Concentración

FOGUEO es una edición que comienza y termina en cada librillo pero cuenta con la conciencia de que es una novela por entregas. Así, se da la oportunidad del reinicio. En esto se parece a las trampas de la FIFA y a la popularización de la literatura: como los ciclos del fútbol corporativo (que nos enseñan de Ciencias Políticas, contacto cultural y nos condicionan la vida), sabemos que nunca va a llegar a su fin.

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Un público cualquiera, portada de “Público”. Ana Guerrero,
Nicolás Vizcaíno,
Juan Conto,
José Sanín,
Nicolás Samper,
Carlos Pérez, FOGUEO, 2014. Bogotá.

Lo mejor del Mundial anterior fueron las manifestaciones de resistencia al sistema por parte de colombianos notables, el imposiblemente hermoso gol con que David Luiz confirmó la eliminación de la selección Colombia y un conjunto de seis revistas, cuyo orden de lectura dependía de no separarlas tras haber sido compradas. Si sucedía, entonces uno empezaba a ser lector-creativo y decidía organizar el grupo de alguna manera. Yo comencé en lo intemporal (“Un público cualquiera”), y continué con lo cronológico (“Uniforme de visitante de Luis Enrique en el Mundial de Estados Unidos 1994”, “Uniforme de visitante de Davor Suker en el Mundial de Francia 1998”, etc.). Problema grave porque me encantan las soluciones rebuscadas y no sé leer: tras haber terminado tres de los fascículos, noté que tenían textos de apertura. Entonces, los reordené tal y como se organizarían en un capo de juego: Arquero, Defensa, Mediocampo, Delantera, Público, Banca. Igual no los releí.

FOGUEO es una edición que comienza y termina en cada librillo pero cuenta con la conciencia de que es una novela por entregas. Así, se da la oportunidad del reinicio. En esto se parece a las trampas de la FIFA y a la popularización de la literatura: como los ciclos del fútbol corporativo (que nos enseñan de Ciencias Políticas, contacto cultural y nos condicionan la vida), sabemos que nunca va a llegar a su fin.

De otra parte, FOGUEO se convierte en un trabajo que no deja de relacionarse de manera problemática con su objeto de estudio. Es como ese novio que critica la ropa de la persona que ama “para que después se vea mejor”. En este caso, se repasan las prácticas mafiosas de esa linda empresa que todos amamos, se abunda en anécdotas de jugadores díscolos-glotones, se escriben cartas en tono intimista/desmesurado a futbolistas amados-odiados, se destacan las lacras de organizar torneos deportivos mastodónticos. Se recomienda leer a Gerhard Vinnai.

Esto acompañado de una selección de imágenes casi tan, o más, imposibles que el gol de David Luiz, mediante las que vamos conociendo un universo de desastres previsibles, exageración de gestos, rotura de piernas, lágrimas, derroche económico y espectadores dormidos. Un Radamel Falcao con corona de espinas.

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Carlos Pérez, ilustración del artículo “Ibra toma vacaciones de verano”, de Doménico di Marco. FOGUEO, “Uniforme de visitante de Luis Enrique en el Mundial de Estados Unidos de 1994”.

Su producción abarcó un año, llegando a cruzarse (afortunada coincidencia) con el fiasco de Brasil 2014. Sus responsables encargaron una serie de textos a comunicadores sociales, críticos de televisión, politólogos, historiadores y filósofos. La parte visual fue su tarea. Posee capítulos dedicados al fútbol local (¡la historia de Leyder Preciado!) acompañadas del eterno complejo de inferioridad respecto a lo que sucede/procede de Argentina. Repite como un mantra la respuesta que Cristiano Ronaldo le dio a un periodista que quería saber si entendía por qué despertaba tanta envidia. Reimprime esquemas de algunos de los mejores goles del universo. Se burla de las equivocaciones de artistas como René Higuita. Y de su ropa (es que era un asco).

Es un fanzine en toda regla, pero alejado de la estética punk de la mayoría de sus compañeritos editoriales. Apuesta más por el ingenio visual (identificar las revistas con base en patrones de color procedentes de los uniformes de arqueros o jugadores) e incluye una adecuada curaduría de textos. De hecho la variedad de opiniones salva lo que podría terminar convirtiéndose en un novelón de partidos perdidos, nostalgia por mundiales que no se vivieron o erudición inútil. Como primer intento pone la vara muy alta. Por lo mismo (y porque la parábola del triunfo de la selección de Colombia jamás se va a cumplir –básicamente por la estupidez administrativa de DIMAYOR, porque no hay inversión en las escuelas de formación, porque no hay interés por capitalizar esa empresa, porque el fútbol local es como la ropa de René Higuita-), cabría esperar FOGUEO para rato. Pero, como cuesta, quizá demore. Ojala nunca se le ocurra a sus editores apelar a la obtención de patrocinios que terminen canibalizándola. Ojalá vuelva a salir.

 

Ana Guerrero,
Nicolás Vizcaíno,
Juan Conto,
José Sanín,
Nicolás Samper,
Carlos Pérez.

FOGUEO

Bogotá

2014

 

–Guillermo Vanegas