Cierto-tipo-de-kitsch

En el barrio donde se realiza esta exposición hay una iglesia que congrega personas de clase media dispuestas a rezar y a obstaculizar el paso con sus carros parqueados. Entre el amplio y variado repertorio de demostraciones de fervor religioso pueden encontrarse botellas de cinco litros de agua bendita, filtrada y pasteurizada, con calcomanía de Señor de Los Milagros y fecha de vencimiento.

Martaolga, Iglesia de San Alfonso. Imagen tomada de http://www.panoramio.com/photo/36025138. Junto a ese edificio se presenta Caza de Brujas, entre el 14 y el 21 de octubre.

 

En el barrio donde se realiza esta exposición hay una iglesia que congrega personas de clase media dispuestas a rezar y a obstaculizar el paso con sus carros parqueados. Entre el amplio y variado repertorio de demostraciones de fervor religioso pueden encontrarse botellas de cinco litros de agua bendita, filtrada y pasteurizada, con calcomanía de Señor de Los Milagros y fecha de vencimiento. Pensé comprar dos. Una para mí, otra para mis amigos. Hay que repartir la fe.

Esas botellas estaban en un puesto ambulante a la entrada de la casa donde se hacía una exposición. En su conjunto, la muestra parecía una reunión de seguidores de los ciclos de cine gratuito serie B, gente que mira con recelo al arte contemporáneo y la pendejada de sus representantes, que a su vez gusta-de-ciertos-productos-oscuros-de-la-industria-cultural, que adora-y-colecciona-cierto-tipo-de-kitsch y que aprendió a usar esta palabra leyendo algún libro de Taschen. Tras esa etnografía instantánea, inútil y prejuiciosa, empecé a ver una serie de objetos alineados bajo el motivo central de la contemplación de la muerte. Como en una iglesia, pero pobre.

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Un bombillo no puede iluminar muy bien, porque está junto aun imán que atrae montones de cuchillas para cortar alfombras. Desde donde lo veo, no puedo confirmar si son nuevas. No veo manchas de óxido. No importa. Lo importante es saber que hubo un doble esfuerzo para inducir la inutilidad. Bajo ese bombillo estuvimos parados la mayor parte del tiempo, hablando. A su lado, otro bombillo de neón alegraba la noche, retorcido como un lazo con nudo de horca. Ambas piezas tenían una iluminación fuerte, que hería la vista. Siendo piezas dentro de una exposición, funcionaban paradójicamente: pedían ser  vistosrepeliendo la observación prolongada.

En otro lugar, un video monocanal mostraba una mano joven con las uñas pintadas de negro hurgando con un palo entre el pasto, hojas muertas, basura y una pierna humana, con un zapato roto y musgo sobre su talón. Parecía la búsqueda de un investigador para quien un vaso de icopor mugriento o unas hojas de papel arrugadas y húmedas tenían el mismo nivel de importancia que el pedazo de cuerpo humano que removía por momentos. Pensé en toda esa gente que estudia en centros de capacitación que antes formaban secretarias y auxiliares de contabilidad y que actualmente se dedican a graduar émulos de CSI. Escuché que alguien decía que era una versión oscura de Robert Gober. Cuando sonaban crujidos mientras el actor movía la pierna algunas personas se impresionaban. Recordé “la dimensión ética del cine de ciencia ficción” y me impresioné por pensar en eso viendo lo otro. “Casi como si me hubiera dado hambre”, le dije a alguien: “asqueroso”.

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Creo que un amigo de hace tiempo me dijo alguna vez que el terror como tema ficcional es tratado de distintas maneras en Europa y en Estados Unidos. Forzando la memoria, supongo que me dijo que mientras unos (no se muy bien quienes) lo encontraban en una naturaleza humanizadaque quería vengarse de una especie derrochadora e irrespetuosa, los otros lo ponían en las acciones de humanos contra humanos. No estoy muy seguro de la distinción. Pero para establecer una ahora, quizá pudiera decir que la curaduría de Caza de Brujas se preocupó por presentar algunas variaciones en torno a las ideas de decadencia y horror, escenificadas en contextos urbanos, realizadas con tecnología de bajo perfil y afianzadas en la tensión que generara en su observador. Así, ni naturaleza rencorosani hombres diabólicos. Más bien un ejercicio activo de recepción y respuesta: cosas que exigen susto o risa o comerse las uñas. De otra parte, y volviendo al a etnografía prejuiciosa, también había –afortunadamente- un desprecio por aquellas reflexiones sobre la naturaleza de la práctica artística, o sobre la calidad en los acabados. Parecían propuestas para la dirección de arte de una película barata. En muchos de los trabajos se notaba una aspiración a hacer parte de algo más, y algo que no necesariamente tuviera que ser una exposición elaborada con la retórica de las muestras de arte contemporáneo. Quizá de ahí el interés por hacerla junto a una iglesia el día en que allí se reúnen más personas, o que en la página que se imprimió con información sobre las obras se hiciera énfasis en esa cercanía. Eso funcionaba bien, pero también parecía una sobreactuación, o una mala actuación, como las de las películas estas.

Creo que muchas personas odiarán esta exposición. Por dos cosas: por no redundar en esa actitud-que-desprecia-ciertos-productos-oscuros-de-la-industria-cultural, pero que adora-y-colecciona-cierto-tipo-de-kitsch para desaburrirse y por no tener en cuenta la erudición académica del arte contemporáneo local que aspira a una apariencia perfecta y sigue ciertas lógicas editoriales (las de Akal o Phaidon o MIT Press, por supuesto). Ojala esos odiadores vayan (les queda hasta el 21 de octubre).

 

Guillermo Vanegas