Es usual que al entrar en alguna exposición de dibujo, o cualquier otra, el visitante se tope con un texto enmarañado, enredado, y desdibujado. Sin embargo, esto se considera una breve introducción para preparar al espectador ante lo que está a punto de ver, para que entienda el Arte y piense que su capacidad de entendimiento y análisis es poca. Quien escribe el texto puede pensar que el espectador no puede estar sólo, que no puede estar libre con su interpretación, que necesita de términos, claves, fechas, movimientos, tendencias, y varios otros datos que sólo alejan al arte de la vida. No obstante, esto puede ocasionar que el visitante se aleje del texto. Puede pasar también que la exposición sea tan confusa que necesite de un texto ilegible para mantener coherencia, para que al salir se diga: no entendí nada. Este tipo de textos hacen que el arte se base en la comprensión y no en la experiencia, que todo necesite de una razón, y que un buen dibujo pase desapercibido por una necesidad teórica.
El dibujo es lo más próximo para explicar una idea. La forma más sencilla para exponer algo puede ser mediante una ilustración o un garabato. Es más fácil, por ejemplo, llegar a un lugar con el dibujo de un mapa que con instrucciones largas y confusas. Por esto, es que muchas instrucciones tienen dibujos. A veces pienso que el mejor texto introductorio de una exposición puede ser un dibujo. Es fácil, entendible y rápido.
Dan Perjovschi
En el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo) se encuentra una exposición de Erwrin Wurm titulada: Memoria en la era de la globalización: perspectivas de la mirada desde afuera. La primera pared que enfrenta al espectador contiene un texto que reseña el motivo de la exposición con algunos señalamientos concisos. Sin embargo, en ese texto, de la curadora Sàrolta Schredl, hay fragmentos que apelan a generalidades, inciertas, que confunden por su vaguedad: “El arte de Wurm se refiere al hombre en la totalidad de sus aspectos psicológicos, espirituales, sociales, culturales e interculturales, es decir al hombre en su dimensión antropológica.” Pero ¿Cuál es la totalidad de la dimensión antropológica del hombre? ¿Un artista puede llegar a cubrir todos los aspectos psicológicos, sociales, culturales e interculturales? ¿Qué diferencia hay entre cultural e intercultural? ¿No se está señalando la era de la globalización? Son muchas las dudas que puede generar la anterior afirmación, que puede descrestar al ser oída, que puede parecer imponente y profunda, pero que no contiene ningún sentido.
La exposición tiene varias obras en distintos formatos y materiales. Por ejemplo, en una pared se proyecta un video con formas extrañas de cuerpos en posiciones difíciles de mantener dentro de telas y ropa. Se exponen también unas fotografías de gran formato con características similares. Hay esculturas y unos dibujos.
Pero en este texto me interesa profundizar sobre la idea de “esculturas de un minuto”, las cuales son llevadas a cabo por cualquier persona en un lapso corto de tiempo.
En una pared de la exposición se encuentran algunos objetos, como detergentes vacios, y un dibujo que especifica al público la posición que debe adoptar para realizar la escultura. La instrucción es un dibujo sencillo, que explica claramente lo que se debe hacer (si es que el espectador lo quiere así).
Realizar una escultura de un minuto que propone Wurm es gracioso, hay humor en la acción; pues es algo extraño y es registrado por una cámara (por ejemplo, de un amigo). Como por ejemplo, el acto de meterse en una caja. En pocas exposiciones el artista le propone un rol de participación activa al espectador, para que él mismo experimente la obra, que él mismo la constituya, y que sea él mismo parte de la obra. Los límites entre la vida y el arte se reducen, el espectador participa en la creación de la obra, se involucra, hace parte del juego, y sin importar su sentido o su trasfondo (como lo intenta señalar la curadora en el texto), se puede reír por asumir una actitud diferente de la esperada en un museo.
No obstante, hablar de una escultura de un minuto en un contexto como el colombiano puede tener otro significado. La curadora escribe lo siguiente: “Al igual, en “One Minute Scuptures”, la temática de lo efímero, de lo pasajero está en primer plano. Esculturas que sólo existen por un minuto, son la especialidad de Wurm. Nos permiten acceder a pequeñísimas miradas a la naturaleza del ser humano y al funcionamiento de nuestra sociedad”. Pero al salir a la carrera séptima, y caminar unas cuadras hacia el sur, se puede evidenciar que en nuestro contexto hay esculturas efimeras donde “lo pasajero está en primer plano”, creadas por necesidad, que no tienen el aureola del arte, y que si demuestran el funcionamiento de nuestra sociedad sin tener la seguridad del museo.
Andrés Pardo
1 comentario
Sentada en el Mausoleo del Halicarnaso moderno, el Facebook, traduzco el «Si lo deseas, puedes participar escribiendo aquí >» en la pregunta: «¿En qué estás pensando?» Y contesto: En cómo me gusta visitar museos.
Para mí son lugares absolutamente divertidos: Algunos, porque desde la entrada, desarrollan en mí el espíritu burloncillo e irreverente de la marimonda (como en el caso de la larrrrrrga explicación, que decido no leer, al inicio de algunas exposiciones) Otros porque, siendo creativos, precisos y sucintos en la publicación del arte, abren un verdadero carnaval de vivencias. El curador y el crítico deben ser artistas de la palabra (oral, escrita o gestual) dentro de su campo, sin usurpar el espacio de la obra, ni del YO.
Creo que a los curadores y críticos les falta originalidad en la labor social que intentan realizar, su forma de acceder al arte se va convirtiendo cada día más en una pieza del mismo mausoleo (creo que trabajando solos, en la soledad de una ciudadela llamada Palabras Extrañas, para un señor llamado Mausolo… ¡Ay! Perdón, me equivoqué, creo que el sitio se llama Museo.
Hago parte de los siempre censurados por incultos, neófitos, no sé si despectivamente, llamados:
público,
conglomerado,
espectador,
plebe,
populacho,
visitante,
colectivo,
gleba irredenta
masa.
Mentiras, SOY YO, libre, sin ataduras, sin mecenazgos, ni patrones, ni contratistas, sin agradecimientos, ni deudas, ni hipocrecías, absolutamente subjetivo, a ratos objetivo.
No soy ni crítico, ni editor, ni artista de profesión; pero analizo, asumo, disfruto y consumo arte. Cuando compro un texto literario, creo tener la libertad de rayarlo, tacharlo, subrayarlo, corregirlo, completarlo, reinventarlo, imaginarlo, colorearlo, borrarlo, comentarlo, colocarle stickers, linkearlo… Igual hago cuando observo-compro una pintura. La tradición enciclopédica dice que los curadores, críticos y editores ayudan a que el artista «oferte» su obra y al público a que decida si «compra» o no».
Pero el imaginario colectivo me advierte: Con curadores, editores y críticos des-arti-culados del público, EL YO siempre estará en la cul-ata.
P.D., desde la gleba irredenta: des-ar-ti-cu-la-dos / cu-la-ta / mau-so-le-o / Mau-so-lo, por si acaso.