En el primer semestre de este año, marcado en particular por las emocionales elecciones para senado y presidencia, y ahora por el esperado mundial de fútbol en Sur África, se llevaron a cabo en Bogotá tres mega muestras: La caricatura en Colombia a partir de la independencia, Habeas Corpus y Bodies.
Con alrededor de 4 meses de duración, cada una de estas muestras, en sus distintas categorías, recibieron una enorme cantidad de público, en especial Bodies, que con una mega estructura de marketing y publicidad, de seguro convocó a diez veces más de espectadores que las otras dos.
Cada una de ellas implicó usar zapatillas cómodas (los tennis que uso para caminar todas las noches), cancelar mi agenda diaria, y por supuesto, mucha paciencia. Lo digo ya que todas son muestras extensas, con largas explicaciones escritas y con un guión de exhibición complejo y estudiado.
Por un lado Beatriz González se dedica a la ardua tarea de mostrar infinidad de caricaturas impresas, cada una enmarcada en cedro natural sin pintar, y dispuestas por épocas y temas a todo lo largo y ancho de la casa republicana, ubicada en la Luis Ángel Arango. Tener una lectura global al respecto resulta supremamente complejo ya que es demasiada la información que se presenta en cada centímetro cuadrado de las paredes. Tinta va y tinta viene entre chistes políticos, críticas de estado, señalamientos periodísticos y demás guiños dibujados por diversos maestros de este arte gráfico.
Las decisiones museográficas son menos claras que el guión curatorial. Lo uno no se refleja en lo otro y por lo tanto al espectador le cuesta mucho trabajo hacerse a una lectura que realmente lo guíe dentro de este universo de expresiones irónicas y plumilla derramada. Siento, a pesar del arduo trabajo, que hay una fractura entre lo investigado y lo mostrado. Y como decía, la puesta en escena se limita a una disposición fiel a lo escrito en el papel, pero poco arriesgada a la hora de exhibirse. El montaje es ejemplar y la curaduría lógica (mas no creativa).
Mi conclusión, más allá de la neutralidad de la exposición, es que la caricatura sigue siendo una expresión enfadada o desenfadada, de protesta e incomodidad frente a los hechos, pero que sin embargo, y lamentablemente, no logra cambiar los rumbos, ni influir de lleno en una sociedad. La prueba es la llegada al poder, casi caricaturescamente, de uno de mis eternos vecinos de rosales: el realpolitik y oportunista por experiencia, Juan Manuel Santos. Inevitablemente, y a pesar de las críticas, los escandalosos hechos y la evidente doble intención, es él, nuestro nuevo presidente.
Al otro lado, ahí donde se inauguró hace más de un año la popular muestra de Warhol, se mostró una profunda reflexión sobre el cuerpo y su interpretación-representación-conceptualización a través del arte. Una propuesta que se ubicaba claramente entre una concepción plástica y de creación, evidentemente relacionada al arte contemporáneo y la visión de José Alejandro Restrepo, y otra, rigurosamente histórica y teórica, impulsada por Jaime Borja. Dichas formas de percibir y de entender la reflexión se cruzaron a veces acertadamente y otras como un nefasto choque de trenes. Es una mezcla difícil de hacer y una mímesis que a veces no emulsiona correctamente. “Que tengas un cuerpo para exponer”, a mi criterio, abarca demasiadas facetas de un tema complejo. La visión histórica se confunde en ocasiones con la anécdota y roza el amarillismo de la sangre. La religión poco a poco se apodera de la muestra mientras un video escandaliza con la salida de una cámara por el orificio trasero de una dama. Performances, objetos, instalaciones, videos y pinturas, a veces se entremezclan sin razón mientras el espectador probablemente le surge el interés por hacer del cuerpo.
Siento, siendo ácida por naturaleza, que el que mucho abarca… poco aprieta. Y esa es mi sensación con esta exposición. Que es un esfuerzo titánico por reunir obras jamás confrontadas y por curar lo incurable, y por tanto cae en la exageración. No es una muestra fácil de ver, ni entretenida de recorrer, muy a pesar del estructurado guión que la soporta. Haber limitado un poco la selección, y haber evitado el exceso religioso nos hubiera dado una lectura mucho más clara y consciente sobre el problema del cuerpo humano. Lo mejor: Imponderabilia, El video que muestra aquel hermoso performance de Marina Abramovic en el que ella y su compañero Ulay, obstruyen con su cuerpo desnudo a los visitantes de una galería. Hermoso.
Es una muestra destacable, como muchos lo han hecho notar, pero no es magnífica, como muchos han querido pensar.
Y finalmente a los amantes de la parafernalia, el mainstream y la era del burdo entretenimiento, bien pudieron deleitarse con los cuerpos y sistemas biológicos expuestos en Corferias. Un recorrido nauseabundo del que prefiero no decir mayor cosa.
En general tres huesos duros y demorados de roer, pero difíciles, y sobre todo, costosos de hacer.