Por Andrés Chaur
Prólogo.
Frenesí y delirio. Lo actual. Los aforismos y las respuestas totalitarias. La economía y el big data. Lo cuantificable, lo medible. La ilusión del progreso. ¿Por qué debemos pensar la sociedad?, ¿Qué significa pensar la sociedad?, ¿Por qué debe ser valioso pensarnos?
No es el propósito de estas líneas, entrañar una crítica estructurada a la forma en como nos pensamos, en el valor que le damos a lo esencial y a lo público como esfera primordial de desarrollo humano. Sin embargo, partiremos del hecho de que algo no anda bien. Hay algo en los ejes que nos mueven como sociedad que dan a entender un vacío y un punto negro que cada día se acrecienta. Un delirio colectivo y una hiper-racionalización (o instrumentalización de la racionalidad) que hacen sentir esa extrañeza frente a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea.
Quisiera señalar tres ideas tan cotidianas como subvaloradas- que a mi parecer- suenan a revolución en tiempos actuales: El ocio, la reflexión y el silencio.
Tres ideas nada más.
1ª Idea: El ocio – Una oda a lo inútil.
¿Qué rol juega el ocio en nuestras vidas?
Lo útil, el mundo como producción – la acción frente al tiempo, El tiempo como vida y la vida como algo productivo, como algo medible y empaquetable – ¿Por quémedir entonces lo inmedible / lo improductivo?
Relacionamos el ocio dentro de la esfera social como un “ocio productivo”- el oxímoron perfecto del consumismo. Frente a esto, ¿Realmente entendemos el valor del ocio, del“no hacer nada”? ¿La sociedad se siente culpable o seincómoda con su propio ocio?
El ocio como extensión del consumismo no es la acción negativa, sino más bien una continuación de nuestra propia instrumentalización. Las redes sociales tergiversan y contaminan ese ocio colmándolo de productividad, de consumo. Un ocio, al fin al cabo, dócil e impersonal. Frente al sueño de la meritocracia y su dicotomía entre ganadores y perdedores, aparece el ocio como el primer elemento de contrapeso y rebelión social. Hay belleza en lo inútil, en las fallas y en la derrota. Hay asombro y poesía en lo inmedible, en la cultura y en lo no-productivo.
Proponemos la improductividad – la oda a la inutilidad, el hacer lo inútil, lo vacío y lo aparentemente sin valor real. Resignificar nuestro tiempo, nuestra relación con él y la conexión con esa vitalidad única y personal. Deseemos ser inútiles, construyendo lo indescifrable- ¿Cuál es el valor político /social del ocio?
2ª Idea: La reflexión – Preguntar y no responder.
La reflexión como acción: ¿Qué pensamos y por qué lo hacemos?, ¿Qué debemos pensar cuando reflexionamos? Libros de inspiración, aforismos de esperanza y autoayuda, coaching ontológico … Las respuestas están servidas. De hecho, el aparato del sentirnos-bien está dado para llevar a lo último de nuestra lista, las preguntas esenciales, la capacidad que aun tenemos de cuestionarnos y de preguntar. Ya no es necesario indagar- parte fundamental de la reflexión. El pensamiento en esta forma se vuelve tedio.
En tiempos de emprendedores y grandes respuestas, propongo la reflexión. Una reflexión hacia más preguntas. La capacidad que tenemos de hacernos más y mejores preguntas: “Una reflexión no concluye cuando formula una respuesta, sino cuando es capaz de plantear un nuevo interrogante”, nos cuenta el filósofo mexicano Luis Villoro. Un interrogante sobre nosotros, sobre lo inmaterial y lo no cuantificable.
Octavio Paz, en una bella correspondencia al poeta Catalán Pere Gimferrer con fecha del 11 de junio de 1977, comenta sobre la impronta de enarbolar las banderas de la reflexión y la crítica como faro guía en una sociedad que se ahoga:
“(Se vive) una suerte de delirio. Lo conozco y conozco sus poderes. Es un estado contagioso, inspira los actos y las ideas más generosas, pero más frecuentemente, mueve a los fanáticos, a los criminales y a los tiranos. Es la ilusión política, la droga del Siglo XX. El único remedio contra su embriaguez homicida es la lucidez, la crítica”.
La crítica, producto siempre de la reflexión, es y debe ser siempre disruptiva, revolucionaria. Lejísimos de la “pseudocrítica” y la vulgaridad que leemos y vemos a diario y sin caer en la condescendencia de la “crítica constructiva”, proponemos más bien una en el profundo respeto de las ideas, una crítica que abra caminos y nuevas formas de pensar. Una crítica que al final pueda dejarnos algo como: “Nunca lo había pensado de esa manera”.
3ªIdea: El silencio como lenguaje.
“Todo lo inusitado y singular, lo sorprendente y extraño rebasa la palabra discursiva; solo el silencio puede nombrarlo”.
Frente a lo inconmensurable: El silencio. Volvemos a Luis Villoro en su ensayo “La Significación del Silencio”. En él,coloca al silencio como un modo de lenguaje capaz de captar la realidad vivida. De la mano con el lenguaje no discursivo- es decir, con el lenguaje poético, el silencio es capaz de relucir capas mucho más profundas y subjetivas de la realidad. Se encarga de mostrar aquellos matices donde la palabra representada queda corta.
“Frente a lo vasto que la realidad, el mundo, el lenguaje de lo vivido… la poesía y más extremo el silencio. Aprender a entender el silencio como un modo de lenguaje, un lenguaje negativo pero sublime de la realidad”.
Tan subvalorado se encuentra el silencio que la sola idea de “expresarnos sin palabras” es ridícula. Esta tesis también la podemos extender al lenguaje poético – El lenguaje discursivo es suficiente para mostrar el mundo representado.Preferimos llamar “Sol” al “Sol” y hallamos risorio referirlocomo:
“¡Alto grito amarillo,
caliente surtidor en el centro de un cielo
imparcial y benéfico!”
La poesía y el silencio comparten las cualidades de sublimar el mundo representado: De singularizarlo, de volver a asombroso lo cotidiano. Hay silencios que callan, que otorgan, que reverencian y que contradicen. Hay silencios que expresan mucho más que palabras y muestran- por antonomasia un mundo aun dispuesto a ser descubierto ¿Qué lugar le damos al silencio- a nuestro silencio? ¿Qué lugar creemos que ocupa en como representamos el mundo-nuestro mundo?
En la sobre-explotación de la palabra, incluso en la sobre-explotación de la imagen como lenguaje representativo de la palabra, podemos pensar que un acto radical de rebeldía yace en el silencio. El silencio como poesía. El mundo aun asombra y una manera de abrirnos paso frente al asombro sería precisamente en la poética del silencio.
“Todo lo inusitado y singular, lo sorprendente y extraño rebasa la palabra discursiva; solo el silencio puede nombrarlo”.
Epílogo
¿Cómo llegamos a colocar al ocio, a la reflexión y el silencio en un puesto extrañísimo para la sociedad?
¿En qué momento se convirtió en rarísimo reflexionar sobre nuestras vidas o el no hacer nada?
Tal vez ese huracán- que llamamos progreso nos siga arrastrando más y más hacia el porvenir, y en un punto de ese viaje, estos tres elementos (y muchos otros más) nos parezcan reliquias arqueológicas de algún mundo extraño de algún momento de la historia. Tal vez pensar en lo inútil es una falacia en sí, tal vez ya no se requiera cuestionar o preguntar y tal vez el lenguaje discursivo abarca todas las esferas de nuestra realidad y el silencio solo sirve como accesorio.
Tal vez, pero me atrevo a pensar que hay algo profundamente incompleto en la idea de progreso (nuestro progreso) y de una sociedad que no se detiene a pensarse a si misma.