“La razón de ser de la reforma administrativa es facilitarle la vida a los ciudadanos” Eduardo Garzón, periódico Ciudad Viva, Bogotá, febrero de 2007
Más o menos desde finales de los años noventa hasta ahora la Fundación Gilberto Alzate Avendaño no suele ser tema de discusión en el medio artístico de Bogotá. De hecho, puede decirse que tras la muerte del gestor cultural Germán Ferrer Barrera, quien hacia mediados de los ochenta ingresó a la Dirección artística de esa entidad, la “Alzate” pasó a integrar aquel nicho de organismos ubicados en el limbo de la gestión publica de mediano perfil del sector cultural de Bogotá, acompañada actualmente de entidades como el Museo de Arte Moderno de Gloria Zea, el Museo de Arte Contemporáneo del Minuto de Dios o la Facultad de Artes de la Universidad Tadeo Lozano, por nombrar unas pocas.
Como estas empresas de gestión cultural, la Fundación Alzate Avendaño se ha dedicado a mantener una programación de eventos creados en décadas anteriores sin evaluar su necesidad ni su impacto en el contexto donde (se supone), actúa y al que (se supone), debe conocer(1). En este sentido pueden recordarse las últimas versiones del Salón del Fuego (donde el número de artistas invitados -y que reciben premios en efectivo- es bastante alto), el Salón de Arte Universitario (que ejecuta en colaboración con la corporación privada de educación informal especializada en formar estudiantes de artes plásticas y en hacer constantes eventos por fuera de sus instalaciones, conocida como “Academia de Artes Guerrero”), la exhibición de piezas pertenecientes al Museo de Arte de Caldas (proveniente de Manizales, cuna del líder político del partido conservador que da su nombre a la entidad), abierta hasta el 23 de febrero de este año, o la presentación de exposiciones concertadas con otras entidades del país como el salón de la Región Sur (junto con el Ministerio de Cultura), integrante del 40 Salón Nacional de Artistas, en abril de 2006. Igualmente se puede mencionar la programación regular de su sala de exposiciones, donde se han presentado, sin pasar por el filtro institucional de la convocatoria abierta (corriente en otros escenarios culturales del Distrito Capital) algunos artistas locales. Este comportamiento institucional, que parece no ir en armonía con las pretensiones del programa de gobierno de la alcaldía de Luis Eduardo Garzón(2), ha recibido uno de los mayores apoyos imaginados por entidad medianera alguna del sector cultural de Bogotá en los últimos veinticinco años: en una actitud que no puede destacarse como afortunada, la Alzate recibió mediante acuerdo 257 las gerencias de artes plásticas, literatura y música, que antes funcionaban bajo la tutela del Instituto Distrital de Cultura y Turismo.
Se podría estar atento a la forma en que esa Fundación cumplirá con el propósito que se expone en la presentación de su directora en el periódico “Ciudad viva”, donde dice que tratará de acercarse al sector privado “especialmente el comercial”de la ciudad, “buscando lugares articulados a la Red Distrital de Espacios, para llevar a los centros comerciales o zonas de negocios activos (sectores como San Victorino, entre otros) actividades artísticas variadas.” Alguien, tal vez las personas que la acompañan en su gestión o en el proceso de empalme con las mencionadas gerencias (el decano de los gestores culturales de arte de la ciudad, Jorge Jaramillo o el crítico institucional(izado) Guillermo Vanegas), podría sugerirle que cuando se acercan los intereses del Estado a la empresa privada, ésta, generalmente, suele salir beneficiada sin realizar mayores esfuerzos, ni cancelar los costos económicos ni políticos que este tipo de alianzas generan. Además, el cálculo político de este propósito, si no se establecen estrictos mecanismos de control por parte de organismos externos, podría degenerar en el favorecimiento de ciertos grupos cercanos a los afectos o a los intereses que la directora de esta fundación busca defender. Aunque eso siempre dependerá de quienes están en los cargos directivos de toda entidad: si se trata de un académico posmoderno se privilegiará al arte contemporáneo, si se trata de una periodista con estudios en sociología, la cosa irá por el favorecimiento de la gestión local y privada, y si se trata de un crítico de arte, ni idea.
Iván Espitia
Notas: 1. Para redondear esta afirmación deben citarse ejemplos relacionados con las otras instituciones enumeradas. En el caso del Museo de Arte Moderno puede hablarse del fallido experimento de resurrección de la Bienal de Bogotá, acompañada de un equipo de curadores encabezado -en la sombra- por Eduardo Serrano (integrante de la junta directiva de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño), o el Salón de arte joven, elaborado en colaboración con algunos profesores universitarios y quien para esa época aun actuaba como Gerente de Artes Plásticas del aun existente Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, Jaime Cerón. Por su parte, el Museo de Arte Contemporáneo cumplió con la realización del Salón de Agosto, el salón Tesis y la conmemoración de los 40 años de su inauguración, eventos que -sumados- no lograron reunir a un público mayor a los 2.000 asistentes, a pesar de contar con significativos aportes del sector público y privado (en la contraportada del catálogo sobre los 40 años de este museo aparece compitiendo en tamaño con el logotipo del museo la firma “Hernando Trujillo” y en sus últimas cinco páginas aparecen avisos publicitarios de la Organización Minuto de Dios, la Universidad Javeriana, Endesa -y su filial Codensa-, ArtBo y la empresa de vigilancia privada Covinoc.) Finalmente, la Universidad Tadeo Lozano, en medio de una incontenible crisis académica (por deserción o expulsión de una de la más brillantes cohortes de profesores conocidas en la década pasada en las facultades de artes de Bogotá) se propone ahora revivir el Salón Tadeo sin dedicarse a menesteres como la resolución del clima de descontento estudiantil que se fermenta actualmente en su interior.
2. Es necesario volver sobre el memorable capítulo de la discusión que mantuvieron por unos pocos minutos Gloria Zea, como representante del Museo de Arte Moderno de Bogotá y Martha Senn, directora, para ese momento, del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, en el programa matinal de noticias dirigido por Julio Sánchez Cristo, sobre la disminución de los aportes presupuestales que el Instituto venía dándole al elefante blanco flanqueado por sendos parqueaderos de la carrera 24 entre calles quinta y séptima. Si se observa este choque entre divas la cuestión no resulta ahora del todo clara, porque al evaluar las declaraciones que a menudo firma Marta Senn en su periódico “Ciudad viva”, la gestión desarrollada históricamente por la Fundación Alzate Avendaño no da para que esa entidad reciba semejante demostración de respaldo presupuestal y político mediante el traslado a sus instalaciones de las mencionadas gerencias. Si se realiza un análisis detallado de la administración que se suele dar en ese lugar, conceptos básicos para esta administración, como “concertación” o “diálogo” no hacen parte del dialecto administrativo que allí se emplea. Hasta aquí va un problema. Otro sería saber si no era la Alzate la institución elegida, entonces, ¿cuál? Acaso serían alternativas viables el Museo de Arte Moderno, la división de comunicaciones de la Universidad Nacional, el Departamento de Artes de la Universidad de los Andes, la Academia de Artes Guerrero, la revista Arteria, etc. La crisis existente en la comunidad de los intermediarios culturales se ve reflejada en la ausencia de instituciones medianamente respetadas o, por lo menos, legítimas que a la vez sean capaces de tomar las riendas de un organismo como la gerencia de artes del exIDCT. Así mismo podría pensarse en el caso de los gerentes: ¿si no es Jaime Cerón, quién? ¿Eduardo Serrano? ¿Álvaro Medina? ¿Carmen María Jaramillo? ¿Carlos Uribe? ¿Carlos Salazar? ¿Ana María Lozano? ¿María Iovinno Moscarella? ¿Jaime Iregui? ¿etc.?
¿perdidos en el espacio?
Por lo que dice Ivan Espitia, el IDCT desapareció, se transformó en la Secretaría de Cultura y entraron en el limbo varias cosas. ¿no podría ser más explícito? Obviamente la presencia de Ana María Alzate en la dirección no es una buena noticia. ¿Va a acabar con los programas de arte contemporáneo? ¿va a traer un nuevo equipo de trabajo? Hay mucho “run run” y poca información.
Si el asunto está grave ¿no podría suministrar una información más precisa? ¿quien ocupa(ra) la gerencia de artes plásticas? ¿qué se hizo Jaime Cerón? Si hay funcionarios que salieron ¿porqué no informan qué es lo que está pasando? ¿temen alguna represalia? ¿Están esperando que los confirmen en ese u otro puesto? ¿Qué pasará con el Planetario?
En esta esfera todos hemos sido testigos del absoluto silencio que han mantenido sus funcionarios cuando se les ha criticado por uno u otro motivo. ¿Ese silencio se mantiene si ya son ex-funcionarios?
En resumen, ¿el asunto concierne a la comunidad artística? Si es así, ¿porqué
Un poco de información ayudaría.+
Gabriel E. Merchán
del IDCT a la Secretaría de Cultura
Víctor Manuel Rodríguez, Director de Arte, Cultura y Patrimonio de la Secretaría de Cultura de Bogotá*, responde en esta primera parte de la entrevista a inquietudes sobre el futuro de los programas del desaparecido IDCT, como el Premio Luís Caballero, el Salón de Arte Joven, las publicaciones de los premios de crítica y ensayo, así como las demás convocatorias. Responde también a las preguntas que desde este espacio se plantean en torno al grado de autonomía que tendrá la futura gerencia de artes plásticas en relación con la dirección de la Fundación Alzate y la misma Secretaría de Cultura. * instancia administrativa que tendrá a su cargo el diseño de aquellos programas y políticas culturales que deberán seguir las instituciones a cargo de la Secretaría de Cultura, como es el caso de la Fundación Alzate y, en su defecto, la Gerencia de Artes Plásticas.
Segunda parte de la entrevista a Víctor Manuel Rodríguez, donde explica en qué consiste la reforma admistrativa, qué implica a nivel organizativo y presupuestal, y cómo se estructuran en la Secretaría de Cultura las anteriores gerencias de los distintos sectores culturales.
Jaime Cerón expresa su percepción sobre la reforma institucional y el futuro de los programas que estuvieron a su cargo durante los diez años en que fue Gerente de Artes Plásticas del IDCT.