Édgar Negret vive sus últimos días. Acaba de cumplir 91 años y en su casa -en Santa Ana- se deterioran lentamente las 80 piezas que -según su propio criterio- deberían ser las obras de su museo. «Esa casa, después de ser un lugar esplendoroso, está en ruinas», me dijo un viejo amigo suyo. En el mercado del arte hay gente que no confía en la autenticidad de cada obra; algunos coleccionistas han terminado por afirmar que «todo se parece». O algo peor: han llegado a considerarlo un «artista menor». Varias esculturas públicas están abandonadas y sus colores se han ido apagando. El único lugar que celebró su cumpleaños fue la Galería Casa Negret, manejada por uno de sus ayudantes: Rodolfo Buitrago.
Buitrago tiene la cabeza rapada como Negret. Y la galería -con una obra con los colores de la bandera de Colombia en el antejardín- es el primer piso de su casa. Detrás de la puerta de entrada hay dos estampas amarillentas de la Virgen. En los techos hay bombillas de 60 vatios y debajo de una obra, en el garaje, hay una llave cerrada que normalmente serviría para llenar baldes de agua. Más allá de esos detalles de «utilería», la galería expone algunos tesoros como la maqueta de la escultura que adorna el patio principal del Palacio de Nariño o un autorretrato de 1949. Buitrago y Germán Alvarado, otro de sus ayudantes personales, recibieron de manos del maestro un legado fabuloso: «A cada uno nos dio 60 obras únicas y 10 múltiples de 60 cada una». Mal contadas: 660 obras. Multiplicadas por dos: 1.320. Hace solo cinco años era posible comprar un múltiple por dos millones de pesos.
Buitrago y Alvarado son los que cuidan de la salud de Negret. Y también son los que impiden que tenga visitas. «Él nos dijo que no quería que lo vieran enfermo. ¡El año pasado se nos murió tres veces!». Sobre ellos dos y un abogado que maneja todos sus asuntos legales se han tejido varios mitos: uno de ellos, que Buitrago y Alvarado se han dedicado a fabricar ‘Negrets’. «Jamás», me dijo Buitrago, «¿cómo voy a hacer eso? Aquí hay obras de 1950. ¡Yo ni siquiera había nacido! En cambio, hay gente que viene con obras falsas, de 100 millones de pesos, y me ofrecen 10 millones para que las certifique como verdaderas».
«Es posible -escribió Marta Traba en 1957- que su obra no sea apreciada como se debe en Colombia (…). Y siempre en los casos de talentos de vanguardia, son esos talentos los que hacen viajar noblemente el nombre de un país, y no ese país el que se preocupa por protegerlos». Sería una vergüenza que las obras que aún se encuentran en su casa no terminen formando parte de un museo. ¿Dónde está el Ministerio de Cultura?
Fernando Gómez
publicado en El Tiempo
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Negret no está en situación de abandono