El pasado 30 de enero concluyó el 41SNA en Cali, el evento artístico más grande realizado en esta ciudad. Aventurémonos entonces a reflexionar en caliente y discernir sobre sus aciertos y fallas.
Una ciudad, más de dos millones de habitantes, un puente con ropa colgada, el Salón Nacional de Artistas por primera vez en la historia arribaba a la sultana. Cali embellecida gracias a los Juegos Nacionales acogía a «más de 300 artistas» regados premeditadamente a lo largo y ancho de todos los centros culturales, museos y hasta un reutilizado colegio. Una cantidad exuberante de obras y montajes que apuntaban a ratificar que nuestros gestores culturales decididamente habían «sacado la casa por la ventana» en pos de este magno evento.
Que Cali se convirtiera por tres meses en el centro del arte nacional no fue producto de una coincidencia, el Ministerio de Cultura decidió avalar el trabajo que se venía desarrollando localmente a través del renovado Salón de Octubre, con su énfasis curatorial, pedagógico y social, así como la labor conjunta entre instituciones culturales, aspecto significativo en el campo artístico nacional. Miremos algunos aspectos relevantes del Salón Nacional.
Los curadores artistas y los artistas curadores. El curador es la persona encargada de organizar conceptualmente una exposición escogiendo las obras, los artistas y temáticas que harán parte de la misma, así como su distribución y ubicación dentro del espacio de exhibición. El 41SNA optó por conformar un comité curatorial, integrado por cinco personas quienes se encargaron de seleccionar y agrupar las obras de los artistas invitados y de las «curadurías regionales», trabajos ganadores de las diferentes regiones del país (Pacífico, Orinoquía, Centro, Caribe, Oriente y Sur).
Finalmente, después de muchas sesiones de trabajo, los cinco curadores, cuatro de los cuales son a su vez reconocidos artistas locales, junto con Victoria Noorthoorn, una experimentada curadora argentina, presentaron en sociedad su «propuesta curatorial», la cual básicamente consistía en dividir los diversos de elementos que componen el Salón en tres grandes exposiciones o «núcleos de acción» (Imagen en Cuestión, Presentación y Representación, y Participación y Poética ), cada uno agrupando obras que responden a una problemática específica y que, en suma, abarcan los quehaceres y preocupaciones que evidencia el arte nacional e internacional en la actualidad.
Para José Horacio Martínez, curador del Salón, «En Cali se logró cambiar la imagen del Salón Nacional para siempre. Hubo una renovación de paradigmas en la organización que nos permitieron dar mayor visibilidad a las obras y artistas regionales, y por primera vez se invitaron artistas internacionales que nos van a dejar confrontar la producción nacional con obras del ámbito mundial».
Sin desmeritar el claro esfuerzo de los curadores, quienes centraron sus energías en hacer de este evento el más grande realizado en nuestra ciudad, la curaduría del 41SNA fue el punto más discutido por la crítica especializada. Entre los puntos de más algidez se destaca la llamada «internacionalización del Salón», el relegado puesto ocupado por las «curadurías regionales», y el discurso pretensioso con el que respaldaban su propuesta.
En el primer punto se puede decir que para una ciudad como ésta es más que pertinente realizar una muestra donde se pueda apreciar un arte internacional que regularmente no tiene cabida, ya sea por presupuesto o intenciones, en la oferta artística local. Lo cuestionable es la cantidad y pluralidad de estos artistas y sus obras. Lo anterior se liga directamente al punto dos, en cada sala de exposición o núcleo conceptual, el visitante se saturaba de las numerosas propuestas de importantes y emergentes artistas de distintas partes del planeta, y cuando llegaba al final del recorrido, en los lugares más recónditos, encontraban las emblemáticas curadurías regionales. Estos trabajos son sin duda los más importantes del Salón, ya que en torno a ellos no sólo se construyeron los ejes curatoriales, sino que además, son los que hacen que este magno evento haga honor a su nombre.
Finalmente, la curaduría manejó un discurso en su mayoría intelectualizado, lo cual por momentos confundía, desanimando al público casual. Muchas preguntas y no tantas respuestas, un problema transversal al arte contemporáneo.
Se forman públicos, de los mediadores de artes y otros proyectos. En busca de una total aproximación del arte al ciudadano común, el 41SNA le apostó a la educación, formación de públicos y a la socialización como fórmula para consolidar su panfleto de cambio, accesibilidad e inclusión que viene desde el Ministerio de Cultura, el cual es el sponsor número uno de este magno evento. A través de la conformación de un Comité Pedagógico se le dio rienda suelta a esa ilusión latente de que el arte en general, y específicamente este tipo de actos, tengan una acogida popular, en especial de la población tradicionalmente relegada por la institución artística. Pero, ¿cómo hacer para que las personas vayan a ver exposiciones de arte, así como van a ver el alumbrado en diciembre alrededor del río Cali? Para el Comité Pedagógico del 41SNA las escuelas formadoras, las estaciones pedagógicas y los mediadores o voceros del arte eran los mecanismos o medios que podían ayudar a acercarse un poco a esa meta.
Buena idea y mejor propósito, sin embargo parece que todavía estamos muy lejos de lograr después de décadas de vil exclusión, aún más en la ciudad de Cali, que el arte y el pueblo se unan en una relación que genere tanto goce y éxtasis como el ver a peces y pajaritos colgando del puente fundidos en un arcoíris luminoso. Esto, sumado al discurso que acompaña cada una de las exhibiciones con los variados textos, los cuales espantan al más humilde y cauto estudiante de arte, nos da como resultado una cantidad de paredes ocupadas en un edificio donde habitan más guías que visitantes.
Es por completo irrefutable la trascendencia que la campaña pedagógica impartida durante el 41SNA tiene para el devenir formativo y participativo del arte en una ciudad como Cali. Proponer de una manera distinta y llegar a lugares insospechados derribando costumbres y convocando a jóvenes a relacionarse con el visionario artístico es algo sin lugar a dudas invaluable, que abre puertas por las que, en continuo desarrollo de proyectos de este tipo, cruzarán las personas suficientes para sentir que se logró el objetivo.
No obstante, empecinados en que el arte entrara a hogares no habituados a él, olvidaron la sutil pertinencia de eventos académicos que propongan el debate e intercambio de ideas, espacios que a su vez hacen escuela, forman públicos y afianzan conocimiento.
La poca cantidad de este tipo de congregaciones alrededor de un artista, curador, teórico, crítico o estudioso generó en los visitantes al Salón un sinsabor y no pudieron evitar preguntarse el por qué trajeron tantos artistas internacionales, invirtiendo recursos y dinero, si casi ninguno presentó o compartió su obra e investigación con el aficionado interesado.
La élite se aferra al arte, el pueblo lo reclama. El arte tradicionalmente se ha caracterizado por su tinte elitista que apunta a que sólo los más conocedores y acaudalados son su público más preciado. Intentar romper con este tipo de prejuicio y exclusión ha sido el objetivo de muchos gestores culturales y políticos, quienes ven en estas manifestaciones una oportunidad de culturizar al pueblo.
El 41SNA se enfocó en lograr que más personas de variada procedencia, educación o nivel social se conectaran y beneficiaran de este evento. Así lo reiteró la Ministra de Cultura Paula Marcela Moreno, «queremos que el ciudadano común dialogue con las obras, que no le tenga miedo al arte. No se trata de entenderlas, sino más bien de interpretarlas con libertad».
Sin embargo, con un vistazo rápido a la inauguración del Salón en el distinguido Museo la Tertulia, con presencia de la ministra y de otras personalidades de la región, es evidente que la dinámica no ha variado mucho, un selecto y reiterativo grupo murmurando con elegancia. Patrones similares nos encontramos en la mayoría de las salas de exposiciones, donde inevitablemente el ciudadano común sigue sintiéndose como un arrimado, un invitado a regañadientes a una ancestral fiesta privada. Así mismo, es innegable que gracias a la labor pedagógica, se está formando el público suficiente para motivar una interacción participativa con el arte, reclamándolo como el medio de expresión y reflexión inherente a todos que es.
Cali, la capital artística de Colombia «Durante mucho tiempo se pensaba que la comunidad caleña no estaba lista para un evento de tal magnitud, por ello no se organizaba y la gente nunca iba a estar preparada para esto. Era un círculo vicioso y ahora se da un primer gran paso para romperlo». Bernardo Ortiz, miembro del Comité Curatorial del 41SNA.
Efectivamente la cantera artística caleña está llegando a su madurez, superada la década de los 70’s y su «boom» a nivel nacional e internacional con artistas como Fernell Franco, Pedro Alcántara, Ever Astudillo y Oscar Muñoz, entre otros. Cali está lista para reactivarse culturalmente, el 41SNA sería el primer gran logro, de muchos otros que deberán venir y dejar resultados estimulantes con miras al futuro.
Con tres escuelas de arte, gran cantidad de centros culturales y comunitarios, así como la creación de redes artístico-pedagógicas, gracias al 41SNA podemos hablar de nuestra ciudad como un centro importante de arte en Colombia.
Por Adriana Castellanos Olmedo
Licenciada en Artes Visuales, Universidad del Valle
Publicado en La Palabra >
http://lapalabra.univalle.edu.co/balance_salon_nacional.htm