Más de diez artistas, críticos y curadores responden semanalmente un único cuestionario sobre arte, política y vida. Hoy, Francesca Bellini le hace estas preguntas a la artista Nohemí Pérez Amador. Su trabajo se interesa por la relación del hombre contemporáneo con las grandes urbes.
¿Para qué sirve el arte?
El arte es parte de lo que somos culturalmente como seres que vivimos para algo más que existir y reproducirnos. Nos separa de las otras especies vivas, nos crea necesidades y construcciones espirituales impalpables, nos eleva en una constante evolución humanista, nos ayuda a complejizar nuestros pensamientos y formas de ver la vida y de ver al otro. El Guernica de Picasso no evitó una guerra pero quedó como testimonio para recordarnos que no puede volver a suceder.
¿El arte y la política deberían mezclarse?
Si hablamos de un estado o nación, el arte tiene que ser tan importante como la política y a su vez, la política debería tenerlo en cuenta al trazar sus lineamientos, debería buscar la forma de fortalecerlo y de promoverlo.
¿Ha llegado la hora en que los políticos sean reemplazados por los artistas?
Ya es hora que los políticos tengan una formación más integral de acuerdo con los tiempos que estamos viviendo debido a que sus obligaciones son más complejas. A su vez, los artistas tienen que mirar más su entorno, comprometerse de verdad y no sólo producir objetos representativos de lo que afuera nos piden, lo violento, lo narco, etc. Es atractiva la figura del político-artista como Antanas Mockus por ejemplo.
¿Cree usted que el arte es una forma válida de activismo?
Algunos artistas son activistas y me parece muy válido. Aunque también se trabaja en temas acerca de asuntos de género o se hacen señalamientos sobre el calentamiento global, por ejemplo, sin ser necesariamente activistas. Cada vez hay más artistas y colectivos que trabajan con comunidades o les interesa producir una obra más comprometida con la actualidad y más analítica de su entorno.
¿Debe haber ética en el arte?
Todo campo, incluyendo el arte, tiene sus reglas. Dentro de éstas se encuentra el ser ético. Cuando el artista trabaja temas tan delicados como la violencia debe ser ético al producir y circular esas imágenes. Debe haber ética igualmente cuando se trabaja con comunidades vulnerables porque fácilmente podemos caer en la explotación del sufrimiento ajeno. Tenemos que ser cuidadosos con la privacidad y los derechos del otro. Tenemos derecho a la libre expresión con responsabilidad.
¿Qué no es ético en el arte?
En el arte como en otros campos hay muchas formas de no ser ético, como dije anteriormente. Cuando se tocan temas tan delicados como la violencia en nuestro país, el maltrato infantil o el desplazamiento forzado se corre el riesgo de no ser ético. Igualmente cuando circulamos la obra o cuando hacemos nuestro trabajo sin compromiso, sin profundidad o sin esfuerzo. Cuando hay tráfico de poderes o abusos del mismo. Es importante anotar que hoy en día esa responsabilidad también esta compartida con el curador. Una de las frases de la obra No Debo de Priscilla Monge, artista Costarricense es: No debo hacer el amor con el director del museo.
¿El arte es una forma de lucha?
Depende del contexto en que se aplique el término. Si se refiere a la lucha por sobrevivir, sí es una forma de lucha grande. Luchamos por hacer la obra, por mostrarla, por continuarla, porque entre en diálogo con otros y por tener la suerte de que alguien quiera tenerla. Sobre todo en un país como Colombia donde hay muy pocos coleccionistas, no se apoya mucho el arte, tiene un campo poco profesional y no cuenta con un mercado sólido. Aquí ser artista es una lucha. Podría decir, parafraseando a alguien, que ser artista en Colombia es un acto de Fé.
¿Se considera un artista político o un artista critico?
Para ser un artista político se tiene que ser crítico y ser crítico es un acto político. Mi obra y lo que me interesa señalar con ella es la relación del hombre con lo urbano y las tensiones dentro de este mundo globalizado. Lo marginal, el caos. Podría decir que hago señalamientos críticos y por lo tanto políticos.
¿Para qué hace su obra?
Es el resultado de una búsqueda dentro de lo que me interesa señalar. Es también una necesidad de desarrollar mis ideas, de confrontarme con el otro. La obra es el resultado de un proceso de estudio, de análisis. Las musas que inspiraban a los artistas nos abandonaron.
¿Para quién hace su obra?
Inicialmente para mí. Por supuesto quiero que después sea expuesta, que sea vista y que se confronte. Pero finalmente los artistas terminamos haciendo las obras para nuestro EGO.
¿A qué artistas admira?
He admirado a muchos artistas, pero la lista va cambiando de acuerdo a mis intereses. De los artistas visuales admiro a los que tienen la capacidad de navegar por los distintos medios. Me gusta el surafricano William Kentridge por sus videos animados y sus dibujos que nos hablan de la Suráfrica del apartheid, de la soledad. También las pinturas del alemán Anselm Kiefer y sobre todo me interesa el cine. Me gustan las películas de Wong Kar Wai por que nos hablan de la frustración del hombre contemporáneo por su incapacidad de retener el amor.
¿A quién censuraría si pudiera?
No soy amiga de censurar a nadie, en cambio tomo una actitud crítica o simplemente evito ver y leer lo que no se encuentra dentro del campo de mis intereses. Creo que los medios de comunicación tienen sus reglas para la circulación de imágenes. En el arte es más difícil poner límites, por lo tanto es responsabilidad del artista ser ético al circular sus obras y hacer uso del privilegio que tiene con su libertad de expresión.
¿Qué le molesta del mundo en el que vivimos?
Me molesta la injusticia social, el racismo, el autoritarismo del poderoso y el desprecio por lo diferente. Pero sobre todo, me molesta la caridad que es usada como disfraz por los “ justos “ para quitarle la dignidad y los derechos al “otro.”
¿Tenemos esperanzas de salir del atolladero?
Estamos en un momento crucial de profundas transformaciones. La recesión económica es solo un llamado al cambio de un sistema que está colapsando y donde se ha llegado a los topes de la especulación. La educación tiene que replantearse. Las universidades siguen preparando profesionales para un mundo industrializado que está desapareciendo. Al sociólogo Estadounidense Immanuel Wallerstein en una entrevista en Madrid le preguntaron -¿Podemos estar ante el enésimo ciclo de caída y auge del sistema capitalista? Y su respuesta fue: “Definitivamente no. Las posibilidades de acumulación del sistema han tocado techo. Podemos estar seguros de que en 30 años ya no viviremos bajo el sistema-mundo capitalista. Pero ¿En qué sistema viviremos entonces? podría ser un sistema mucho mejor o mucho peor. Todas las posibilidades están abiertas. La solución la encontraremos cuando se resuelva el conflicto entre lo que yo denomino el espíritu Davos y el espíritu Porto Alegre. Ahora bien, si no se afronta políticamente la cuestión del fin del capitalismo, es posible que lo que surja sea aún más extremo que el sistema actual, que en mi opinión es tremendamente injusto”. Entonces yo me pregunto: ¿Colombia está en el equipo que toca o nos conviene? ¿No deberíamos mirar con más atención lo que está pasando en el resto de Latinoamérica?