El 23 de marzo del año en curso inauguramos en Espacio El Dorado la exposición Gustavo Sorzano: Partituras Mentales del artista Gustavo Sorzano, curada por William Contreras. El título, “Partituras Mentales”, es un concepto, expresión y denominación de obra y acciones acuñado por el artista y fue el dado a su exposición en la Galería Belarca en 1975.
Lo que nos interesaba al realizar este proyecto era contribuir a la debida discusión de las prácticas artísticas de la segunda mitad del siglo XX, permitiendo ampliar el panorama de la irrupción del arte conceptual en el país, discusión que en general se ha limitado a resaltar el trabajo de Antonio Caro, Álvaro Barrios y Bernardo Salcedo.
Como muchos, vine a conocer el trabajo de Sorzano en la exposición El arte de la desobediencia, realizada en el Museo de Arte Moderno de Bogotá por Carmen María Jaramillo, Sylvia Suárez y María Wills en el 2018, en donde su Warholisa dialogaba con obra de sus contemporáneos. A partir del interés que despertó en mí esa obra, leí el libro Gustavo Sorzano: pionero del arte conceptual en Colombia, escrito por la investigadora María Mercedes Herrera y publicado por IDARTES y la Silueta en el 2013. En este libro Herrera hace un recorrido por la obra de Sorzano, para el cual tuvo que organizar y clasificar el material que hace o hacía parte del archivo del artista y propone entonces un análisis teórico sobre el fracaso o éxito del arte conceptual en Colombia y sobre la consolidación de la escena artística en los 70.
Presentar ese tipo de obras fuera del contexto histórico en que fueron producidas es un reto tremendo pero, como advierte Herrera en las conclusiones de su investigación, necesario:
“Las experiencias son irrepetibles. El resultado de los eventos de participación y momentum, que en algún tiempo realizó Sorzano y otros actores vinculados a este tipo de arte conceptual, queda documentado en Instrucciones, fotografías, cintas de audio y demás material que compone la Colección GUSTAVO SORZANO. Sin embargo, no es deseable que queden solamente allí como prueba documental, el propósito es que trasciendan su momento histórico y se potencialicen en el presente tomando forma de curaduría e investigación, concierto musical, happening o performance. Es decir, la propuesta del arte que buscó difundir información y generar la participación del público en las obras tiene plena vigencia.” (El resaltado es mío.)
Aunque esto se refiere puntualmente al trabajo de Sorzano, es un problema que atraviesa a otros proyectos que surgen a partir de archivos (sean de artistas o históricos), y que hoy en día hacen parte tanto de los Museos y Lugares de Memoria como de proyectos contemporáneos. Por supuesto que hay muchas formas de acercarse a los archivos pero la que predomina es la intención de hacerlos accesibles o de proponer una lectura que interpele más directamente que las vastedad de un archivo intocado. En su texto Archivos Andrea Giunta plantea que es posible aproximarnos a “El archivo como espacio abierto, de discusión y debate, como proceso incompleto” y también que abrir un archivo es una propuesta democratizadora: “La invitación a pensar juntos, a producir nuevo conocimiento en el espacio de exhibición”. Estos planteamientos de Giunta son centrales para la realización de proyectos con este carácter en Espacio El Dorado.
Para acometer la exposición, la investigación de Herrera era el gran punto de partida, pero como galería no podíamos organizar la exposición sólo con ese insumo. Y es por eso que la contactamos para proponerle hacer una exposición. Luego de una conversación, Herrera nos dijo que no le interesaba seguir trabajando con Sorzano, que ya ella había hecho lo que le interesaba, que estaba en otros proyectos pero que nos exhortaba a darle más visibilidad a Sorzano. Cuando propusimos a William Contreras, quien ya estaba en contacto con Sorzano, como una alternativa, a Herrera le pareció una gran idea.
Con esto resuelto, Contreras viajó el 10 de septiembre del 2018 a Bucaramanga para tener su primer encuentro en persona con Gustavo Sorzano, quien quedó sorprendido positivamente con el curador y aceptó hacer la exposición con él. Luego de este primer viaje, vinieron otros en los que Contreras se iba empapando de la obra de Sorzano para así poder seleccionar un grupo, restaurar y reconstruir las que fueran necesarias y encontrar el tono de la exposición. En este proceso, el artista y el curador decidieron que era fundamental mantener el carácter participativo de la obra de Sorzano, así que decidieron hacer el “Evento de participación” y mostrar que Sorzano no estaba muerto ni fosilizado, trayendo obras producidas recientemente. Contreras asumió “el lugar de un restaurador de la experiencia con el propósito de activar la memoria”, como dice Giunta, y lo logró, haciendo de Partituras Mentales una de las exposiciones con más visitas en la corta historia de Espacio El Dorado.
El lunes 10 de junio, más de tres meses después de la inauguración de la exposición, mi padre-socio José Darío Gutiérrez me reenvía un correo de María Mercedes Herrera con el asunto “Inconformidad con la «curaduría» de Contreras en El Dorado”. En el Herrera, entre otras cosas, afirma:
“El punto es que Contreras en su curaduría no hace una propuesta curatorial, solo toma las mismas fuentes y en el mismo orden que yo publiqué en mi libro Gustavo Sorzano pionero del arte conceptual y las presenta como documentos salidos de la nada. A manera de justificación, o para disimular la ausencia de un texto de exposición, se vende afuera, en el espacio de la tienda, mi libro. Esto es una situación realmente nueva, sin antecedentes. Como también lo es que la pieza central de la expo, ZEGUSCUA, fue una grabación que ni el mismo Contreras fue capaz de conseguir en el archivo para Sorzano, sino fue el mismo artista quien me solicitó que le enviara el archivo digital para que él pudiera remasterizarlo en Bucaramanga.”
[…]
“Para terminar, ¿De qué manera podría la galería El Dorado resarcir esta situación? La curaduría que hoy lleva el nombre de Contreras es una curaduría mía, a todas luces.”
“Desde ya manifiesto mi interés en curar las siguientes exposiciones relacionadas con Sorzano, de lo contrario, me temo que serán tomados uno a uno los capítulos de mi libro, y esto sería una burla a mi investigación.”
Con este mensaje, Herrera reclama una propiedad sobre el trabajo curatorial de Contreras y la obra de Sorzano. Si Herrera participó en la gestión de la donación del archivo de Sorzano, si referenció todas sus series de los 60’s a los 80’s, no hay manera de hacer una curaduría sobre este periodo sin usar un documento u obra que esté, o en el archivo que ella ayudó a donar o en el libro que publicó. Ya que ella hizo este trabajo ¿Toda selección futura o lectura de dichas obras será un plagio? Al final de su correo pareciera exigir curar todas las siguientes muestras de Sorzano, lo cual reafirma la sensación de que ella considera que tiene un “monopolio curatorial” sobre toda la obra producida antes de 1990. Aunque nosotros la invitamos a hacer la exposición, en todo caso no es una obligación que la exhibición de un artista sea la prolongación de un puntual trabajo de archivo o de investigación, sobre todo cuando por el contrario lo que se desea es que se exploren otros territorios y posibilidades en relación con el nuevo público.
Esta invitación, que ella declinó, se la recuerda Sorzano en una carta que envió a María Mercedes, José Darío Gutiérrez, sus asistentes, a William Contreras y a mi, el 13 de junio sentando su posición sobre el asunto. El artista mantiene muy firme su agradecimiento y reconocimiento a María Mercedes y desea de corazón que este incidente se supere sin daño ni dolor para los involucrados. Sin embargo, no puedo dejar de citar textualmente algunos apartes de lo escrito por él, que nos recuerdan algo fundamental: Gustavo Sorzano está vivo.
“La contestación de José Darío es contundente Y NO PODÍA SER OTRA y recuerdo que yo también te solicité que hicieras la curaduría y TU la desechaste porque tenías otros proyectos.”
[…]
““SABES Y TU MISMA LO Expresaste EN TU INVESTIGACIÓN QUE YO JUSTAMENTE ME MARGINÉ DEL MUNDO DEL ARTE POR ESTAS PEQUEÑAS Y CONTINUADAS RENCILLAS.”
[…]
“Y QUIERO SER CONTUNDENTE: ES GUSTAVO SORZANO Y MI ICONOCLASTA OBRA LO que es IMPORTANTE NO solamente las investigaciones, escritos, catálogos y libros anteriores que se han escrito sobre mi trabajo. NO LO OLVIDEN. Se necesita humildad para dar con generosidad a los demás el trabajo que cada uno de nosotros hacemos, en la CONSTRUCCIÓN de una sociedad mejor para todos.”
(Las mayúsculas son de Sorzano)
Creo que la argumentación de Sorzano es sólida y no voy a repetir lo que ya dijo en otras palabras. Desconozco si Herrera le contestó esta carta a Sorzano pero, asumiendo el rol de “defensor del pueblo” o “Défenseur des droits”, Ricardo Arcos Palma hace un video en su Facebook el viernes 14 de junio, un día después de que Sorzano le contestara a Herrera, en donde dice algunas cosas que dan cuenta de nuestra escena y que no puedo dejar de contestar.
Comienza citando a Bourdieu y su configuración del campo cultural, olvidando que el mismo filósofo “señala que la lógica del campo intelectual es la argumentación y la refutación, mientras que la del campo político sería la denuncia y la difamación.” (Tomado del texto Intelectuales públicos, intelectuales críticos: la intelectualidad indígena en América Latina, publicado en la revista Anales de la Universidad de Chile en el 2015). A partir del minuto 4:50 se refiere puntualmente a la exposición Partituras Mentales de Gustavo Sorzano en Espacio El Dorado. Afirma que Sorzano se dio a conocer particularmente con la investigación de Herrera, retrata a Sorzano como un personaje que fue “olvidado, dejado de lado de esa gran historiografía o relato nacional”. Esta afirmación ignora que, a pesar de una exitosa inserción en el campo cultural y artístico colombiano, Sorzano decidió marginarse porque estaba en desacuerdo con algunas prácticas y modos.
A continuación Arcos Palma minimiza el rol del curador de la muestra diciendo que “un tal William Contreras aparece como el curador de esta muestra” y que “los que conocíamos el trabajo de Maria Mercedes esperábamos que en la exposición al menos se le hiciera un pequeño guiño a esta gran investigadora porque todos conocemos que Sorzano hoy es Sorzano gracias al trabajo de investigación que realizó María Mercedes Andrade (sic).” Esta afirmación es muy peligrosa pues invisibiliza a otros críticos y escritores como Alberto Sierra, Gastone Bettelli y Germán Rubiano que escribieron de Sorzano en el momento en que hizo las obras que hacen parte de esta discusión.
También, antes que Herrera, escribieron y hablaron de Sorzano Denise Buraye, Hernando González, Álvaro Ramírez, María Elena Ditrén, Frank Marino, Laura Gil, Carlos Lersundy, Ariel Díaz, Luis Daniel Núñez, Yndira Concepción, Marcelle Flóres, Mónica Hoyos, Jacobo Olivares, Luis F. Molina, Javier Sandoval, además de reportes en El Tiempo, El Espectador, El Listín Diario, Revista Cromos, El Malpensante, La Patria y Vanguardia Liberal… Y lo más obvio y elemental: Su trabajo está reseñado en las páginas 1598 y 1599 de la muy popular Historia del Arte Colombiano de Salvat (1983)
En el video, Arcos Palma dice que se sorprendió de no ver el nombre de María Mercedes Herrera en la exposición, lo cual no tendría sentido siendo que todos los textos presentados fueron escritos por el curador y todas las obras son de la autoría del artista. Contreras y Sorzano son los únicos autores de lo que hubo en la sala de El Dorado.
Ojeando el libro, Arcos dice que “Casi todas estas piezas que aparecen aquí en el trabajo de María Mercedes Andrade (sic), oh sorpresa, aparecen en la exposición” y que “el curador”, entre comillas, yo diría de una manera crítica y sin pelos en la lengua el curadorcito, se atreve a tomar el trabajo de María Mercedes Andrade (sic), María Mercedes Herrera, perdón, y el guion con la excelente investigación que aparece en este libro está ahí ¿Sí? Todo el trabajo. Todo estaba hecho. Solamente hay que hablar con el artista, préstenos el trabajo, y por supuesto vamos a montar todo esto en el espacio de exhibición.” Lo dicho muestra un desconocimiento profundo y falta de respeto por lo que conlleva un ejercicio curatorial el cual se debe realizar con la intención de acercar las obras al público.
Entonces, le refuerzo a Arcos Palma y a Herrera su sorpresa: Sí, nos atrevemos. William Contreras y Espacio El Dorado tomamos una investigación, que organizaba un archivo de un artista pero que no le daba vida, y nos atrevimos a llevarla a otro nivel: hacer una reconstrucción que tenía la intención de volver a hacer accesible la visión artística de Sorzano. A eso nos atrevemos: a montar algunas obras consideradas fundamentales por el artista y el curador en el relato de lo que es el trabajo de Sorzano. Nos atrevimos a re hacer un evento de participación, a invitar investigadores, profesores, estudiantes y público general a relacionarse con ellas, hicimos visitas guiadas, un conversatorio sobre arte sonoro, un cuadernillo que está por publicarse, y a burlar la distancia que por salud separa a Sorzano de Bogotá haciendo un live stream para que todos los visitantes pudieran conversar con él, entre ellos la misma María Mercedes. Hicimos nuestro mayor esfuerzo para democratizar y poner en circulación nuevamente la obra de Sorzano y nos sentimos orgullosos con el resultado.
Lo más lamentable del video de Arcos Palma, es que además de estar hablando de una investigación que no leyó, y sin siquiera atinarle al nombre de la investigadora, pone en nuestra boca que lo que hicimos fue “apropiacionismo” y no una construcción intelectual que sobrepasó los límites de cualquier libro por su carácter vivo y abierto al diálogo. El “ninguneo” del que Arcos Palma se queja durante todo su video es lo que motiva su alocución sin tener consciencia de que evidentemente está inscrita dentro de la lógica política de la denuncia y la difamación en lugar de proponer una discusión, que como esta y con la debida altura, tan urgentemente se necesita en la escena actual.
“Y yo me pregunto ¿Quién es ese tal William Contreras? ¿De dónde salió? Y por ahí indagando y preguntando parece que es egresado de la Universidad de Los Andes. Claro, y uno dice ayy, pues no sé. EsferaPública, Jaime Iregui, todo eso. Entonces uno dice aquí hay una especie de falta de profesionalismo, esto va en contra del trabajo serio y de lo que significa un trabajo curatorial, un trabajo de investigación” A partir de esto, yo me pregunto ¿Qué tiene que ver Jaime Iregui y Esfera Pública con todo esto? ¿Qué tiene que ver la Universidad de Los Andes con Espacio El Dorado? Particularmente cuando con la única Universidad con la que hemos tenido un vínculo profesional ha sido la ASAB y de Los Andes no hemos recibido ni siquiera un pasante. ¿Es Arcos Palma alguien ecuánime e idóneo para estar hablando de profesionalismo?
Luego de estas preguntas, repite: “Volvemos a insistir en esto: Gustavo Sorzano hoy no sería Gustavo Sorzano si no se realiza un trabajo magistral de esta envergadura” (la negrilla es mía). Y yo repito que sí, que Gustavo Sorzano hizo lo que hizo, fue importante en su momento y sigue incidiendo en lo que se produce hoy. Si no hubiera sido por la investigación de Maria Mercedes, estoy segura de que alguien más lo hubiera desarrollado y habría tenido una nueva circulación.
Arcos Palma concluye el video invitando a El Dorado a tener “la gallardía” de reconocer el trabajo de María Mercedes y ella misma termina su correo a José Darío Gutiérrez con una pregunta similar: “¿De qué manera podría la galería El Dorado resarcir esta situación? La curaduría que hoy lleva el nombre de Contreras es una curaduría mía, a todas luces”.
Entonces yo les pregunto ¿Qué quieren?
Valentina Gutiérrez Turbay
Directora Espacio El Dorado
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Con frecuencia, los críticos o curadores de arte suelen asumir que, un artista con el que ellos trabajaron (por «primera vez», o con vehemencia y obsesión), es de su propiedad. La educación sentimental y política que muchos hemos recibido, nos ha sumergido en relaciones de propiedad con los amigos, las parejas o los artistas. Suponemos que (como algunos pretenden con sus esposas) el curador o el crítico deberá concederle permiso a «su» artista para participar en cualquier proyecto, y que cualquier otro curador que quiera trabajar con «su» artista, también deberá pedirlo, e incluso, ciertos curadores exigirán hasta compartir ganancias. Aún hoy, en la jerga del curador y del crítico se aplican fórmulas del lenguaje de los viejos conquistadores del siglo XV, las más comunes son «yo lo descubrí» (al artista), «yo fui el primero» o «sin mi ese artista no sería nadie», como si en el cuerpo de obra de un artista no habitara ya una entidad autónoma, preexistente: el insumo primordial del curador y del crítico. A veces escribir la biografía de un artista será como poner una banderita en la cima del Everest o en la Luna, como reclamando la propiedad (material o simbólica) del territorio descubierto, de esa especie de Nuevo Mundo, o como cuando «coronas» (sí, pones la corona) a la chica de tus sueños, que ahora llamarás, como en los viejos vallenatos, «mi reina». En todos estos casos aparece el acto de «estar encima», de ejercer dominación ya sea pisando el territorio, poniendo una marca de propiedad alta y visible, o sembrando una banderita-falo bien vertical sobre la tierra horizontal. Ese modelo de curador o crítico (que al mismo tiempo se promueve así mismo como decolonial, etc.), desconoce que la relación curador-artista es un camino en dos vías, que el curador o crítico sólo funge como un agente más (con un poder limitado) en el intrincado campo cultural, y que, a diferencia de las viejas relaciones sentimentales tóxicas, la mejor relación quizá sea aquella mediada por la libertad*
*Del perfil de Facebook de Halim Badawi
«No es bueno nunca hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto»
En las condiciones que lo escriben en el articulo es entonces una coautoría si la fuente fundamental es la investigación que hace la investigadora María Mercedes Herrera, la puesta en escena configura otras dimensiones de comunicación, pero, se debe citar debidamente todas la fuentes consultadas. Por otro lado pone en discusión la importancia de un ejercicio curatorial como productor de conocimiento de la historia del arte.
Citar las fuentes consultadas es una cosa y reclamar coautoría es otra. Herrera no hizo parte del proyecto curatorial (ella misma rechazó hacer parte) y no es coautora. El autor es Contreras, quien citó las fuentes cuando fue necesario.
Un tercero que hace una curaduría sobre la obra de un artista, no puede pretender que de ahí en adelante adquiere un derecho de propiedad sobre futuras exposiciones del artista, que es en realidad lo que pide la señora en este caso. ¡Qué peligro! ¿Se imaginan que cada vez que un museo o una galería quiera exponer la obra del artista le tenga que pedir permiso y pagarle honorarios al curador que primero hizo una investigación sobre el artista?