Soy pirata y navego en los mares

El video puede verse en YouTube y dura poco más de seis minutos. En él aparece Pablo Arrieta, un simpatiquísimo arquitecto devenido en el principal forofo de la tecnología en Colombia, hablando de un sinnúmero de asuntos. Lo primero que menciona es un informe de la Fundación Ford aparecido justamente esa mañana; de ahí pasa, sin fórmula de transición, a explicarnos que la Universidad de los Andes tuvo la primera página web con imágenes en Colombia y que tan rompedora innovación se debe a él mismo. Lo anterior le da pie para meterse en el tema de Twitter y manifestar que ha “cambiado las cosas”; de allí salta a recordarnos que hoy en día (según otro informe aparecido también esa mañana) el 20% de las ventas editoriales en Europa y Estados Unidos son digitales, mención que lo lleva (no sabemos por qué oscuro vínculo asociativo) a poner en su iPhone un fragmento de la banda sonora de La guerra de las galaxias, lo cual le recuerda que actualmente los niños de Ciudad Bolívar en Bogotá están “haciendo cine con iPods y distribuyéndolo en canales alternativos”, lo cual también le recuerda los paseos de su adolescencia en los que discutía con el cantante Jose Gaviria sobre grupos ingleses de vanguardia. Esos tiempos, nos dice, equivalían a una Edad Media cultural pues entonces “lo único que podía promover el talento de los chicos era tener los recursos necesarios para poder acceder”, reflexión tras la cual nos habla de Spotify, Last.fm y Hulu. Acto seguido nos informa que “un paquete de software vale para un estudiante colombiano diez veces lo que su equivalente norteamericano puede pagar”, dato que le trae a la mente a Tavi Gevinson, una niña norteamericana que a los once años creó un página de internet llamada www.thestylerookie.com y que, según Arrieta, es “una de las más importantes blogueras a nivel mundial del mundo de la moda”. De allí pasa a los impuestos diferenciales al cómic en Colombia, y de ahí a las novelas gráficas de Powerpaola, artista colombiana que “está triunfando en Argentina”. La intervención de nuestro informado amigo se cierra con algo parecido a la guinda del pastel: una cita de Mahatma Gandhi. ¡Sí, Mahatma Gandhi!:

Si uno se acerca a la gente con confianza y afecto, recibirá a cambio diez veces más confianza y mil veces más afecto.

Para quienes no lo sepan, el video al que aludimos reproduce la intervención de Arrieta en el Senado de la República a propósito de la Ley Lleras. Sería muy fácil burlarse de la total desconexión entre el tema de discusión y el caótico discurso de este “experto en cultura digital”; se le podría mamar gallo por su tendencia a hablar –no solo en el Senado– como si estuviera pinchando vínculos en un computador –lo que él llama “cultura del linking”–; podría uno sacar a relucir las mentiras que dice –no es cierto que en Colombia un programa de software valga diez veces más que en Estados Unidos– o incluso, si no diera tanta flojera hacerlo, se le podrían desbaratar con un soplido la mayoría de las teorías que enuncia. Eso de que a finales de los ochenta “lo único que podía promover el talento de los chicos era tener los recursos necesarios para poder acceder” no pasa de ser una solemne tontería.

Sin embargo, mucho más interesante es preguntarnos por qué un personaje así, impulsor de teorías tan peregrinas, goza de una no desdeñable credibilidad entre el público. (Agenda samaria, una página web del Magdalena, llegó a calificarlo de “profeta en un país de ciegos”.) La respuesta, reducida a su versión más compacta, tiene mucho que ver con el formato de sus exposiciones. En ellas Arrieta no solo presenta una imagen audaz –ropa invariablemente negra, botas militares, anillos en los dedos–, sino que siempre, al margen de lo que vaya diciendo, muestra algún artefacto tecnológico de última generación: un Android, una tableta, un programa para identificar canciones. En un contexto de profesores grises, cuya capacidad histriónica y de seducción es nula, esta mezcla le produce efervescencia al público, pero también borra los límites entre el experto en cultura digital y el vendedor de productos electrónicos. A veces resulta difícil saber si Arrieta está reflexionando sobre los cambios que la era digital ha traído consigo o promocionando la última guaracha producida en Silicon Valley. (No se olvide que tuvo un trabajo en Microsoft y ahora es consultor de Apple.) Por estar atentos al último gadget, los asistentes a sus charlas pasan por alto lo que Arrieta dice. Y eso que dice a menudo no solo es inexacto, no solo es contradictorio, no solo demuestra poco o nulo conocimiento del terreno, sino que elude, quien sabe si con deliberación, los aspectos más espinosos de ciertos temas.

Demos un ejemplo. A raíz de los debates iniciales sobre la Ley Lleras, Arrieta les concedió un par de entrevistas a la revista Semana y al portal confidencialcolombia.com. En la primera le dijo a María Jimena Duzán que “Xpectro –su nickname en el mundo digital– no cree en el todo gratis. Cree en un mercado libre global que beneficie a los consumidores y defienda a los autores. Más tiendas, menos leyes. Ése es mi lema”. En la segunda, sin embargo, no solo le permitió a Alonso Sánchez Baute titular la entrevista “El adalid de la piratería”, sino que puso sobre la mesa todas su cartas: “En realidad, la piratería digital es muy beneficiosa… en un futuro muy cercano, las editoriales optarán por regalar sus libros, los que se convertirán en vías de publicidad para sus autores y, en adelante, ellos podrán capitalizar su popularidad con charlas, seminarios y eventos en los que su público interactúe con ellos”.

En estas declaraciones lo de menos es la insinceridad, el fomento de fórmulas demagógicas como “más tiendas, menos leyes” o la idea, irritantemente estúpida, de que la gente escribe libros como “vía publicitaria”, pues en realidad lo que les interesa es dar conferencias o salir en televisión. Preocupa mucho más que para Arrieta la piratería sea una actividad romántica, algo que podemos aprender en los libros de Emilio Salgari o en algunas películas de cine. Para él, un pirata es un tipo cool, rebosante de glamur y misterio, como Sandokán o, mejor aún, como Jack Sparrow interpretado por Johnny Depp. “A quienes amenazan con esa Ley Lleras –le dijo en la citada entrevista a Alonso Sánchez Baute–, les recomiendo ver Pirates of the Caribbean (y no precisamente en Cuevana), pues históricamente los bucaneros han destilado algo que es tan valioso como escaso en ciertas industrias: creatividad”.

Lo problemático es que en este mundo real la piratería está muy lejos de tener ese encanto pop que le atribuye Arrieta. En Colombia, como se lee en algunos informes de la Federación Internacional de la Industria Discográfica, la falsificación de libros, discos y software ha sido una actividad asociada a los paramilitares. Gente, claro está, a la que te puedes acercar con confianza y afecto, seguro de que te devolverán a cambio diez veces más confianza y mil veces más afecto. Son ellos, no unos pelaítos encerrados en un cuarto bajando canciones, los que de verdad importan para esta discusión.

Sin duda, la Ley Lleras tiene aspectos muy conflictivos y será necesario debatirlos a fondo, en aras de lograr un equilibrio entre los derechos de autor y el derecho de la gente a disfrutar de la cultura sin que se les trate como criminales. Pero nunca llegaremos allí si hasta los dizque expertos insisten en mantener un punto de vista absolutamente naíf.

2 comentarios

Cada segundo se une mas y mas gente a la causa de detener al «kraken», esta polemica ley que no es mas que un monstruo que amenaza la libertad del ciberespacio con fines lucrativos para unos pocos y que busca dejarnos por fuera del conocimiento mundial y el acceso a la informacion.