Espectadores de la obra de Cristina Figueroa, Sin Título (Munich), 2002. Fotografía análoga 35 mm, impresión digital, en Pura Pose (MIAMI, 20 de marzo-9 de abril, Bogotá).
Transcripción parcial del conversatorio programado para la exposición:
Las obras presentadas por Cristina Figueroa, Ana María Millán, Santiago Leal y Elena Artigas en esta muestra tienen poco en común. No coinciden sus enfoques ni sus clubs de fans y de seguro nunca serán representadas por el mismo galerista (recordar: nadie menos dado a aceptar la experimentación temática que los fans de artistas contemporáner@s y los galeristas bogotanos promedio). Sin embargo, son resultado de un proceso de especialización que se hizo al mismo tiempo fuera de Colombia en una escuela de artes más o menos cara de una ciudad carísima. Allí, sus autores fueron obvia minoría. Y por los vínculos que genera la precariedad, se encontraron en la conversación: hablando notaron que el sujeto que se desempeña en el arte contemporáneo se esfuerza como pocos por fabricarse una imagen donde no sea visto como mentiroso, corruptible, ambivalente, feo, tonto, ingenuo o crítico de arte. En sucesivos encuentros examinaron la enorme energía que gasta hoy el humano del campo del arte por parecer veraz, riguroso, políticamente definido, lindo, listo, astuto o coleccionista.
Pura Pose decanta esta extensa conversación. Quizá por eso sea un autorretrato por etapas: curaduría organizada por artistas; presentación de obras no necesariamente taquilleras o lugar-común-de-carrera-exitosa; reflexión en equipo sobre los avances de la producción del proceso; derivación de conflictos museográficos en charlas e intercambio de emails; y, finalmente, un “selfie del sistema del arte contemporáneo local”, #lafrasedelconversatorio #aplauso #chinchin #risa.
Su cohesión se logró con un texto firmado por Adriana Martínez. En él se promueve una lectura infrecuente en este contexto, pues equiparaba el gesto de hacerse un autorretrato con cámara de celular a un repertorio creado en el pasado europeo, el santoral de la publicidad y el arte estadunidense. Pasó por la sociedad cortesana francesa y las “posturas y actitudes exageradas e incómodas que se inventaron para que cada cierto tiempo las individualidades aristócratas recordaran que venían del mismo ligar, que tenían algo en común, que eran una sola cosa, una cosa distinta al resto”, recordó el documental dedicado al brillante y malévolo sobrinito de Freud y le añadió dosis de Warhol: podremos “ser famosos si nos interesamos lo suficiente en nosotros mismos y logramos posar de la manera adecuada en el momento justo y a través del medio preciso.”
Ese escrito y la manera en que la exposición abordó el problema de organizar una muestra sin apegarse al canon bogotano (hipótesis ilustradas con obras que hacen quedar bien al curador), reflejó mejor la tensión profesional entre quienes suelen ser representados (los productores visuales) y quienes les dan cabida en un sistema de relaciones (los curadores, aquellos némesis-mejores-amigos-del-mundo). Menos contundente fue la articulación entre las piezas.
Al final del conversatorio se reforzó un cuestionamiento formulado desde el principio, donde se mostraba que la muestra parecía tener más fuerza en la aspiración de cada participante por afianzar su semblante individual que en acogerse a un postulado homogenizador. Se llegó a decir que parecía tener un perfil estilo exposición-colectiva-de-la-Galería-El-Museo donde la reunión de las piezas resultaba conflictiva cuando no improvisada. Pero al retornar sobre esta afirmación, la conversación apuntó en dos vías: 1.- Pura Pose produjo un diálogo extraño en nuestro contexto (obras distintas exhibidas en el mismo espacio: en Bogotá una exposición colectiva suelen tener piezas casi-casi hermanitas gemelas: misma técnica o mismo tema, misma rabia o misma indiferencia, misma mediocridad o misma pretenciosidad; misma universidad o misma universidad); 2.- ofreció una autorreflexión poco dada a ser protagonizada por los productores visuales (se asumió la mayoría de funciones curatoriales para emproblemarse, darse cuenta que la curaduría sirve de algo –pero no tanto como ser tan preponderante-
#artistasdelmundouníos
Fin de la transcripción.
–Guillermo Vanegas