El crítico de arte Lucas Ospina ha aclarado ante la opinión pública que el comunicado de un supuesto grupo de artistas revolucionarios protestando contra la burocracia cultural del país, contra los funcionarios que han convertido los museos en verdaderos horrores carentes de políticas definidas, funcionarios sin cultura ni conocimiento alguno, ha dicho Ospina es de su autoría y lo hizo como una parodia jocosa de ciertos lenguajes políticos. Los primero a tener en cuenta en la lectura que algunas autoridades hicieron de este comunicado es que coincidieron con algún politólogo en que éste era de la autoría del M-19.
La crítica de los museos como panteones separados de los procesos históricos ha sido analizada por importantes teóricos como Baudrillard, Hal Foster desde décadas atrás. La lapidaria conclusión del pensador conservador Daniel Bell de que hoy mientras más ignorante sea el funcionario cultural más le interesa al establecimiento, es cierta tal como se puso de presente en la llamada era Reagan cuando bajo la filistea política de que era necesario volver productivos esos museos, se despidió a los verdaderos conocedores, a los investigadores y teóricos, para colocar en su lugar a curadores ignorantes, administradores carentes de la más mínima formación intelectual, hombres de negocios.
De este modo la comercialización se impuso y le cerró las puertas a las nuevas corrientes plásticas. Fosilizados, los grandes museos son monumentos a esa burocracia. Los grandes talentos jóvenes norteamericanos han vetado estas obsoletas instituciones. En este sentido, las denuncias de Lucas Ospina, a través de “Esfera Pública”, han sido importantes ya que el problema es real y los advenedizos se han apoderado de estas instituciones donde la mediocridad campea, mientras los movimientos artísticos renovadores son acorralados o ignorados. Nada digamos de los vergonzosos roscogramas que dominan a su antojo estos círculos de poder.
En la década del 70-80 del siglo pasado hubo artistas revolucionarios que no solo propugnaron un regreso a nuestras “raíces precolombinas” sino que ya en medio de su anarquía política consideraron lógico atentar contra “el arte burgués”. Lucas Ospina trajo a cuento el valor desencadenante que tiene el humour al desnudar lo que se esconde detrás de un comunicado como el del M-19 luego del robo de la espada de Bolívar, pero debió recordar que lo que la palabra desata es imprevisible.
Ya no hay aquí presentimiento sino certeza frente a un robo anunciado y que solamente la ignorancia de los funcionarios de esa entidad cultural en cierto modo propició al ponerse de papaya frente al desafío que le hizo a un delincuente. Preguntémonos además por la originalidad de los grabados expuestos y de lo que supone presentarle al público algo que realmente no es un original. “Ya no esperamos la revolución –nos recuerda Paul Virilio- sino únicamente el accidente, el apagón que reducirá al silencio ese palabrerío insoportable”.
Negocios, espectáculos, simulacros, el llamado medio artístico no resistió la pregunta que desde el tiempo les hizo Goya.
Dario Ruiz Gómez
publicado en El Mundo