bunker curatorial

Envío este texto como respuesta a las preguntas de la convocatoria de Erguida: ¿Cree que en los últimos años en Colombia ha habido una apertura para el ejercicio de la crítica y/o de la curaduría en revistas especializadas en arte como Arteria, Arte en Colombia o magazines culturales como Arcadia, La Hoja, etc.? ¿En qué área sitúa usted el trabajo de éstas publicaciones?

Replanteo las preguntas: ¿Cree que en los últimos años en Colombia ha habido una apertura para el ejercicio de la crítica y/o de la curaduría en instituciones artísticas como la B.L.A.A, el Museo de Arte Moderno y el I.D.C.T? ¿En qué área sitúa usted el trabajo de éstas instituciones?

Al finalizar el texto de Suely Rolnik, donde las lógicas del mercado son analizadas desde una perspectiva filosófica y siquiátrica, la autora concluye con unas preguntas que vale la pena retomar en relación con la rufianización de la escena artística contemporánea en Bogotá: ¿Qué puede nuestra fuerza de creación para enfrentar este desafío? ¿Qué dispositivos artísticos estarían logrando hacerlo? ¿Cuáles de éstos estarían tratando al propio territorio del arte, cada vez más codiciado (y socavado) por la rufianización que encuentra allí una fuente inagotable para extorsionar plusvalía de poder? En suma, ¿cómo reactivar en los días actuales la potencia política inherente a la acción artística, su poder de instauración de ‘posibles’?

Es cierto que no son pocas las iniciativas artísticas que proveen sus propios modos de acción y divulgación de la información. Eso está bien. Pero creo que el asunto no es precisamente desarrollar proyectos más allá de los espacios institucionales. También es ejercer una crítica a aquellas instituciones que se encuentran debilitadas ya sea por mala administración, o por la simple convicción de que lo importante es contar con buena infraestructura, y un trabajo curatorial discreto y disciplinado.

En cuanto a la instauración de escenarios y situaciones «posibles», me atrevo a pensar que la única institución que podría ser «reparada» -en el sentido en que lo propone Nancy Rojas- sería la Biblioteca Luís Angel Arango. Tiene una excelente infraestructura expositiva y curatorial, pero un retardatario y conservador cuerpo directivo, que hace lo posible por llevar a cabo una programación de exposiciones que denotan un perfil historicista, conservador y establecido. Así como ha logrado construir discretamente una serie de edificios para exhibir su colección permanente, la donación Botero, y las exposiciones temporales, parece querer imprimirle el mismo «bajo perfil» a su propuesta curatorial.

La B.L.A.A tiene capacidad física y presupuestal para traer al país las mejores muestras de arte contemporáneo –como lo hizo en los noventas con Ensayo General, Muntadas, Do it y Rational Twist- pero tal vez por no hacerse muy vulnerables a los «rufianes» del congreso, han decidido tomar pocos riesgos y no dar señal alguna de apertura curatorial.

Y sí, en términos de apertura curatorial –para retomar la pregunta que se hizo pública hace pocos días- es precisamente la B.L.A.A. la que en vez de abrirse, tomar riesgos, dar lugar a propuestas inéditas, ha venido replegándose sistemáticamente hasta convertirse en un sofisticado e impenetrable bunker curatorial.

Esta noción de institución sólida e inabordable representa todo un complejo entramado de clausura curatorial, que simula procesos de apertura invitando a jóvenes artistas locales a ocupar pequeñas salas, o produciendo una muestra restrospectiva cada dos años para un artista de la generación intermedia.

Atrapados en el interior de este bunker hay curadores y otros investigadores que se han venido profesionalizando local e internacionalmente, mientras que sus directivos van en dirección contraria: llevados por un conservadurismo que resulta de la incapacidad de replantearse y renovarse profesionalmente -como sucedió con Gloria Zea- el único objetivo que parecen buscar es el de «no dar papaya» y aferrarse por otras décadas más al puesto directivo que ocupan en el bunker.

El año pasado, Jorge Orlando Melo, director de la B.L.A.A. por más de una década, se retiró voluntariamente de su cargo. Por un instante mucha gente llegó a pensar que varios de sus subalternos tendrían un gesto similar.

¿No será hora de un relevo en la cúpula de este bunker? Si esto no sucede, ¿qué hacer? ¿Cómo dar lugar esa institución «posible»? ¿Será que desde su interior se puede desplegar una reflexión crítica que la abra curatorialmente?

¿O será que la idea es quedarse de brazos cruzados como sucedió con el caso del MamBo?

Anochecerá y veremos.

MBoom