arte y propaganda

Una veces el graffiti y otras formas de expresiones extra-artísticas son excluídas y condenadas, como hicieron Mesquita & Cohen con los graffiteros invasores. Otras veces, este tipo de expresiones impulsan figuras políticas, como sucedió con Shepard Fairey s su cartel de Obama.

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Fairey es Obey, una marca que podemos seguir a lo largo de la geografía de las ciudades estadunidense.

El crimen consolida la autoridad. La presidencia de Bush se consolidó con una guerra criminal que dejó como saldo la crisis económica y moral. Nada recordamos de su campaña ni de su material de propaganda. La propaganda es la parte que más rápidamente se desvanece de una campaña y de un gobierno. En México por la irresponsabilidad del IFE quedan rastros de una iconografía vergonzosa que por su falta de estética y de inteligencia vaticina lo que viviremos. Dentro de la historia de la imagen sólo la propaganda del leninismo ha trascendido su condición ideológica para dejar su propuesta estética porque era realizada por artistas que trabajaban para el sistema. Es lo que hoy está sucediendo con la campaña de Obama y el cartel que grita contundente “HOPE”. Shepard Fairey es el creador de este cartel, el artista fundamental del movimiento de la guerrilla urbana del arte. Es la primera vez en décadas que un artista diseña un cartel de campaña, lo que significa que al margen de lo que suceda con la trayectoria de Obama la obra de Fairey va a trascender porque es arte. Es el fenómeno de los grandes retratos desde Goya a Warhol, la gente se queda con la obra del artista y hace abstracción del retratado. Fairey es Obey, una marca que podemos seguir a lo largo de la geografía de las ciudades estadunidense. Es un rostro que imprime en stikers y pósters y que advirtiendo o amenazando dicen Giant, is coming. Obey aprendió que la propaganda tiene un sistema de comunicación que, aplicado al arte, llega a miles de personas impactando en su memoria. En un afán anarquista intervino puentes y espectaculares con sus carteles monumentales. Aquí el artista es el mensaje, Obey tenía algo que decir, tenía algo que mostrar: las imágenes que creaba y con las que invade paredes en escapadas nocturnas con un equipo de seguidores y sus impresores. Los imitadores hicieron el resto, se propagaron en un país donde es un delito pegar cosas en las paredes y en la vía pública. Obey-Fairey ha sido detenido por la policía 13 veces. Cuando comenzó su obra en muchos lugares la vivieron como una invasión, no era el grafiti común que no tiene significado, Obey es un rostro que mira impenetrable y serio. Su estilo influido por la propaganda rusa y el expresionismo alemán es la imagen de Virgin Records. Los pasillos de Grand Central, en Nueva York, se convirtieron en una galería con los carteles que hizo para la campaña de Stolisnaya, que enaltecen el producto de la misma forma que lo haría por un líder. La instalación de las manzanas de Gabriel Orozco en Nueva York que nadie vio y nadie se enteró porque requería de avisos para que la miren y textos que la expliquen, no es arte, no cuestionó ningún aspecto de la sociedad, no aportó una reflexión estética y es cómplice de la actitud de hacer sin comprometerse.

Lo que se pone en la calle debe decir algo sin que tengamos que detenernos a recibir una explicación. Cuando el arte utiliza la propaganda golpea y revela: en Union Square, después de que los precios del petróleo entraran en esa subida artificial, en un puesto de periódicos amaneció un cartel de Obey Operation Oil Freedom, el águila americana sobre una mano que sostiene una manguera de gasolina enmarcada de bombas, el motivo real de la guerra. Obey hace arte para denunciar y utiliza el marketing que lo adora para financiar su obra, el mismo artista que creó el cartel de la película Walk the line manifestó su opinión colocando una obra clandestinamente. La imagen de Obama que promete HOPE es una bandera, la gente la ha seguido y ha creído en ella. Cumplió el mismo papel que las pinturas religiosas en la creación de los mitos, las vírgenes de Murillo dieron rostro a un ser de ficción que aún tiene fieles. Ésa es la fuerza del arte, de esa trascendencia es su impacto. Por esto es inconcebible la mediocridad y la tibieza del arte conceptual, que siempre tiene un discurso social críptico que nadie ve y nadie siente, que sólo sus curadores construyen como sacerdotes de la mentira. El arte conceptual contemporáneo es una secta donde la única fe es la cobardía.

La obra de Obey se puede ver en www.obeygiant.com

Avelina Lésper
en Milenio