Informe Brumaria

Artepolitica - Brumaria

El grupo de trabajo El arte no es la política/La política no es el arte, el despertar de la historia está dirigido por el equipo de Brumaria, alojado en el Medialab Prado (Madrid).

A partir de tres orientaciones de pensamiento (marxismo, psicoanálisis, fenomenología) busca un despejamiento teórico y la creación de posibles, por pequeños que sean, para el arte y la política.

Se pretende abrir un más que necesario debate sobre el supuesto arte político de nuestros días, el cual evidencia un agotamiento alrededor de unas posturas que discurren pero no piensan, pues se hallan subsumidas en la economía política capitalista y en la única lengua que habla y se le reconoce: la plusvalía.

Y es que, en lo contemporáneo, parece como si el imperativo rimbaudiano “hay que ser absolutamente moderno” se hubiera convertido, las más de las veces, en “hay que ser absolutamente banal” o, lo que es lo mismo, “todo vale: hay que ser absolutamente contemporáneo”.

De ahí que separarse de lo banal, el fraude o la impostura, resulte tan decisivo.

Y ello supone no amalgamar procedimientos, no suturar efectos, operadores y verdades, distinguir objetos y sujetos, no confundir fenómenos y acontecimientos, en definitiva, distinguir de una vez el arte del artefacto e, incluso, del artificio para no equivocarnos, justamente, en lo que respecta a los proyectos y a los proyectiles.

¿En el arte contemporáneo y más específicamente en el arte político, cuál es el gran modelo de lo que es inmediato, de lo que circula, de lo que sucede, de lo que muere en cuanto aparece, lo que debe ser consumido y después debe desaparecer, el modelo de todo esto es la mercancía?

¿Hasta qué punto, por poner sólo los casos más mediáticos y poderosamente llamativos, la abiertamente política 7 Bienal de Berlín, la ausencia de cualquier referencia política en la  actual Bienal de Venecia o el desbarre político de la última documenta de Kassel, actuaban en un contexto de creación y consenso de discursos no cuestionadores sino abiertamente institucionales?

¿Cuáles son las claves ideológicas, teóricas, simbólicas y estéticas del llamado “arte político”?

¿Cómo hacer y articular una crítica ontológica, una crítica estética y una crítica política al arte de nuestro tiempo?

Deleuze sabía muy bien que las preguntas se fabrican como cualquier otra cosa. Sólo que hay preguntas y preguntas. Las más fundamentales, por estructura, es decir, precisamente por ser fundamentales, puede que no tengan respuesta. Pero eso no ha de impedirnos, sólo hace falta un poco de valentía para formularlas.

El pasado 17 de julio se dio el primer encuentro de carácter introductorio, donde se presentaron las pinceladas generales que animarán estas discusiones, es decir y en palabras de Darío Corbeira (ver video), para poder repensar y cuestionar el llamado arte político desde la constatación de su rol de lugar común, de mercancía publicitaria consensuada y admitida por los diferentes sectores que componen el mundo del arte: museos y centros de arte, universidades, bienales, Internet, ferias, encuentros, publicaciones y grandes eventos que crecen en la inmovilidad discursiva. Estamos ante la posibilidad y la necesidad de contra preguntarnos por sus propósitos.

El llamado arte político –continúa Darío- debe repensarse una y otra vez, hasta llegar a un punto en el que se pueda dar la construcción continuada de verdades nuevas pues, el arte contemporáneo es una crítica del arte mismo, una crítica artística del arte según Alain Baldiou. Pero aparece en estos momentos un período de reapertura histórica que obliga a una proposición ideológica para reformular la política y el arte. Sabemos dónde está el arte, dónde está la política, pero no sabemos entrar críticamente en esas instancias.

Este viaje pretende ser una aventura intelectual, donde lo único que sabemos es que existe un punto de partida en el que está absolutamente permitido el perderse, antes que el encontrarse. (Ver presentación de Alex Arozamena), y a partir de esta perdición que llamamos obras, trabajos, es como se puede dar acceso a otras figuras y a otras posibilidades del pensar a partir de cierta irreductibilidad, sin pretender seguir contándonos cuentos respecto de los efectos políticos de la obra artística, según la posición Althusseriana.

Igualmente esta sección introductoria contó con Pablo Posada Varela, quien desde la fenomenología ofrece herramientas de trabajo muy interesantes como es la fenomenología no estándar y su arquitectónica (Ver video). Trasladar los objetos al ámbito del fenómeno, de su aparecer, alienta posibilidades de constitución inauditas. Acorde con lo que la fenomenología entiende como el apriori de correlación, estas nuevas posibilidades despuntan tanto del lado del objeto como del lado de la vivencia, de sujeto. Ejemplos de fenomenología no estándar tenemos sin cesar en el arte (una configuración inaudita que consuena con algo de nosotros que siempre estuvo ahí y aguardaba ser despertado), pero también en la política (una posibilidad de vida en común que se abre de repente y que se ve refrendada desde la parte subjetiva de la correlación en una potencialidad empática hasta entonces virgen).

Evidentemente, en estos parajes tan sutiles de la arquitectónica del sujeto y de las realidades es muy difícil osar demarcaciones. En cualquier caso, la fenomenología puede llevar a fenomenalizaciones inauditas que hacen que nuestra ipseidad aparezca a una nueva luz desde la cual los sentidos convenidos y consuetudinarios se revelan de repente en su flagrante arbitrariedad. En realidad, la fenomenología revela la fragilidad y la contingencia de ciertos sentidos y, precisamente, su fundamento fenomenológico (como, precisamente, no agotado por los sentidos en boga). De ahí que la fenomenología albergue una importante potencia crítica. Lo inaudito y profundo de mi ipseidad puede consonar también con una forma de ipseidad social, y una nueva posibilidad de ver el mundo. Arte y política tienen su reserva fenomenológica salvaje, a redropelo de toda convención o formalización, el uno a distancia del otro, sin confundirse ni tutelarse, pero tampoco sin una profunda y misteriosa resonancia entre ambos. Esas resonancias arcaicas en las prácticas políticas y artísticas pueden tratarse de modo especialmente agudo gracias a los instrumentos de la fenomenología no estándar y de su correlativa ampliación arquitectónica. (Leer introducción de Pablo Posada).

El día 8 de octubre se dio entonces inicio formal a este grupo de trabajo, con una breve introducción que hizo Alex Arozamena (ver video), antes de dar paso a los dos panelistas del día (Leer texto de Alex Arozamena).

De una parte Guillermo Villamizar (Ver video) con su análisis concreto que se basa en la desmistificación materialista de lo que, bien podemos denominar, el discurso capitalista (también para el arte y no sólo para la política), nos habla de aquellas producciones de “macroeconomía cultural” como él las llama, que intervienen los procesos aparentemente naturales de las producciones sensibles (Leer ponencia).

Y, luego, Montserrat Rodríguez Garzo (ver video) trata, desde la subversiva escucha que estructura su práctica, de leer algo de lo que se entredice en el sintagma: “la producción del artista es política por orfandad”. La causa inmediata de su reflexión resulta de lo enunciado sobre orfandad y filiación por Alejandro Arozamena y Darío Corbeira en la presentación del grupo de trabajo y del encuentro con el informe Daros, de Guillermo Villamizar. Estos encuentros generan preguntas sobre la dimensión perversa de lo que concierta los nombramientos de los usos de las producciones artísticas y las formulaciones de estos usos.

En el desorden revolucionario que busca instaurar la voz del artista, en relación con el régimen establecido, se pueden detectar trazas que no tienen una finalidad muy clara, es decir, como espectadores no sabemos muy bien a qué intereses apunta ese desorden al que somos invitados mediante las prácticas objetuales y conceptuales que integran el discurso artístico, se infiere a partir del texto de Monserrat Rodríguez Garzo en algunos de sus párrafos (Leer ponencia).

Se ha vuelto tan importante esgrimir la promesa de introducir un orden revolucionario en el sistema arte, que ya su figura ocupa un lugar destacado en el mercado del arte. Pero así como persiste en ser un nicho importante en este mercado, su agotamiento empieza a percibirse en el campo de la crítica de arte; dos actores que por definición, transitan en direcciones opuestas, aunque la crítica haya perdido su solidez social por el empuje económico que imprime el mercado al mundo del arte, convirtiendo al dinero en un puntal que determina las ideas y tendencias de los escenarios que componen la más reciente historia del arte contemporáneo.

La capacidad de rentabilizar el inconformismo, más allá de su estetización, es la extraordinaria lucidez del sistema para mercantilizar este tipo de sujetos creativos, es decir, las obras y los discursos que las acompañan, como buenos manuales de uso para gadgets iconoclastas.

En las dinámicas económicas existen por igual la orfandad, lo faltante ya no como objeto simbólico o metarelato sino como dispositivo físico, aquello que hace de la realidad su presencia evidente desde diferentes epistemologías, en donde la obra de arte, con probabilidad, tiene algo y mucho que decirnos.

En el caso de la obra de arte, su importancia está compendiada no sólo por su valor rutilante en términos simbólicos, y lo que ello transmite de manera intangible, sino que el objeto que contiene esa intangibilidad se hace mensurable gracias al mercado, y en ese tránsito, la dimensión contra hegemónica que transmite el artista parece desaparecer. O se convierte en algunos casos, en un simple guiño para seducir al espectador, ofreciendo una recompensa que más que buscar alterar el orden social, busca preservarlo para que ese mercado y esa experiencia militen en ese único lugar donde el éxito existe, mediante la habitación neutral y la conservación cómplice de la región que se quiere subvertir.

Esa es probablemente la contradicción que ofrece el sistema del arte a la politización de la estética y por extensión, el sistema social como conjunto, a la obra pretendidamente revolucionaria. De ahí su agotamiento extremo que sobrepasa desde hace tiempo, cualquier posibilidad de redimirlo por medio del cinismo.

Algunas elaboraciones sociales, diseñadas como políticas de estado por agentes dominantes de la realpolitik, intervienen para crear otros escenarios que responden a direccionamientos calculados, como son las políticas de intervención y control sobre agentes menores a partir de las elaboraciones señaladas. Uno de esos agentes menores es el arte.

Las relaciones entre grandes coleccionistas o grandes instituciones privadas de carácter museal, que mantienen una relación estrecha entre el gran capital y la compra voraz de activos artísticos, mediados cada vez más por la presencia de arte y artistas “políticos” repite esa misma ecuación. Más que control -y aquí se puede abrir un espacio de discusión con el texto de Montserrat- se puede hablar de producción, antes que instrumentalización de la circulación.

 

He aquí entonces una primera memoria de estos encuentros, y la invitación a su próximo encuentro del 12 de noviembre en Medialab Prado (Madrid).

http://medialab-prado.es/article/grupo_arte_politica