Luego de recorrer los regionales (ver El Salón de los Artistas) me interesa repasar varias cosas que ví en las distintas sedes del Salón Nacional y que sin apostarle a una especie de Top ten o visita guiada a la Heim, buscan establecer relaciones con otras obras y situaciones del proyecto curatorial Urgente! («es cierto, terrible lo de la jerarquización de espacios y presupuestos, tenaz esto y aquello…. ¿y de las obras qué?»)
Inicio con Ciudad Solar, presentada en este Salón como espacio de encuentro y discusión que funcionaba en la década de los setenta en una casona de Hernando Guerrero y a la que iban, entre otros, Andrés Caicedo, Miguel González, Carlos Mayolo, Pakiko Ordóñez, Ramiro Arbeláez, Hernando Tejada, Lucy Tejada, Fernell Franco y Luís Ospina (y no es que se propusieran algo así como «vamos a crear un espacio para que los artistas de la ciudad se encuentren y generen proyectos». No señores, se trata de lugares que emergen espontáneamente y van generando sus propias reglas…)
En la foto superior podemos apreciar en Ciudad Solar al joven artista Oscar Muñoz (primero a la derecha) quien recien comenzaba a hacer presencia en el medio local. Esta exposición documental se montó en la misma casa donde funcionó Ciudad Solar, situada en el centro de Cali. Por la misma época estaba también en auge la producción del grupo de cineastas independientes que con el tiempo hacen que la gente comience a referirse a este parche como Caliwood. Un par de décadas despues vienen el Festival de Performance y Lugar a Dudas. En resumen, si algo caracteriza a esta ciudad es que puede dar cuenta de iniciativas independientes que, a diferencia de lo que sucede en Bogotá y otras ciudades del país, están lejos de ser efímeras. Es más, en el caso de Lugar a dudas, logró cohesionar instituciones de la ciudad en torno a proyectos como el Salón de Octubre y el Salón Nacional. (¿Se pueden imaginar que un espacio independiente o un grupo de artistas pueda realizar algo similar en Bogotá? difícil, muy difícil…)
En este contexto, y sin demeritar todo este largo proceso de gestión de Lugar a Dudas y el Festival del Performance que llevan a Urgente!, me pregunto ¿qué lleva al Comité Curatorial a plantear un Salón donde prevalece el hecho expositivo y se pierde el carácter de evento como espacio de encuentro y discusión que caracteriza experiencias propias del medio local como Ciudad Solar, el Festival de Performance y Lugar a dudas?, ¿por qué no se propusieron encuentros con artistas nacionales e internacionales, curadores y el mismo comité curatorial a lo largo del mes y medio que estuvo abierto el Salón? (¿recuerdan la Casa del Encuentro en Medellín?, o para no ir tan lejos, las charlas y talleres que a lo largo del año se organizan en Lugar a dudas?)
En la Escuela de Bellas Artes se proyectaba el mítico Agarrando pueblo de Luis Ospina y Carlos Mayolo; me hace pensar no solamente en todo ese arte social que se exporta a la Daros y demás colecciones afines (y cuya curadora de Arte Latinoamericano vino a Cali a llevar materia fresca para nutrir la colección), también en las fotos, mapas, fotocopias de periodicos y demás parafernalia a los que recurren los proyectos comunitarios para representar sus propuestas y que corren el peligro de duplicar las estrategias del oportunismo documental que crítica Agarrando pueblo («tómele la foto y haga un buen registro, pues eso es lo que se necesita para la exposición, además, si viene la curadora de Daros…»)
Luego de intentar activar en repetidas ocasiones la rockola de Transmisiones, entré a la sala y encontré unas fotocopias de Gabriel Sierra donde invitaba a visitar el pasamanos que hizo en un barrio marginal de Cali (un gesto discreto y preciso) despues de regresar al país luego de su intensa temporada en la Bienal del Vacío (si los regionales son el verdadero Salón Nacional, el actual proyecto curatorial es la maqueta para crear una Bienal de Cali o algo similar a lo que se hizo en Medellín con los Encuentros, de esta forma Bogotá se libera de ser el centro y se puede dedicar de lleno a la crítica… o pensar en una especie de Encuentro Internacional de Prácticas Críticas)
Apenas entré en sede de la Sagrada Familia capturó enteramente mi atención los sonidos de más de dos mil tipos de aves que parecían habitar en su jardín y que trastocaban enteramente el ambiente de este lugar. Se trataba de una escultura sonora (para escuchar, haga click aquí) de Oswaldo Macia que con el titulo de Algo pasa por encima de mi cabeza lograba con eficacia que algo pasara en mi cabeza: dejar de pensar por un momento en los enemil problemas del Salón como modelo expositivo, suspender los marcos conceptuales y demás andamiajes del lenguaje con que usualmente nos acercamos a las obras y pasar de ser el sujeto que observa, lee, interpreta, apropia, juzga, incorpora, redefine… a ser el objeto observado por esta sinfonía de Oswaldo Macia (lo que coloquialmente llamamos «dejarse permear» o en términos cursis «volverse una esponja»)
En un espacio muy logrado en términos museográficos, se proyectaba el tríptico de videos de la británica Sarah Rapson. En ellos se ve a una mujer que recorre la Tate Modern, a veces camina, otras veces corre, otras aparece llevando un bebé en un coche. El video documenta un illicit performance que realizó la artista en la Tate, donde representa el papel (con vestuario y peluca) de una joven artista que busca -obsesiva e infructuosamente- entrar al museo, ser aceptada, franquear sus límites, lograr la máxima visibilidad posible («oye, no ví tu obra en la Sagrada Familia ¿donde te tocó?»)
Y quien está en la institución (y en la parainstitución) no está exento de sufrir la misma ansiedad porque sus proyectos y exposiciones logren la aceptación del público lego y especializado, la comunidad artística y el grupo de patrocinadores. El asunto es que una exposición que es al mismo tiempo participativa y excluyente tiene que aprender a convivir con el disenso*, de entenderlo como algo inherente al mismo modelo expositivo y a reconocer que un espacio de diálogo tiene sentido siempre y cuando se generen relaciones entre interlocutores que tienen posiciones distintas y hasta antagónicas (con mayor razón si el planteamiento curatorial parte de preguntas, de dudas, de acciones que, supuestamente, invitan al debate…)
Por último, redefino algunas preguntas planteadas por los curadores en su plataforma y las hago extensivas al llamado diálogo entre artistas e instituciones: ¿Cuáles son los modos posibles o deseables de diálogo? ¿Cuál es el límite entre las curadurías producidas por artistas para y con las comunidades de las que ellos hacen parte? ¿Cómo resguardar el diálogo de lo institucionalmente correcto? ¿Cómo hablar desde la institución sin perder independencia? ¿Cuál es la necesidad de generar eventos que invitan al diálogo y al debate? ¿Ofrecer una imagen abierta y participativa? ¿Minimizar el disenso? ¿Propiciar la actitud crítica?
Catalina Vaughan
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* Entendiendo disenso no como polémica, sino en acepción política; como lo definió Miguel López hace un par de semanas en Arte nuevo: «Hablo de política como el ejercicio del disenso, como la posibilidad de impugnar el orden en el cual nuestros cuerpos han sido asignados. Hablo de política como la posibilidad de imaginar otro estado de las cosas, otros modos de construir lo real. Hablo de política como la necesidad de reestablecer el lugar de la diferencia, como el ejercicio de repensar la distribución de los sujetos y de sus representaciones.«