La Plataforma de Reflexiones sobre Políticas Culturales (PRPC) se creó en 2004 a partir de un núcleo de artistas, productores, críticos de arte y ciudadanos en general, que editó el número de la revista Parabólica dedicado a las políticas culturales actuales. Desde entonces ha ido generando una serie de manifiestos que conforman criterios para afrontar unas políticas culturales encaminadas a fortalecer el tejido cultural de la ciudad y las conexiones nacionales e internacionales que se han ido creando, con escaso apoyo institucional, a lo largo de los últimos 15 años.
Estos comunicados se han dado a conocer a las instituciones públicas que alimentan la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla (Biacs) sin que en ningún momento hayan establecido una vía de diálogo -más allá de un cínico “¿pero vosotros cuánto queréis?”- que abriera los territorios culturales a la participación ciudadana.
La Biacs se sustenta en una fundación privada de empresarios ajenos, hasta la fecha de la organización de la primera bienal, a las prácticas culturales del arte contemporáneo, apoyados en ideas del equipo de Juana de Aizpuru. Su lógica es básica: cuando dan el paso, lo hacen reclamando el apoyo financiero de las instituciones públicas bajo el pretexto de que su proyecto va a conseguir poner a Sevilla cada dos años en el panorama internacional del arte, creando un foco de atracción turística. Ideas que no dan para más allá de una rueda de prensa. Estas ideas no se han logrado. Tras las abultadas cifras que presentaron como un éxito, siguió la división del equipo organizador, saldada con el “despido” de la directora gerente, Juana de Aizpuru, y las deudas generadas, cercanas al millón de euros. La falta de transparencia en sus cuentas, algo inusual cuando se recibe tanto dinero del caudal público, nos impide saber con certeza cómo se han subsanado todos estos desaciertos.
Otra preocupación eran los efectos colaterales que la Biacs irremediablemente iba a producir, debido a su parasitismo de los presupuestos públicos. Efectivamente, la Biacs ha golpeado con dureza los intentos de creación de las estructuras culturales estables. La suspensión de las actividades del Centro de las Artes de Sevilla (CAS) es la más clara consecuencia de esta desviación de recursos. Igualmente se produce la paradoja de que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) disfrute de un exiguo presupuesto anual de 5,4 millones de euros, “no todo él dedicado a las exposiciones y actividades”, como dice su director, José Lebrero, mientras la Biacs gasta en tres meses, según datos de la propia organización, 2,5 millones de euros.
La Biacs2, de nuevo, se convierte en un modelo de ocultismo contable. Apenas se conocen datos salvo el ominoso salario de 100.000 euros del comisario Okwui Enwenzor, que a pesar de lo bien pagado presentó un proyecto, sin ninguna conexión con la ciudad, hace tan sólo cuatro meses. Esta falta de trabajo se ha evidenciado a los periodistas y críticos que acudieron a la presentación a los medios, y que manifestaron su perplejidad en la organización de la presentación, con un dossier de prensa pobre, sin información, con los espacios a medio montar y lo montado tapado por plásticos en espacios no preparados como las Atarazanas. Y Enwenzor, sin decir datos ni nombres, se atreve a ocultar los graves problemas de descoordinación del montaje al comunicar que algunos artistas no habían conseguido visado para entrar en nuestro país. En fin, un largo etcétera de despropósitos verdaderamente desacogedor.
Pero es que hay más. Nadie entiende, por ejemplo, que se invite a un artista como Steve McQueen -fue a Johannesburgo y trabajó sobre la explotación en las minas de carbón; fue al Caribe y abordó la trata de esclavos- para que ironice sobre la plácida vida monacal de La Cartuja: ¿ni por curiosidad le contaron del origen de hermandades como El Calvario o Los Negritos? Y a Dan Perjovschi ¿nadie le habló de Oselito en Rusia del gran Martínez de León?
Y otro artista, Thomas Hirschhorn, cuya obra se expone en las Atarazanas, quedó boquiabierto cuando se enteró el día de la inauguración que en la Iglesia del Hospital de la Caridad, pared con pared a su obra, Georges Bataille, un autor capital en la producción de su obra, desarrolló el final de Historia del Ojo. Para colmo, la selección de artistas locales, tan alegres y “acogedores”, deja notar la mano de la influencia. Es decir, se corre el peligro que la imagen de la ciudad que se quería colocar en el plano internacional con algo distinto que decir, como una ciudad contemporánea que asume su pasado y cuenta “de otra manera” su presente, acabe siendo tratada mal, maltratada, ridiculizada, por causa de unos gestores que han hecho oídos sordos a repetidas voces -de la PRPC entre otros-. Una plataforma crítica con el objetivo de crear en la ciudadanía una mayor conciencia de participación activa en los procesos culturales, que ha ido analizando y debatiendo sobre el entramado de las políticas culturales públicas, cada día más encaminadas a convertir la ciudad en espectáculo y a turistizar la cultura. Nuestros documentos, recogidos todos en www. e-sevilla.org dan fe de ello.
La Biacs2 muestra de nuevo la evidencia de que “alguien” está haciendo mal su trabajo.
PLATAFORMA DE REFLEXIÓN SOBRE POLÍTICAS CULTURALES (PRPC)*
*Santi Barber, Miguel Benlloch, Fran Cabeza de Vaca, Pedro G. Romero, Angustias García, Alonso Gil, Victoria Gil, Federico Guzmán, Isaías Griñolo, Pedro Jiménez, David López Panea, Prado Melero, Berta Orellana, Alicia Pinteño, Pollo, Esther Regueira, Pepa Rubio, Inmaculada Salinas, Sofía Segura, José Luis Tirado, Mar Villaespesa, Joaquín Vázquez y otros firmantes más.