Dimo García envía esta reflexión de Alvaro Medina, quien reponde a un artículo de su autoría:
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Gracias, Dimo. Leí tu artículo con sumo cuidado, pero debo decirte que le apuntas a tantas cosas que al final no supe cuál era el blanco. Admiro tu espíritu crítico y tu humor a veces zumbón, pero te sugiero ser más preciso en los temas. Te quiero confesar que la catarata de opiniones que me llega a través de Esfera Pública me disgusta a ratos. Parece una guerra de todos contra todos, en la que cada cual quiere demostrarnos, a nosotros los abrumados lectores, que él y sólo él es genio y rey del paseo.
Lamento mucho que casi nunca se hable de arte. Se habla más bien de teoría del arte y de cómo deben ser o no ser las curadurías. Por ejemplo, acabo de leer un comentario sobre la magnífica exposición de Miguel Ángel Rojas en la BLAA. La autora habla de la iluminación de las salas, del ordenamiento de las obras y de la distribución del espacio, pero NO de la obra de Miguel Ángel Rojas.
Hace casi diez años realicé en el Museo de Arte Moderno de Bogotá la exposición «Arte y violencia en Colombia desde 1948». En su momento José Roca y otros analistas se detuvieron, para mi asombro, en los detalles de la curaduría y no en las obras reunidas.
No se miró, en otras palabras, de qué manera nuestros artistas respondían a la mayor catástrofe política de nuestra historia nacional, tragedia que escritores, músicos, cinematografistas y teatreros han tratado, cada uno, a su modo. Te confieso que a mí me sorprendió semejante enfoque, ya que perdimos la oportunidad de avanzar en la evaluación crítica de una parte muy significativa de la historia del arte colombiano.
Veo ahora, con un cierto sinsabor, que Roca es medido ahora con la misma vara, y por lo tanto no estamos entrando a valorar, debidamente, una obra importante.
Debo decirte, Dimo, que cuando hice crítica, entre 1973 y 1975, sólo en el caso de las exposiciones museales tocaba yo el tema de la curaduría y mi comentario al respecto, relegado al último párrafo, no pasaba nunca del cinco por ciento de mi escrito. El noventa y cinco por ciento restante, como es lógico, lo dedicaba a considerar obras, a barajar tendencias, a identificar expresiones sobresalientes y a señalar manifestaciones fallidas explicando, siempre, el PORQUÉ de mis valoraciones.
Lamento que ya no sea así. Lamento mucho este barullo por demostrar quién es mejor con la pluma y quién maneja mejor el insulto. El pavoneo ha remplazado la reflexión rigurosa, pero apasionada y política (il faut pas oublier Baudelaire) del quehacer artístico contemporáneo. En no raras ocasiones el pavoneo no permite, siquiera, escribir con la claridad requerida para hacerse comprender por el lector.
En tu interesante artículo (¡sus fallas no le restan interés!) hay un epígrafe que señala, como meta del buen artista, la universalidad.
Quizás lo que está pasando es que ya esa meta no interesa ni cuenta para nada, porque el ideal es estar globalizado. Internet lo facilita. Cualquier cosa que se diga a través de la red queda globalizada automáticamente.
Algunos reciben revistas y correos electrónicos y al instante los reenvían a sus respectivos corresponsales, que suelen ser decenas, que a su vez los rebotan y rebotan, multiplicando por el orbe, planteamientos que carecen de verdadera trascendencia. No son, en tales casos, planteamientos universales, pero que quedan globalizados no es para dudar ni un instante, fenómeno mediático que sirve para satisfacer vanidades, pero no para afincar una cultura.
Lo afirmo pensando con tristeza que en estos días agoniza en una clínica de Bogotá el admirable Ignacio Ramírez, director de Cronopios, la revista electrónica dedicada a la literatura. No resisto la tentación de comparar, ya que según parece Cronopios no sobrevivirá a su creador, la consistencia y rigor de las opiniones que se emitían a través de Cronopios con el sartal de improvisaciones y menudencias que Esfera Pública pone a circular por carecer de un verdadero criterio editorial.
Mi estimado Dimo, concluyo diciéndote que cada generación libra sus propias batallas, y la tuya, en Colombia, no parece librar la que le corresponde, preocupada como está en manipular las llaves de una cámara de gas que terminará asfixiándolos a todos.
Con todo mi aprecio,
Álvaro Medina
Pagina del blog de Dimo García a la cual hace referencia el maestro Álvaro Medina: