Como cierre de actividades del año, invitamos a Julia Buenaventura, Ursula Ochoa, Luisa Ungar, Lina Useche, Muriel Angulo, Ximena Gama, Guillermo Vanegas, William Contreras, Breyner Huertas y Elkin Rubiano a compartir con los lectores de este foro algunas situaciones y eventos que llamaron su atención a lo largo de este año que termina. En el curso de la semana estaremos publicando otros textos en esta misma línea de reflexión.
Algunas obras relevantes del 2018 | Julia Buenaventura
El 20 de enero de 2017 Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos; Iván Duque, candidato asociado de Álvaro Uribe, asumió el poder el 7 de agosto en Colombia; y el 8 de octubre, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, obtuvo la mayoría arrolladora Jair Bolsonaro, candidato para el cual el problema de la dictadura consistió, parafraseando sus propias palabras, en torturar y no matar directamente a sus adversarios.
Sin duda, el 2018 va a ser recordado como el año que inaugura un periodo peculiar en la historia, periodo en el que las dictaduras, lejos de ser impuestas, son voluntariamente elegidas por sus pueblos. De cualquier forma, la izquierda no está dando una salida frente a esto, Cuba y Venezuela son cómplices directos de esta catástrofe, y ni el arte, ni la crítica, ni la historia, ni las disciplinas ligadas a su esfera, están aportando alternativas frente a este estado de cosas.
Situación que se hace evidente en el hecho de que los denunciados, desde el arte, ni siquiera se toman el trabajo de censurar a sus denunciantes, por el simple hecho de que están lejos de enterarse, de escuchar sus voces. ¿Cómo cambiar ese orden de cosas? No lo sé, pero voy pensando.
Vamos pues a los eventos artísticos que consideré más prominentes de esta última vuelta alrededor del Sol.
“La paradoja del cuervo” de Ana María Montenegro, primero de los Cuatro Actos realizados en el Espacio Odeón, proyecto ideado por Tania Candiani y curado por Alejandra Sarria. (video del acto, aquí)
Los cuatro actos fueron extraordinarios (en ellos, participaron, además de Montenegro, Mario Galeano, Luisa Ungar y Alberto Baraya); sin embargo, quiero enfocarme en éste, pues salí de él profundamente conmovida, con los ojos llenos de lágrimas, al ver como las cifras homogéneas y vacías se comían la singularidad de cada uno de los líderes sociales asesinados en Colombia, convirtiéndolos en meras tabulaciones.
Quien no tuvo oportunidad de ver los actos, aún no es tarde, los videos están disponibles en el site de Odeon.
“El arte de la desobediencia”, exposición panorámica de obras del acervo del MAMBO, creadas entre 1965 y 1984, curada por María Wills, Carmen María Jaramillo y Sylvia Suárez. La exposición fue simplemente maravillosa, dio un panorama del arte colombiano del periodo y, aun cuando el espacio del MAMBO puede ser difícil, la forma de disponer las piezas resultó excelente. Asimismo, hay que señalar el esfuerzo enorme de la curaduría por restaurar y recomponer obras del acervo, asunto que se agradece en un país que sufre sistemáticamente de Alzheimer.
Y, atención, el mal de Alzheimer y la baja autoestima colectiva son enfermedades históricamente entrelazadas.
La exposición “Falto de palabra” de Luis Camnitzer y el Colectivo Maski en NC-Arte también la pongo en mi lista. Específicamente el primer piso, el del colectivo, en el cual las varillas de Transmilenio estaban dispuestas al modo de una retícula que permitía todo tipo de piruetas. La verdad, me divertí mucho colgándome del armatroste, y debo decir que me sentí resarcida, en una especie de catarsis, pues el colectivo proponía a través de su obra, un juego con los buses de un sistema de transporte que es un verdadero oprobio, un golpe a la ética y al día a día de millones de bogotanos. Sin necesidad de panfleto, ni de mensajes, los artistas del colectivo consiguieron hacer de los peor que tiene Bogotá, una verdadera fiesta.
Finalmente, termino mi lista –corta, escueta, minúscula, no por falta de eventos, sino porque me perdí de muchos por andar entre viajes y corrección de exámenes, y es que: ¡cuántas horas se van en corregir las pruebas de los alumnos! – pero bien, termino mi lista con la inauguración por parte de Santos de la obra “Fragmentos”, el anti-monumento de Doris Salcedo, construido, como se sabe, con las armas entregadas por las FARC.
Sin duda, se trata de una obra importantísima para la memoria del país, en su esfuerzo enorme por llegar a la paz, una paz boicoteada en un presente en el cual, repito, los votos se van para el candidato que proponga la guerra como camino. Santos hizo un trabajo que todos reconocemos por la paz de este país, y el monumento de Doris Salcedo es una excelente memoria de lo sucedido. Así, cierro con esta obra.
Sé que el 2019 no nos traerá un panorama más lúcido, y sin embargo, no soy pesimista, pues es justamente esa negatividad colectiva la que ha llevado propuestas como la de Trump, Uribe o Bolsonaro al poder. El único camino que nos queda es lo que llamaría un “Optimismo democrático”, aun cuando todavía estoy pensando en cómo estructurarlo.
– Julia Buenaventura
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Los Salones Regionales de la Zona Sur y la Zona Pacífico | Luisa Ungar
Las curadurías de los Salones Regionales de Artistas. Las mingas de «Minga: prácticas decoloniales» (Salón Regional de Artistas de la Zona Pacífico) y el sistema de residencias entre artistas de Putumayo, Nariño, Tolima y Huila de «Ver para creer» (Salón Regional de Artistas de la Zona Sur). Prácticas arriesgadas procesuales no objetuales, lejos del monocultivo y procesando el conflicto y los abusos ecológicos.
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Notabilidades del campo artístico local en 2018 | Guillermo Vanegas
-La renovación de los votos de odio de la alcaldía de Enrique Peñalosa hacia los Columbarios del Cementerio Central.
Repitiendo su intento de la administración anterior, el mejor vendedor de la empresa Volvo apadrinó sin éxito –hasta ahora–, una campaña de aprobación de acuerdos en el Consejo Distrital de Patrimonio Distrital para poner otro parque en los predios del Cementerio Central. Aunque la procuraduría actual se le atravesó en su ímpetu demoledor, sabemos que ese tipo de decisiones son inestables y más cuando se miran desde la torre de apartamentos que se eleva sobre el borde occidental del cementerio Alemán, en el mismo sector. Como en el caso de la ampliación del Museo de Arte Moderno de Bogotá: otra idea inconclusa de Rogelio Salmona que debemos sufrir quienes tuvimos la desgracia de sobrevivirlo. Especulación inmobiliaria zombie.
-La campaña-fiasco del “se-arrienda” del Museo de Arte Moderno de Bogotá.
Por haberse implantado en la memoria de las generaciones de artistas más jóvenes como un procedimiento de publicidad-autosabotaje de enorme éxito: si quieres que te recuerden hoy, haz mal todo lo que puedas. Además, y al contrario de ese arte que hace perder el tiempo aspirando a ser de práctica social, los anónimos responsables de este despelote implantaron a fuego en la opinión publica del país una idea que todo el esfuerzo de destrucción del good will de esa entidad por parte de Gloria Zea nunca pudo alcanzar: la de que ese museo está abierto a todo tipo de experimentación que no tenga que ver con arte. Ya después de eso, fiestas y Galas pudieron entrar con total impunidad a poblar las espaciosas salas de ese lugar. Chao curaduría.
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-La exposición-manifiesto Expulsados del paraíso (Nadia Granados, Edinson Quiñones, Edwin Sánchez) en Valenzuela Klenner.
Una colectiva que mezcla etnografía en zona de tolerancia, performance de zona de guerra y danza de zona paraca. Por sus temas; por referirse a diferentes zonas territoriales sin exotizar a sus habitantes; por mencionar por su nombre a políticos amantes de los baños de sangre locales; por su exceso de fluidos corporales –o alusiones a éstos–; y por recordarnos que este país no podrá lidiar con la paz, se anuncia como el último de estos intentos en el cataléptico panorama del campo artístico nativo: el canto de cisne simultáneo de galería y generación. La primera, por extirpación de la audiencia que la constituía –en parte a causa de un desfalleciente programa expositivo–; la segunda por insistir en una cosmovisión que desde hace unos años genera repudio formal, susto conceptual y activismo académico oportunista.
-Guillermo Vanegas
La agresión a Avelina Lésper | Ursula Ochoa
De este año que está finalizando recuerdo un evento que me consternó un poco porque considero que esto sobrepasa los valores profesionales y éticos en el arte, en tanto que para mí no fue ningún chistesito, ni menos motivo de mofa o burla y fue el ataque a la crítica de arte Avelina Lesper (perdón si se ofenden algunos por llamarla así), por parte de un grafitero. Lo recuerdo porque me confirmó que en este medio hay mucha insensatez, inmadurez, irracionalidad y cinismo. No hay muchos valores humanos y no entendemos de qué se trata ejercer el derecho a expresar públicamente una opinión en un debate, al cual además ellos mismos accedieron, y cuál es la diferencia con ejercer violencia física contra una persona. Eso no es ningún acto simbólico, es un ataque físico y personal. Si no comprendemos eso, entonces no es de extrañarnos porqué hay tanta porqueriza en el mundo del arte.
El ataque a Avelina con el pastelazo en la cara, fue la respuesta a la impotencia que siente la mediocridad que es incapaz de dialogar y debatir con argumentos. Por lo tanto, se recurre al ataque personal, incluso verbal (bruja, mala leche, zorra…) y una cantidad de vituperios que absolutamente nada tienen que ver con los debates supuestamente “inteligentes” e “intelectuales” que deberían darse en el medio artístico; y digo esto, justamente, porque los aplausos al acto venían de gente del medio que se las dan de muy educados y muy “críticos”. Pura fachada.
Creo que si analizamos la situación, fue un acto rotundo de violencia que no se debe ejercer contra nadie. En un momento es un pastelazo, otro día el pastel se convierte en una botella, una piedra o un arma; esto es indignante.
Habladurías sobre el arte Cartagenero | Muriel Angulo
Para hablar con propiedad sobre la salud del Arte cartagenero, es necesario volver en la historia y traer a la memoria el Sitio de Cartagena, una maldición que sigue vivita y coleando como en tiempos de Pablo Morillo convirtiendo a La Heroica en una ciudad tomada que se muere de hambre y de inanición por falta de recursos públicos y culturales, a pesar de tener una de las culturas vernáculas mas vigorosas del Caribe y de Colombia, una sabiduría ancestral vitalicia en donde todas las expresiones artísticas y populares conviven en un perfecto amancebamiento las unas con las otras, como si de un gran sistema licencioso se tratara. Así, la literatura se alimenta de la comida nativa condimentada con los mezclas culturales del caribe, la comida hace lo propio con el frenesí de la champeta, la poesía y la literatura se comen el lumbalú de los tambores, así como la pintura y las artes visuales desayunan, almuerzan, comen y hacen la digestión con la ocupación neocolonial que espanta y oprime a los cartageneros. A pesar de este caos creativo en donde la ciudad permanece tomada por extraños y piratas ante la mirada cómplice de las pirañas locales encargadas de allanar el camino a todas las anteriores, existe una conversación fuerte, ágil y vigorosa entre poetas, escritores, artistas visuales, teatreros, músicos, cantantes, bailarines, compositores, sociólogos, antropólogos, cineastas, artesanos y demás actores culturales que activan constantemente dispositivos de resistencia y prenden las alarmas ante el posible arrebato de los dineros públicos destinados a sostener la cultura y el arte cartagenero, como se evidencia en la activa participación que los artistas han tenido en las exigencias y toma de decisiones de los actos de celebración de las Fiestas de la Independencia de Cartagena, un hito patrimonial que reúne toda la tradición oral y el acerbo histórico de nuestra resistencia negra, mulata y mestiza que este año cumplió 206 años de celebración, acciones que confirman que el arte es un contenedor de vida y que dividirlo en cámaras y recámaras termina por matar su esencia. Sin embargo, y a pesar de las rebeldías, las exigencias desde el arte se dificultan en una ciudad que convierte a sus hijos en estatuas de sal ante la más mínima sospecha de desobediencia, aunque la transgresión y la desobediencia sean siempre síntomas de buena salud. A pesar de todo y en medio de la resistencia a estos cataclismos, los artistas inauguramos en Barranquilla el Salón Regional de Artistas del Caribe, una antropofagia caníbal bien curada y bien montada, que va, viene y se devuelve en el tiempo rescatando del olvido a muchos artistas de la región y desconociendo a otros por aquello del libre albedrío de los curadores y dueños del aviso, pero siempre con la clara intención de volver a leer de manera novedosa nuestra historia artística ahora en sintonía con las nuevas brisas de liberación que corren sueltas de madrina por el Caribe. Pero como siempre sucede, estos proyectos llenos de buenas intenciones, pero repletos de enemigos por dentro y por fuera, caen en desgracia al estar enmarcados en una mesa de trabajo institucional, ministerial y almidonada que ignora que los artistas son la materia prima de todos estos eventos y que son ellos y su obra quienes deben tener antes que nada y que nadie, todos los privilegios.
Moraleja: Naveguemos la tormenta con manual propio, lancémonos en caída libre, forniquemos el arte sin hora y sin pausa y decidamos de una vez por todas por nosotros mismos, que la autogestión es, el presente y el futuro de nosotros mismos. Aunque decirlo sea una redundancia.
De exposiciones sorprendentes y refrescantes | William Contreras Alfonso
Fue muy grato ver este año en Bogotá curadurías históricas de una calidad tan alta como “El arte de la desobediencia” en el MAMBO y “El joven maestro, Botero” en el Museo Nacional. Ambas muestras llenas de sorpresas, de obras poco conocidas y aportando un horizonte crítico novedoso frente a temas que creíamos ya repasados y relamidos. Especialmente en “El arte de la desobediencia” fue incluso emocionante ver las piezas de Jon Oberlander y Jonier Marín de las que no tenía idea, la Warholisa de Gustavo Sorzano, la reconstrucción del cubo escindido de Sara Modiano, y muchas cosas más.
Si se mira desde un plano general, las exposiciones más sorprendentes y refrescantes fueron muestras históricas muy bien jaladas, como «Retrovisión Espectral», la retrospectiva de videoarte en Colombia, curada por Gilles Charalambos en el monumento a los héroes. También las más recientes muestras sobre Ramírez Villamizar: “Dibujos”, sobre el archivo personal del artista en la galería Salón Comunal, y “Abstracción orgánica 1951 – 1959” en la que se analiza su incursión en la abstracción y su cercanía al proceso de su colega Alberto Arboleda. Ambas exhibiciones modestas en tamaño y sin embargo memorables.
Menos llamativa me pareció la sección “Referentes” en ArtBo. Aunque se agradece la importancia dada a piezas que merecen más estudio, como los desnudos de Dora Franco tomados por Abdu Eljaiek, o las pinturas de Ofelia Rodríguez y Beatriz Daza, por momentos un hilo de asociaciones demasiado finas debilitaban la muestra: Pienso sobre todo en la sección donde la curaduría aproximaba piezas de Julieth Morales, Olga de Amaral, Maria Angélica Medina y Maria Fernanda Plata, todas mujeres que toman como centro de sus trabajos los textiles, pero desde perspectivas tan distantes que la curaduría no lograba sugerir lecturas evocadoras que surgieran entre ellas.
Los Salones Regionales de Artistas | Lina Useche
En mi opinión, lo más importante a tener en cuenta fue lo que sucedió con los Salones Regionales de Artistas (SRA). Por supuesto, el caso del observatorio de artistas y toda la polémica que produjo, pero también el Salón Regional de Artistas de la Zona Sur, que junto con el de la Observatorio Artístico Regional (SRA Zona Centro), le apostaron a unos proyectos curatoriales mucho más ambiciosos de lo que suele hacerse. Por otro lado, las ferias, ARTBO porque al fin siento que hubo un equilibrio y Artecamara no opacó las demás secciones, y claro, Odeón con la feria-no-feria que irrumpió con la dinámica que se vive en esa semana, lo valioso de esa apuesta fue que hicieron una suerte de afirmación donde parecía que ARTBO y Odeón jamás podrían equipararse, son apuestas muy distintas.
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Voces para transformar a Colombia
Otros invitados a compartir hechos y/o exposiciones memorables hicieron su aporte proponiendo los nombres de exposiciones. En varias de estas sugerencias había algunas coincidencias en torno a hechos y muestras, como es el caso del proyecto curatorial «Voces para transformar a Colombia», una propuesta piloto del naciente Museo Nacional de Memoria Histórica que se abrió al público en el marco de la Feria del Libro de Bogotá. También se mencionaron el Premio Hasselblad 2018 a Oscar Muñoz, la nominación de Laura Huertas Millán y Gala Porras Kim al Future Generation Art Prize y la curaduría El joven maestro. Botero obra temprana (1948-1963) de Christian Padilla, en el Museo Nacional.
Portal de «Voces para transformar a Colombia»
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En el curso de la semana estaremos publicando otros textos en esta misma línea de reflexión.