El museo americano celebra su septuagésima sexta edición de la Bienal des de 1932, (al principio era una anual) con la mirada puesta a los artistas que redefinen o revisan su práctica enlazándola con las narrativas de otros artistas, culturas y tecnologías: un forcejeo intelectual que no siempre lleva a buen puerto. Eso sí, para esta edición hay menos artistas que de costumbre, solo cincuenta uno y no todos
El lunes 27 de Febrero muchos desayunaron con esta página, un fake hermoso que anunciaba al mundo una bienal mejor, ya que renunciaba a la esponsorización de dos de los diablillos que se aprovechan de esta crisis, Sotheby’s y Deutsche Bank, para soltar lastre en forma de despidos improcedentes e hipotecas fraudulentas. Tres días más tarde en plena inauguración diversos grupos del aún actual movimiento “Occupy Wall Street” se presentaban a las puertas del museo para protestar junto con los trabajadores de Sotheby’s y otros damnificados de esta bienal. Mientras la comisaria recibía encantada a los activistas, las chicas de prensa y protocolo iban disparando miradas en busca de aquellos vips aún por llegar. Todo amenizado por la inminente semana de las ferias de arte en Nueva York y por la incipiente primavera que ha ayudado a calentar más el ambiente político de este año electoral.
Andrea Fraser, participa en esta Bienal con un ensayo sobre las relaciones del mercado y el arte, esta situación contradictoria, donde como ella dice se promueven ciertas prácticas críticas que al mismo tiempo se absorben por una maquinaria alimentada por las mismas fuerzas corruptas y explotadoras de nuestras sociedades. Fraser identifica los discursos del arte, (historia, crítica, comisariado y “artists statments”) como principales herramientas para esconder las condiciones sociales del arte, y por lo tanto un ejercicio de cinismo en donde también “la desvinculación del poder y la dominación de las condiciones materiales de la existencia, han resultado endémicas a nuestro discurso político nacional y han contribuido a la marginalización de las luchas de la clase trabajadora.” Tengan en cuenta que mientras se niega la existencia de clases en Estados Unidos se está volviendo a una brecha entre ricos y pobres, similar a la de principios de siglo. (Seguramente no sólo en EEUU). Sin embargo Fraser también recalca lo que Pierre Bourdieu ya detectó que cualquier discurso del arte que se reduce sólo a las condiciones sociales, o que no tenga en cuenta la negación de estas, como “lógica genuina del fenómeno artístico” falla en entender de qué va el arte. Siguiendo su argumento toda esa multitud de propuestas de práctica social, producción de relaciones, emancipación del espectador, intervención en el espacio urbano, habla de ese mundo social, especialmente en su aspecto “económico y afectivo” incesantemente, para precisamente no hablar de ellos, performando su negación. Si una bienal es un pulso al arte de hoy, el ensayo de Fraser es un verdadero diagnóstico: la contradicción del mundo del arte está en el discurso del arte, no en lo que hacemos sino en lo que decimos sobre lo que hacemos. No dejen de leerlo.
En “1% C’est Moi” otro ensayo disponible en el mismo enlace, publicado para Texte zur Kunst y que abre con un gráfico sobre la desigualdad económica en Estados Unidos que se publicó anónimamente en Artforum en el verano del 2011 como parte de un proyecto de Jacob Fabricius. En este Fraser desgrana la lista de coleccionistas y patronos del arte global, sus veleidades políticas y sus inversiones artísticas. En él podemos encontrar un razonamiento de cómo las épocas de desigualdad propician los booms del arte. Y que son las fortunas que comercian con arte las que además substituyen al erario público en la generación y promoción de bienales, ferias, programas de estudios, publicaciones, residencias, premios y demás. No hay mundo del arte sin el apoyo de quien con su actividad perjudica el mundo en el que vivimos. Paradójicamente en Estados Unidos se sigue mirando al modelo Europeo de subvención cultural como algo que puede revertir este bucle vicioso, al mismo tiempo que en Europa se están desarticulando esos modelos a favor del dorado sueño americano. En la primavera de 2010 Fraser empezó esta investigación para la edición de verano de Artforum dedicada a los museos, en ella trazaba las relaciones entre los patronos del MoMA y la crisis de las subprime, el artículo no se publicó y su proyecto de convertir la investigación en una web de fácil acceso, en donde seguir los entresijos del arte-dinero, aún no se ha realizado.
Hay una copia del catálogo donde se puede leer el texto de Fraser, este ocupa un pedestal blanco a la izquierda de la entrada al primer piso, de allí en adelante se despliega con un aire encantado, casi de fantasía irreal una exposición remachada de referencias, citas o encuentros con la intención de hacernos pensar en cómo un artista desarrolla su investigación. Conscientes del momento histórico en el que viven, de los precedentes y de las maneras de hacer. Los comisarios Elisabeth Sussman (curadora de fotografía del Whitney) y Jay Sanders (independiente), hablan de una bienal abierta a todas las disciplinas, por raro que parezca aún sorprende a alguien tener un espacio dedicado a la performance.
En general podemos encontrar artistas que asumen otras pieles como la de la polaca Joanna Malinowska, que combina su “bottle rack” duchampiano hecho con huesos falsos y a tamaño superior con un video en el que re-actúa el “America likes me and I like America” de Beuys al lado de una pintura de Leonard Peltier, un artista nativo-americano y héroe comparado con Mandela al estar injustamente en prisión des de 1976. Sí, un conjunto interesante en donde podemos trazar una reflexión sobre la naturaleza en el contexto americano, y entrever la separación que la cultura anglosajona ha impuesto, contrastada con otras referencias culturales que pueden sugerir otra forma de armonizar combinando lo más vanguardista con la tradición escultórica primitiva. Bueno. Werner Herzog tiene en su habitación una multi-proyección de los grabados de Hercules Segers un artista holandés del XVII que llevó el paisaje a su vertiente más expresionista.
Cerca de ahí hay otra habitación con la selección que Robert Gober ha hecho de las pinturas de Forrest Bess, un pintor abstracto contemporáneo de Rothko y Pollock, pero que pasó un poco desapercibido y el que esconde una interesante historia ya que se auto-aplicó cirugía para abrirse un agujero justo por debajo del pene, con la idea de que la retención de semen le ayudaría como ayudó en su día al poeta Yeats, en su creatividad. Según él su pseudo-hermafrodismo le conectaría con una transcendencia, renovando su vitalidad al acercarse al orgasmo femenino. Su proyecto pero, quedo inconcluso y nunca pudo implantarse el segundo pene que le hubiera reportado otra dimensión. Bess, que acabó sus días en un manicomio, siempre quiso exponer fotos de sus operaciones al lado de sus pinturas, pues bien, aquí finalmente lo vemos todo junto. Luego hay un video de Michael Robinson, en donde se mezcla la peli de Cleopatra de Elisabeth Taylor con Egyptomania de Michael Jackson – supongo que alguien lo tenía que hacer- el resultado es una fantasmagoría psicodélica e hipnótica.
En el segundo piso destaca la obra de Sam Lewitt que utiliza el ferrofluido, esas partículas ferromagnèticas que con un solvente orgánico o agua son atraídas magnéticamente para hacer unas esculturas que varían con la forma del suporte metálico y magnético. En otra sala destacan unos tapices de Elaine Reichek sobre el mito de Ariadna, en uno hay trazado un laberinto con la leyenda “There’s no need to build a labyrinth when the entire universe is one”, sin duda un recordatorio a que no hay que complicarse la vida.
En el tercer piso está la propuesta de la artista Dawn Kasper que ha trasladado su estudio-habitación al museo, quizá un poco evitando pagar alquiler durante los meses de exhibición, y así sacar algo de la Bienal (a los artistas no les pagan) o quizá es una admiradora secreta de Albert Porta/Zush/Evru y se dedica a rehacer su obra. También destacan las pinturas de Jutta Koether, que actualiza las cuatro estaciones de Poussin, al sumarles las “fashion weeks” y otras temporadas de nuestro tiempo. Y los retratos primitivo-expresionistas de la francesa Nicole Eisenman.
En el cuarto piso, hay un gran espacio dedicado a las performances de Sarah Michelson y Michael Clark, este último conocido por sus colaboraciones en su Inglaterra natal con artistas como Leigh Bowery, Sarah Lucas o The Fall. Ambos han establecido una residencia durante los meses de la Bienal. La parte de arte vivo culmina en un maniquí que mueve a una muñeca como ventrílocuo de aspecto tenebroso, manteniendo un dialogo sobre el mal, obra colaborativa de Gisèle Vienne y Dennis Cooper. Por último hay una reproducción de un club de transexuales latinas de Los Ángeles, obra de Wu Tsang, donde se proyectan videos de sus actuaciones en una habitación abarrotada de muebles, vestuario y gente, que según se rumorea les pagan para estar ahí sufriendo el calor ambiental.
En definitiva, una bienal llena de fantasmas, reales si pensamos en la cantidad de muertos aquí invocados, que de bien seguro nos deben afectar en este ambiente enrarecido de nuestra contemporaneidad en crisis. Favoreciendo la explotación de la fantasía como lugar donde todo es posible, donde el collage humano que representa la permeabilidad de lo público y lo privado se transforma en energía psicodélica encubridora de las reales condiciones sociales de este mundo llamado arte. O seguramente sea mi discurso quien encubre todo, y quizá como Jed Martin “No sé siquiera si voy a continuar en el arte”.
Xavier Acarín
publicado por A Desk*