Más de un lector de este foro debe estar preguntándose acerca de las intervenciones que desde el 23 de noviembre se refieren a la reforma académica de la Universidad Nacional. Veamos: una pregunta sobre el trabajo de grado; dos cartas abiertas a Gustavo Zalamea con sendos elogios y votos de confianza, dirigidas por dos estudiantes; un enérgico llamado a la defensa de la Universidad por parte de Antonio Caro; algunas intervenciones de Juan C. Vargas, quien presenta de manera extremadamente juiciosa el punto de vista de las directivas de la Universidad; otra de Luis Daniel Abril, quien opina ampliamente, aunque reconoce no estar vinculado hace un año a la Escuela; intervenciones algo crípticas de Gabriel Restrepo y textos de Norberto Alcover, tal vez el más centrado en la reflexión sobre el espíritu universitario, y José Luis Villaveces remitido por J. P. Ortiz, también marcadamente redactado sobre la versión oficial de las directivas de la Universidad.
De este conjunto, quien no esté enterado de las cuestiones en juego difícilmente podrá extraer una imagen coherente. Es importante, entonces trazar un muy rápido contexto, pues si aquí es difícil, a través de los medios de comunicación (que se atreven a reseñar el cierre de la Universidad mientras pasan imágenes de archivo de pedreas, en un caso que se ha caracterizado por la ausencia de estas manifestaciones), es imposible.
La Universidad Nacional, desde que asumió la rectoría Marco Palacios, está en proceso de reforma académica y de reestructuración académico administrativa; estas acciones se han materializado a través de decisiones fragmentadas y acumulativas, y continúan bajo la de Ramón Fayad. Esta clase de procesos son normales en la academia, pero en esta ocasión se han desarrollado bajo -por lo menos- dos grandes características: la primera, que dichas rectorías enfrentan la hostilidad de una gran parte de la comunidad universitaria –con las consecuencias previsibles en los terrenos de la comunicación y del diálogo- y, la segunda, que cambian drásticamente el rumbo que tenía la universidad (por ejemplo, la última reforma académico administrativa databa apenas de 2002).
Es evidente que estos procesos afectan también al programa de Artes Plásticas, (campo central de reflexión de este foro) y la discusión abarca desde temas muy genéricos (la naturaleza de la academia y sus complejas relaciones con la sociedad), hasta muy específicas (las modalidades de trabajo de grado aceptables para el programa).
Es muy importante que la comunidad artística conozca y participe en la reflexión sobre la reforma de un programa que constituye un patrimonio público por su naturaleza oficial, por su tradición y por sus dimensiones. Sin embargo, es necesario advertir que los temas son de alto vuelo y que no basta con comentarios ligeros que personalicen el asunto o lo reduzcan a los tópicos de siempre, que en el tema de la Universidad Nacional son bastante tentadores. Solamente que las condiciones actuales no permiten una aproximación fácil: la Universidad se encuentra cerrada por decisión de sus propias directivas y el contexto, evidentemente no favorece la reflexión ponderada que caracterizaría el debate académico.
Miguel Huertas