Esteban Peña debe estar dichoso de empezar el año, ya no en un oscuro local de un horrible edificio con nombre de astro, sino en una tradicional casa iluminada de un barrio chic de Bogotá. Como quien dice (si se me permite un sencillo juego de palabras), “Ahora tendrá más ojos puestos sobre su obra.”.
Y bien, este joven bogotano de 27 años parece haber tomado un camino ya bastante recorrido, pero al parecer, aún explotable, el punto. Ese elemento básico que junto a la línea y el plano tanto trasnocharon a Wassily Kandinsky y que hoy día han sido la única herramienta para crear 1000 dibujos. Asombrosa y admirable hazaña. Casi tan increíble como la construcción en madera de una motocicleta, pieza por pieza, por parte de Iván Acosta, para uno de los salones regionales de este año.
Sí. Como una fotocopiadora humana, Peña reprodujo cientos de reproducciones (valga la redundancia) de las obras más difundidas de la historia del arte occidental, la reproducción manual de la reproducción automática. Un trabajo impecable en cuanto a su realización. Elogiable. Un buen punto final para el claro, o mejor, demasiado claro proceso plástico de este artista. Lo digo porque aunque el discurso es redondo, poco a poco se vuelve aburrido. ¿Mil dibujos? Tal vez con diez hubiera entendido. ¿Las imágenes más conocidas de la historia del arte? Ya todos las hemos visto (bueno, al menos no las organizó cronológicamente…). Pero es complicado. No puedo decir que sea una mala exposición. Me gustan las cosas claras y concisas. Además hay mucho trabajo y empeño, la factura está impecable y es bastante coherente con todo lo que ha venido haciendo, desde su primera exposición individual en la galería El Garaje. ¿Los berracos? Creo que falta riesgo y aún mayor sentido del humor.
Sin embargo hay algo, lo sé porque al salir, mientras esperaba a un ex-amante en una banca justo al frente del restaurante Carpaccio, tuve varias reflexiones. ¿Acaso muchísimo trabajo y esfuerzo manual garantiza la creación de una grandiosa e inolvidable obra de arte? Supongo que en ese caso Johanna Calle habría ganado el premio Luis Caballero. ¿Y si los puntos no sirven para crear nuevas imágenes? De esas que uno no había visto. Punto aparte. Siento que hay una nueva ola de excelentes dibujantes. Caso opuesto a los escultores. ¿Ya nadie esculpe? Sólo recuerdo a un joven llamado Leonardo Castaño. Enfin… ¿A dónde llevarán mil dibujos y ochenta y cuatro mil quinientas noventa y nosé cuantos puntos a Esteban Peña? Esperemos que lejos porque me parece que tiene un talento único que lo ha hecho llegar hasta la Galería Nueveochenta pero que lo puede traicionar si no se empieza a aprovisionar de nuevas ideas, nuevos conceptos y nuevas imágenes.
Lolita Franco
http://lolita-franco.blogspot.com
(enviado a esferapública por iris greenberg)