Posdata.
(viene de A Pocas Horas del Juicio https://esferapublica.org/nfblog/?p=4858)
iv: Ética y responsabilidad:
La acción tiene (por suerte?), varios puntos problemáticos respecto a ética.
Respecto a responsabilidad, el asunto se ha machacado hasta el bagazo, pero no está por demás ver qué responde Tania Bruguera en la mesa redonda en Hemisférico:
y
v. Simulacro e Hiperrealidad
En principio, en Sin título (Bogotá 2009) se atiende a un performance en “modo” de público que atiende a un performance. Se está frente a un panel, en “modo” de público que atiende a un panel sobre “La construcción política del héroe”. La conducta “debe ser” la de un público que asiste a un panel, que a su vez es un evento artístico.
Los panelistas, un líder de desplazados por la violencia, una mujer joven cuya hermana lleva tiempo secuestrada por el ELN y una ex militante guerrillera, son reales (no actores) y muy a su pesar resultan ejecutando una especie de simulacro, siguiendo la conducta, políticamente correcta, que se esperaría de un panelista que va a dar un testimonio o una opinión, o a leer un guión en torno a “La construcción política del héroe”. El público se conduce (actúa, se comporta, y es dirigido) también a partir de las expectativas de lo políticamente correcto.
Cuando aparece el elemento hiperrealista en el performace -la cocaína-, se trastocan los cursos “normales” de muchas conductas (no solo las de los que consumieron). La mayoría de la multitud no puede mirar ni oír más al panel, por un lado porque su nivel de atención ante la retahíla se ha agotado, y aquello inaudito que está sucediendo paralelamente –la bandeja con polvo blanco-, supera el nivel de “realidad” del panel. Éste sigue funcionando, pero como un telón de fondo neutralizado. Ante la bandeja con cocaína hay varias respuestas: Algunos aspiran cínica o ingenuamente haciendo, frente a todo el mundo, lo que comúnmente alguna gente hace, pero disimula, en una inauguración de arte. Tal dislocación en la conducta ocasiona otra serie de acciones por parte de muchas personas.
Creo que a esas detonaciones, intervenciones, giros en las conductas de individuos dentro de un evento preformatico, se refiere Tania con el término Arte de Conducta.
No deja de seguir extrañando que la organización del evento había conseguido azúcar en polvo para la pieza, mostrando esto una subyacente y abyecta tolerancia con el simulacro.
-Andrés Matute
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Tanto miedo y tan poca verguenza
Antes y durante del Hemisférico de Performance y Política, todo lo que se escuchaba entre un gran porcentaje de participantes y público era el gran distanciamiento de los estudiantes, la ausencia de varios artistas, activistas y performistas que abordan el tema; se cuestionaba sobre la curaduría, sobre el carácter cerrado de un evento que debía ser ampliamente compartido en la escena nacional, llegaron a comentarme de gastos extraordinarios que saldrían del bolsillo de los contribuyentes sin haber sido siquiera tenidos en cuenta, hablábamos del trato especial hacia los gringos y de la desaprobación de cualquier persona que no había sido invitada o habría pagado US 150. De todo se hablaba…de la plata, de los artistas, de la coordinación, de la curaduría, del desorden, que los equipos, de la producción del evento, en fin… como en todo gran encuentro, eventualidades son las que se encuentran! Parecía que nada, ni la bella conferencia de la boliviana: Silvia Rivera, ni las propicias palabras de Martin Jose Barbero, ni las banales propuestas que tuvimos que ver, ni las mas audaces, ni las mas ingenuas, ni las mas aburridas, ni las mas coherentes…nada, nada dejaba una estela de morbo suficiente como para ahondar en lo visto.
Pero, con la fé del más crédulo se esperaba el tan publicitado “mano a mano” Bruguera-Gómez Peña, performances que se llevarían a cabo en el mismo piso, del mismo edificio, el mismo día y a la misma hora. Como “Un acto de reconciliación Internacional” rezaba el catalogo del evento.
Y desde el mismo momento en el que la circular bandeja empieza a circular, el publico, un elemento mas del conjunto de artificios que Tania dispone para abrir una discusión; empieza a tomar posición cumpliendo su función dentro de la acción. Desde los más aireados rechazos, tímidas miradas, y atrevidos arrebatos de apetito; uno a uno tuvieron la oportunidad de ser tentados, con timidez la gran mayoría babeaba la punta de su dedo meñique (como si no estuviera lo suficientemente sudoroso) para despuntar alguna de las líneas y descubrir en el amargor de su degustación, que sí, que era cocaina y de la buena! La aireada discusión de las directivas de la universidad era obvia, su posición de rechazo en ese momento y delante de tanto Hemispheric Institute’s people, se vio empañada no solo por un estudiante y un artista, quienes dejaron en claro que el campus universitario es un expendio de todo tipo de drogas, si no también por la poca contundencia con que uno de los directivos rechazaba el acto, aseverando que un colombiano no debe hacer de la acción de inhalar cocaína, un acto social. Acaso solo debe hacerse en el w.c.?
Desde este momento la actitud del público y del evento cambio radicalmente, ya no se hablaba de lo mal organizado el evento, ni de la mala curaduría, y mucho menos que prevalencia que había sobre los estadounidenses. Solo se habla de la “empericada de la Bruguera”, “de la caída de la diosa”, “de un show al mejor estilo de Laura en América” de que si tiene o no criterios para, que si es políticamente correcto, que si fue improvisado, que si fue detonador, que si es un judas, que si es un abogado del diablo, que si tiene un interés comercial o intelectual, demasiadas actitudes descorteces, demasiadas tiranías hacia una artista, que estoy segura, no quiso poner a polemizar a un grupo reducido de especialistas, si no confrontar a un pueblo cuya doble moral empieza cuando su ingenuidad permite que sea doblegado, robado, y colonizado como lo que ocurrió en el evento mismo. Fue Tania la única artista que se preocupo por que los estudiantes participaran del evento, fue Tania Bruguera quien decidió que sus invitados, sus amigos, irían en la primera fila, y fue ella quien aun nos tiene hablando del otro, sin mirarnos, sin observarlo, sin siquiera pensar que el saber con que frecuencia la bandeja se vaciaba, le sumaba importancia al verdadero significado de la obra.
Lastimosamente nos fuimos entumeciendo y encegueciendo ante acciones tan responsables como «chabochi» del mejicano Gustavo Alvarez, a quien aprovecho para agradecerle habernos exorcisado aunque sea por unas horas