II. Mesianismo estético. El caso de Doris Salcedo.
Una causa justa, la defensa de una causa justa, la solidaridad y la empatía, se realizan en la gratuidad de la lucha. La reivindicación de las víctimas, la defensa de los recursos naturales y demás reivindicaciones de los pueblos, debieran traducirse en esfuerzos por la justicia, separados del ansia de un fin político o estético. La política y el Arte Político y demás movimientos pro causas humanitaristas, utilizan la reivindicación de cualquier causa justa para un fin específico que es la conquista del poder. Político, político-estético y económico. El posicionamiento. Que busca escalar escaños en ese poder con sus consecuentes dividendos. Tarde o temprano esta inicial necesidad de justicia se verá revertida en dividendos que buscan una notoriedad política y económica, encaminada a la conquista del poder absoluto, como ya sucede por ejemplo con la plaza pública y las recurrentes instalaciones alusivas a ese mesianismo estético. Toda lucha es por el territorio y esa lucha sólo se expresa desde la legítima defensa de los pueblos que quieren reclamar su justicia. Los pueblos en búsqueda de una verdadera reivindicación, irán entendiendo que las vías políticas de los políticos y de los partidos políticos, también las de los estetas con ínfulas de mesianismo, son caminos de sujeción y de opresión. No de libertad ni de justicia real y efectiva. Otro mundo será posible cuando los pueblos puedan auto gestionar su vida, su territorio y su libertad. En un colectivo real no sujeto a estas usurpaciones.
Doris Salcedo III. Esta tercera entrega de una crítica lacónica surgida apenas como un pantallazo estéril en las inmediaciones de la media noche horrible y sucia como la pileta en que se bañaban los gamines de esos otros tiempos de Bogotá antes que la palabra gamín o desechable fuera incorrecta políticamente hablando y ahora sea preferible hablar de excluido o desplazado o migrante. O sin techo. O líder social asesinado. En estos tiempos en que toda manifestación crítica es casi un exabrupto en medio del oportunismo intelectual y estético. Sí existe sin embargo y va depurándose en estas épocas del Arte Político una categoría crítica nacida en estas tierras ( Agarrando Pueblo, película de 1977, Luis Ospina, Carlos Mayolo, Colombia) para entender el arte de estos lamentables tiempos de posverdad y de red social. El arte político no es propiamente arte sino Pornomiseria. El más escabroso material pornográfico de nuestra contemporaneidad. Y nosotros espectadores somos llamados a ser sus usuarios replicadores de likes complacientes o aún siendo sus detractores, estamos llamados a empatizarnos con todo este horror al que llamamos arte y es miseria pornográfica.
Doris Salcedo IV. El arte y la política o, el Arte Político. Cuando cesa la distancia entre Arte y Política.
Las dos posiciones parecen situarse en dos extremos irreconciliables. Tal vez sea así y pretendamos querer soslayar de manera abyecta esa inconmensurabilidad. La que se da entre el arte. Y la política. Hemos querido disolver esa tensión, transmutando la diferencia, hasta hacer comparecer un nuevo estado de cosas. El del arte político. El arte como una zona de frontera. Lo que está destruido no es sólo la frontera sino el arte mismo en su situación de frontera extrema abocada a la desaparición de ese hiato, de esa y . Operando lo inaudito, es decir, operando el cese de la distancia necesaria entre el arte y la política. Tal vez contribuya en algo rememorar esa sentencia que hablaba del arte como de un enigma. El enigma que es el arte. Porque tal vez sea necesario otra vez, aunque parezca fuera de lugar, revisar esta afirmación hegeliana seriamente, sobre todo en estos tiempos en que pretendemos revocar ese enigma hasta llevarlo al extremo de un arte parametrizado, tal como lo entiende un arte de estado que se empeña en recomendar a sus artistas un arte que se encuadre en sus más de 29 recomendaciones para un arte de pretendida reparación de las víctimas de la violencia.
Doris Salcedo V. Lo preferiblemente empático del arte de nuestros tiempos, del arte político, no es una posición que surgiera propiamente de un artista desgarrado por el dolor. O de un estado en abierta preocupación por sus víctimas. Hay que entender cómo la empatía ha pasado a ser un valor de cambio en la teoría del mercado del arte contemporáneo y de la mercantilización de ese arte. Y en la de la pauperización de todo colectivo de artistas siempre al mando de una voz contante y sonante que ejerce la plusvalía total sobre el colectivo, de ese valor de empatía para un arte de mercado. Quedan pocas disyuntivas en el horizonte de una escena donde el arte y el artista han sido sustraídos de lo propio de si. Quizá los caminos de la rebeldía lo lleven a la inminente desaparición o por el contrario, logre enrolarse en ese juego perverso que lo hará visible.
Doris Salcedo VI. El duelo ha devenido en espectáculo. La plaza pública como un teatro abismal en que todos pueden fisgonearlo, así como se deleitan otros con las excrecencias de los cuerpos llevadas al foco de la escena estética del museo. La más abyecta de las acciones de un estado. Registrar el luto de sus dolientes como acciones cumplidas de lo que sabe irreparable.
Doris Salcedo VII. Nuestra contemporaneidad. Cuando el arte “decide” lo inaudito. Cuando el arte suprime la diferencia. Cuando la política es el arte. Y el arte es la política. Entonces la crítica de arte. Y toda crítica. No pueden ser asépticas porque tienen ante sí el juego avasallador de la política. Que ha reducido la inconmensurabilidad a la convencionalidad política. Que juega los macabros hilos del poder total.
Doris Salcedo VIII. No hay malos políticos y buenos políticos en las luchas por el poder total. No habrá un estado del arte libre. Hasta lograr la liberación completa del arte y del artista. La reciente contienda política mostró esa aberrante situación del artista. La de mostrarlo como estandarte y símbolo de una supuesta liberación política del pueblo colombiano. Hubo una mesa de artistas y cultores del arte nacional preparada como consigna política. La mesa en que figuras insignes de ese estado del arte y la cultura nacional proclamaron su respaldo total a la Colombia Humana. Su adhesión a esas políticas es una demostración más del poder de los poderosos del arte y de la política cultural que siempre sigue en pie resonando en cualquier color político. Que seguirá detentando ese poder total del estado del arte aún en líneas políticas que se presentan como liberadoras. Que se presentan. Como la disidencia. Del arte y la política. La escena del arte es un juego de poderes políticos. La escena del arte es un juego sucio. Y su botín mayor es la mala conciencia.
Claudia Díaz
Junio 23 del año 2019
1 comentario
Excelente! perfecta radiografía de lo que están haciendo una gran mayoría de «artistas» : Vivir del cuento y querer figurar. Claudia Díaz, usted es rotunda y clara! y más no se puede. Mis respetos y un saludo.