Pido disculpas a la Escuela Panamericana del Desasosiego (E.P.D.) porque el texto «El cazador cazado», escrito por mí, no es una verdadera reseña o una crítica normal. Pido disculpas por no haber asistido a la mayoría de los eventos de la E.P.D. (solamente fui al encuentro que se hizo en la Sala de Proyectos de la Universidad de Los Andes, el día lunes 14 de agosto, a las 12:30 p.m., e hice, en voz alta y con ignorancia, dos preguntas; de los otros eventos me informé por comentarios de algunos de los asistentes y por la página de Internet de la E.P.D.) Pido disculpas por oír lo que oí y ver lo que vi (a la vez extiendo mis disculpas por todas las veces que he hablado de cosas que no he presenciado: desde ahora me autoimpongo un veto para hablar de las acciones de María Teresa Hincapié, Denis Diderot, Andrea Fraser, Joseph Beuys, Elio Oiticica, Ives Klein, Arthur Rimbaud, Antonio Caro, Tristan Tzara, Gonzalo Arango, Glenn Gould, Santiago Sierra, Mao Tse Tung, Estanislao Zuleta o Marcel Broodthaers). Pido disculpas por no contribuir a armar ninguna clase de reflexión (seguramente ese artículo sobre «Crítica y dolor” que copié es pura carreta).
No puedo pedir disculpas por juzgar si he hecho perder el tiempo a todos los lectores de esfera pública (solamente a un actor que representa a un político le puede parecer que su voz representa a la de la mayoría); a los interesados les quedan los textos de la E.P.D. y el ruido que yo he hecho: criticar las dos imposturas —con todo el radicalismo deseable— queda a discreción del lector.
Lucas Ospina