliten la confrontación, ya que esto genera un reordenamiento de todos esos valores que se van aceptando pasivamente alrededor de una actividad como la artística.
Federico Guzmán, artista y gestor español residente en Bogotá:
No me muevo mucho en los circuitos convencionales. El material de mi trabajo es la vida cotidiana. En este aspecto me ha botado una corriente brutal el vivir esta ciudad a diario, su caos, su ruido, los avisos, el lenguaje, que a pesar de ser el mismo que se habla en España define aquí cosas muy diferentes, producen desplazamientos.
La gente es muy vital. Parece que hay una sensación de vivir más al día que en España. Desde mi punto de vista las cosas están todas por hacer. Su precariedad da para inventar nuevas formas de hacer, lo que permite reflexionar o tomar «atajos» para rodear las cosas que se han hecho en otros sitios. Esto es algo que hay que aprovechar. Para mí, vivir en Bogotá es toda una experiencia. Un sueño.
Adriana Sabogal, productora independiente:
Bien, creo desde mi visión como productora que el medio artístico colombiano no existe como tal, como medio, como entorno en el que los artistas puedan nutrirse unos de otros y exista una comunicación, interrelación, intercambio entre unos y otros. En un «medio» varios habitan, cohabitan, intercambian.
Existen muchos artistas, unos verdaderos, otros que se lo creen y otros que no los son ni llegarán a ser. No hay políticas ya que el estado cultural (por llamarlo de alguna manera)no existe. El arte no está dentro de nuestra educación ni dentro del cotidiano colombiano, por lo tanto es imposible que un gobierno piense en él, o siquiera contemple el destinar fondos para él.
Sinembargo algunos creemos que el arte es la forma más sublime y perfecta creada por el hombre para comunicarse con el mundo. Para decir lo que tiene que decir. Faltan escuelas, URGENTEMENTE. Me gusta su espacio de opinión.
David Conto, diseñador:
En mi modesta opinión, creo es evidente que aquí en Colombia no existe un medio artístico configurado y consolidado, si partimos del hecho que ni siquiera existe un cuerpo de políticas proactivo, prospectivo y programático para artes, por parte del gobierno – cuento viejo. Hay que reconocer que de unos años hacia acá la actividad cultural en artes ha sido ostensiblemente más prolija en cantidad, gracias a innumerables pero esporádicos y desarticulados empujes a través de concursos, festivales, eventos etc., que más allá de conformar parte de un plan cultural nacional, son empresas aisladas montadas al interior de las dependencias administrativas con el interés de, en muchos casos, simplemente cumplir con la agenda, la ejecución de presupuestos y la «buena gestión» de las cabezas. Con otras palabras, algunas veces sinceramente culturales en intención, pero la mayoría, decididamente faranduleros y publicitarios –en subsidio de la imagen corporativa de las administraciones locales– todo lo cual se ha dado en confundir por parte del ciudadano común y del ingenuo artista, con un naciente movimiento artístico.
Desde otro punto de vista, es claro que los movimientos y medios artísticos nacionales en otros países se han gestado y difundido en y desde focos geográficos definidos: las ciudades, capitales o no de nación, provincia, estado o departamento, apelando por el buen nombre de la cultura artística de todo el territorio nacional. Aquí en Colombia estos focos alcanzan a ser contados con los dedos de una mano. Se nombran Cali, Medellín y Bogotá como sedes para muchos proyectos y se escuchan las procedencias de los artistas que inevitablemente siguen migrando hacia alguno de estos tres destinos en busca de una academia apenas digna o de ese «medio» que les permita confrontar su concepción, pero poco o nada se conoce de la producción artística en Tunja, Pasto, Barranquilla, Bucaramanga, Cúcuta. En otro plano más complejo, se tendría que hablar al respecto, de la inequitativa riqueza cultural, de la insípida disposición, la diversidad social y las prioridades económicas que conforman la situación integral del país, a partir de las cuales en conjunto se hace más confuso y difícil enfocar un proyecto cultural nacional al servicio de acuerdos y prioridades sociales, acaudillado por o referenciado desde la producción artística.
Me parece oportuno hacer notar, por otro lado, que el sabor que me deja el apelativo de «medio artístico», cada vez que lo he escuchado, es la imagen de un grupo reducido de genios visionarios de la plástica vestidos de negro o de atuendos, aderezos, peinados y mochilas peculiares que se congregan periódicamente en galerías, que engullen vorazmente la difusión de la agenda cultural de la ciudad a ver a qué evento inaugural se van a agolpar, que transforman su look cada vez que hay llamado masónico a meeting en el bar o la tertulia de turno. El espaldarazo, la lambonería, la hipocresía y el lobby para presupuesto también son parte de los proyectos tanto personales como culturales pero creo que es necesario no hacerlos tan evidentes porque entonces en dónde queda la cualificación para el resto de las expresiones artísticas, las formales y las informales, las académicas y las socialmente naturales emergentes, las intelectualistas y las populares.
Por último, para cerrar esta opinión general, creo que estos espacios de opinión deben ser extensivamente utilizados, explotados y difundidos por cuanto medio sea posible para que la diversidad se haga presente en la confrontación de conceptos y podamos participar al lado de los sempiternos Alvaro Medina, Jaime Cerón, José Ignacio Roca, Gustavo Zalamea y Alberto Saldarriaga entre otras personalidades.
José Roca, B.L.A.A.:
Uno de los lugares comunes en nuestro país es el de decir «aquí está todo por hacer». Este tipo de afirmaciones vienen siempre de personas externas a los sitios en los cuales efectivamente se realizan las acciones (en cualquier campo); igual son críticos de arte que de fútbol, o de teatro. La mejor crítica es siempre la acción. Tras un periodo relativamente largo de escribir la Columna de arena como un proyecto personal dirigido a una comunidad relativamente pequeña y cerrada, decidí aceptar la oferta del periódico El Tiempo para escribir una columna de crítica, debido a dos factores precisos: de una parte, consideré que la visión que estaba dando el único crítico activo en el periódico en ese momento, Juan Camilo Sierra, era claramente sesgada (en contra de toda manifestación contemporánea y de todo lo que se realizara en el Museo de Arte Moderno de Bogotá), y que era necesario que el público tuviera otra(s) opinión(es).
La segunda fue mas poderosa: en toda conversación en el medio artístico surge el eterno «aquí no hay crítica», o «aquí nadie escribe», pero ninguno de los que repite esta retahila está dispuesto a exponer sus criterios y opiniones públicamente, porque la abulia nos mata y, como Bartleby, el personaje del cuento de Melville, preferimos no hacer las cosas para no complicarnos la vida. Desconocer el trabajo del Ministerio de Cultura (foros, conferencias, exposiciones, Salones, becas de creación, y un largo etcétera), del Instituto Distrital de Cultura y Turismo (Premio Luis Caballero, exposiciones en el Planetario, Salones en las localidades, el enorme proyecto de becas y premios del Umbral) y del Banco de la República, por citar tres de los ejemplos más visibles, es muestra de desconocimiento o de mala fe.
¿No hay acción cultural en Colombia? ¿Comparados con quien? ¿Con Francia, nuestro paradigma de siempre? ¿Con México?.Pienso que sí hay políticas, sí hay acción cultural en nuestro país -y no solamente en Bogotá sino een otras regiones-, y que hay que frenar esta percepción errónea. Las cifras de lo que hace el Distrito, solamente, o las actividades del Banco de la República en las 24 sucursales en las que tiene Area Cultural son prueba de que hay unas políticas de estado frente a la cultura. Siempre es deseable una acción más intensa, pero esta no se dará sola: el tiempo que ocupamos en «polémicas del deporte» y en discusiones de tertulia deberíamos ocuparlo en hacer. Así de sencillo. Así de difícil.
Este espacio se presenta para que esas voces que «no tienen espacio» se manifiesten. Pero también vale la pena anotar que el Internet permite que cualquiera con un computador, acceso a la red y unas cuantas direcciones pueda difundir su pensamiento. ¿Cuantos lo hacen?
Mariana Varela, artista:
En el medio artístico aparecen cada vez más artistas lo cual es muy importante, una sociedad conformada por un grupo grande de ellos, expandiendo su pensamiento, ayuda a crear otros niveles de comprensión del mundo al confrontar al espectador con estos nuevos modos de hacer arte.
Pero estos esfuerzos se pierden al no existir un examen constante y serio de cada uno de estos planteamientos, es importante un seguimiento riguroso de su desarrollo para que el público sea realmente educado dentro del proceso de replanteamiento constante del hecho artístico. Esto hace que no se desarrolle una comunidad artística coherente. Las políticas de exposición son dispersas, lo cual genera desorden. Obviamente la falta de respaldo por parte de los organismos estatales a ayudado en parte a esta dispersión, como también ha contribuido muchísimo la falta de una crítica objetiva y constante. Todas estas buenas intenciones de los artistas quedan en manos de la frivolidad e inmediatez de los medios.
Pero no todo es malo, con el cierre de las galerías comerciales y la falta de espacios para el arte, aparecen otro tipo de espacios que cada vez son más corrientes, y es cuando se agrupan varios artistas con un fin determinado, esto poco a poco va creando un consenso, ya no trabajamos como se hizo en los 50’s, o los 60’s y aún los 70’s, individualmente y proponiendo un «estilo». Este cambio también toca a los galeristas que quedan, ellos tienen que acogerse a estas nuevas actitudes y estudiarlas si es que están interesados en elevar sus niveles de conocimiento. Foros como este agrupan y empiezan a generar inquietudes y reflexiones en torno al arte, cosa que no sucedía antes.
Luis Luna, artista:
El medio artístico colombiano esta bien. Lo que esta en veremos es el país!
Lo mejor es seguir los pasos pragmáticos de los HACEDORES no pararse cada rato en una seudoevaluacion para darse latigazos (en el mejor de los casos a uno mismo como a un nazareno) sino hacerla a la marcha y con la confianza necesaria. Y eso sí BUENA LECHE>
Primer paso. Darle una alternativa a ese elefante blanco del Salón Nacional.
No es que haya que darle contexto a nuestro trabajo. Mientras lo hacemos lo vamos abriendo. Lo mismo pasa con la identidad. Eso es algo que se vive y no que se escribe. Ya pasaron las épocas de la ilustración y la retórica libertaria. Pero la cuestión es valida. Hay que darle una alternativa al Salón para no sentirse uno presionado a crear estrategias publicitarias con el arte para llamar la atención de unos cuantos taciturnos. Esto es algo concreto y realista y que esta en nuestras manos.
Rafael Ortíz, artista:
El medio artístico colombiano, hasta hace relativamente corto tiempo, estuvo diseñado para sostener un sistema piramidal dirigido a legitimar solo a unos pocos: LOS GANADORES. La mente del artista medio colombiano creció bajo este postulado, «imposible» para la mayoría (incluido yo). La respetada crisis nacional permite una alta deserción al modelo ideal del artista colombiano. Un regreso inesperado a la docencia por parte de muchos artistas, desconfianza y crisis ante la galería, fragmentación del acto creativo; proyectos, concursos, propuestas, nuevos eventos, otros salones, etc.… y artistas que deciden salir del país ante las condiciones actuales, son algunos de los «desplazamientos» de la escena artística actual.
Los espacios de convivencia artística ¡ya no son los mismos!, lo dirán con nostalgia algunos mediadores y artistas. El periodo SAMPER explosionó aquello que pensábamos unitario e infinito: La relación PODER-ARTE a favor o en contra, dejó de ser la única opción de existencia del artista. Otros espacios, otros lugares e inventos abren y generan nuevas posibilidades de ser.
Una revisión a las metas del artista, una actitud reflexiva y crítica con relación al acto creativo y un mayor énfasis en los procesos puede ser de beneficio para CURARSE de aquello que es crítico ahora; comercialización a toda costa, introspectivas en el MAM y arte público con sabor institucional. Estos tres puntos con relación a la imagen pública, pero tal vez lo que más me interesa resaltar es la actitud interior o que condiciones podrían acompañar al modelo del artista 2000: Desmonte de la personalidad dirigida a crear un nombre que lo justifique socialmente, una actividad que se concentre en los procesos reflexivos acordes a las necesidades interiores del artista, resonancia educativa y actividades de grupo que permitan un tejido social hipersensible.
Los puntos expuestos concentran un pensamiento que describo de la siguiente manera: Que el arte y su productor son una sola cosa en continuo movimiento y que el resultado de esta relación únicamente puede ser estimado por su actitud, fuera de cualquier acondicionamiento social.
David Conto, diseñador:
En primera instancia, quiero agradecer la invitación que me fue enviada para participar en el foro y saludar a todos aquellos, que se han hecho presentes en el mismo.
Estoy de acuerdo con dos aspectos trazados en otros comentarios y quisiera aportar al respecto:
La no necesidad de comparar el precario movimiento artístico que se está dando aquí, con la imagen de medios artísticos contundentes de otros países o territorios. En primer lugar, porque hasta donde tengo información, el quehacer en las artes plásticas, atreviéndome a generalizar, posee un panorama crítico de nivel global en tanto proyecto estatal de cultura. Las grandes instituciones se agarran a rasguños de aquellos hacedores que obran sin divergir mucho del cánon del momento y ante quienes se pueden exponer críticas que no complejifiquen mucho el acomodamiento a los conceptos clásicos, o modernos y hasta posmodernos. De esta forma mantienen su lugar al estilo de las instituciones públicas. En esta medida, el carácter de imagen que le otorgo se referencia en el hecho de que se podría percibir que por fuera de Colombia al artista plástico le iría o le va mejor que aquí. Que tiene mayor libertad de expresión. Que se le otorgan más y mejores recursos. Yo digo, que el rigor al que hay que inscribirse y circunscribirse – por esos lados – es el de círculos pequeños que se han fortalecido financieramente a costa de conceptos y postulados, que a nivel corporativo son simples nichos de mercado que hay que explotar: artes de nuevos medios y tecnología, arte africano, arte del desarraigo, arte de la violencia, arte de la nueva era, arte digital: simples políticas y programas de mercadeo.
Aquí se está reflejando la misma situación pero con una ingenuidad asombrosa, porque ni hay promoción culturalmente articulada ni hay negocio bien estructurado.
De otra parte, está la falta de acuerdos sobre qué es lo que se quiere representar de «nuestra cultura». Y reitero sobre el pre-supuesto del «proyecto nacional» pro medio artístico, que creo, es sobre lo que conversamos en este sitio. Pienso que aquí entra a jugar mucho del paradigma social que pretendemos no dejar escapar: la democracia y su fundamento de civilidad. No se puede exponer el bien común al bien individual. Este aspecto es arma de doble filo ya que comienza por confrontarnos con el hecho social mismo en el que vivimos junto con sus filosofías ambiguas. Diversidad exclusiva o uniformidad inclusiva. Aquí, nuevamente, se está actuando con sincrética ingenuidad, porque cualquier morisqueta o fotico de parranda se valida como acto, proceso u objeto plástico. Se está apelando al novedoso cuento de hadas de validar la experiencia de vida íntima y personal del artista o del grupo de trabajo a costo del arte nacional.
Me surgen algunos interrogantes:
¿Arte: ejercicio intelectual o vehículo cultural?
¿Plástica: profesión, quehacer, hobby?
¿Medio artístico: sistema cultural o divertimento social?
¿Si el arte es otra alternativa de subsistencia en nuestro medio, por qué no crear un sistema subsidiario explícito? Avaluadores, ferias, subastas, festivales, talleres-almacén, paquetes de exportación, pero con una base en criterio de calidad tanto técnica como cultural.
Hasta aquí estas elucubraciones como para no aburrir.
Quiero dejar en claro que no se desconozco que en todos los niveles del movimiento artístico con los cuales he estado en contacto aquí en Santa Fe de Bogotá, D.C., hay muy buenas intenciones, magníficas actividades y proyectos fuertes aunque sigo creyendo que falta mucho para llegar a configurar un medio artístico colombiano. Mi método de reflexión es el de exponer situaciones – de pronto aisladas -, ideas y hasta hechos que ilustren lo que creo que no debe ser. Con perdón de todos.
Carlos Jiménez, crítico:
Empiezo por aclarar en un país, donde como se queja Adriana Sabogal
faltan «urgentemente» escuelas, qué es eso de «medio» artístico. Y para hacerlo acudo a la clásica distinción establecida por Georg Simmel y perfeccionado por Tönnies, en la sociología alemana de principios del siglo xx, entre comunidad y sociedad. La primera es un conglomerado afectivo, tradicional, religioso, consanguíneo o cohesionado por las lealtades personales, etc, etc… y la sociedad es un conjunto humano articulado por instituciones estatales y/o empresariales, regido por leyes tan explícitas en su formulación pública como la de los intereses de todo tipo de cada una de sus clases o de sus miembros, y además laica, racional, innovadora etc, etc… En esta perspectiva cuando se pregunta por el «medio» artístico colombiano hay que aclarar a renglón seguido si se lo busca como una comunidad, es decir como una agrupación emotiva, sentimental, tradicional, «los buenos, los queridos, los viejos amigos» o si se lo interroga como una de las instancias presumiblemente existentes en nuestra sociedad. Que los afectivos respondan por la posibilidades actuales que tienen o no en Colombia de desplegar sus afectos y mantenerlos que yo prefiero limitarme ahora a comunicar mi personal evaluación del medio artístico colombiano entendido como una instancia social. Y así considerado pienso que ese medio está en este momento atrapado entre la obsolescencia y la incertidumbre. La obsolescencia de las instituciones organizadas en los años 50 para darle cuerpo a la segunda oleada del arte moderno en Colombia (lease museos de arte moderno, crítica de arte en los mass media, formalismo modernista, coleccionismo, etc), que por seguir 40 años después todavía sujetas al modelo de gestión patriarcal ( omatriarcal: piensese en Gloria Zea en Bogotá o en Maritza Uribe en Cali ), ya tienen poca o ninguna posibilidad de supervivencia eficaz en una sociedad donde cada vez son más numerosos los ciudadanos y menos los «clientes». Cada día son menos los que piden y consiguen que les den (aunque sea muy poquito) a cambio de que celebren a voz en cuello la magnanimidad de sus benefactores.
Sus increíbles (si: increíbles, sin ironía) cultura, refinamiento, conocimiento del arte, capacidad de gestión racional etc, etc. Pero no sólo la emergencia verdaderamente irreversible de la ciudadanía, pone en gravísimo entredicho ese modelo mezcla perversa de modernidad y de gamonalismo, sino también el hundimiento del coleccionismo privado – burgués para ser exactos, que secundó esos museos, esos críticos, ese formalismo, y que ya no compra arte de aquí o porque se marchó del país y reside en Miami o en Nueva York , o porque no les interesa el arte que hacen ahora en Colombia los mejores -! qué digo¡-, los artistas mas consecuentes con su coyuntura histórica. Obviamente quedan los nostálgicos: por ejemplo Juán Camilo Sierra, para quién, tal y como lo ha escrito públicamente en su columna del diario El Tiempo, no hay ni ha habido en este país una crítica como Marta Traba, que para él fué epítome, paradigma insuperable de la crítica de arte y que para quienes no somos sus fanáticos fue simplemente la expresión, la cifra de un proyecto de modernidad ahora definitivamente empantanado.
Esto en cuanto la obsolescencia. En cuanto la incertidumbre añado que el arte más pertinente que se está haciendo en Colombia – y del cual para mí son destacados ejemplos Nadín Ospina, Jose Alejandro Restrepo, Carlos Blanco, Guillermo Marín, etc, etc -, tiene en su contra la obsolescencia de las estructuras museísticas ya mencionadas(que todo lo deciden a dedo: ¡atención a Giorgio Anteil !) , el desprecio actual del Estado por el arte, el » eclipse » de los coleccionistas privados ( y su consecuencia : la crísis de las galerías) y last but not the least: la voluntad común de los medios de reemplazar a los críticos por los informadores y los simples comentaristas. ¡Ah! Y la falta y la debilidad de las escuelas. Pero, con todo, no me desespero: como ya dejó dicho Luis Luna en este mismo foro : el arte está allí y más, muchos más problemas de supervivencia tiene el país.
Franklin Aguirre, artista:
Quisiera referirme a este enunciado tan provocador mediante metáforas, sin tomar una posición evasora, más bien genérica y personal a la vez, pues mi tarea no se basa en teorías foráneas difícilmente aplicables en nuestro extraño contexto, mas bien en ejercicios prácticos que han servido de diagnóstico frente a este momento y este espacio en el que de una u otra forma nos ha tocado vivir. Veo el arte colombiano como la obra de María Teresa Hincapié en el Salón Nacional del año 96; como una serie de pequeños brotes de pasto aun verdes sobre el soporte menos conveniente. Veo grupos aislados sobre un piso frío esperando que en algún momento alguien se apiade y les riegue un poco de agua. Veo a entes genéricos preocupados en que los brotes no mueran. Veo vasijas «llenas» de agua a medias. Veo que se aproxima una fuerte lluvia. Veo el arte colombiano como La Torre Colpatria, de noche, cuando los colores brillan más detrás del cristal de una copa. Veo al arte colombiano como un atractivo turístico costosísimo, pues su tiquete de ingreso cuesta 4 ó 5 años de academia como mínimo para poder acceder apenas al ascensor. Veo que los ascensores se pueden desprender en cualquier momento, asesinando velozmente a artistas, críticos, marchantes y espectadores por igual sin consideración alguna. Veo una tentadora plataforma para lanzarse al vacío entre luces de mil colores logrando una espectacular caída. Veo a muchos fotógrafos desconcertados. Finalmente no veo nada. Veo al arte colombiano como la música japonesa, tan disonante, tan confusa y tan inexplicable. Veo al arte colombiano como Shakira cantando Magia o actuando en El Oasis, Veo a Colombia y a su arte como Assh cazando Pokemones torpemente, Veo al arte colombiano como a las tres virreinas mundiales de la belleza que casi pudieron y volvieron con una grandiosa fama local. Veo a nuestro arte como nuestra cara en CNN ante el mundo. Veo nuestra cara enrojecida por la segunda palmada. Veo Gordas metálicas con las piernas enyesadas y llenas de pulgas, adornadas con coronas de orquídeas virtuales. Veo a uno que otro nombre latino en Art Forum o Wall Paper. Veo a maestros acróbatas que saben eludir aduanas rígidas y espacios herméticos. Veo en las revistas que lo latino está de moda y en otras que ni de fundas. Veo que desde afuera de la casa, y mientras más lejos se esté, todo se ve más pequeño, incluso el mundo. Veo que el mundo de afuera es irreal. Veo que el mundo real es este. Veo que antes eran militares, después pequeños funcionarios, luego ciclistas y posiblemente muy pronto artistas. Veo que hay que aprender primero y enseñar después. Ver primero y opinar después. Veo que el que ha perdido sus manos se lamenta por lo que no pudo tocar cuando aun las tenía. Veo que los que tienen manos no utilizan los pies, los ojos ni la lengua. Veo aterradoras glorias locales, Veo que el único obstáculo es el espejo. Veo que es un buen momento para hablar y aun para hacer. Veo sólo a través de mi cristal. Veo que nadie me ve, creo que ya puedo salir.
Jaime Iregui, artista:
Quiero saludar y agradecer tanto a las personas que han participado en este espacio como a los que siguen con atención su desarrollo.
Comparto la opinión de David Conto en el sentido de que «estos espacios de opinión deben ser extensivamente utilizados, explotados y difundidos por cuanto medio sea posible para que la diversidad se haga presente en la confrontación de conceptos» y que de alguna forma complementa los espacios de opinión que -hace muy bien en recordarnos José Ignacio Roca- realizan (además de muchas otras actividades) instituciones como el Instituto Distrital, el Ministerio de Cultura, el Banco de la República, Fondos Mixtos y otros.
Con la pregunta que se abre este intercambio de opiniones se busca más la participación y el contraste de puntos de vista que el generar un consenso o definición de lo que «realmente» es el medio artístico. Creo que cada uno de nosotros tiene su propio punto de vista y es precisamente su intercambio (como bien lo anota Adriana Sabogal) lo que lleva a que nuestra experiencia del medio cambie y se actualice.
En cuanto a la visión del medio artístico como sistema social y/o comunidad que propone Carlos Jiménez me gustaría complementarla con otro modelo de la sociología alemana reciente que creo puede ser de utilidad a la hora pensar en medio artístico: Niklas Luhmann parte de la cibernética y de las investigaciones del chileno Humberto Maturana (auto-organización) cuando plantea que «el sistema social se encuentra compuesto por comunicaciones: los elementos del sistema social son comunicaciones que van encadenándose unas a otras, generando -y siendo generadas por- un sentido intersubjetivo que establece los límites del sistema.» Es decir «cuando se da una comunicación interpersonal, aparece un sistema social, y de cada comunicación con sentido surge una «historia».
Desde esta óptica (una más entre muchas), podemos entender que hay varios sistemas sociales actuando en un espacio de opinión, generando continuamente «sentido» e «historias» a partir del intercambio de comunicaciones (observaciones, reflexiones, propuestas, ideas, eventos, etc).
Sobra decir que este conjunto de sistemas sociales está conectado a un contexto más amplio de sistemas (universidades, museos, instituciones culturales, medios de difusión, realidad nacional, etc.). En resumen, a la hora de pensar el medio como sistema social se puede tanto desde lo macro como desde sus unidades básicas que, según Luhmann son las comunicaciones.
Esto en cuanto al medio en su aspecto formal. En términos de contenido podemos cuestionarnos como lo hace Adriana Arenas: ¿con que tipo de diálogo estamos dispuestos a comprometernos? Propongo que con uno de carácter netamente constructivo que plantee a partir de una reflexión crítica, opciones y/o acciones posibles, pues como bien lo dice Andrés Zambrano: «es necesario reforzar el aspecto de la gestión para fortalecer los discursos locales y hacerlos competitivos en un mundo cada día más globalizado.»
En este sentido quisiera proponer la gestión no sólo como la materialización de proyectos culturales, (o búsqueda de alternativas al Salón Nacional como lo plantea Luis Luna) sino como el reforzar el intercambio de opiniones con el objeto de reorganizar tanto nuestra forma de percibir como de actuar en el medio artístico.
Antoni Muntadas, artista:
Sigo las contribuciones, discusiones, pareceres, opiniones… a traves de los distintos foros y me parece muy importante esos debates que refleja una necesidad, interes y nivel muy importante para el clima cultural…querria agradecer la generosidad de los contribuyentes por su tiempo y sus ideas…sobre todo para los que los seguimos a cierta distancia.
Gabriel Turriago, politólogo:
Quiero agradecer a quien(es) de forma anónima me han convocado a este foro, siendo bastante lego respecto al particular. Debo manifestarlo. Sin embargo, arriesgo estas líneas para saludarlos y dejar un pensamiento a sus participantes.
Pienso que es de la mayor importancia que se haya convocado esta reflexión, la cual enmarcarìa no solo desde la evidente crisis que vivimos sino, además, desde la sociedad del aprendizaje que va construyendo el pensamiento colectivo a través de este ejercicio.
Valga decir, que desde el punto de vista de la crisis es absolutamente reconfortante que se acuda a la razón, como partera que ha sido de las civilizaciones, para que desde allí, se cuestione el uso que le damos a la inteligencia. Y esto cobra toda su vigencia cuando se trata de reflexionar sobre el medio artístico y su papel ante las transformaciones de la realidad. En otras palabras, es abordar la relación entre el poder y el arte que sugiere Rafael Ortíz.
El arte como la máxima expresión universal de lo público, como expresión de lo que nos interesa a todos, es por ello expresión de la razón. Mientras que el poder pretende regular esa expresión de la razón pública. De allí que el malestar de la cultura se exprese con toda su contundencia a través del arte; expresión que nos recupera de la barbarie y la muerte. Y pone de manifiesto las aberraciones de la inteligencia.
La inteligencia así vista reconoce la PRESENCIA de la expresión artística, mas no la incorpora como EXISTENCIA de lo público, desconociendo que ética y estética son inseparables para una cultura que reconoce al hombre como el centro de todos sus esfuerzos. No me refiero a nada distinto que a eso que hoy llamamos los colombianos construir la paz.
Afortunadamente, el «medio artístico» está abriendo sus ojos…
Debate sostenido en Esfera Pública
Marzo a mayo del 2000