En esta segunda entrevista en torno a la crítica, nuestra invitada es Ursula Ochoa, artista y crítica que escribe para La Artillería, Artischock y El Mundo.
Su texto La incesante repetición del gesto (los 10 gestos y elementos formales más utilizados en el arte de acción), publicado en esferapublica en el 2014, además de volverse viral, suscitó una interesante discusión en torno al performance con los artistas Carlos Monroy (Sobre la mala leche: de lo light al re-formance) y Bia Medeiros (Consideraciones sobre el arte del performance).
¿En su opinión, qué transformaciones o cambios de fondo se han dado la escena del arte en los últimos años, en particular alrededor de la crítica de arte?
Voy a responder acerca de los cambios, un poco más desde mi contexto directo que es Medellín y luego hablaré de lo que intuyo pasa en la crítica de manera muy general:
En primer lugar, noto que hay una especie de “metamorfosis” en los espacios de arte, tanto en espacios independientes, galerías, como museos y centros propiamente institucionalizados; y lo digo porque se están diluyendo los límites categóricos entre un espacio y otro, es decir, algunos museos están trabajando sobre fundamentos que se podrían asumir o recibir con mucha más adaptación en un espacio independiente; las galerías están realizando exposiciones curadas que implican investigaciones desde el campo estético y cómo no, desde los discursos, pero mucho más sólidas de lo que hacían antes que no era otra cosa que reunir a su grupo de artistas cuando eran exposiciones colectivas, darles un “tema” y luego ponerle un nombre a la exposición; o simplemente solo los reunían y les montaban un asunto genérico muy, muy básico como “diez artistas del color” o “ paisaje” y ahí cabía de todo porque lo que interesaba era vender. Creo que ahora las galerías se están volviendo lugares mucho más interesantes porque se están dando cuenta que pueden aportar cosas más provechosas al arte desde (incluso) un campo pedagógico, dado que ahora hacen charlas, se invitan a los estudiantes a que asuman el arte en ese cubo blanco con una mirada analítica, hay conversatorios, talleres y visitas que generan conexiones más cercanas con el público en general (no sólo el comprador), y eso es bueno. Aquí recuerdo por ejemplo el proyecto de NC-arte desde su componente educativo. Todo eso está muy bien. También noto proyectos colaborativos entre Medellín y Bogotá y eso sí que está mejor, por ejemplo, muy reciente, la exposición TRANSCRIPCIÓN-Med entre Plecto Espacio de Arte y Casa Hoffmann y otras galerías que invitan artistas de Bogotá, así no estén en su nómina oficial para que lleven a cabo proyectos. También noto que cada vez hay más espacios independientes, eso es bueno, por una parte, pero no tanto por otra. Bueno porque los artistas están tomando posición sobre sus proyectos y no están dejando todo en manos del curador que los descubra, y malo, porque se ha banalizado el asunto de hacer eventos artísticos; casi todos los días hay cosas para ver en la ciudad, pero, muy pocas tienen verdadera calidad.
Desde la crítica pasa otra cosa, y es que mucho ha cambiado, y al mismo tiempo nada cambia. Me explico, se sigue diciendo que no hay crítica (eso es ya un tonto cliché), que la crítica no tiene sentido en un momento como este donde la extrema relativización de “todo es arte” no deja posibilidad alguna (en apariencia) de refutación o análisis, así que quienes asumen el rol de escribir de una manera mucho más seria, lo hacen con algo de recelo porque ahora los críticos no tienen ninguna clase de poder, o al menos, no como antes, pues ya ese poder es de los curadores, entonces uno debe ser crítico y curador para no tener tantos “enemigos”. Guillermo Vanegas decía que a los que hacen crítica se les señala socialmente, y tiene toda la razón, así que ya nadie quiere cargar con ese “muerto” (el de la crítica) porque son los “mala leche” del mundo del arte. Ha cambiado que antes con ser un crítico bastaba y hasta había algo de respeto, pero ahora se necesita también mantener la etiqueta de curador, porque una es muy molesta, pero la otra suena bien y siendo curador te haces más amigos.
Por otra parte, algo a tener presente es que en las academias deben ahondar más en qué es eso de la crítica de arte, porque los estudiantes salen creyendo que todo afuera es un pan de azúcar, y cuando se topan con una mirada crítica, no saben cómo asumirla. Tampoco comprenden muy bien cómo surgió, cuáles son sus dinámicas, formas de hacerse y sobre todo, su razón de ser, que no es como se cree ligeramente, ser un veredicto. Ese es otro cliché, otro error de comprensión del sentido. La crítica no da veredictos, ni tiene que ser el verdugo o el padrino de nada, la crítica lo que hace es dinamizar, mover el piso en el que el medio retoza. Esa es su función, a mi modo de ver, claro.
El año pasado tuvieron lugar exposiciones (MDE15, 44SNA) que suelen generar crítica y debate. Aunque se dieron discusiones breves en Facebook, no hubo críticas ni un debate de fondo. Hace poco se dio el Coloquio de Arte No Objetual. ¿A qué cree que se debe este silencio?
El silencio se debe a que nadie quiere exponer el pellejo; y nadie lo quiere hacer, justamente porque el nivel de algunos debates que se generan en torno a los temas sobre arte, es infantil; es decir, no hay crítica, ni análisis, sólo hay pataletas. Si hablas, sabes que te van a despellejar. Ya lo he dicho en otras ocasiones, todo se toma de manera personal. Por ejemplo, y ya tú lo sabrás, cuando escribí ese texto sobre performance, intuyo que todos sabían en el fondo que yo no estaba diciendo nada fuera de lo normal, incluso, es algo que ya todo saben desde hace muchísimo tiempo, porque es evidente, pero el asunto termina en que soy mala leche y que debo recibir con humildad las creaciones performáticas (todas) porque es el producto del trabajo amoroso y arduo de otro. Ante eso yo me quedo estupefacta, es decir ¿Enserio ese es el nivel del debate? ¿Recibir con paz, amor, y humildad cualquier clase de cosas porque es el trabajo de otro? Eso es el discurso de un estudiante que dice que le valoren el esfuercito; pero yo hablo en términos formales, conceptuales y discursivos, y cómo ese discurso en relación a la forma última de su materialización puede llegar a ser coherente o no. Así de difícil es el arte por si aún no se ha notado. Lo que sucede también es que sigue existiendo un pensamiento muy trasnochado de que el arte es “la expresión de un alma diferente y profunda” (todos los artistas son “diferentes y profundos”) y no sé cuantas más ideas romanticoides (no románticas) y, entonces, al artista hay que dejarlo expresarse y no molestarle porque es como un niño pequeño con sus pinturas y crayolas: dejas que destroce todo el lugar, que lo embadurne y lo llene de pegotes, y luego aplaudes porque es muy lindo el bebé con sus pinturitas; de ahí te digo que el arte se asume de una manera muy infantil; los artistas quieren que los traten como bebes mimados que no se pueden tocar, algunos no quieren poner a funcionar su nivel creativo complejo, y entonces, eso hace que el sistema del arte sea infantil. Si uno va a hacer las cosas para que solo le digan que quedaron divinamente, entonces mejor se las mostramos a la mamá y con eso basta. ¡Claro! Pero mamá no da premiso, ni becas, ni te compra tus cosas…
Esto es muy lamentable y hasta me causa mucha gracia porque se supone que quienes asumen estos debates son gente muy estudiada y muy cultos también. O por lo menos, yo entendía que en el medio artístico todos son súper “cultos” y “sofisticados” porque el arte hace parte de la “alta cultura”; y luego uno lee esos debates que no son debates sino pataletas de niños peleando; insultando, usan palabras que rayan en lo ofensivo y pasan a lo personal y al ataque injurioso… “Inquisidora, inquisidora, bruja”… y no sé cuántas cosas más, como le decían a Avelina Lesper. Son como niños pequeños.
Por ejemplo, recuerdo el texto Ética y conciencia de Luis Camnitzer, donde se cuestionaba una serie de asuntos y que respondían a una crítica de Guillermo Villamizar. El texto de Camnitzer fue tremendamente lúcido y coherente, fue escrito verdaderamente por alguien que se puede asumir como un adulto, porque analizó y reconoció que Villamizar tenía razones por las cuales estar escribiendo lo que escribió, en lugar de decir que era un mamerto con ganas de joder como reaccionarían muchos otros. Fue una dinámica de crítica, análisis y recepción maravillosa. Eso casi nunca se da, de ahí también el silencio, porque desmotiva escribir ya que nadie lo recibe o se hacen los que no leyeron y luego salen a decir que “no hay crítica”. Por ejemplo, escribí un texto sobre el MDE15, no era la gran cosa, no fui nada radical, ni dura, era más una reseñita pero intenté analizar de forma imparcial algunos puntos sobre el arte con intensiones sociales, teniendo en cuenta las preocupaciones que tocaba Pierre Francastel, las declaraciones de Lucy Lippard y tuve en cuenta el texto “Antagonismo y estética relacional” de Claire Bishop. ¿Qué pasó con eso? Pues que ni siquiera el museo lo compartió porque no me limité a decir que el evento era muy bueno como sí lo hicieron las múltiples notas periodísticas, algunas muy mal escritas, que salían cada semana. Eso es lo lamentable, las notas ligeras se aplauden, pero los análisis se desechan porque son muy “mamertos”. Por eso es que hay una desgana en escribir y analizar lo que pasa.
Desde los inicios de la crítica y los salones de arte, se ha intentado silenciar la crítica por la incomodidad y debates que generan sus juicios. Por ejemplo, con el primer Salón que se hizo en el Louvre (1667) se abrió el espacio para que algunos conocedores y el público lo visitaran e hicieran pública su opinión. Como en algunos casos hubo críticas desfavorables, los encargados del Salón decidieron no volver hacerlo para evitar que las críticas incidieran en la reputación del artista y en los encargos de su obra por parte de la realeza. Años después se volvieron a realizar. En los salones del siglo XIX la crítica era parte fundamental de la escena del arte y los críticos, figuras respetadas por unos y odiadas por otros. Eso no ha cambiado mucho. Creo que lo que sucede actualmente es que con el internet y las redes sociales el rechazo a la crítica –y a los críticos- se hace mucho más visible. Por eso pienso que ejercer la crítica actualmente es un acto de resistencia ante la aversión que tienen hacia ella las instituciones, el alto grado de homogeneidad que genera el mercado y la dictadura del “like” en las redes sociales.
En este contexto, además de la autocensura por temor a la retaliación de carácter institucional y/o personal ¿qué opciones ves a la labor del crítico cuando sus argumentos pueden ser repudiados públicamente por la institución o persona que es objeto de sus críticas?
Es muy lamentable que eso pase. La crítica definitivamente no es para personas que solo buscan el aplauso social o para personas muy débiles de carácter porque cargas con mucha presión. Sé que todos los que escribimos padecemos algo de estrés, no se crea que lo hacemos por pura “diversión” o porque es muy satisfactorio, en realidad es un poco decepcionante y dispendioso, pero seguimos sintiendo esa necesidad; por eso tienes mucha razón cuando hablas de resistencia. En segundo lugar, debemos tener presente que escribimos para seres humanos, parecerá una tontería, pero no lo es tanto, y es que los seres humanos construimos una imagen social que es el ego (el Yo como razón) Ahora me encuentro trabajando sobre este tema y estoy escribiendo una serie de cosas al respecto. Cuando sabes que estás tratando con el ego, debes esperar una reacción y una consecuencia; de ahí el temor a la crítica (a hacerla y aceptarla), porque todos queremos ser aplaudidos y celebrados, no odiados o repudiados, y por eso el sistema funciona mal.
Casi siempre quien se siente amenazado responde con el ego de muy mala forma, claro está, porque es casi un impulso animal (la ley de la selva en la que sobrevive el más fuerte) entonces, en lugar de analizar con cabeza fría si eso que escribió el crítico puede tener algo de razón, se responde con un ataque ¿Por qué? Porque nos sentimos avergonzados, humillados y con un miedo terrible (de ahí te digo que reaccionamos como animales), miedo a que la gente deje de ver nuestro trabajo como algo digno de aplauso y lo vean de manera más objetiva, miedo a que sepan que no hay que aplaudir tanto, miedo a que nos bajen de nuestro pedestal, un pedestal endeble autoconstruido con vanidad y likes, muchos likes en las redes sociales; miedo porque alguien se percató de que hay errores, de que quizás hay cosas por mejorarse, pero nadie está dispuesto a aceptar públicamente que debe mejorar porque eso es vergonzoso, es mejor sostener a toda costa a través de insultos e injurias públicamente la mentira (de que somos una efigie intocable), entonces pensamos ¿Cómo se atreve este individuo (o esta muchachita) a decir que mi obra no es importante? ¿Es que no sabe quién soy? (La típica). Esa es la raíz de todo, la importancia. Ser importante, reconocido y aplaudido es lo que siempre se busca en este mundo; entonces, cuando detectamos que alguien no nos aplaude, se reacciona. Es lo que pasa con la señora Avelina, eso es muy normal; por eso, el crítico o la persona que escribe debe asumir estos rechazos institucionales o estas reacciones y entenderlas, pero no debería callar. Lo otro que es fundamental, es que las personas deben entender que los críticos no escriben con sevicia, es decir, (o por lo menos yo no lo hago), a mí no me interesa destruir a una persona, ni dañarla, porque no es personal.
Por otra parte, una forma muy astuta de asumir estos ataques es el silencio. El silencio te sigue manteniendo en una posición, digamos que, jerárquica. Es como “yo ya dije lo que tenía que decir, ustedes verán si se deshuesan por eso”. Y no se vuelve a aparecer en escena para responder nada. Esto, por una parte, podrá parecer una actitud de extrema soberbia y entiendo que se perciba de esta manera, pero es una forma de protección, sobre todo frente a las injurias y los insultos. Yo no respondo a insultos, y creo que nadie en su sano juicio debería hacerlo, es cuestión de amor propio. Todos deberíamos entender de una buena vez que tenemos maneras diferentes de ver y asumir las cosas, el arte es una de ellas, y entender también que no porque el crítico escribe algo no muy halagador se vaya a terminar tu carrera; no lo sé, yo no lo veo de esa forma. Yo no llevo tampoco muchos años en esto, pero ya me di cuenta que el único que se tira la carrera es uno mismo, el que se daña su vida es uno mismo; pero cuando hay disciplina y trabajo duro y constante, lo que diga el crítico puede pasar, es más, el crítico puede cambiar su percepción de tu trabajo con el tiempo y muchos casos se han visto de esto, solo que aquí tenemos la fea manía de culpar a los demás de nuestro fracaso. Eso es ser un mediocre.
Una vez me llegó un mensaje que decía “Le confieso que no estoy muy a gusto con su artículo, pero usted tiene razón en mucho de lo que dice y eso me tocó…” Era de un profesor de arte que daba clase de performance, el mensaje fue largo, pero él trataba de explicarme su incomodidad y yo la entendí, por supuesto; tenía más de quince años haciendo eso que yo había señalado. Así que le respondí que tuviera en cuenta que en el texto dejaba claro que no siempre era incoherente hacer performance con estos medios y que, por tanto, su trabajo no tenía que ser “malo”. Al tiempo envió otro mensaje diciéndome que les había dicho a sus estudiantes que hicieran los ejercicios sin usar ninguno de los gestos que yo mencioné en el artículo. Fue muy agradable porque me dice que tuvieron que investigar cosas nuevas y vieron otras maneras de trabajar la performance. Eso fue muy positivo. Así deberían entenderse las cosas en el arte, no es tomar algo y destruirlo como un cíclope loco, la crítica se hace para movilizar y sacar un poco de la zona de confort, para dinamizar como decía anteriormente. No para decir qué es bueno, y qué es malo porque eso es una completa tontería; nada es bueno o malo, todo tiene aciertos y desaciertos, ¡todo! La crítica también desacierta ¡cómo no! porque la escribe un humano, y esos desaciertos se deben señalar, no es tan malo, es necesario. Por otra parte, como lo decía sabiamente Paul de Man, la crítica cuando más resistencia encuentra, o más se niega su posibilidad, como suele suceder, más se reafirma, porque ese es su lenguaje justamente, el de la autoresistencia.
¿A través de que plataformas se inscribe en la escena local e internacional tu voz como crítica? ¿Cómo ha sido el proceso con la Artillería? (¿Cómo opera a nivel editorial?) quienes hacen parte del equipo? se han dado discusiones a partir de los textos? (¿circula de modo impreso?)
Confieso que se me hace muy curioso el calificativo de crítica, porque yo de manera cándida pensaba en los críticos como unos señores de barba, mal encarados y muy, muy estudiados eso sí (la imagen cliché) pero eso me llamaba la atención porque pensaba que ser crítico era muy difícil (y aún creo que lo es) y a mí me gustan las cosas difíciles. A eso sumo que mi mamá me presentó a Marta Traba (en un sentido metafórico) porque leía sus columnas en El Tiempo cuando estaba embarazada, eso sí que me causó mucha gracia. Me tranquilizó saber que no tenía que ser un señor, ni ser mal encarado, ni tener barba. También se me hace curioso porque yo produzco cosas que intentan ser arte, así que soy como otra “artista”.
Actualmente me encuentro colaborando con la revista Artischok, revista Internacional de Arte Contemporáneo y con el periódico El Mundo en la sesión Palabra y Obra. También intento publicar contenidos en mi blog Bitácora de Textos porque allí tengo mucha más libertad de escritura. Cuando quiero ser muy directa, publico en mi blog o en Facebook, pero eso es un asunto un poquito más banal; sin embargo, y esto si es gracioso, a mí me conocen más por lo que publico en Facebook que por los textos que son serios, todos los tengo organizados en mi página. En ese sentido, ahora se ha estado discutiendo el asunto del papel de las redes sociales en la crítica de arte, también su parte peligrosa, porque ahí sí que se banaliza el asunto de opinar con argumentos, en el sentido de que casi todo el mundo opina de todo y todos somos filósofos, literatos, poetas, politólogos, historiadores, etc…pero ya sabemos que nada de eso es real, en Facebook somos pura fachada. Esto por ejemplo Brea lo denomina como Cháchara. Es decir, la proliferación y la multiplicación de las voces “críticas” acaban por convertirse en un ruido, una algarabía sin sentido de profundidad (como sucede con muchos debates en Facebook) que termina por confinarse en un silenciamiento práctico de lo que, en esencia, es un posicionamiento crítico real.
A La Artillería entré en el 2014 pero la revista ya emprendía su proceso. Me uní a ellos porque estaban buscando colaboradores y yo le vi muchísimo potencial al proyecto. Es fundado por unos chicos del ITM (Instituto Tecnológico Metropolitano) que están muy interesados en hacer un ejercicio serio de comunicación, crítica, pedagogía y teorización sobre el arte, especialmente en Medellín, pero también revisa las prácticas a nivel nacional. En ese sentido, vi que podía aportar algo al equipo desde la parte teórica un tanto “pedagógica” porque mis entradas están mucho más enfocadas a ello, como por ejemplo la revisión de los nueve capítulos de El impacto de lo nuevo de Robert Hughes, o el proyecto Intersecciones que es básicamente encontrar relaciones entre los trabajos de artistas de distintas épocas y crear un mapa de conceptos y formalizaciones que puede resultar algo interesante.
El equipo es pequeño; el director de la revista es Diego Echavarría Restrepo quien Junto con Erika Sosa que es la Editora, se encargaron de dar un cuerpo coherente a lo que es hoy la revista. Quienes participamos como redactores somos Alejandra García Correa, Hamilton Mora que son un poco más nuevos en el equipo y mi persona. Aquí todo es un trabajo colaborativo, yo aporto ideas para la producción de contenidos y todos estamos muy comprometidos con este propósito.
La Artillería fundamenta su trabajo editorial en la revista virtual que en sus inicios era un boletín. Posteriormente cuando llegué al equipo, publicaron la primera revista como tal, la edición #10. La revista es una publicación virtual, porque la creamos un grupo de personas de manera independiente y es por puro amor al arte como se dice; no hay patrocinios por lo cual aún no sacamos las ediciones impresas porque se sabe que para esto se necesita un capital, y hablemos francamente, no se necesita cualquier peso, sobre todo cuando uno quiere hacer cosas de alta calidad, como lo deseamos nosotros. Ahora estamos reorganizando los fundamentos editoriales y la plataforma tiene una nueva cara, mucho más limpia y dinámica. Desde los contenidos queremos hacer un énfasis especial en los análisis críticos como lo que sucedió con el seguimiento al MDE15, al proyecto TIMEBAG o lo que hicimos en función de la feria Art Medellín. Así que, sí estamos escribiendo y analizando, sin embargo (y es lo que creo que pasa) los textos no generan reacciones muy notorias porque no somos un medio “célebre”, entonces a la gente no le interesa leer porque como todo en el sistema artístico, hay arribismo hasta en el medio editorial. Muy maluquito decirlo, sí, pero eso es lo que pasa. También somos conscientes de que el proyecto es joven y como todo lo joven, puede producir recelo o desconfianza, sé por qué te lo digo, pero eso también es comprensible.
Finalmente me parece necesario decir que la crítica de arte es otra forma de producción que debe entenderse como un dispositivo teórico que dinamiza el pensamiento, más que como un veredicto final sobre algo. Vuelvo a recalcar, la crítica no está comprometida con ningún absolutismo, o por lo menos, no una crítica bien fundamentada. Lo demás son puros caprichos teorizados. Y así, volviendo a José Luis Brea:
La crítica necesariamente – al otro lado de la cháchara.
La crítica – al otro lado de cualquier fundamentalismo.
La crítica como estudio cultural.
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