Independencia

En Bogotá hay un grupo de artistas que en el futuro serán perseguidos por los Historiadores del Arte. El grupo El Bodegón hace exposiciones desde hace más de tres años (más de 30 eventos dice la estadística) que se caracterizan por ser anunciadas con textos afinados al ritmo de cajitas de música explosiva. “Arte contemporáneo + vida social” es su lema y su modus operandi es: las exposiciones sólo se ven el día de la inauguración, son contemporáneas al que las mira, al que alterna vida con arte. El Bodegón pasó de Las Aguas a Las Nieves, a un nuevo local de 15 m2 en el corredor peatonal de la calle 22 con 6. Abrieron y cerraron con una exposición de puertas pintadas por Fernando Uhía (Puertas para vivienda de interés social) y la semana pasada mostraron El Adiós: dibujos extraños de Gabriel Mejía Abad que juegan con la muerte sin patetismo, con jovialidad. Pero El Bodegón lo dice mejor: “Algunas veces, al mirar con atención el mundo, parecería que está más muerto que vivo o, más bien, más puesto a vivir por los muertos que por quienes vivimos, si es que vivimos porque, ya metidos en la pregunta, habría que empezar a pensar en qué significa estar vivo y muerto”. Hoy viernes continúan los cuestionamientos, esta noche abre y cierra Los Desastres de la Reforma, una exposición que trae a colación el embolate en que anda el manejo de la cultura del Distrito.

Un coleccionista, un pintor y un ajedrecista fueron a una ferretería y compraron un objeto. Uno de ellos le pintó firma y fecha, llenó una ficha de inscripción con un nombre falso y envío la pieza de fontanería a un evento de una agrupación de vanguardia: la Sociedad de Artistas Independientes.

El objeto fue rechazado, no fue expuesto. Una tropa de periodistas y artistas despistados convirtieron al objeto en polémica moral y alimentaron un rumor. Décadas después, un sinfín de teóricos tropezó con el hecho y un orinal fue consagrado como una de las piezas más paradigmáticas del arte actual… pero basta con leer el libro Duchamp de Calvin Tomkins para que cada cosa retorne a su lugar, gracias a una crónica que no excluye chismes, tonos narrativos o dosis homeopáticas de crueldad, la pieza de fontanería recobra su cualidad de objeto extraño (ready made) y revela su potencial verdadero: la provocación.

En Bogotá hay un grupo de artistas que en el futuro serán perseguidos por los Historiadores del Arte. El grupo El Bodegón hace exposiciones desde hace más de tres años (más de 30 eventos dice la estadística) que se caracterizan por ser anunciadas con textos afinados al ritmo de cajitas de música explosiva. “Arte contemporáneo + vida social” es su lema y su modus operandi es: las exposiciones sólo se ven el día de la inauguración, son contemporáneas al que las mira, al que alterna vida con arte.

El Bodegón pasó de Las Aguas a Las Nieves, a un nuevo local de 15 m2 en el corredor peatonal de la calle 22 con 6. Abrieron y cerraron con una exposición de puertas pintadas por Fernando Uhía (Puertas para vivienda de interés social) y la semana pasada mostraron El Adiós: dibujos extraños de Gabriel Mejía Abad que juegan con la muerte sin patetismo, con jovialidad. Pero El Bodegón lo dice mejor: “Algunas veces, al mirar con atención el mundo, parecería que está más muerto que vivo o, más bien, más puesto a vivir por los muertos que por quienes vivimos, si es que vivimos porque, ya metidos en la pregunta, habría que empezar a pensar en qué significa estar vivo y muerto”. Hoy viernes continúan los cuestionamientos, esta noche abre y cierra Los Desastres de la Reforma, una exposición que trae a colación el embolate en que anda el manejo de la cultura del Distrito.

Antes de que la Historia los atrape o de que la pompa de jabón de lo marginal se rompa, El Bodegón seguirá haciendo lo que sabe hacer: provocar, poner a prueba, una y otra vez, la independencia de los independientes.

Lucas Ospina
http://elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/lucas-ospina/columna85745-independencia