Archivo Tucumán Arde. Grupo de Artistas de Vanguardia de Rosario. Documenta 12, 2007.
Intento abordar este relato sobre el archivo desde mi experiencia como uno de los participantes del Grupo de Artistas de Vanguardia de Rosario. Contar qué significa hoy haber participado de estos hechos y cómo se constituyen en una experiencia significativa que de alguna manera contamina mis conceptos sobre arte y vida en el presente.
Durante mucho tiempo guardé los documentos del Grupo junto a otros que fui reuniendo a lo largo de todos estos años. Comencé a juntar artículos y notas de diarios y revistas de manera espontánea, buscando, quizás inconscientemente, una reafirmación de los hechos en los que estaba participando como integrante del Grupo de Arte de Vanguardia de Rosario. Guardé material de las primeras exhibiciones en conjunto, de los primeros pasos en común, los comentarios de las primeras muestras individuales, de las exposiciones colectivas que fueron el germen del grupo que a fines del 67 adoptaría una nueva dinámica al conformarse orgánicamente y asumir sus miembros diferentes responsabilidades y tareas. Me propusieron ser la responsable de prensa y de llevar el registro de las acciones del grupo. Así, azarosamente, como parte de un mandato grupal, acepté y me involucré en preservar la memoria de ese recorrido.
Por otra parte esta compilación de documentos tiene otra vertiente, el aporte de Carlos Militello, que entonces participaba como fotógrafo del grupo. Él realizó muchos de los registros fotográficos que cuenta el archivo y guardó cuidadosamente los negativos que quedaron en su poder, circunstancia que permitió conservar intacto este material.
Así se fue preservando un conjunto de publicaciones, artículos periodísticos y fotografías que se amplió aún después de Tucumán Arde y ya disuelto el grupo. Material que en determinado momento del recorrido dejó de tener sentido cuando las preocupaciones pasaron de la práctica artística al campo político.
Durante la última dictadura, cuando muchos se vieron impelidos a deshacerse de sus libros y vaciaron sus bibliotecas, enterraron documentos o quemaron papeles, Carlos y yo seguimos guardando los documentos que configuran la historia de este Grupo. Fueron años difíciles.
La inquietud por no comprometer y exponer a otros en un momento en que el grupo hacía mucho que había dejado de existir hizo que en varias circunstancias me viera forzada a adoptar ciertos criterios de preservación ya no de documentos sino, por el contrario, de personas, aunque eso significara destruir documentos. El criterio que finalmente adopté fue el de preservar sólo aquello que había tenido estado público. Preservé lo que había sido público y destruí, entre otras cosas, el cuaderno de registro de reuniones donde muchas veces aparecían las voces de los protagonistas, debates y discusiones que habían tenido lugar en el interior del grupo o a partir de alguna correspondencia.
En algún otro momento, destruí ciertos textos que tenían que ver con la práctica y con el debate de ideas acerca del arte, cuando consideré que la producción artística ya no tenía sentido para mí.
Guardé estos documentos como parte de una memoria personal, de un momento de vida ligado a fuertes lazos afectivos. El archivo formado por estas dos vertientes se convirtió casi en el único registro que documenta el recorrido del grupo. Grupo que para mí fue particularmente significativo porque mucho de lo que soy, lo que pienso, tiene que ver con esa experiencia que fue tan movilizadora, que me hizo crecer y percibir la realidad de otra manera, donde encontré mis afectos, personas muy queridas y entrañables amigos.
Por mucho tiempo el archivo no interesó a nadie.
Es recién con el advenimiento de la democracia en 1983 cuando empieza a manifestarse algún interés en conocer esta experiencia.
El archivo nos habla de las tensiones que se generaron en los 60 entre arte y política y las formas que adquirieron esas prácticas. Nos permite pensar estas producciones desde los diversos posicionamientos y cuestionamientos que estas prácticas involucraron cuando la radicalización de las obras fue acompañando nuestra propia radicalización y puso en cuestión las formas de hacer arte y de hacer política.
Estos documentos adquieren un sentido cuando se los comienza a visitar, a ser mirados por otros que quieren “saber” de un período que había sido silenciado y del cual quedaban pocos datos o pruebas. Es en este momento cuando cobran entidad de archivo.
Resguardar un material que fue producto de una acción grupal significó un compromiso. Situarme en el lugar de uno de los protagonistas y de haber preservado y construido el archivo se constituye en una condición de responsabilidad.
Visualizar el lugar desde el que hablo niega el lugar de neutralidad.
Asumir este lugar hace posible otras visiones y vivencias, y también provoca contradicciones y conflictos.
¿Qué es un archivo? ¿Cuándo se completa? ¿Cómo y desde dónde se interroga? ¿Qué sentido tiene mostrar o publicar un archivo?
El relato de cómo se creó el archivo sitúa su existencia en un tiempo concreto y singular. Cómo mostrarlo nos enfrenta a decisiones e interrogantes difíciles de responder.
¿Cómo aproximarnos a estos documentos?
¿Cómo mostrar este conjunto de imágenes y palabras para que no queden cristalizados, despojados de la energía vital y revulsiva que tuvieron en su origen?
¿Cómo pensar los hechos?
¿Cómo acercarnos a las preocupaciones, dudas y búsquedas que nos atravesaban?
¿Qué rescatamos?, ¿qué recordamos?
Diferentes aproximaciones, diferentes perspectivas, diferentes lecturas.
Visibilidad e invisibilidad tensadas por las relaciones de poder.
La Historia, las otras historias.
Los relatos canónicos y los otros.
¿Cómo hablar? ¿Cómo mostrar?
En estos últimos años he sido convocada a presentar el archivo en numerosos eventos y circunstancias. Cada experiencia de mostrar el archivo me sitúa ante un desafío diferente. Qué mostrar, cómo y dónde, son preguntas que activan reflexiones e interrogantes que cambian según el contexto.
El montaje es significante y en ese sentido puede posibilitar preguntas o presentarse como un modelo ahistórico y universal que genere nuevos estereotipos.
Mostrar el archivo es una forma de compartir y de hacer conocer prácticas, experiencias y recorridos que nos marcaron muy profundamente. Cada presentación es una situación de aprendizaje, de comunicación, de intercambio, un espacio para dialogar, escuchar a otros y hablar acerca de las preocupaciones e interrogantes que nos atraviesan.
Mostrar el archivo es un desafío que tiene que ver con las preguntas que nos hacemos desde nuestras propias prácticas al concebir la relación con el otro no desde el lugar del saber sino del de la duda y los interrogantes, del intercambio y el diálogo.
¿Cómo dar cuenta del proceso que culmina en Tucumán Arde?
¿Cómo dar cuenta del después?
Preguntas en relación al qué y al cómo mostrar o hablar de estas prácticas derivan necesariamente hacia interrogantes que tienen que ver con la ética.
En estas búsquedas y cuestionamientos se toma conciencia de que el más mínimo gesto o corrimiento es significante, cada presentación deviene así en un ejercicio de reflexión crítica. Mostrar Tucumán Arde y el recorrido del Grupo de Artistas de Vanguardia es forzosamente una interpretación, es apropiarse de estas acciones e insertarlas en un nuevo escenario. Es una traducción.
¿Cómo devolverle al archivo su carácter colectivo?
¿Cómo dar lugar a la vivencia?
¿Cómo mostrar el proceso de radicalización política y estética que transcurrió el grupo, que llevó a articular teoría y práctica en la búsqueda de un concepto diferente de arte y de artista?
¿Cómo hacer para que las estrategias y tácticas expositivas operen los mismos conceptos que se trabajan en las obras o, por el contrario, los pongan en cuestión?
¿Cómo mostrar obras que han sido producidas para otros contextos y otros momentos históricos?
Concibo el archivo como un espacio de reflexión, de diálogo y de debate abierto a múltiples interpretaciones y lecturas. Lo pienso en proceso como algo incompleto que se sigue nutriendo de nuevas experiencias en el presente vividas por afuera de los modos dominantes de subjetivación.
Al hacer conocer estas experiencias y volverlas visibles corremos el riesgo de que sean despojadas de sus implicancias contextuales y tiendan a aparecer como hechos autónomos y despolitizados.
¿Cómo hacer para que esta tensión se mantenga y sea productiva y no sea absorbida por la institución?
En la escena del arte contemporáneo el archivo deja de ser una explicación de la obra para ser obra en sí mismo. Al presentar las evidencias de primera mano de una práctica ocurrida en otro momento se convierte en un nuevo hecho que se aleja de la representación y actúa como herramienta de conocimiento y disparador de memoria.
El museo privilegia el dispositivo exposición y sostiene e impone un modelo de muestra y de montaje que coloniza y borra toda particularidad. Frente a una escena artística que señala como único lugar posible el museo y como único modo un formato establecido, presentar un tipo de experiencias que han ocurrido por fuera del museo creo que abre perspectivas para pensar el arte desde otras coordenadas que desbordan el cubo blanco y la trama de bienales y premios, para imaginar la práctica artística en un campo más vasto de relaciones, atravesado por búsquedas que se abren a otras disciplinas. Se hace necesario pensar otro tipo de institución, otro concepto de museo, pensar otras formas de mostrar que construyan otro público y que se aleje de los formatos hegemónicos.
Pienso que mostrar el archivo posibilita conocer una experiencia, “compartir un capital” para que otros se lo apropien y lo puedan transformar y volverlo operativo. Permite establecer genealogías con acontecimientos actuales y líneas de pensamiento e investigación que intentan pensar el arte y el lugar del artista desde otras concepciones. Más allá de los paradigmas que nos impone el mercado que restringe las modificaciones que produce el arte solamente a la esfera del arte. Recupera estas prácticas como posibilitadoras de nuevos debates sobre el sentido y la función del arte al rescatar el valor crítico de la práctica artística como herramienta para construir procesos de subjetivación y comunicación y de intervención activa en lo social. Hoy puedo concebir el archivo como una construcción o una producción que forma un continuo con mi propio recorrido y creo que esto ha sido posible desde que comenzamos con otros artistas y compañeros un proyecto que me sitúa nuevamente en una propuesta grupal, con una intención de incidir en el medio, producir pensamiento y reflexión crítica desde nuestro propio lugar.
Creo que sin esta plataforma grupal que es El Levante no podría haber sostenido la demanda que ha tenido el archivo.
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Graciela Carnevale*
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*publicado en Inventario 1965 – 1975. Archivo Graciela Carnevale