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febrero 24 > marzo 6, 2003 >
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Sergio Mutis: Lecturas Dominicales de El Tiempo publicó un
interesante artículo de Luis Fernando Valencia que con el título de
«INCESTO ACADEMICO» polemiza sobre la Bienal de Bogotá.
Les anexo (al final de este resumen ) con esta nota el artículo
en cuestión con un problema adicional que Valencia deja
en el tintero cuando se cuestiona «¿cómo puede un «comité curatorial»
estar integrado por personas que tienen ideas afines, que están en el
mismo viaje, que pertenecen a la misma cuerda?»
El problema no es tanto de afinidad sino de homogeneidad,
pues resulta inaudito que los pocos espacios para artistas
jóvenes (Salón de arte Joven, Salón Interuniversitario, Galería
Santa Fe del Planetario, Salón Regional de Bogotá) se
privilegien propuestas con argumentos similares y se organicen
con el apoyo económico de la misma entidad: el I.D.C.T.
Con la aridez argumental y presupuestal de nuestro medio,
parece que tendremos para rato una «estética distrital» que
ha llegado con la Bienal a niveles absolutamente insoportables.
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Diana Castellanos: Estoy completamente de acuerdo con
Sergio Mutis, y además, ésta misma situacíón se presenta entre
otras actividades académicas también, creo que es una
característica nacional, siempre nuestro pensamiento y el de
nuestros conocidos-amigos es el único.
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Alexis Moreno: No podemos caer en lugares comunes como
«amiguismo», «roscas» y manejos de «poder». La Bienal da para
un buen análisis. Para empezar me parece buenisimo que el
«comite curatorial» investigue y trabaje con disciplina por un año.
Dicho comite funciona como espacio de debate en el que se
definen propuestas curatoriales a partir de argumentos y no de
«cuotas territoriales» como sucedia con la forma de trabajar de
los «jurados de selección» de las anteriores Bienales.
Seria bastante esclarecedor que Luis Fernando Valencia, quien
fue jurado en todas la bienales pasadas, nos contara que tipo
de investigación sustentaba las propuestas que traía de
Medellín y si tenian algo que ver con las que los otros jurados
traian de Cali o Barranquilla (??)
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Tatiana Godoy: Estamos cansados del índice señalador, no se
puede hacer arte si hay determinismos de por medio.
El articulo publicado en las Lecturas dominicales del Tiempo,
de Luis Fernando Valencia, no es más que una llamada de
atención para aquellos que están inmersos en las esferas mas
altas de los campos exhibitivos del arte. Quienes tienen que
empezar a evaluar el por qué, de este tipo de acusaciones; no
es gratuita ninguna actuación.
Tenemos que dejar los paradigmas y los esquematismos
artísticos, por que de otro modo, estamos condenados a las
repeticiones eternas y a las retóricas de siempre.
El discursos se nos están agotando.
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Jaime Iregui, moderador de esferapublica: A diferencia del
Debate de Modus Operandi, que se programó como parte de un
seminario que buscaba generar una reflexión sobre las
prácticas independientes, dos de los cuatro debates en Esfera
Pública no se han planeado sino que emergen por tomas de
posición de uno o varios miembros del medio artístico hacia
eventos o acciones institucionales, como fueron los casos de la
censura de Arborizarte a la propuesta de Fernando Uhía y la
reflexión post-salon nacional de Fernando Escobar.
En ambos debates se dieron tanto opiniones breves como
reflexiones de fondo de varios participantes -además de las de
Escobar y Uhía- en las que cada posición estaba construida con
argumentos que además de ejercer una mirada crítica hacia la
institución, proponía alternativas.
Tanto Uhía como Escobar hicieron parte del Comité Curatorial
de la Bienal, y en equipo con Ana María Lozano y Jaime Cerón
podrían ejercer una reflexión autocrítica que incorpore las
opiniones y argumentos post-bienal, lo que nutriría un modelo
curatorial que tiene aciertos pero tambien aspectos que vale la
pena replantear.
De esta forma el debate puede generar cuestionamientos que
transformen eventos y prácticas institucionales, es decir,
articulando puntos de vista y reflexiones de fondo tanto desde
«fuera» del evento como desde su «interior», pues así como la
opinion que unicamente descalifica no genera nuevas
posibilidades, lo es la actitud institucional que autoafirma su
modelo constantemente ante cualquier cuestionamiento.
Como lo plantea Alexis Moreno sería muy interesante conocer
como era el proceso investigativo de las anteriores bienales, así
como preguntarnos -como lo hace Luis Fernando Valencia- si el
Comité de la Bienal al iniciar su reflexión construyendo un
problema teórico terminó ilustrando y no conceptualizando
realidad a partir de una producción plástica.
En definitiva, cuales son los aportes de la Bienal en tèrminos de
propuesta investigativa y curatorial? que aspectos de podrían
replantear? Estamos realmente ante una propuesta curatorial
normativa?
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Gabriel Merchan: Me parece que esta versión de la Bienal es de
lejosmucho mejor que la anterior. Tiene cambios importantes
como el trabajo colectivo del comité curatorial. Si hay
afinidad entre ellos mucho mejor, pues de lo contrario
habría varias curadurías distintas.
Los trabajos colectivos que había en las bibliotecas
podrían estar acompañados por otras obras de artistas
que trabajen realmente en colectivo, pues queda la
impresión de que lo que se mostró eran proyectos de
profesores con sus alumnos y vecinos. No creo que
lo colectivo sea colaborarle a los profesores para
que ellos sean en últimas los que se lleven todos
los creditos.
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Catalina Vaughan: No me he leido los manifiestos del Comité.
(Pero ví las obras)
Parece que si uno no los ha leido, la Bienal no se entiende.
Es decir, no hay que verla primero. Hay que leerla.
No son un texto complementario. No señor!
Primero está escrita y luego debidamente ilustrada.
Propongo que para la proxima versión el comité realice la
operación inversa: primero ver y luego escribir la norma.
Primero saber cuanto es el presupuesto y luego «tomarse
Bogotá». De lo contrario nada de interacción social, nada de
relación con la vida de la ciudad. Es decir, otra vez a pedir
prestadas las bibliotecas y disponer objetos.
Les anexo, para que vayan calentando motores, estos
parrafillos de Justo Pastor Mellado =>
Una bienal se debe a una ciudad específica, a su trama político-
cultural y a sus ficciones edificatorias. Por eso, entre la
musealidad y la «bienalidad», la práctica curatorial se instala
como una práctica discursiva que desde el diagrama de las
obrasrecompone las redes de producción imaginal y simbólica
en nuestrasintervención urbana.
Es importante remitirse a la lectura de una formación artística
apelando a reconstruir sus tramas coyunturales. Una bienal
instala un modo de producción institucional específica,
que trabaja en la larga duración, mientras que una curaduría
consiste en la edición de una lectura de una fase de producción
artística, trabajando en la «corta duración». Esto hace que el
concepto de curaduría así como el estatuto del curador, se
remitan a un terreno de «teoría menor», en que la especificidad
de sus operaciones se va construyendo en función de la
consistencia de la coyuntura. En este sentido, asumiendo el
carácter de un enunciado editorial, la curaduría es,
básicamente, un «concepto práctico».
La larga duración tiene que ver con el carácter de las
infractaciones sociales que, a propósito de la acogida
negociada que toda ciudad construye con su bienal, producirá
efectos en la gestión estratégica dearte contemporáneo. Dicho
sea de paso, es probable que algunos efectos de gestión
lleguen hasta amenazar los procedimientos de mantención del
carácter de larga duración de una bienal.
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Alexis Moreno: Me atrevo a sugerir que hace falta desplazar la
discusión a un plano en el que podamos discernir si la
propuesta curatorial de este evento es realmente una curaduría
o una creación artística de carácter colectivo.
Me explico:
Durante la década pasada la figura del curador tomó
mucha fuerza en nuestro medio. Este personaje desplazó
al artista como autor y creador. Se convirtió en una especie
de intermediario entre la obra y el público.
En esta clase de exposiciones primero hay que descifrar qué
nos quiere decir el curador y cómo su mirada da un nuevo
contexto a las obras. O viceversa: cómo las obras funcionan
como «texto»para lo que podríamos llamar una curaduría de
carácter creativo,que no busca leer o interpretar una realidad.
Busca crearla.
Es decir, en una sofisticada operación el curador se convierte
en un creador que orquesta su «propuesta» con el trabajo de los
artistas.
«El curador como artista» sería un tema interesante para un
seminario o para un debate en esferapublica. Pero más
interesante aún sería «El artista como curador». Sobretodo si
tres de los cuatro miembros del comité curatorial de la Bienal
son artistas.
Sobretodo si los tres han leido y releido a Hal Foster
y están bien informados de lo que plantea en «El artista como
etnógrafo», donde redefine la práctica artística como un
mapeo de la realidad al estilo crítico de algunas obras de Hans
Haacke, Alan Sekula, Dan Graham y otros.
Teniendo en cuenta esta nueva mutación de la práctica artística
-que el autor señala como paradigmática- y el interés del comité
por sus implicaciones, sería interesante preguntarse si la
curaduría realizada por un artista es un mapeo que podríamos
leer comoinvestigación curatorial que «intrepreta» una realidad ó
como proceso artístico que «crea» dicha realidad.
Eso puede ser interesante. Varios artistas en nuestro medio
han hecho curadurías y me parece muy bien.
Pero, que sucede cuando la hacen desde una institución como
el Museo de Arte Moderno y la presentan como un «proyecto
curatorial rigurosamente asumido que utilice estrategias y
mecanismos diversospara intentar hacer legible la práctica
artística» de los últimos cuatro años, con hitos históricos y toda
la parafernalia legitimante de un espectáculo institucional?
En estas estrategias y mecanimos donde están los límites
entre investigación curatorial y proceso de creación artística?
Entre interpretar una realidad y fabricarla?
Por supuesto que los artistas del comité no se hicieron esta
pregunta una vez fueron llamados a trabajar exhaustivamente
en tan magna empresa.
Tampoco estoy diciendo que deliberadamente trabajaron
sabiendo que podrían terminar realizando más una propuesta
artística que una curatorial. Sin embargo, sería bueno que se
hicieran esa pregunta ahora. Y no la hicieramos todos.
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INCESTO ACADEMICO /
Por Luis Fernando Valencia, ex-jurado de la Bienal de Bogota.
Aclaremos de entrada: una estética normativa es aquella que dicta
normas a los artistas, les señala pautas, les impone criterios. En la
reciente Bienal, con estupor y alarma, constatamos que un «comité
curatorial» le estuvo diciendo a los artistas lo que deben hacer, o
sea, no se están encargando de teorizar unos hechos plásticos, sino
de producirlos a través de algunos «artistas» que ilustran sus
planteamientos.
Para un artista joven que está que con dificultad empeñado en
aproximar resonancias interiores con la exterioridad del mundo, esta
frase de Jaime Cerón: «Construir o imaginar los factores que han
llevado a una degradación y buscar alternativas para restituir una
dignidad cultural perdida es una tarea que debemos asumir
colectivamente.», le plantea un programa de trabajo que seguramente
lo lleva a una obra literal, a buscar el chispazo que complazca al
crítico, a llegar al acierto, no a un proceso evolutivo de
transformación y acercamiento al mundo real.
Fernando Escobar, por su parte, anota respecto al arte que: «sí
señala que se puede comprender como una respuesta histórica a una
disfunción del sistema social actual, entendiendo el sistema como una
construcción finita opuesta a la noción de estructura, que en cambio
no tiene límite.» O sea, que encuadra el arte en una dirección que
supuestamente es la correcta, y ya sabemos que cuando el arte sigue
un derrotero trazado, sucumbe estruendosamente en el panfleto.
Igualmente Ana María Lozano, propone un tema, algo impensable
hoy: «proponemos una puesta al día de problemas acuciantes hoy, el
primero de los cuales es posiblemente, la cotidianización de la
muerte.» Si Cerón señala lo que se debe construir, Escobar lo que se
debe responder, Ana María lo que se puede tematizar, Fernando Uhía va
más lejos, señala idea, tema y contexto: «Así que, éticamente, las
funciones que corresponderían al artista colombiano contemporáneo,
estarían orientadas por la acción social, materializadas desde
estrategias como el reconocimiento y la participación en las
atmósferas donde se desarrollan las actividades humanas.»
Dejemos la estética normativa, y pasemos a un segundo punto no menos
escandaloso. En su ofuscación por ser patéticamente contemporánea, la
Bienal dio un paso atrás y utilizó dos estrategias típicamente
modernas: la reacción y el manifiesto. Todos sabemos, como dijo
Lyotard, que el pensamiento posmoderno es «diferencia sin oposición.»
El rechazo de la tradición es otra forma de tradición. El contenido
del texto del catálogo, y el tono de la «Bienal en teoría», por su
elocuencia y énfasis, están irremediablemente ligados a la
forma `manifiesto’. Los manifiestos de los ismos de las vanguardias
modernas, a nuestros ojos hoy, son excluyentes, unidireccionales,
nítidos, descalificadores. Todo lo contrario del pensamiento actual:
opacidad, ambigüedad, alteridad, otredad, polisemia, multiversalidad.
Y sorprende, un tercer aspecto: ¿cómo puede un `comité curatorial’
estar integrado por personas que tienen ideas afines, que están en el
mismo viaje, que pertenecen a la misma cuerda? En una especie de
incesto académico, sin el más mínimo rubor, todos se citan unos a
otros, y para ser coherentes con esa unanimidad, todos tienen el
mismo héroe: Hal Foster. Además, y no menos inquietante, como todos
los integrantes del comité son del Distrito Capital, un enviado
especial visita las regiones, y obviamente, es tomado por asalto por
determinado grupo de artistas que hace desaparecer sus colegas.
Entremos ahora en un cuarto aspecto que pertenece específicamente a
la disciplina artística. El montaje de la Bienal adoleció de un
concepto fundamental a las artes visuales: el concepto de espacio.
Todo trabajo artístico genera un espacio de visibilidad que es la
mediación entre un artista que produce, una obra que significa y un
público receptor. Si el montaje no crea complicidad entre
arquitectura, espacio y obra, el trabajo de arte permanece
ensimismado, ajeno a ese vacío significante y espacial que lo abarca
y lo expresa.
De veinticinco trabajos encontramos nueve que realmente configuran un
espacio que convoca al autor, la obra y el público, un espacio que no
se deja enganchar en el falso espejo de la actualidad, imponiendo su
propia presión hasta alcanzar la configuración que evita el
acontecimiento vacío, marchando en una dirección diferente a la
imagen narcisista imperante hoy. Son obras que levantan un espacio a
través de operaciones formales, (la forma es inherente a la
disciplina artística, no nos dejemos obnubilar por las pataletas
antiformalistas) concretadas en un material (sí porque el arte es
materializacion sensible, sin esta materialidad el arte sería sólo
idea, es decir, filosofía) y a través de dispositivos intelectuales
(conceptos).
Las obras que levantan esa exterioridad, que hacen visible ese
espacio de lo indecible, son: Instantáneas de Pablo Adarme, La vida
es una pasarela de Jaime Ávila, Aroma de cartucho de Andrés Burbano,
Efluvios de Johanna Calle, Funnels-embudos de Andrés Duplat, Color
que soy de Delcy Morelos, Biografías de Oscar Muñoz, Nowadays de
Miguel Ángel Rojas y Echando lápiz de Manuel Santana y Graciela
Duarte. Nueve obras de veinticinco, un 36% del total. Pobre balance.
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